Un ruido me despierta muy temprano. Me pongo las sandalias impermeables que tengo a un lado del saco de dormir y salgo de la carpa frotándome los ojos. Una corriente gélida me golpea el rostro y mi aliento dibuja trazos de vapor en el primer frío del otoño. Uno de los extremos de la lona de plástico azul que cubre la tienda de campaña y la protege de las lluvias se ha soltado y se agita con el viento. Tomo el extremo de la lona que latiguea en el aire -con la estaca de fierro que la sujetaba aún amarrada- y lo hundo de nuevo en la tierra húmeda, golpeándolo con una piedra de buen tamaño.
Respiro hondo el perfume que desprende la tierra bañada por el rocío. Me incorporo y me sacudo las manos en el pantalón deportivo que uso para dormir. La mañana está cubierta de neblina. Nunca había visto una bruma tan espesa deslizarse sobre el lago. Es como una manada de animales fantasmagóricos pretendiendo escapar de las luces del amanecer.
Me subo los pantalones hasta las rodillas para no mojarlos. Arrastro la canoa -que yace a un lado de los restos de la fogata de la noche anterior- hasta la orilla, y subo en ella. Remo abriéndome paso entre la niebla, rompiendo la quietud con que reposaba la superficie del agua.
Los remos son como el reloj del bosque. Cada brazada es una manecilla que marca la pauta de un largo segundo. Justo cuando estoy en el centro del lago, dejo de remar, y un silencio remoto me envuelve. La superficie del agua vuelve a quedar inmóvil, como si tuviera la dureza de un espejo. Pareciera que el tiempo se congeló y he quedado atrapado en un lugar apacible y primitivo, hace miles de años.
De pronto el sol asoma sus primeros rayos por el horizonte. El bosque se refleja de cabeza en los márgenes de la laguna. Sus destellos rebotan y crean un curioso efecto de luz en los árboles, que han cambiado los tonos verdes por el rojo y el amarillo. Es como si una corriente eléctrica los recorriera y sus hojas palpitaran como lo hacen las brasas, que suben y bajan su intensidad conforme a la fuerza del viento. Es como si el bosque entero ardiera, majestuoso...
El tiempo avanza de nuevo cuando comienzo a remar.
Continuará...
inevitable ir imaginando todo conforme te voy leyendo
ResponderBorrar=)
muy chida la imagen, me recordó a este fractal :
ResponderBorrarhttp://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/21/Mandel_zoom_00_mandelbrot_set.jpg
saludos
Genial descripción, te hace escapar un momento de la sosa realidad diaria que nos rodea.
ResponderBorrarPersonalmente me gustaría que la descripción quedara hasta antes de comenzar a remar de nuevo, un momento congelado para recordar.
Saludos
esa imagen me recordo a la secuencia inicial o como se diga de la pelicula el resplandor..........
ResponderBorrarFabulosa narración,muy inspirado,hasta parece que uno tambien lo está viviendo, Felicidades. dede Cancún.
ResponderBorrarmuy buena la narracion, hace que uno este ahi presente
ResponderBorrarsaludos desde Juarez!
Qué bella descripción. Dan ganas de estar allí.
ResponderBorrarUn abrazo, Guffo.