miércoles, agosto 24, 2011

La fraternidad de la cheve

Di con la imprenta del señor Manzanares por una casualidad que provocó una urgencia. Nuestra amistad, por consecuencia, fue también accidental.

Era un sábado por la mañana y necesitaba imprimir lo antes posible unos recibos fiscales. Tenía que entregárselos a un cliente el martes por la tarde para poder cobrar mi cheque ese mismo viernes y liquidar el lunes un adeudo pendiente que tenía con la mueblería que me había facilitado un crédito para comprar una sala de color beige que combinara con mi apartamento.

Los últimos 15 recibos fiscales que tenía se habían echado a perder porque la caja de cartón donde los guardaba se había mojado tres días antes: el día del aguacero que duró toda la noche, tapó alcantarillas, hizo que se fuera la luz en mi colonia y se inundaran algunas calles de la ciudad.

Aquel sábado el cielo amaneció despejado después de casi toda una semana con nubarrones negros. Desde temprano me puse a recorrer en mi coche las calles del centro de Monterrey esperando encontrar una imprenta autorizada para imprimir documentos fiscales. Pensé que sería difícil, pues pocos negocios abren los sábados y todas las imprentas que veía al pasar estaban cerradas. Después de manejar por casi una hora me acordé que mi amigo el Rodo alguna vez mencionó la imprenta de un conocido suyo -o de su papá- en la que se juntaban los fines de semana a asar carne. Me acordé de eso porque el Rodo se había referido a la imprenta como “la que está en contra esquina de los masajes LeBaron”, una famosa casa de citas a la que llegué a ir con mis amigos de la prepa, pero sólo a dar lástimas, pues entre todos no pudimos completar el dinero para pagar una puta.

Conduje un par de minutos más hasta dar con los “masajes LeBaron”, y, en contra esquina, efectivamente había una imprenta abierta.

El negocio se llamaba “MegaPrinter”. Al frente tenía un anuncio impreso en lona con el nombre en letras muy grandes y azules. Me pareció gracioso que la letra “pe” tuviera una manzana mordida en el centro. Como la de Apple. Hasta después entendí que ese detalle hacía referencia al apellido del dueño del negocio, no a las computadoras.

Estacioné el coche en la entrada de la imprenta y bajé con la memoria usb donde tenía guardado el archivo con el diseño de mis facturas. Cuando crucé la puerta, que estaba abierta de par en par, me llegó el característico olor de la leña de mezquite cuando arde.

Caminé por un pasillo que tenía dos puertas del lado derecho. En una había una oficina con una computadora y un pizarrón de corcho donde colgaba publicidad de todo tipo –negocios de tacos, de tortas, tintorerías y talleres mecánicos-, y en la otra puerta se apreciaba una habitación más grande, con algunas máquinas de rodillos, montones de paquetes con hojas de papel y botes de tinta. Al fondo había otra puerta. Era una puerta metálica negra con una ventana con algunos barrotes horizontales, por la que se escuchaban voces y risas y se colaba un humo espeso. Me asomé a través de los barrotes y vi a tres hombres que rondaban los 50 o 60 años. Uno estaba de pie, iba muy bien vestido, con la camisa fajada en unos pantalones de tela café y los zapatos boleados; los otros dos estaban sentados en unas cubetas de plástico puestas al revés. Tenían manchas de grasa y tinta de colores en casi toda su ropa. Entre sus piernas, los hombres manchados resguardaban cada uno un par de cartones con envases de cerveza.

-Buenas tarde –dije golpeando con suavidad el metal negro de la puerta, y los tres hombres me voltearon a ver.

-Buenas tardes –contestaron en coro.

-¿En qué puedo ayudarlo, joven? –dijo el hombre que vestía ropas pulcras, quien, supuse, era el dueño del lugar.

-Disculpe que lo moleste en sábado, señor, pero vi que el negocio estaba abierto. Lo que pasa es que necesito unas facturas de urgencia y quería ver si usted me las podía imprimir… soy amigo del Rodo.

-¿Eres amigo del Pedorro? -dijo, y todos rieron.

-De Rodo, de Rodolfo Fontanery –respondí sonriendo.

-¡Ah, eres amigo del pinche Pedorro del Nery! Pásale y sírvete una cerveza, que nos hace falta un jugador para el dominó. Al rato vemos lo de tus facturas.

Titubeé un poco, ya ven cuánto viejo mañoso hay en esta ciudad; pero el semblante de sus rostros era más bien bonachón. Atravesé la puerta y me presenté diciendo mi nombre. El hombre de ropas limpias me extendió su mano y me dijo que se llamaba Mateo Manzanares. Era el dueño del lugar. El señor Manzanares me presentó a sus empleados mientras me daban un apretón de manos.

-Ese güey es el Chatanuga.

-Mucho gusto, señor Chatanuga –dije sacudiendo su brazo, y todos se rieron.

-Y ese otro cabrón es el Hogan.

-Mucho gusto, señor Hogan –dije, y soltaron una risa más escandalosa.

El Chatanuga y el Hogan eran los impresores de Megaprinter y, obviamente, así no se llamaban. El Chatanuga era el barrigón de lentes. Así le decían por su parecido físico con Pedro Weber Chatanuga, el cómico mexicano. El Hogan era el que usaba un bigote largo que terminaba en punta, era calvo y el poco pelo blanco que tenía le colgaba por encima de los hombros, como el luchador norteamericano Hulk Hogan.

El Chatanuga agarró una cerveza del cartón que tenía entre sus piernas, le quitó la corcholata y me la dio. Le di un largo sorbo mientras contemplaba un naranjo repleto de frutas enormes y un asador con varios troncos de leña ardiendo.

-Así que eres amigo del Pedorro del Nery…- dijo el señor Manzanares sonriendo

Fue así como conocí a la Fraternidad de la Cerveza.




16 comentarios:

  1. No mamar Guffo, siguele...
    Saludos desde el defectuoso.

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  2. Jajaja... me hizo reír mucho lo de Pedorrro... Todos se me quedaron viendo en la oficina.
    Hace dos semanas, mandé a mi novio a un taller que me ha ayudado a desarrollar temas para mi página de mecánica automotriz. Sin embargo, no he tenido el tiempo de ir jamás personalmente a ese taller, siempre hago las entrevistas y coordino las sesiones de fotos desde esta mi otra oficina.
    Así que mandé a mi amado a que le arreglaran un balero y el tambor de una llanta. Y ahí estuvo él todo un sábado. Se suponía que saliendo de ahí, iría a comer a casa en familia. Le marqué para decirle que ya estaba lista la comida y me dijo: "dame media hora. ya me arreglaron el carro, pero me estoy echando unas cheves con el mecánico". Me causó muchísima gracia y admiración el hecho de la facilidad con la que estaba departiendo con alguien que horas atrás le era totalmente desconocido. Me gustó que lo hiciera, me gusta que sea sociable (ahora veo que es común en los hombres)... total, llega a la casa y me dice que las cheves y así... y le dije que a Adán, el mecánico, yo no lo conocía... Santiago se puso de todos colores, pues había sentido la confianza de tomarse las cheves con él pensando que al menos yo sí tenía contacto directo y frecuente con él.
    Admiro mucho eso de los hombres. Mucho.
    Las mujeres somos más difíciles en ese sentido, por no decir mamonas.
    Ele y Juan Pa
    http://sailing-nena.blogspot.com/

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  3. Viva la fraternidad de la cerveza!!
    No hay nada que no pueda unir una cerveza fría...
    Saludos Guffo!

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  4. Anónimo10:47 a.m.

    no terminan construyendo algo arriba de una montaña? y muertos por ataque diabetico? o eso solo es con la uva?

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  5. Que chingón. Y que, ¿Te imprimieron las facturas o no?

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  6. Eso, vamos a armar la fraternidad de la che virtual, a huelita de batman, yo me uno a ella, quién le entra???

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  7. orale compadre, esas peditas entre impresores rifan bien chido.

    y si, tengo el gusto de conocer al Hogan, la neta no sabia que era impresor, por su facha, pense que era un rico potentado, jajajajaja.

    saludos caon.

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  8. Gracias a todos por comentar.

    No termina así la historia, Anónimo; pero, en efecto, es un "homenaje" a John Fante y su Hermandad de la Uva, basada en mis experiencias con viejillos borrachos, jejeje.

    Saludos.

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  9. Los hombres somos (en algunas cosas) menos complicados.
    Con una cheve nos podemos hacer grandes compas y hay veces que esas amistades "espontáneas" son de las mas duraderas.

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  10. La fraternidad llega a ser de doble filo de acuerdo las circunstancias, a ti mi buen Guffo te tocaron de esos bebedores que ya casi no hay en este mundo.

    Me recordaste mucho como toma mi abuelo y sus amigos en el patio afuera de su casa en el ejido contando viejas historias, amoríos y aventuras. Todo en un ambiente de calma que hasta parece ajeno a este mundo.

    Saludos.

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  11. y a ti como te apodaron?

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  12. Un poco de anarquia y cerveza fria. Es todo lo que un cabron necesita para pasarsela chido.

    Me encanta los sabados de taller despues del horario, es como cuando te quitas los zapatos al llegar a tu casa.

    P.D. Checa HLMDP

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  13. Anónimo4:17 p.m.

    eh pinche guffo, dime como le hago para ver los comentarios en hazme, pinches culeros se me andan escondiendo

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  14. ¿Y quien le puso el pedorro? ¿Apoco fuiste tu Guffo?

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  15. Anónimo11:56 p.m.

    Este es por mucho, el texto que más me ha hecho reir aquí en tu blog.

    "Mucho gusto, señor Chatanuga"

    Jajajaja, te clavaste en la maldá...

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  16. yo soy imprentero y es de awebo los sabados las heladas, a toda madre que sea en un chingo de lados esa tradicion, já.
    saludos cabrón, me identifico mucho con tus comentarios de los clientes que llegan a pedir mamadas, a mi una vez llego un pendejo aventandome las llaves al escritorio y me dice: " dos copias de cada una" casi me da embolia del puto coraje jajajaj.

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