Conduje sin escalas hasta Puerto Laguna. El sol a nuestras espaldas se fundía con el mar.
-¿Por qué tienes que regresar el sábado? –le pregunté.
-El domingo viajo a Mérida para ver el apartamento de una tía. Posiblemente me vaya a vivir para allá.
-¿Por qué?
-A veces es necesario poner tierra de por medio con ciertas cosas.
Detuve el coche en el Lighthouse Pub, un pequeño bar irlandés para motociclistas a un lado del motel Ocean Breezze, donde reservamos una habitación para pasar la noche.
En mis años de preparatoria, durante la semana santa, viajaba en autobús con algunos amigos hasta Puerto Laguna, y el “bar del faro” -como lo llamábamos- era el único sitio donde vendían cerveza a menores de edad.
Ella rió al imaginar las estúpidas borracheras de un grupo de adolescente con pocos centavos en los bolsillos.
El Lighthouse Pub seguía igual: con su amplia barra de madera al fondo decorada con luces de neón en forma de marcas de cerveza, una mesa de billar, una rockola, una maquina para jugar al Pacman y cuatro tableros para lanzar dardos.
Le platiqué acerca de los dueños del bar: un motociclista con una serpiente tatuada alrededor del brazo que alguna vez nos enseñó a lanzar dardos y su novia Kelly, de quien cualquier hombre podía quedar perdidamente enamorado.
-Anything else, guys? –preguntaba Kelly con sus cabellos rubios y la más dulce de las sonrisas.
-No, tenkiu… -respondíamos aturdidos por el alcohol y embobados por su belleza.
-Are you having a good time, kids?
-Yes, tenkiu…
Para mi sorpresa, el motociclista con tatuaje de serpiente y Kelly, seguían ahí.
-Hello, sweethearts. Do you want a table? –dijo cortésmente una Kelly cuarentona al vernos cruzar la entrada; nos guió hasta una mesa a lado de la rockola y, antes de sentarnos, Kelly tomó el rostro de mi acompañante con ambas manos, la miró fijamente y le dijo que tenía los ojos “tan hermosos como lava endurecida de un volcán”. Ella agradeció el piropo con una enorme sonrisa. El hombre del tatuaje de serpiente, que limpiaba nuestra mesa, secundó diciendo que eran tan negros y brillantes como el tanque de su motocicleta recién lavada, pero no más hermosos que los ojos de su amada, a los que describió como "azules y profundos como el cielo y el mar juntos". Kelly nalgueó divertida a su hombre y fue por la jarra de cerveza que ordenamos.
La afluencia del lugar era poca. La pareja de propietarios aprovechó para besarse detrás de la barra, como en sus viejos tiempos: cuando él era fornido, las líneas de su tatuaje eran negras y no verdes, usaba coleta en vez de paliacate para disimular su calvicie y Kelly era igual de hermosa que ahora.
Pensé que pocas personas en toda su vida tendrán la mitad de la suerte que ellos tienen. Que no todos se dan cuenta cuando tienen al amor verdadero enfrente, y que, aún y teniéndolo, el encanto no les durará por siempre o lo echarán a perder con alguna pendejada.
Kelly se desprendió de aquél beso apasionado ruborizada como una niña cuando se dio cuenta que los mirábamos.
Chocamos los tarros en el aire y bebimos. Kelly puso un platón con palomitas sobre la mesa, aún con el tono subido en sus mejillas, y se retiró guiñando un ojo.
-¿Por qué si viniste varias veces después, no se te ocurrió desenterrar lo que vienes a desenterrar? –me preguntó.
-Porque nunca lo consideré necesario.
Dio un sorbo a su cerveza y miró la rockola que tocaba Summer of ´69, de Bryan Adams.
-¿Por qué decidiste acompañarme? –le pregunté.
-Porque tú me lo pediste. Y porque ya te dije que a veces es necesario poner tierra de por medio en algunas cosas.
Continuará...
-¿Por qué tienes que regresar el sábado? –le pregunté.
-El domingo viajo a Mérida para ver el apartamento de una tía. Posiblemente me vaya a vivir para allá.
-¿Por qué?
-A veces es necesario poner tierra de por medio con ciertas cosas.
Detuve el coche en el Lighthouse Pub, un pequeño bar irlandés para motociclistas a un lado del motel Ocean Breezze, donde reservamos una habitación para pasar la noche.
En mis años de preparatoria, durante la semana santa, viajaba en autobús con algunos amigos hasta Puerto Laguna, y el “bar del faro” -como lo llamábamos- era el único sitio donde vendían cerveza a menores de edad.
Ella rió al imaginar las estúpidas borracheras de un grupo de adolescente con pocos centavos en los bolsillos.
El Lighthouse Pub seguía igual: con su amplia barra de madera al fondo decorada con luces de neón en forma de marcas de cerveza, una mesa de billar, una rockola, una maquina para jugar al Pacman y cuatro tableros para lanzar dardos.
Le platiqué acerca de los dueños del bar: un motociclista con una serpiente tatuada alrededor del brazo que alguna vez nos enseñó a lanzar dardos y su novia Kelly, de quien cualquier hombre podía quedar perdidamente enamorado.
-Anything else, guys? –preguntaba Kelly con sus cabellos rubios y la más dulce de las sonrisas.
-No, tenkiu… -respondíamos aturdidos por el alcohol y embobados por su belleza.
-Are you having a good time, kids?
-Yes, tenkiu…
Para mi sorpresa, el motociclista con tatuaje de serpiente y Kelly, seguían ahí.
-Hello, sweethearts. Do you want a table? –dijo cortésmente una Kelly cuarentona al vernos cruzar la entrada; nos guió hasta una mesa a lado de la rockola y, antes de sentarnos, Kelly tomó el rostro de mi acompañante con ambas manos, la miró fijamente y le dijo que tenía los ojos “tan hermosos como lava endurecida de un volcán”. Ella agradeció el piropo con una enorme sonrisa. El hombre del tatuaje de serpiente, que limpiaba nuestra mesa, secundó diciendo que eran tan negros y brillantes como el tanque de su motocicleta recién lavada, pero no más hermosos que los ojos de su amada, a los que describió como "azules y profundos como el cielo y el mar juntos". Kelly nalgueó divertida a su hombre y fue por la jarra de cerveza que ordenamos.
La afluencia del lugar era poca. La pareja de propietarios aprovechó para besarse detrás de la barra, como en sus viejos tiempos: cuando él era fornido, las líneas de su tatuaje eran negras y no verdes, usaba coleta en vez de paliacate para disimular su calvicie y Kelly era igual de hermosa que ahora.
Pensé que pocas personas en toda su vida tendrán la mitad de la suerte que ellos tienen. Que no todos se dan cuenta cuando tienen al amor verdadero enfrente, y que, aún y teniéndolo, el encanto no les durará por siempre o lo echarán a perder con alguna pendejada.
Kelly se desprendió de aquél beso apasionado ruborizada como una niña cuando se dio cuenta que los mirábamos.
Chocamos los tarros en el aire y bebimos. Kelly puso un platón con palomitas sobre la mesa, aún con el tono subido en sus mejillas, y se retiró guiñando un ojo.
-¿Por qué si viniste varias veces después, no se te ocurrió desenterrar lo que vienes a desenterrar? –me preguntó.
-Porque nunca lo consideré necesario.
Dio un sorbo a su cerveza y miró la rockola que tocaba Summer of ´69, de Bryan Adams.
-¿Por qué decidiste acompañarme? –le pregunté.
-Porque tú me lo pediste. Y porque ya te dije que a veces es necesario poner tierra de por medio en algunas cosas.
Continuará...
Mira, mano, o aumentas la extensión de los capítulos, o me lanzo a ver algún churro de Televizca, ¿eeeh?
ResponderBorrarJa, vale madre, tu lo cuentas, yo lo imagino y ninguno de los dos tiene un Óscar a mejor filme extranjero. Chale.
Segus !!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderBorrarAaahhh!!! Muy buenos los post, eso de los capitulos me tiene picadisimo, ya quiero saber q va a pasar al dia siguiente y al siguiente...
ResponderBorrarChangos, por que yo no tengo aventuras asi... Me lo imagino taan chingon!
Ayyyyy... que eso me tiene ansiosa toda la semana.... :)
ResponderBorrarSigue... sigue... sigue...
:D
Con un dejo de melancolía me pareció esta parte y más aun en espera de la continuación de la misma.
ResponderBorrarSaludos
...pocas personas en toda su vida tendrán la mitad de la suerte que ellos tienen. Que no todos se dan cuenta cuando tienen al amor verdadero enfrente, y que, aún y teniéndolo, el encanto no les durará por siempre o lo echarán a perder con alguna pendejada.
ResponderBorrarAmén.
Uno triste y melancólico.
jajaja
ResponderBorrarque weba!!
parece que estoy leyendo la novela semanal o una pinchurrienta historia del libro vaquero, aprovecha y metele viejas tetonas y culonas con los calzones de fuera, chance y este mas interesante
QUE CHINGADOS VA A DESENTERRAR ????
ResponderBorrarCada capitulo mas interesante se torna la historia . . . muy buena la atmosfera melancolica de este . . . ahora esperamos la continuacion . . .
ResponderBorrarConociendo a los gringos por un buen tiempo, me suena raro y poco comun o probable que "Kelly" se acerque a un cliente/a, le tome la cara con ambas manos (contacto fisico)para darle un piropo.
ResponderBorrarConociendolos me atrevo a decir que esto casi nunca podria suceder. Con lo cuidadosos que son en cuanto al respeto hacia su espacio personal, esto suena poco creible.
Saludos
Aaaay, Devil-A. Y tampoco existe un lugar llamado Puerto Laguna en texas (supongo que es ahí porque Guffo es de Monterrey), y nadie dice nada. No seas ñoño ni amargado y limitate a disfrutar la lectura. Kelly es descrita como celestial, entonces claro que es posible que sea así.
ResponderBorrarPos este...
Si sales con una mamada de final te juro que no vuelbo a leerte pinche nalgón pelon de ojo azul
ResponderBorrarPD. aunque quisiera ser la protagonista de tus relatos... pe´loncito.
Soy una igualada y keeeeeee
Sí, qué va a desenterrar? :O
ResponderBorrarWow... te leo y me cae que me transporto a la mesa junto a ti en ese bar y veo todooo...
ResponderBorrarPero hoy ...me dejaste "picada" en el buen sentido de la palabra =)
seguimos pendientes de esta historia....
Saludos
Che Guff, voy a abrir un nuevo blog, esperando qe me ayudes y me pases algunas de tus anécdotas y me digas como usar todo y me promuevas, si? ándale si? jajajaj ya dejando de jaladas, estamos esperando varia raza tu siguiente capítulo. saludos¡¡
ResponderBorraratte el coke
¡Keeelly! *suspiro*
ResponderBorrar"pinche nalgón pelon de ojo azul"
ResponderBorrarJAJAJAJA!!