Por el marco de esa misma puerta, Luisa me recibía los viernes a medio día, cuando mi madre -después de recogerme del colegio- me dejaba para poderse ir a trabajar. Uuuuy, ¿quién es ese galanazo que viene contigo, prima? -decía cada que me veía llegar. Yo me soltaba de inmediato de la mano de mi madre para que Luisa no pensara que era lo que en realidad era: un niño. Mira nada más qué guapetón vienes hoy –y me besaba en la mejilla. Su perfume floral y el tacto fresco de su piel me sonrojaban.
Todos los viernes acostumbraba peinarme de lado con mucha gelatina y abrocharme hasta el último botón de la camisa porque sabía que vería a Luisa. Mi madre me contemplaba con ternura desde la moldura de la puerta del baño cuando me descubría arreglándome para mi amor platónico frente al espejo. Qué bonita está Luisa, ¿verdad que sí, mijo? -preguntaba disimuladamente, cuestión que me ponía muy nervioso y prefería no responder haciendo como que no escuchaba, pues no quería que nadie descubriera mi enamoramiento. Me quedaba callado y aplastaba con fuerza el apartado del peinado con la mano derecha para que no fuera a quedarme algún pelo mal acomodado, sin embargo, en mi interior, revoloteaban todo tipo de aves y mariposas.
A esa hora -las 12:34 del sábado- no había casi nadie en el club. Nos sentábamos en unos camastros a la orilla de la alberca, dejábamos la mochila sobre una mesa que hacía juego con ellos y nos desvestíamos. Yo usaba un traje de baño que no me gustaba; de esos ajustados que aprietan todo y la tela se mete entre las nalgas. Tenía unos barcos de vela, unas anclas doradas y unas cuerdas con nudos estampadas por todos lados sobre un fondo verde militar. Hubiera preferido el bañador azul con las “eses” de Superman que había visto en el Gigante (ahora Soriana) una semana antes, pero mi madre decía que estaba muy caro para ser un simple traje de baño. Fue mi padre quien me compró el bañador de los barquitos en una tienda de rebajas y me lo regaló el Día del Niño, cuando se enteró que teníamos membresía falsificada para entrar al Squash Club del Valle. Al principio no me gustó, pero luego me dijo que era igualito al que usaban los nadadores que habían ganado las medallas de oro en las olimpiadas del 88. Fue así como me convenció para usarlo.
Luisa usaba un bikini en tono rosa muy intenso, pero no fosforescente, aunque todo lo fosforescente estaba de moda en aquella época.
Me paré sobre el margen adoquinado de la piscina y esperé a que Luisa volteara a verme. Quería impresionarla con un clavado: alguna maroma o una bombita que salpicara mucha agua. Ella siempre era la que se aventaba primero; yo era más cauteloso: primero tocaba el agua con la punta del pie y, si no me parecía fría, me aventaba de jalón. De pronto y sin aviso, Luisa saltó a la piscina gritando algo que no entendí. Sacó tanta agua como para bañar a un perro lanudo. Salió a la superficie echándose el cabello hacia atrás con ambas manos y me miró sonriendo. ¡Aviéntate! –me dijo. Fue la primera vez que tomé vuelo y salté sin antes tocar el agua con la punta del dedo gordo. Opté por la bombita, como ella lo había hecho. Saltó agua por todos lados. Luisa rió, se volteó para que las enormes gotas no cayeran en sus ojos… y que voy y choco directamente contra sus nalgas.
Continuará...
Oiga compadre y que edad tiene Luisa en este momento? y todavia se le hace guapa?, que recuerdos tan fregones, creo que de niños todos nos enamoramos de algun adulto.
ResponderBorrarSaludos
Uy eso de la moda fosfo que tiempos, calcetas ya sean rosas o amarillas o naranjas pero fosfos ch..retina, tambien lentes fosfo aww que recuerdosssss
ResponderBorrarsaludos guffo!! más anecdotas, neta estan chidillas :)
Ya no se siente blogstar? porque regreso a los comments? Acaso sin ellos el blog no es lo mismo?
ResponderBorrarVerdad que la soberbia no ayuda
Que nadie le diga nada al Guffo, soy perfecto
Sabia que no duraria
en la madre, pense que dirias "y que me doy un putazo con el fondo de la alberca".... jajajaj
ResponderBorraringas ahi perdio la prima... cual roperazo ni que nada!
ResponderBorrarOrales, nadie olvida el primer arrimon!
ResponderBorrarasí es con las mujeres siempre, y con el amor.. te avientas sin fijarte u.u, sin precauciones... y pues muchas veces eso puede traerte cosas malas, o buenas, como caer en las nalgas de la prima! jajaja
ResponderBorrarsaludOss don guffo ;D
Una de mis grandes frustaciones de mi infancia en Venezuela era ver Chabelo en el cable... los pastelitos mexicanos aún no llegaban a esas latitudes y los premios que entregaban (tanto a ganadores como a niños pendejos) me daban harta envidia.
ResponderBorrarTe linkeo desde mi blog para no perderme la siguiente entrega. Saludos.
12:34?? que esa no es tu hora magica? ya se porque te gusta tanto, ha de ser por aquellos sabados
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