Me quedé petrificado, con un dolor horrible en la tráquea, mirando cómo sus brillantes labios no paraban de decir cosas dolorosísimas para un corazón de nueve años. A mi abuela le sorprendió que no terminara mis lentejas más que los planes de su sobrina. Ella no sabía de eso; ella había estudiado hasta la escuela primaria y a los 15 años tuvo su primer embarazo, al cual le siguieron diez más. Mi abuela no sabía de universidades ni de maestrías ni de viajes o escuelas fuera del país. Yo tampoco sabía nada de eso, pero comenzaban mis lecciones en materia de amor: Luisa acababa de enseñarme que cuando uno no puede seguir comiendo su comida preferida, es porque el corazón se ha hecho picadillo.
Me paré de la mesa cargando el plato con ambas manos y lo deposité en la tarja. Di un beso de buenas noches en la mejilla pegajosa de la abuela y el aroma a cosméticos baratos agredió mi olfato. Besé a Luisa con la otra mejilla. ¡Hey, no te he enseñado cómo hacer el truco con las barajas! –me dijo. Mañana… -respondí, y salí de la cocina antes de que mis ojos se derramaran en llanto.
Esa noche, la tristeza no me dejó dormir, sin embargo, el cansancio y la sensación de tener un peñasco sobre el pecho terminaron por vencerme. Dentro de lo poco que dormí, soñé que Luisa y yo nos besábamos en las profundidades púrpuras del océano.
Después de esa declaración en la cocina sobre su posible viaje al extranjero, no sé cuánto tiempo más estuvo Luisa en la ciudad. Semanas, meses… no me acuerdo. Lo que sí sé es que todo pasó muy rápido, como cuando subes a la resbaladilla del parque y en un instante ya estás sentado en la tierra con las nalgas adoloridas, y, del trayecto de bajada, sólo te queda el ansia de querer que dure una eternidad. No recuerdo cuántas otras veces engañamos a los del Squash Club con la membresía falsa para poder zambullirnos en la alberca; ni cuantos chapuzones, saltos, clavados y maromas me aventé para impresionarla. De seguro fueron muchas otras más las veces que miré sus nalgas cubiertas por el bañador rosa bajo el espejo líquido de aquel estanque de concreto y mosaicos vidriados… pero no me parecieron suficientes. Saber que Luisa se iría a un lugar extraño y lejano, me apedreaba el alma hasta desangrarla.
Me aterraba pensar que no había en el mundo un sólo adulto interesante, que no me tratara como un niño y que platicara conmigo como ella lo hacía; me angustiaba estar tan seguro de que no habría mujer más hermosa y divertida que ella. Pero, sobre todo, considerar que posiblemente nunca más la volvería a ver, aceleraba los días en el calendario y los convertía en la apresurada mecha encendida de una cuenta regresiva que al llegar a cero convertiría mi amor total y puro en carne de cañón.
El día que vinieron los padres de Luisa a la ciudad, mi madre me compró una camiseta color azul. La planchó con cuidado hasta dejarla sin arrugas y me la puse aún estando calientita. Me la abotoné hasta arriba frente al espejo del baño y bajo la mirada compasiva de mi madre, como todos los viernes.
Llegué a casa de la abuela con el pelo lleno de gelatina y el apartado perfecto por un lado. Ese día me puse un poco de loción en el cuello, de esa que guardaba mi padre en un cajón y que usaba sólo en ocasiones especiales. ¡Guaaau!, ¿quién ese este galanazo? -dijo Luisa, y me besó en la mejilla que siempre se me sonrojaba. Nunca la había visto tan hermosa y tan inalcanzable. Besó a mi madre y mi madre le agradecía una y otra vez todas esas veces que se hizo cargo de mí. Luisa metió la mano en su bolso y me regaló un paquete de naipes nuevos. Para que practiques los trucos que te enseñé –dijo. Me quedé mudo. ¿Cómo se dice? -imperó mi madre. Gracias –dije, y Luisa sonrió de la manera más dulce mientras despeinaba mi cabello. Los pajarillos y mariposas que sentía en el estómago por Luisa se habían convertido en murciélagos y dragones que me quemaban las entrañas.
Había muchos familiares rodeándola y deseándole feliz viaje, pero estoy seguro que a nadie le dolía tanto como a mí. Por primera vez desabroché el botón de a mero arriba de mi camisa porque hacía insoportable el nudo que cargaba en el cogote desde la noche aquella en que no pude acabar mi plato de lentejas. Luisa quebró en llanto cuando se despidió de la abuela y permaneció abrazada a ella más tiempo que con cualquier otro pariente.
Mi madre fue la única que advirtió el brusco sonido que emitió el lado izquierdo de mi pecho al despedazárseme el corazón; por eso cruzó su brazo por detrás de mi hombro y acarició mi cuello y mi oreja con sus uñas largas y recién limadas. Yo también la abracé. La soga invisible que rodeaba mi garganta se apretó violentamente cuando Luisa nos abrazo otra vez, más fuerte que la primera, y, cuando se separó, emitió un “adiós” casi imperceptible.
Entre el padre de Luisa y uno de mis tíos terminaron de meter las maletas en la cajuela. Se despidieron y agradecieron por última vez antes de subir al coche. Luisa bajó el vidrio de la puerta trasera y sacó la mitad de su cuerpo: mandaba besos y ondeaba las manos con lágrimas que el viento desparramaba en su rostro. La última mirada que posó en mí fue eterna, como el trayecto de la primera gota que escapó de mi ojo. El coche desapareció al doblar la esquina y sentí como si sus cuatro llantas me pasaran por encima y las vísceras se me hubieran salido por el fondillo.
Mis padres seguían trabajando hasta tarde los sábados. Yo seguí quedándome en casa de la abuela los fines de semana, pero ya no me pulía con el aspecto de mi peinado ni abrochaba el botón de a mero arriba de mi camisa. Dejé de llevar el visor a la alberca del club porque ya no había nada agradable que ver bajo el agua. El personal de limpieza seguía vertiendo cloro de más y no era agradable nadar con los ojos cerrados y chocar accidentalmente contra las nalgas de mi abuela o de algún desconocido. “¡Ten cuidado, niño, ve por dónde nadas!” Ya no me tiraba clavados, pues ya no había a quién impresionar. Dejamos de ir a la piscina cuando las autoridades del centro recreativo se enteraron que nuestra membresía era falsificada.
Y de Luisa no he vuelto a saber.
FIN
guffo, me senti como un escucha de una radionovela, estaba emocionado con la historia, en verdad que tristeza que se haya ido luisa, pero me imagino que ya ah de haber regresado...
ResponderBorrarsaludos!!!
Hace horrores que una historia así no me atrapaba. Me gustó, me gustó mucho. Y sufrí con el final -¿por qué Luisa desapareció? ¡OH!
ResponderBorrarBlogs como el tuyo deberían ser la regla, no la excepción.
*Inserte aquí emoticono de esos que lloran y lloran y lloran*
ResponderBorrarun minuto de silencio...
ResponderBorrarArte... es pura arte lo de guffo, es lindo poder plasmar en papel las vivencias, yo tuve una similar, soy maestra de primaria y varios niños de sexto grado en ciclos escolares diferentes se enamoraban de mí, uno llegó a decirme que me llevaría a USA y que me compraría cama, refrigerador, que alquilaria un departamento... jajajaja mpendigo chikillo ¿Por qué primero pensaría en comprar la cama? jajajaja, en fín es uno de esos amores lindos, tiernos, platónicos, que aunque sufridos, muy disfrutados... saludos... desde la Huastreca Potosina.
ResponderBorrarPinche gustavo, neta que me clave con la lectura.. deja los dibujos y ponte a escribir.
ResponderBorrarY no has investigado? o no has querido investigar que fue de ella?, capaz que luego se encuentren y la historia se convierta en novela rosa de esas que venden en los puestos de revistas como Bianca o Rubi :P
ResponderBorrarNo pero ya neta, estan muy buenas tus anécdotas y sobre todo como las narras le das tu toque :)
Fue lo mejor compadre, igual si andaban a tu abuelita le iba a dar el patatius y a la familia entera en tu contra.
ResponderBorrarA veces es mejor dejar que se nos pase el camion, al cabo al rato pasa uno vacío y vamos comodamente sentados.
Gracias por la historia Guffo, creo que me estoy haciendo adicto a tu blog, muy bueno...saludos de la banda del queso de tuna
ResponderBorrarComo si a Guffo leimportara lo que piense su abuelita y su familia. Eso de darle gusto " a la familia" es de rancho.
ResponderBorrarUsted búsquela y ande con ella,Guffo... o de perdido cójasela, verás lo rico que se siente cogerse a una vieja que siempre quisiste que fuera tuya.
Saludos.
¿no supiste nada mas de ella?... ya se!, preguntale a la abuela!!!, quiza termino viuda o divorciada y esta en busqueda de el muchachito ojiverde que cuido en su juventud!!
ResponderBorrarlorena c.
Que desperdicio.
ResponderBorrarNo puedo creer que el periódico el Norte contrate a pendejas y plagiadoras de textos como Guadalupe Loaeza por cifras de dinero exageradas y, teniendo un talento joven en la ciudad, que puediera cobrar la mitad que gana esa pendeja y, aparte, dentro de esa misma empresa, lo desaprovechen tan descaradamente.
Insisto Guffo: Grupo Reforma te desaprovecha bieeeen cabrón. Sólo tu trabajo vale la pena en las ediciones juveniles y en muchos suplementos.
Saludos de un fan que no es gay, simplemente admira tu trabajo.
aaaw compa, usted siempre plasmando ese sentimiento en cada uno de sus escritos, que mal pedo que no haya vuelto a saber de luisa, pero los recuerdos son bonitos, o no? =)
ResponderBorrarsaludoss ;)
Luuuiisaaaaaa! regresa condenada! (pero el corazón del Guffo)
ResponderBorrarA que mi buen Guffo, en fin asi es uno de iluso, cuando es morrillo, pero la neta como dicen todos los demas amigos del foro, son vivencias inolvidables, y a todo esto aprendiste los trucos de la baraja, porque si no te inicio en las artes del amor, por lo menos que te haya facilitado los secretos de Birjan, en fin chido post, si lo hubieras ilustrado como novela grafica, le ponias la cereza al pastel
ResponderBorrarSaludos desde Merida
haber!!!
ResponderBorrarpa los que oensaban que la historia iva a tener un final incestuoso, pues se la pelaron!!! jejej es broma... bueno ni tanto, pero ya ven que el guffo no es puro erotismo, también es ternura jeje y lo digo en el buen sentido de la palabra eeeee....saludos
Me encanta como te clavas en los detalles.
ResponderBorrarYo crei que tu historia terminaria con un beso en la boca de Luisa =( que triste que se haya ido
ResponderBorrarSaludos
si es tu prima como no vas a volver a saber de ella ?
ResponderBorrarno mames guffo....
Compadre mis respetos, esta ud de regreso como los comments, felicidades, un gusto leerlo.
ResponderBorrarEl Matute
Me encanta que todos se toman todo literalmente y unos creen que es la pura verdad y otros que son puras mentiras cuando lo único que quiere Gustavo es transmitir sentimientos y contar una historia que vale madre si sucedió tal cual. Todos creen que es del todo "real" porque hablas en primera persona, jajaja, y no se dan cuenta que puede ser sólo un homenaje al primer amor, al amor no correspondido, a José Emilio Pacheco o a las mujeres maduras de las que alguna vez nos hemos enamorado.
ResponderBorrarA mí en lo personal me encantó.
OSH! QUE SUSPENSO ME HIZO PASAR, PERO VALIO LA PENA ESPERAR EL FINAL... SIEMPRE ES GRATO DARSE UNA VUELTA POR AQUI, NUNCA DECEPCIONA... UN SALUDO CHILANGO..
ResponderBorrarDon guffo, me cae que me hiciste sentir el pinche nudo en la garganta.
ResponderBorrarUn saludote
Chaleee
ResponderBorrarYo juraba que te la tirabas... pero no, terminó siendo mejor material para un blog...
gufer, ta muy bueno el escrito, de repente sacas ondas medio mamucas como lo de "purpura del mar profundo" o algo así, pero está con madre. Este si conecta, es humano y universal. felicidades mi guffo,
ResponderBorrarPero no mames pregúntale a tu amá que fue de la luisa, ahorita ha de ser una sexy cuarentona no?
saludos!
Eres un maestro Guffo esat historia tuya si me atapo peor que lelonovela de televisa, o que Historia de Corin Tellado o de Yolanda Vargas Dulche
ResponderBorrarGuffo, esta última entrega resultó la mejor. Un final abierto, ¿Hiciste uso de los consejos intensivos?...jeje.
ResponderBorrarUn abrazo
Damián
tan padre la serie de Luisa y la alberca... y me latió que se pudiera opinar.
ResponderBorrarDeberían de contratarte para escritor de la serie que va a salir en México tipo "Cuéntame" ¿te gustaría?
saludos!
Guffo, déjate de hacer pendejo y ponte a escribir. Ahí andas batallando, haciendo trabajos de imprenta y viendo negocios de impresión y haciendo dibujitos para vivir y esas mamadas. Eso déjaselo a los simples mortales; que trabajen en trabajos comunes los que no tienen talento. TU PONTE A ESCRIBIR Y SIGUE ESCRIBIENDO, esto es lo tuyo y te apuesto que te va a dejar dinero para no tener que andar haciendo trabajos que no van contigo. Sólo necesitas alguien que crea en tu capacidad como narrador y te apoye con el dinero. Si yo lo tuviera ten por seguro que lo haría porque sé que recuperiaría mi inversión.
ResponderBorrarQuién no quisiera un libro tuyo???
Es una lástima... Espero algún día leer tu novela.
no mames cervantino, jajaja
ResponderBorrarMamamÉsta, Anónimo. Bien que andas aquí como perro viendo qué ponen los que comentan y leyendo cada post.
ResponderBorrarMamamÉsta.
aplausos!!
ResponderBorrarcomo que no sabes nada?!?!
ResponderBorrarexcelente guffito... es una chingonería este relato.
Quiero llorar... snif.
ResponderBorrarpinche guffo....
ResponderBorrarque barbaro, no es bien visto que a uno se le pongan los ojos llorozos en la oficina, aunque tampoco lo es el ser visto leyendo un blog aaajajaja
Edo