Cuando no estoy de lleno en un trabajo de oficina (que es, casi siempre) ni estoy mandando dibujos a concursos internacionales de caricatura, me dedico a esto (por si se les ofrece, estoy a sus órdenes):
"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
lunes, julio 15, 2019
martes, julio 09, 2019
Pollo tikka masala
Como algunos sabrán, mi cuñado es de India y, entre todas sus virtudes, también tiene la de ser muy buen cocinero.
Desde hace algunos años, cada que visito a mi hermana allá en Maryland, trato de aprenderme y practicar las recetas de los platillos que prepara tanto ella como su esposo. Y uno de mis platillos favoritos es el pollo tikka masala, el cual he aprendido a preparar después de algunos años de prueba y error.
Y, como se los había prometido desde el año pasado, aquí les traigo -por fin- la receta definitiva de este platillo; la que a mí me sale, la que a mí me gusta (porque no hay una receta estándar; hay variantes) y la que está aprobada por mi cuñado: el mero bueno en la preparación de este platillo. Va:
En un sartén con aceite de oliva, a fuego lento, se pone una cebolla picada (para mí, con cebolla morada sabe mejor, pero es de gustos). Ahí se deja la cebolla hasta que se caramelice.
En otro sartén con aceite de oliva se ponen:
10 pimientas negras.
3 cardamomos verdes.
1 cardamomo negro.
3 clavos.
1 barra de canela
6 dientes de ajo picados.
Todo esto también a fuego lento. Ahí se deja hasta que el aceite se impregne de los sabores de las especias (no dejar que el ajo se ponga negro, nomás "cafecito").
En una licuadora se meten crudos:
6 tomates medianos.
4 chiles serranos.
Agregar esta salsa al sartén de las especias.
Después de agregar la salsa, cuando ésta comienza a hervir, se le agrega un trozo de jengibre picado y, después, ya que no haya agua en la salsa (ya que quede pastosa), se le agrega la cebolla que cocimos en el otro sartén y se mezcla todo.
A esta mezcla se le agrega un kilo de muslos de pollo sin piel.
Y también se agrega:
1 cucharada de sal.
1 cucharada de cúrcuma.
1 cucharada de cilantro en polvo.
1 cucharada de chile de árbol seco en polvo.
(Algunas personas, si es que lo consiguen aquí en alguna tienda especializada, le ponen media cucharada de polvo garam masala para intensificar el sabor; como cuando se le agrega un Knorr a algún guiso; pero es como hacer trampa).
Cuando el pollo esté casi cocido y le falte agua a la mezcla, agregar 2-3 cucharadas de yogur sin sabor (se le puede agregar también más agua si ven que está muy seco el mejunje).
Ya al final, se le agregan hojas cilantro fresco y jugo de limón al gusto. Yo recomiendo agregarlos aparte, ya que se sirva cada quien en su plato. Recuerden que todo es a fuego lento. La preparación debe tardar un par de horas en total.
Cuando ya sean unos profesionales en la preparación de este platillo, cambien el pollo por cabrito. Sí: cabrito. No saben lo que les espera...
¡Buen provecho!
viernes, junio 14, 2019
Bar Generoso
El Generoso es una de las cantinas más emblemáticas de la ciudad por varias razones aparte de su longevidad. En un tiempo, este bar operó las 24 horas del día sin puerta, sólo con persianas de vaivén, y era el centro de reunión de muchos empleados de La Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey; pero también ahí se reunía "gente que andaba en malos pasos", según platica su dueño, don Geno, de poco más de 70 años, y quien heredó la cantina de su señor padre.
El Generoso también fue escenario de algunos cantantes y grupos norteños que, con los años, saltaron a la fama, grabaron discos, salieron en la televisión y llenaron conciertos. Pero el acontecimiento que hizo legendario a este bar sucedió en el verano de 1961, apenas cuatro años después de su apertura.
Recuerdos... |
Después, Ramón Ayala le compuso un corrido a esta leyenda de los asesinos, pero fueron los Cadetes de Linares quienes hicieron conocida la canción gracias a su disco "Pistoleros Famosos", inspirado en la película del mismo título, protagonizada por los hermanos Almada y en donde aparecen algunas escenas rodadas en esta cantina (a partir del minuto 28:05 se puede apreciar el Generoso de los años 80, que poco o nada ha cambiado).
En el Generoso hay frijoles charros de cortesía, pero a la carta uno puede pedir parrilladas (diezmillo y costilla), tostadas de camarón, cóctel de camarón, papas a la francesa, salchicha asada, etc. La sazón no es nada espectacular, pero los precios son razonables. Hay también una rockola y los viernes hay música en vivo desde las 6-7 de la tarde hasta las 10-11 de la noche.
¿Qué más puedo decirles de esta Señora Cantina? La cosa es ir y vivirla, y platicar con don Geno, quien siempre está en la mesa del fondo, a un lado de la entrada de la barra y de los baños, acompañado de sus amigos.
Aunque su dueño dice que "Se aplacó la cosa", refiriéndose a que ya no había balazos en su establecimiento, a mediados de la década de los ochenta optó por cambiar la persiana de vaivén y mejor puso una puerta que cerraba. También dejó de abrir las 24 horas. "La inseguridad cambió", dice don Geno.
¿Qué más puedo decirles de esta Señora Cantina? La cosa es ir y vivirla, y platicar con don Geno, quien siempre está en la mesa del fondo, a un lado de la entrada de la barra y de los baños, acompañado de sus amigos.
jueves, mayo 09, 2019
Cervecería La Bolita
En la esquina de Modesto Arreola y Vicente Guerrero -justo en donde el Municipio de Monterrey está haciendo ampliaciones para un proyecto peatonal-, en una vieja construcción que aún conserva una parte del techo de vigas de madera original, está la Cervecería La Bolita.
La Bolita es una cantina sencilla y económica, donde no ofrecen botana gratuita ni hay platillos a la carta, pero sí hay rockola y caguamas. Confieso que no es el tipo de cantina que me gusta frecuentar -más que nada porque no hay comida-, pero me la habían recomendado mucho por cuatro razones: 1) Está a la vuelta del Lontananza, 2) Hay una curiosa pintura en las paredes, 3) Su ambiente es "bohemio" y 4) Las personalidades tan variopintas que ahí convergen: actores de teatro retirados, rockeros cincuentones greñudos, abogados que cantan ópera, cholos (no lo digo peyoratívamente: es una tribu urbana) que bailan el paso del gavilán y borrachos de profesión (de ésos que se duermen sentados de tanto beber). Sí, La Bolita es una cantina en donde todos los ámbitos laborales, estratos sociales y niveles intelectuales conviven en armonía frente a cervezas de media de menos de $20 pesos y caguamones de a $35.
Pero lo que a mí me llamó más la atención de este lugar, es la razón número dos de las cuatro que enumeré: el mural que está pintado casi a la altura del techo; un fresco angosto, de no más de un metro de ancho y como de entre 15 y 20 metros de largo, que recorre tres de las paredes del recinto y nadie sabe bien a bien en qué fecha se pintó ni quién es el autor ni cuál es su significado ni dónde está ubicado el paisaje ahí plasmado.
Las veces que visité La Bolita para escribir esta crónica, no tuve la suerte de coincidir con el dueño, pues, por lo que me dijo Juan, el señor que atiende la barra, tenía un problema de salud. Pero días después -buscando de nuevo al dueño para que me platicara sobre la famosa pintura- coincidí con un grupo de abogados aficionados a comprar libros usados -en la calle Guerrero hay muchas librerías de este tipo-, y uno de ellos -el que canta ópera y frecuenta este lugar desde hace más de 20 años- fue quien me platicó la historia y los enigmas que envuelven al mural de La Bolita.
Según dicen, el mural ya estaba ahí cuando el actual dueño agarró la cantina, pero no saben si ése es el tamaño original o debajo de la capa blanca que cubre casi todas las paredes, hay más de esa pintura.
El mural consta de tres partes. En la primera pared se aprecia un paisaje campestre con una cordillera -o cerro- y nubes de fondo. Del lado izquierdo se puede ver una edificación que parece ser una catedral o un obispado. En primer plano hay una muralla de árboles que parecen ser cipreses, y parte de un techo de paja o palma se aprecia en el extremo del lado derecho.
Según el abogado, podría uno pensar que la edificación del fondo es la Catedral de Monterrey o el Obispado, pero el cerro de atrás no concuerda con el paisaje original, ni los cipreses ni los techos de paja/palma son/eran comunes en el estado de Nuevo León ("Quizás en el sur, allá por Campeche o Yucatán, sigue habiendo construcciones con ese tipo de techo", dijo), por lo que el paisaje ahí dibujado: o es un paisaje inventado, o, si fue tomado de un paisaje real, pertenece a otra geografía; por lo que concluye el abogado que quien hizo el mural no era de Monterrey ni sus alrededores. Respecto a los cipreses -que ni de México son-, supone el abogado que -de ser un paisaje inventado- haberlos puesto ahí fue más un motivo simbólico, pues el ciprés es un árbol con mucha mitología greco-romana y bíblica.
En la segunda pared, la que está frente a la barra, se ve otro par de elevaciones o cerros, algunos saguaros en primer plano, una barda ("Como las que hay en Real de Catorce", dijo alguien en la barra) y varias construcciones: una de ellas, la del lado derecho, abajo, con una bóveda azul. También hay algo que pareciera ser un dique al lado del saguaro del centro. Del lado derecho hay un maguey (esto se aprecia en la foto de abajo, porque en esta foto no cupo esa parte del mural), con un hombre de espaldas que bebe ¿pulque? de una ¿jícara?, y una nopalera frente a él.
Según el abogado que me daba amablemente la explicación de la pintura, ni los saguaros ni las bebidas de maguey son/eran comunes en esta región. Posiblemente en algunos municipios, pero no son tan comunes como las bebidas y los productos extraídos de la caña de azúcar. Pero, sobre todo, el dique es lo que más hace ruido. Si el paisaje fuera real, de esta región, aún existiría una obra de ese calibre en el estado (o, al menos, los vestigios de ella), o se tendría algún registro en los libros de historia regional o algo; pero no hay datos sobre algo parecido a eso, por lo que el lugar que aparece en la pintura sigue siendo un misterio (o un paisaje ficticio).
En la tercera pared, el fresco se divide en tres partes y la temática cambia radicalmente: en el primer dibujo aparece un torero esquivando con la capa a un toro (no sé cómo se llame esa "suerte" porque me caga la "fiesta" brava); en el segundo hay a un par de mujeres que ven desde la tribuna (una es morena, con sombrero charro; la otra, rubia, con ropas doradas y un sombrero que parece la mitra de un obispo); el tercer dibujo es un charro con su sombrero en la mano, montando un caballo que no se alcanza a apreciar.
Aquí, el abogado me dijo: "Esta parte del mural es la más simbólica, la que tiene más mensajes ocultos. Por un lado, la fiesta brava; por el otro, la charrería: dos tradiciones opuestas, pero similares; de países distintos: dos culturas que se confrontan. Las mujeres juntas en la tribuna: una morena y otra de rasgos europeos, es la fusión de estas dos cultura; es la conquista española, la pérdida de la identidad original... Es lo que somos".
Al decir esto, el abogado bebió un trago de su cerveza y volteó a ver el mural. Yo hice lo mismo, le agradecí su tiempo, pedí una segunda cerveza y le invité otra a él. Me puse de pie y contemplé a detalle cada parte del mural. No es una pintura espectacular, para ser honesto. Se ve que quien lo hizo no tenía mucha noción de las formas, las proporciones, la perspectiva, etc.; pero los misterios que lo envuelven es lo que lo hacen especial. No sé si su autor lo dejó inconcluso o el tiempo y la humedad han ido haciendo estragos en él, decolorándolo en algunas partes. No sé qué lo motivó a pintarlo. No sé si se imaginó que en algún momento los clientes de una cantina hablarían de su obra. Lo veo y lo veo y me imagino al hombre -o mujer- haciéndolo con devoción, pensando en dejar un pequeño legado en esta ciudad.
Lo que le hace una pintura a un lugar tan modesto... Lo que provoca en uno aún y si todo su misterio fuera inventado...
viernes, abril 26, 2019
Gargantúa Espacio Cultural
Hablar de cultura es complicado, pues el término se ha convertido en algo amplio y ambiguo -según yo- porque con el tiempo se le han ido agregando vicios o defectos que justificamos como "cuestiones culturales". Por lo tanto, lo que pasa con la palabra "cultura" es similar a lo que pasa con la palabra "arte" en cuanto a definición -o percepción-, pues seguimos sin saber bien a bien qué sí se considera arte y qué no; por tal razón, todavía hay quienes creen que una caja de zapatos vacía tirada en medio de una sala de un museo, es una obra de arte; así como hay quienes dicen que los narcocorridos y la corrupción "son culturales".
Digo esto de la cultura porque una vez me comentaron que no era correcto referirme a un lugar como que "fomentaba la cultura" nada más porque hacían obras de teatro y cantaban trova los sábados. Quien me dijo esto defendía su punto diciendo que, en Monterrey, el futbol soccer se había vuelto parte de nuestra cultura e identidad, por lo tanto, cualquier lugar en donde transmitieran los partidos de futbol de los equipos locales, estaría "fomentando la cultura". Y, desde esa lógica (la cual no comparto), pues sí, tenía razón; porque ¿qué es cultura y qué no? ¿qué es arte y qué no lo es?
Pero como yo no creo que hay "de culturas a culturas" ni "de artes a artes", me sigue pareciendo ridículo eso de considerar una cubeta con agua una obra de arte nada más porque está en un museo; y sigo pensando que la cultura es algo que, al adquirirse, enriquece espiritual, intelectual y moralmente a una sociedad. Aclarado este punto, en el resto de este escrito utilizaré a diestra y siniestra la palabra "cultura" y "cultural" a como yo la entiendo, para que no me vayan a salir como aquella persona que decía que cualquier lugar que transmitiera futbol estaba fomentando "la cultura".
Empecemos con un poco de cultura general...
Gargantúa es un gigante que tiene un hijo de nombre Pantagruel. Ambos son los personajes principales de unas novelas francesas del siglo XVI llenas de humor extravagante y escatológico. Pero Gargantúa es también el nombre de un bar, o más bien: el nombre de un espacio cultubar; porque sí: también hay bares que fomentan la cultura, y el Gargantúa es uno de ellos.
Cineclub de los martes en el patio. |
Ubicado en la calle Mariano Escobedo #740, entre Carlos Salazar y Treviño, el Gargantúa ha estado ahí desde hace más de 15 años como una plataforma cultural para fomentar el trabajo de artistas locales, el cine extranjero, el teatro, la literatura, la música, la fotografía y demás disciplinas artísticas. Sorprende su longevidad, pues en una ciudad como la nuestra, son escasos los espacios que le apuestan a las artes y a la cultura, y no mueren en el intento. Es admirable y digno de respeto que un espacio como éste siga vivo en una ciudad donde los negocios tipo bar se van por el camino fácil: poner pantallotas en las paredes, contratar un sistema de TV de paga y pasar todos los partidos de futbol para que la gente vaya a comprar cerveza y puedan así sobrevivir de las ventas. Lo heróico del Gargantúa es que no ha tenido necesidad de recurrir a estas prácticas -y ni quiere recurrir a ellas- pues con el tiempo se ha ido ganando un público que no es "de ese giro". Y esto, me parece, es muy buena señal, pues habla bien de la gente de Monterrey y lava un poco esa imagen caricaturesca del borrachito promedio que lo único que quiere hacer el fin de semana es asar carne y ver el futbol; la imagen del regio genérico, pues. Por eso se agradece que el Gargantúa sea "otra cosa", y que siga fiel a su ideología, congruente con sus políticas y promotor de una agenda cultural.
El "Gargas" abre de martes a sábado de 6 de la tarde a 1 de la mañana (viernes y sábados hasta las 2 AM), venden cerveza, otros tragos y preparan unos tacos de guisos muy ricos para cenar (asado de puerco, huitlacoche, champiñones, etc.). Y, sobre todo, chequen los eventos en su página.
Este fin de semana, denle una oportunidad a un bar "distinto". ¡No se van a arrepentir! Aparte, sirve que van a ver mi exposición de 25 dibujos con temática medioambiental titulada "Verde vs. Gris", que estará todavía el próximo mes en este espacio cultural. ¡Saludos!
El "Gargas" abre de martes a sábado de 6 de la tarde a 1 de la mañana (viernes y sábados hasta las 2 AM), venden cerveza, otros tragos y preparan unos tacos de guisos muy ricos para cenar (asado de puerco, huitlacoche, champiñones, etc.). Y, sobre todo, chequen los eventos en su página.
Este fin de semana, denle una oportunidad a un bar "distinto". ¡No se van a arrepentir! Aparte, sirve que van a ver mi exposición de 25 dibujos con temática medioambiental titulada "Verde vs. Gris", que estará todavía el próximo mes en este espacio cultural. ¡Saludos!
miércoles, abril 24, 2019
La Tierra se quedó sin abogada
Cuando fui a La Haya, al evento este del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hice unas tarjetas de presentación en inglés. Reunido en una sala del Palacio de la Paz con los demás expositores, aproveché para entregarle una tarjeta a cada uno de ellos y presentarme.
Minutos después nos guiaron al salón donde daríamos las pláticas. Todos teníamos asignado un lugar y un turno para dar nuestra charla. Como a mi lado derecho nadie se sentó, pensé que yo sería el último. En eso, un hombre de traje negro llegó, volteó la silla, la cargó, la observó y la palpó minuciosamente. Después de inspeccionarla, la colocó de nuevo donde estaba y se fue a parar en un rincón del salón, muy atento. Segundos después, en esa silla se sentó una mujer de cabello largo y gris, muy amable y jovial, que iba acompañada por el guarura del rincón y otro más que la vigilaba desde la parte alta de la sala. Ignoraba quién era la mujer y por qué traía seguridad, pero desde que se sentó me cayó bien porque, cuando vio que mi brazo no encontraba el hueco de la manga del saco, me ayudó a ponérmelo amablemente.
Total que llegó el turno de dar mi plática y, al concluir, me hicieron algunas preguntas. Cuando acabé de responderlas, regresé a sentarme a mi lugar. Y como que la mujer que estaba a mi lado notó que había estado un poco nervioso durante mi charla, y me dijo: "¡Lo hiciste muy bien, me gustó mucho lo que dijiste!". Le agradecí apenado y sudoroso, pues traía ropa térmica, suéter y saco de pana. Minutos después, esta mujer se puso de pie e inició su ponencia diciendo: "Como decía Guffo...", y me volví a sonrojar aún más.
Escuchando su plática me enteré que se llamaba Polly Higgins, que era una abogada escocesa y que defendía a nuestro planeta, pues redactó leyes modelo para considerar el ecocidio como un crimen internacional equiparable al genocidio, a los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Al terminar su plática, se despidió discretamente sonriendo, el guarura del rincón se fue detrás de ella y salieron del salón antes del cierre del evento.
En la noche, ya en el cuarto del hotel, me puse a buscar en el celular más información sobre las personas que habían expuesto ese día conmigo, y me di cuenta que tenía un mensaje. Era un mensaje de Polly, quien había sacado mis datos de una de las tarjetas de presentación que había entregado ese día. Hoy, cuatro meses después de conocerla, me entero que murió hace un par de días :´( Gracias por tu mensaje y por tus amables palabras, Polly. Gracias por terminar de hacerme el día aquel día, motivándome a seguir dibujando; pero, sobre todo: gracias por todo lo que hiciste por nuestro planeta, Aquí seguiremos con tu lucha.
Minutos después nos guiaron al salón donde daríamos las pláticas. Todos teníamos asignado un lugar y un turno para dar nuestra charla. Como a mi lado derecho nadie se sentó, pensé que yo sería el último. En eso, un hombre de traje negro llegó, volteó la silla, la cargó, la observó y la palpó minuciosamente. Después de inspeccionarla, la colocó de nuevo donde estaba y se fue a parar en un rincón del salón, muy atento. Segundos después, en esa silla se sentó una mujer de cabello largo y gris, muy amable y jovial, que iba acompañada por el guarura del rincón y otro más que la vigilaba desde la parte alta de la sala. Ignoraba quién era la mujer y por qué traía seguridad, pero desde que se sentó me cayó bien porque, cuando vio que mi brazo no encontraba el hueco de la manga del saco, me ayudó a ponérmelo amablemente.
Total que llegó el turno de dar mi plática y, al concluir, me hicieron algunas preguntas. Cuando acabé de responderlas, regresé a sentarme a mi lugar. Y como que la mujer que estaba a mi lado notó que había estado un poco nervioso durante mi charla, y me dijo: "¡Lo hiciste muy bien, me gustó mucho lo que dijiste!". Le agradecí apenado y sudoroso, pues traía ropa térmica, suéter y saco de pana. Minutos después, esta mujer se puso de pie e inició su ponencia diciendo: "Como decía Guffo...", y me volví a sonrojar aún más.
Escuchando su plática me enteré que se llamaba Polly Higgins, que era una abogada escocesa y que defendía a nuestro planeta, pues redactó leyes modelo para considerar el ecocidio como un crimen internacional equiparable al genocidio, a los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Al terminar su plática, se despidió discretamente sonriendo, el guarura del rincón se fue detrás de ella y salieron del salón antes del cierre del evento.
En la noche, ya en el cuarto del hotel, me puse a buscar en el celular más información sobre las personas que habían expuesto ese día conmigo, y me di cuenta que tenía un mensaje. Era un mensaje de Polly, quien había sacado mis datos de una de las tarjetas de presentación que había entregado ese día. Hoy, cuatro meses después de conocerla, me entero que murió hace un par de días :´( Gracias por tu mensaje y por tus amables palabras, Polly. Gracias por terminar de hacerme el día aquel día, motivándome a seguir dibujando; pero, sobre todo: gracias por todo lo que hiciste por nuestro planeta, Aquí seguiremos con tu lucha.
jueves, abril 04, 2019
Bar Alameda/5ta Avenida
Después de 60 años, el Bar Alameda -hoy 5ta Avenida- dejó de existir el domingo pasado. La inseguridad y la poca afluencia de clientes fueron los motivos que orillaron a don Gil -de familia de tradición cantinera- a cerrar un ciclo de vida.
Los Gil tuvieron cuatro negocios de este giro en Monterrey. Empezaron cerca del Obispado, con un lugar que se llamaba Bar ArGil. Después tuvieron el Salón Rey, el Fresno Bar -en la avenida Venustiano Carranza- y el Bar Alameda: el más icónico de todos sus negocios, ubicado en la esquina de Villagrán y 5 de Mayo, a unas cuadras de la Alameda Mariano Escobedo.
Dice don Gil que el nombre se lo cambió por sugerencia de unos sobrinos "para atraer más clientes", allá, cuando su negocio todavía tenía cocina y servían distintos tipos de botana. Pero esa parte de la ciudad "se puso fea", como todos sabemos. Villagrán es una calle repleta de giros negros (teibols, sobre todo) donde son (o eran) comunes las extorsiones, los robos y los tiroteos. De hecho, en el año 2011, en esta calle se perpetró la mayor masacre que ha habido en nuestra ciudad: más de 20 personas fueron ejecutadas en el Bar Sabino Gordo, en Villagrán y Salazar.
Don Gil comenta que no quiere rentar su local para que siga siendo bar "porque uno nunca sabe a quién le renta". No quiere que su legado lo vayan a convertir en teibol disfrazado de cantina. "Donde hay mujeres atendiendo siempre hay malandros; siempre hay trata". La Cervecería le ha ofrecido quedarse con el negocio, pagándole una renta justa, pero la oferta tampoco convence a Don Gil, quien, recargado en su bastón metálico de cuatro patas, observa con nostalgia cada rincón de su negocio, como despidiéndose. "Me dicen que hay que cerrar ciclos en la vida, y creo que a éste ya le toca".
Que quede esta breve crónica como testimonio de la existencia del Bar Alameda y el legado cantinero de los Gil.
Dice don Gil que el nombre se lo cambió por sugerencia de unos sobrinos "para atraer más clientes", allá, cuando su negocio todavía tenía cocina y servían distintos tipos de botana. Pero esa parte de la ciudad "se puso fea", como todos sabemos. Villagrán es una calle repleta de giros negros (teibols, sobre todo) donde son (o eran) comunes las extorsiones, los robos y los tiroteos. De hecho, en el año 2011, en esta calle se perpetró la mayor masacre que ha habido en nuestra ciudad: más de 20 personas fueron ejecutadas en el Bar Sabino Gordo, en Villagrán y Salazar.
Don Gil comenta que no quiere rentar su local para que siga siendo bar "porque uno nunca sabe a quién le renta". No quiere que su legado lo vayan a convertir en teibol disfrazado de cantina. "Donde hay mujeres atendiendo siempre hay malandros; siempre hay trata". La Cervecería le ha ofrecido quedarse con el negocio, pagándole una renta justa, pero la oferta tampoco convence a Don Gil, quien, recargado en su bastón metálico de cuatro patas, observa con nostalgia cada rincón de su negocio, como despidiéndose. "Me dicen que hay que cerrar ciclos en la vida, y creo que a éste ya le toca".
Que quede esta breve crónica como testimonio de la existencia del Bar Alameda y el legado cantinero de los Gil.
martes, marzo 26, 2019
Lontananza: la cantina más antigua de Monterrey
Fachada del Mercado Juárez, sobre Aramberri, justo frente al Lontananza. |
Como lo dije en un post de hace casi cuatro años, "lontananza" es una de mis palabras favoritas, si no es que mi favorita. No es una palabra común, pues es un vocablo italiano que antiguamente se utilizaba en sentido poético para referirse a algo que se encontraba lejos de la vista. Se emplea también en pintura, para señalar algo que está detrás del plano principal del cuadro, y, según la RAE, es una locución adverbial que alude a las cosas que, por su lejanía, apenas pueden distinguirse. Hoy, lontananza es una palabra en desuso; por eso, que una cantina lleve por nombre esta palabra, me parece algo más que poético. Es como si en diez letras se contuvieran todas las miradas perdidas de los clientes frente a su trago, como si reflexionaran contemplando el horizonte, la lejanía; como si posaran sus ojos en lontananza.
Sobre la calle Aramberri, justo enfrente del Mercado Juárez, en el que dicen que es el mero corazón del centro de la ciudad, está el mítico restaurante bar Lontananza. Y ¿por qué "mítico"? Pues porque es la cantina más antigua de la que se tiene registro en Monterrey (y el mueble de madera frente a la barra lo atestigua con un "Desde 1910" escrito en pintura blanca).
Fachada del Lontananza. |
La entrada está a un lado de esta silla de bolear. |
Cuando don Jesús Chapa adquirió el Lontananza, hace 55 años, el establecimiento estaba en la mera esquina de Aramberri y Juárez, pero como es una esquina muy peleada debido a la afluencia de transeúntes, una "importante" tienda de conveniencia terminó ganando la batalla por ese punto, por lo que reubicaron el negocio de don Jesús a un par de locales hacia el oriente.
Don Jesús es un señor que este año cumple 91 años de vida, y es fecha que sigue llegando a diario a su negocio a las 8 de la mañana para acomodar -con precisión milimétrica- los servilleteros y saleros que van sobre la barra, meter cervezas en los enfriadores, estibar cartones, comprar la carne en el mercado para preparar los platillos, meter en bolsas de plástico las porciones de cada guiso y, sobre todo, atender a sus clientes con la amabilidad que lo caracteriza. Don Chuy es un nonagenario activo y lúcido, que siempre está rodeado de amigos; pero, sobre todo, es un hombre que ama su negocio y disfruta lo que hace.
Don Jesús es un señor que este año cumple 91 años de vida, y es fecha que sigue llegando a diario a su negocio a las 8 de la mañana para acomodar -con precisión milimétrica- los servilleteros y saleros que van sobre la barra, meter cervezas en los enfriadores, estibar cartones, comprar la carne en el mercado para preparar los platillos, meter en bolsas de plástico las porciones de cada guiso y, sobre todo, atender a sus clientes con la amabilidad que lo caracteriza. Don Chuy es un nonagenario activo y lúcido, que siempre está rodeado de amigos; pero, sobre todo, es un hombre que ama su negocio y disfruta lo que hace.
A don Jesús Chapa se le ve a diario al mando de su negocio. |
Don Jesús Chapa detrás de la barra de su adorada cantina. |
Comanda del Lontananza, con el RFC de don Jesús, por si dudaban de su edad. |
Javier, uno de los hijos de don Jesús, en una ocasión me platicó una anécdota que me conmovió. Cuando reubicaron el Lontananza, la tienda que se quedó con la famosa esquina se comprometió a arreglar el local al que se mudaría don Chuy. Una noche de lluvia torrencial, el techo del segundo piso del bar se vino abajo, y el Lontanaza quedó casi en ruinas. A la mañana siguiente, don Chuy intentó rescatar de entre los charcos y los escombros algunas pertenencias: cuadros con fotos ya empapadas, papelería y artículos que consideraba de valor. Al verlo, su hijo le dijo: "Papá, deje ahí, ya todo es basura". Don Chuy, con voz quebrada y conteniendo el llanto, le respondió mirándolo a los ojos: "Ayúdame a recoger todo"; le dio un par de cuadros chorreantes que había encontrado debajo de un montón de blocks y el señor siguió buscando cosas entre los restos del derrumbe. Dice Javier que en ese momento comprendió el amor incondicional que su padre le profesa al Lontananza, y al instante se puso a levantar con él lo poco que había quedado. Y ese amor del que habla su hijo se nota cuando uno visita este lugar.
Cabe mencionar que la tienda de conveniencia encargada de la construcción del segundo piso del bar nunca se hizo responsable de lo sucedido.
Otro dato de este lugar -menos emotivo pero igual de interesante- es que David Toscana, Premio Xavier Villaurrutia 2017 y el escritor regiomontano más leído en el mundo -después de Alfonso Reyes-, tiene un libro titulado Historias del Lontananza (o Lontananza, según la edición) que viene siendo como un homenaje a esta cantina, de la cual también hace alusión en otras de sus novelas; y a la que -dicen- sigue asistiendo -de vez en cuando- el empresario Pepe Maiz, y -dicen también- era la consentida del boxeador Mantequilla Nápoles.
El Lontananza abre de lunes a domingo de 9 de la mañana a 9 de la noche (los domingos cierra más temprano) y a diario se sirve botana gratuita a partir de las 12-1 del mediodía: frijoles a la charra, algún guiso con arroz, tacos de chicharrón o de carne con frijoles, etc. También hay cinco platillos a escoger "a la carta" ("la carta" es un pizarrón de terciopelo negro arriba de la puerta de la cocina) que cuestan $80 pesos: machacado al gusto, chuletas de puerco, chuletón, cortadillo y atún. Ah, y también órdenes de papas a la francesa por $40 pesos. Las comidas -tanto las de cortesía como las que cobran- son vastas, de muy buena sazón y siempre van acompañadas de tortillas de maíz, tostadas y salsa.
Cabe mencionar que la tienda de conveniencia encargada de la construcción del segundo piso del bar nunca se hizo responsable de lo sucedido.
Don Chuy, a la mañana siguiente del derrumbe, salvando objetos de valor sentimental. |
Así quedó el segundo piso del Lontananza (ambas fotos fueron proporcionadas por Javier Chapa). |
Cuarta de forros del libro de relatos de Toscana. |
Machacado con huevo y frijoles: $80 pesitos. |
Taquitos de chicharrón: incluidos en el consumo. |
Picadillo con arroz: incluido en el consumo. |
Taquitos dorados de frijoles con el guiso del día: también incluidos en el consumo. |
Frijoles a la charra de cortesía. |
Cortadillo norteño, orden a la carta: $80 pesitos. |
Ésta es otra de las razones por las que me gusta visitar este lugar: porque es un espacio democrático, diverso, donde conviven todas las clases sociales; donde hasta el que trae sólo $30 pesos en la bolsa puede darse el gusto de tomarse una cerveza, comerse un plato de frijoles a la charra, unos tacos y hasta dejar propina. Ah, y aparte, sí entran mujeres.
¡Larga vida a don Jesús y al Lontananza, la cantina más antigua de Monterrey!