Cuando fui a La Haya, al evento este del 70 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hice unas tarjetas de presentación en inglés. Reunido en una sala del Palacio de la Paz con los demás expositores, aproveché para entregarle una tarjeta a cada uno de ellos y presentarme.
Minutos después nos guiaron al salón donde daríamos las pláticas. Todos teníamos asignado un lugar y un turno para dar nuestra charla. Como a mi lado derecho nadie se sentó, pensé que yo sería el último. En eso, un hombre de traje negro llegó, volteó la silla, la cargó, la observó y la palpó minuciosamente. Después de inspeccionarla, la colocó de nuevo donde estaba y se fue a parar en un rincón del salón, muy atento. Segundos después, en esa silla se sentó una mujer de cabello largo y gris, muy amable y jovial, que iba acompañada por el guarura del rincón y otro más que la vigilaba desde la parte alta de la sala. Ignoraba quién era la mujer y por qué traía seguridad, pero desde que se sentó me cayó bien porque, cuando vio que mi brazo no encontraba el hueco de la manga del saco, me ayudó a ponérmelo amablemente.
Total que llegó el turno de dar mi plática y, al concluir, me hicieron algunas preguntas. Cuando acabé de responderlas, regresé a sentarme a mi lugar. Y como que la mujer que estaba a mi lado notó que había estado un poco nervioso durante mi charla, y me dijo: "¡Lo hiciste muy bien, me gustó mucho lo que dijiste!". Le agradecí apenado y sudoroso, pues traía ropa térmica, suéter y saco de pana. Minutos después, esta mujer se puso de pie e inició su ponencia diciendo: "Como decía Guffo...", y me volví a sonrojar aún más.
Escuchando su plática me enteré que se llamaba Polly Higgins, que era una abogada escocesa y que defendía a nuestro planeta, pues redactó leyes modelo para considerar el ecocidio como un crimen internacional equiparable al genocidio, a los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Al terminar su plática, se despidió discretamente sonriendo, el guarura del rincón se fue detrás de ella y salieron del salón antes del cierre del evento.
En la noche, ya en el cuarto del hotel, me puse a buscar en el celular más información sobre las personas que habían expuesto ese día conmigo, y me di cuenta que tenía un mensaje. Era un mensaje de Polly, quien había sacado mis datos de una de las tarjetas de presentación que había entregado ese día. Hoy, cuatro meses después de conocerla, me entero que murió hace un par de días :´( Gracias por tu mensaje y por tus amables palabras, Polly. Gracias por terminar de hacerme el día aquel día, motivándome a seguir dibujando; pero, sobre todo: gracias por todo lo que hiciste por nuestro planeta, Aquí seguiremos con tu lucha.
Minutos después nos guiaron al salón donde daríamos las pláticas. Todos teníamos asignado un lugar y un turno para dar nuestra charla. Como a mi lado derecho nadie se sentó, pensé que yo sería el último. En eso, un hombre de traje negro llegó, volteó la silla, la cargó, la observó y la palpó minuciosamente. Después de inspeccionarla, la colocó de nuevo donde estaba y se fue a parar en un rincón del salón, muy atento. Segundos después, en esa silla se sentó una mujer de cabello largo y gris, muy amable y jovial, que iba acompañada por el guarura del rincón y otro más que la vigilaba desde la parte alta de la sala. Ignoraba quién era la mujer y por qué traía seguridad, pero desde que se sentó me cayó bien porque, cuando vio que mi brazo no encontraba el hueco de la manga del saco, me ayudó a ponérmelo amablemente.
Total que llegó el turno de dar mi plática y, al concluir, me hicieron algunas preguntas. Cuando acabé de responderlas, regresé a sentarme a mi lugar. Y como que la mujer que estaba a mi lado notó que había estado un poco nervioso durante mi charla, y me dijo: "¡Lo hiciste muy bien, me gustó mucho lo que dijiste!". Le agradecí apenado y sudoroso, pues traía ropa térmica, suéter y saco de pana. Minutos después, esta mujer se puso de pie e inició su ponencia diciendo: "Como decía Guffo...", y me volví a sonrojar aún más.
Escuchando su plática me enteré que se llamaba Polly Higgins, que era una abogada escocesa y que defendía a nuestro planeta, pues redactó leyes modelo para considerar el ecocidio como un crimen internacional equiparable al genocidio, a los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Al terminar su plática, se despidió discretamente sonriendo, el guarura del rincón se fue detrás de ella y salieron del salón antes del cierre del evento.
En la noche, ya en el cuarto del hotel, me puse a buscar en el celular más información sobre las personas que habían expuesto ese día conmigo, y me di cuenta que tenía un mensaje. Era un mensaje de Polly, quien había sacado mis datos de una de las tarjetas de presentación que había entregado ese día. Hoy, cuatro meses después de conocerla, me entero que murió hace un par de días :´( Gracias por tu mensaje y por tus amables palabras, Polly. Gracias por terminar de hacerme el día aquel día, motivándome a seguir dibujando; pero, sobre todo: gracias por todo lo que hiciste por nuestro planeta, Aquí seguiremos con tu lucha.
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