Hoy en la mañana, al llegar a la oficina, un pájaro se posó en uno de los barrotes garigoleados de la puerta. Su intempestiva llegada me provocó un pequeño sobresalto que se llevó los residuos de sueño que aún arrastraba de la noche anterior.
Al principio pensé que el pajarillo estaba lastimado, pues se postró a la altura de mi mano, del otro lado del vidrio, muy quitado de la pena.
Para corroborar que no estuviera herido, decidí abrir la puerta de nuevo, muy despacio. Pero el ave voló.
Sentí alivio.
Al mediodía salí a comprar algo de comer. Al acercarme a la puerta vi que el ave seguía ahí, en el mismo travesaño. Saqué mi teléfono y le tomé un par de fotos, asombrado. Giré la chapa con delicadeza y el pájaro aleteó, aterrizando en una rama del árbol que está frente al despacho.
Me quedé contemplándolo por un momento. Su postura en el ramal era como la de alguien que está tomando impulso; como si pretendiera entrar en la oficina cuando volvieran a abrir la puerta. Pero ahí se quedó, inmóvil.
Regresé y el pajarillo estaba sobre el mismo barrote garigoleado. Me acerqué cauteloso, no porque quisiera atraparlo, sino para ver hasta dónde llegaba su confianza. Imaginé que abría la puerta con el ave postrada en ella. Pero el pájaro esperó a que estuviera lo más cerca de él para alzar de nuevo el vuelo y colocarse en la misma rama donde lo dejé cuando salí, adoptando esa posición de acecho.
Entré a la oficina pensando que quizás había un pájaro atrapado ahí adentro, pues éste se volvió a posar a la altura de mi mano, del otro lado del vidrio, mirando hacia los cubículos.
Durante toda la tarde vimos por la cámara de la oficina cómo el pequeño plumífero iba de la rama al barrote y del barrote a la rama. Así estuvo hasta la hora de salida. De regreso a casa, pensé en El Cuervo, el poema de Edgar Allan Poe; pero de día, en verano, en Monterrey y en vez del busto de Palas Atenea, una puerta de forja. Pensé en su nombre: "Nunca más".
Estas palabras adquieren los matices más lúgubres del mundo si se les asocia a un cuervo, pero en un pajarillo de estos, creo que cobran otro significado; uno menos oscuro, supongo. Uno donde el "Nunca más" sigue siendo definitivo, pero no duele tanto.
Tal vez era Hugo Chavez
ResponderBorrarJajajaja. El camarada Hugo Chávez.
ResponderBorrarNo puedo evitar hacer analogías cada que leo tus historias.
ResponderBorrarYo el narrador, el ave el éxito en muchos aspectos de mi vida. A fin de cuentas sigo siendo un simple espectador.
Saludos !
Un gusto saber que sigues escribiendo!
ResponderBorrarSaludos
Quizá percibía una brisa fresca que salía del edificio, por eso decidió pasar el día ahí.
ResponderBorrarNo sería por un casual un petirrojo?
ResponderBorrarLo sigo leyendo, carnal. Muy bueno.
ResponderBorrarSaludos desde SLP.
¿por qué ya no publicas? ¿dejaste el blog ya?
ResponderBorrarGuffo espero estés muy bien un gusto saludarte
ResponderBorrarTal vez un familiar fallecido retornando en pájaro...
ResponderBorrarEstaba justo leyendo blogs (dejé de leer blogs), parece que todo mundo los tiene abandonados., Me da gusto que todavía publiques relativamente seguido.
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