martes, junio 09, 2015

El peso de una promesa

David se encontraba de pie detrás de la barra del bar "La Tía", con un montón de fotografías colgadas y botellas de toda clase de licores alineadas a su espalda. Es curioso que alguien que habla inglés y que no hace el mínimo esfuerzo por hablar español atienda un negocio en México. Se siente como si uno fuera el extranjero en su propio país. Por eso, desde un principio, David me cayó bien: poniendo sus reglas; sin ser condescendiente; con la seguridad de que quien visita el bar habla su mismo idioma. Pasaba del mediodía. Habíamos caminado toda la mañana. Yo pedí un ron con agua mineral y Coca Cola; ella, una cerveza Pacífico.

David –Deivid– nació cerca de Dallas, Texas, “Pero mi última dirección conocida es en el estado de Alabama”, aclara. Llegó a Ajijic –un pueblo mágico de Jalisco, a orillas del lago de Chapala– cuando tuvo que visitar Guadalajara por cuestiones de negocios y uno de sus proveedores, en agradecimiento, lo llevó un fin de semana a dicho poblado. Desde hace siete años, David habita en este lugar.

David tiene 72 años y ha viajado por una tercera parte del mundo. “He visitado tantos países como los años que tengo de vida”, dice en inglés. “¿Y por qué Ajijic?”, pregunté, curioso. “Tiene el clima perfecto”, asegura. “Sólo un lugar se le asemeja, pero está en Malasia. Muy lejos. Aparte, aquí conocí al amor de mi vida”.

Suena el teléfono detrás de la barra. David se estira y contesta en español. Articula algunas palabras y luego habla en inglés. Ríe y cuelga. “Eeeeh... a eia no le gusta que yo hablo en inglés: eia me regania”, dice, mientras, sonriente, pasa un trapo húmedo por la barra.

La dueña del establecimiento y David se enamoraron después de que ésta enviudara. David acudía a "La Tía" cuando los viajes de negocios a Guadalajara se hicieron más frecuentes y aprovechaba los fines de semana para visitar Ajijic. “Miran: es eia”, nos dice, señalando el teléfono y una de las tantas fotografías colgadas en la pared. La mujer parece mucho más joven que David, y él lo sabe, pues, sin que se le borre la sonrisa del rostro y volviendo a su idioma nativo, aclara: “Tiene 23 años menos que yo”.

David es espigado, de piel casi colorada, bigote ralo y cabello entrecano bien peinado; fuma con elegancia, como uno de esos antiguos galanes de Hollywood. Nos platica de cuando vivió en Singapur, de cuando viajó a Filipinas y de sus intenciones de ir a Corea del Norte. “Quiero comprobar si es cierto todo lo que dicen de ese lugar”.

En eso llega Rosario, la novia/esposa/compañera de David. Es una mujer inquieta, dicharachera y alegre. Aparenta menos edad del medio siglo que tiene. David se apresura detrás de la barra, saca un vaso, le sirve un tequila y una cerveza y se estira para darle un beso en la boca. Es ahora Rosario quien nos platica su versión de la historia de amor. "Ah, sí, David nos lo comentó", le decimos; y nos pregunta: "¿Se los dijo en inglés o en español?", para inmediatamente clavarle una mirada punzante y juguetona a su amado, quien no le quita los ojos ni la sonrisa de encima.

Llegan más clientes al bar "La Tía". David los atiende. Me presenta a un inglés canoso de la edad de Rosario. Me presume estar casado con una ex modelo y ex reina de belleza mexicana. Me dice el nombre, pero no la ubico. También viven en Ajijic. "El clima es perfecto", dice el inglés. Algo empiezan a filosofar sobre el peso de las palabras; de las promesas. David dice: "Cuando le dije a Rosario que quería que fuera mi mujer, me dijo que nada más le prometiera que no me iba a morir: no quiere ser viuda por segunda vez. Llevo siete años cumpliendo mi promesa".

Rosario alcanza a escuchar el comentario de David. Le da un sorbo al caballito de tequila, se da media vuelta, monta la mitad del cuerpo sobre la barra y lo besa en la boca. "Hasta ahorita me lo has cumplido, mi amor", le dice, reincorporándose en el banquillo. David sonríe, se sonroja y baja la mirada, perdiéndose en algún punto de la barra, pensando, tal vez, cuánto tiempo más podrá mantener su promesa. 

10 comentarios:

  1. Asi como David, hay miles de extarjeros refugiados en el bello Mexico.
    Felicidades

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  2. Disfruto mucho leerte, saludos.

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  3. Bonita historia, es un placer leerte.... Saludos!!!

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  4. Que grato relato has hecho, compadre.

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  5. Es mi placer que sigan viniendo a leer este blog y lo disfruten. Muchas gracias a todos. Nos leemos pronto.

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  6. Anónimo9:08 a.m.

    ajijic es muy buen lugar, me imagino que es por el lago de chapala que regula la temperatura o que se yo..........

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  7. Snif, que bonita historia carnal, el peso de una promesa...

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  8. Mientras estén en el pais trabajando bien y en un clima de respeto hacia los que son nativos, qué chido que lo hagan y que estén contentos. Así como uno esperaría buen trato estando en otro lado, hay que darlo cuando están en nuestra tierra.

    ¿Quién no ha tenido esa fantasía al menos una vez, de cómo sería haber "echado raíces" en otro lugar? Mientras unos de aquí soñamos con sitios europeos tal vez, otros se hallan tan a gusto viniendo aquí.

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  9. Omar MG3:58 p.m.

    Hola Guffo,

    De pura casualidad no es un una barra que tiene decoraciones del Viejo Oeste (vaqueros y anuncios de recompensa em las paredes)?.
    Hace tiempo fui a Ajijic y entre a una cantina, el cantinero era extranjero y me platico que habia viajado por todo el mundo pero que solo habia un lugar que se le parecia.
    Me hiciste viajar en el tiempo...
    Curioso pero siento gran afinidad en tu forma de pensar y disfruto mucho leerte, saludos desde Cd. juarez, Chihuahua.

    PD.
    Tengo una foto buenisima de tu idolo Bukowski que me gustaria compartirte.

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  10. Sí es una barra, pero está decorada con un chorro de cosas, desde anuncios de ese tipo hasta los de "Hoy no fío, mañana sí". Yo creo que sí es el lugar que digo en el que estuviste, jejeje. Mándame la foto a guffo76@hotmail.com. Saludos y gracias por tus palabras.

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