En algún momento de nuestra vida los hombres soñamos con ser jugadores profesionales de billar. A mí me sucedió durante la prepa y parte de la carrera.
En aquel tiempo había tantos billares en la ciudad de Monterrey como ahora hay casinos y muertos. El Atlantis, el Moritas, el Bola Ocho, el Tucanes, el ¡Carambolas!, el Robin Hood y el Xanadú –por mencionar sólo algunos– fueron salas de billar que alguna vez visité con mis compas; pero al que iba casi a diario –por estar cerca de casa de mis padres– se llamaba Señor Pool.
El Señor Pool era un pequeño local en un segundo piso –arriba de una tienda Supercolchones– sobre la calle lateral de Avenida Paseo de los Leones.
No era un billar de mala muerte, pero tampoco era La Elegancia y El Buen Gusto atrapados entre cuatro paredes. Había cinco mesas para jugar: una de ellas con el paño rojo (ahí fue la primera vez que vi una mesa de billar con el paño rojo) y una barra de madera al centro con algunos bancos para sentarse, que casi siempre estorbaban para hacer los tiros. También se podía jugar a lanzar los dardos en un tablero circular de esponja y corcho que colgaba de una pared llena de agujeros. Detrás de la barra sólo se vendían refrescos en botella de vidrio, cerveza y bolsas de frituras; no había aire acondicionado y, los días entre semana, casi todo el día era “Hora Feliz”: pagabas una hora y jugabas dos.
Al dueño del Señor Pool le decían He-Man. Era un güey de unos treinta años, todo mamado y malencarado que usaba el pelo ondulado hasta los hombros. Más que He-Man parecía un cavernícola, o uno de esos estereotipos de bárbaro que salen en las películas. Sólo sus amigos y los clientes más frecuentes le decían como al mero mero de Los Amos del Universo, pero nosotros, aunque íbamos casi todos los días, no nos atrevíamos a llamarlo así; tal vez por la diferencia de edades o porque una vez uno de mis amigos –tratando de hacer confianza–, le dijo: “¿Qué onda, He-Man?, véndeme una cheve, ¿no?”, y el He-Man, bien cagado, le respondió desde el otro lado de la barra: “¡¿Cuál He-Man, pendejo?! Y si quieres cerveza, primero que te salgan pelos en el culo”. Nos quedamos fríos. Ni ganas de burlarnos de nuestro compa nos dieron.
Una de las cosas que más recuerdo es la vez que llegamos al 2 X 1 del sábado –que era sólo de diez de la mañana a doce del medio día– y las escaleras por las que se subía al billar estaban llenas de sangre. Gino, el encargado –un cholillo veinteañero de coleta y pelos parados como cepillo– trapeaba los escalones. Nos explicó que en la madrugada el He-Man había sacado a chingazos a dos clientes que, borrachos, se negaban a pagar las horas que habían estado jugando. Mientras observábamos a Gino limpiar la sangre, llegó el He-Man. Los cuatro que íbamos dimos un paso –que pareció un salto– hacia atrás. El He-Man, que nunca nos había dirigido la palabra mas que para cobrarnos, esa mañana, lo hizo: "¿Quieren jugar una hora gratis?: ayúdenle a Gino a limpiar este pinche desmadre". En dos segundos ya estábamos llenando tinas con agua y trapeando. Ese sábado pagamos el 2 X 1 y He-Man nos regaló una hora de billar y una bolsa mediana de fritos.
El Señor Pool sigue apareciendo en Google Maps. La foto data del 2009. Hace mucho que no paso por ahí. La verdad no sé si siga existiendo. De lo último que me enteré fue que lo cerraron, lo volvieron a abrir y lo cerraron definitivamente. Cada que veo una mesa de billar o escucho a alguien mencionar la palabra, los recuerdo del Señor Pool se disparan como las bolas del triángulo después de un buen saque.
Cierto es lo describes, todos quisimos dedicarnos a esto, ahora igual también me dan ganas de regresar a donde jugaba hace años, era el Billar Naomi y el que atendía le decían Charmín (por su parecido con el oso).
ResponderBorrarSaludos desde el sur de México.
jajaja te mamaste con esa historia we!, el he man era el novio de la hermana de un camarada que vive a dos casas de mi casa, me acuerdo que he-man se llama alejandro y el apodo se lo pusieron precisamente por que tiempo atras se agarro a madrazos con dos batos e hizo que se cagaran, literalemente.
ResponderBorrarme acuerdo que ivamos a batear horas de billar y cheve por que mi camarada tenia bara alta en el señor pool debido a que el he man se tronaba a su carnala.
Chido relato. Me he fijado que siempre que hay un mamado, en los recuerdos-relatos de uno o de otros, invariablemente hay chingazos. Nunca ocurre que alguien conozca a un mamado pacifista y que nunca tuviera problemas con nadie.
ResponderBorrarAh, yo soy de los que no gustaba del billar. Si jugue varias veces a peticion de amigos con quienes me juntaba, pero no le halle el gusto.
Conmadre, yo también iba un chingo al Sr Pool, me acuerdo que en época de exámenes finales de la prepa, nos pasábamos directo para allá.
ResponderBorrarBuenos tiempos man.
Un abrazo!
Conmadre, yo también iba mucho al Sr Pool, sobre todo en exámenes finales, como la salida era bien temprano en la prepa, nos pasábamos para allá.
ResponderBorrarQue buenos tiempos
Abrazo Guffo, aquí sigo leyéndote.
Chale, yo me juntaba en el Atlantis, estaba chido cuando funcionaba el segundo piso, saludos co,padre...
ResponderBorraralguien que ha sido del baboso del malhechecito ??
ResponderBorrarLos años no tienen artículo :P "Del 2009". Saludos.
ResponderBorrarMe encantan tus historias jajaja
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