El fin de semana vi a una
pareja de tlacuaches apareándose. Permanecí casi dos horas
contemplándolos en silencio mientras el amanecer iba clareando la ciudad. Fue
un espectáculo conmovedor. Como pocos he visto en mi vida. El macho lamía el
lomo de la hembra con algo que parecía más ternura que instinto animal.
Para los que no lo saben,
el tlacuache es de los pocos marsupiales que hay en el continente americano y
el único que habita en México. Hace algunos años, en la ciudad de Monterrey, solía haber bastantes de estos animalitos. Abundaban en mi barrio antes de que todo fuera calles y casas; cuando podía cruzar la colonia de lado a lado balanceándome de rama en rama sin pisar una sola vez el suelo. Pero, como
pasa en todas partes, la urbanización le ganó terreno a la naturaleza. Los tlacuaches comenzaron a aparecer atropellados o molidos a palos en las banquetas, pues, en su ignorancia y carencia de
sensibilidad, mucha gente los veía como plagas: como ratas gigantes que esparcían sus enfermedades y los desperdicios de las bolsas de basura que roían para comer. Hasta que desaparecieron, como lo hicieron otras especies.
Tal vez a algunos de
ustedes esto de la pareja de tlacuaches apareándose no les diga mucho, pues
en una ciudad como Monterrey –que nunca ha tenido esa "contraparte verde” debido a que se desarrolló en base al concreto, el acero y el vidrio-, los motivos de asombro son otros; pero para mí, este tipo de acontecimientos -aparentemente insignificante por ser una función natural- son
importantes y están llenos de sentido. Ser testigo de algo así me recuerda que la vida siempre busca un camino para permanecer; como lo hace el cactus que se aferra a la pared
de roca o los dientes de león que brotan sobre la banqueta de alguna concurrida avenida.
La vida se abre paso. Tal vez no tan rápido como el progreso y la modernidad, que lo depredan todo; pero lo hace a su ritmo. O al que le hemos impuesto. Pero lo hace. Me lo recuerdan los tlacuaches -y los colibríes, lagartijas, mariposas y urracas- que antes no veía con tanta frecuencia y que ahora veo casi a diario.
Muchos les temen y les atacan, efectivamente. Recuerdo cuando cursaba carrera, apareció en terrenos de la facultad uno, buscando comida. Y lo mataron. Fue una imagen triste.
ResponderBorrarSaludos, Guffo. Hasta pronto.
Jaja, Un Saludo mi buen Gus.
ResponderBorrarNo ande Stalkeando a los animales. No joda.
2 Hrs ahí de fisgón. Déles espacio para sus intimidades.
:-D
Un saludo man.
y tan ricos que saben, snif...
ResponderBorrarDos horas viendo a dos ratas inmundas cogiendo, perversión en su definición más pura... Por otra parte, neta que en Monterrey hay jardines verdes como el de la foto? Pensé que era puro concreto, varilla y vidrio...
ResponderBorrarBonita historia,ahora Guffo apate de ser buen escritor y excelente monero se ha convertido en vouyerista de los marsupiales
ResponderBorrarohhhhhh! yeaaaaaah!!! porno zoofilico, y no hay video???
ResponderBorrarjajajaja la verdad si guffo, eso de estar dos horas viendo a dos ratas apareandose esta medio enfermo............
ResponderBorrarUno de esos se comió a mi pato :'(
ResponderBorrarMe ha gustado mucho esta entrada. Aunque no me da mucho tempo pra comentar si te leo con frecuencia. Polycarpio. Mexico DF.
ResponderBorrarQue ternura... Bello relato... Un abrazo desde Mexicali :)
ResponderBorrarQue tristeza me da que mal interpreten tus escritos (por los comentarios) y no sean conscientes de lo que nos expresas... Por eso también odio a la gente...
ResponderBorrarAtte.
Florencia
Guadalajara
Órale mi Guffo. A mí se me hace que te lee Florencia la morra que buscaba a Diego y hizo un chorro de videos virales. Estaría chido que empezaran una historia de amor tu y ella :P
ResponderBorrar"La vida se abre camino"
ResponderBorrarSi, es una de las frases por las cuales me encanta jurasic park.
Saludos guffo, ojala pronto vea a los tlacuachitos corretear por su casa.