viernes, febrero 15, 2013

Los genios incomprendidos no se crean ni se destruyen, sólo se transforman... en Godínez

Nos reúnen en una sala amplia. Nos sientan frente a un escritorio con divisiones, viendo hacia la pared. Tenemos del lado izquierdo un bolígrafo, un lápiz y un borrador. El bolígrafo es para el primer ejercicio: escribir en una cuartilla una autobiografía. No sé cómo empezarla. 

En el fondo quiero sacar de onda a quien o quienes la lean. Sorprender. No quiero que crean que tengo alma Godínez; que soy cualquier persona. Suena mamón, lo sé. “Pues ¿qué chingados se cree este güey?”, de seguro han de pensar. Pero acepto que quiero que noten que soy diferente. Igual y ni lo soy, pero lo quiero. Que cuando lean lo que escribí, digan: “¿Qué hace una persona como ésta pidiendo trabajo aquí? Es más: ¿qué hace siquiera pidiendo trabajo? Deberían pagarle sólo por ser quien es”. 

Se me vienen a la cabeza varias ideas, pero ninguna me convence. Empezar con un: “Nací bajo el signo de Escorpión” es muy cliché. Aparte, mencionar signos zodiacales es de Godínez que leen revistas de chismes del mundo espectáculo. Podría empezar con: “Hijo de un médico veterinario y una cariñosa ama de casa; hermano de una maestra que vive en el exilio y una nutrióloga”, pero también está muy cliché. Esas entradas que mencionan a la familia las utilizan mucho los escritores famosos para parecer terrenales, o para no sonar pretenciosos; para restregarnos en la cara su éxito diciendo que lo mejor que les ha pasado es lo que todos tenemos por de faul. 

Comienzo mi escrito con un: “Desde niño estuve rodeado de animales”. Si en verdad alguien lee estas pruebas mamonas, de seguro esto los ganchará. Tiene jiribilla. Me gusta. La siento “distinta”. No creo que alguien con mentalidad Godínez redacte algo así. Todos deben de ser aburridísimos. Han de empezar poniendo sus nombres, la fecha y el lugar donde nacieron y sus logros. De seguro enumeran sus diplomados y todas esas conferencias con valor curricular. Es lo que más les importa. 

De pronto, ya voy a más de media página y no he acabado de escribir acerca de mi infancia, y me pongo paranoico. Van a creer que tengo el síndrome de Peter Pan, que nunca crecí, que estoy enchichado o atrapado en los ochentas. Me apresuro a ponerme serio, a escribir algo sobre mi vida laboral, cualquier cosa; y termino la autobiografía con una frase poética, algo así como: “…me gusta dibujar porque así puedo trazar mi propio destino”. Una mamarrachada, lo sé; pero hay que darle algo a los Godínez que leerán esto. Tirarles un hueso. 

Después nos piden que tomemos el lápiz, pongamos el librito de actividades horizontalmente y dibujemos una casa. Yo dibujo una de techo de dos aguas, de un piso, con dos ventanas; en la cima de una montaña. Por un lado dibujo dos árboles que sostienen una hamaca que da a un acantilado donde está el mar. Después nos piden que pongamos de nuevo de manera vertical el cuaderno de ejercicios y dibujemos un árbol. Lo dibujo frondoso, de tronco grueso, con pajaritos y mariposas revoloteando. Detallo el tronco con todas sus líneas y arrugas. Pongo también algunas hojas cayendo. Tal vez las hojas cayendo den información extra a los psicólogos; quizá les digan que soy especial... o tal vez esté de más dibujarlas. 

Después nos piden dibujar una persona de cuerpo completo. Nos advierten que no se vale usar palitos y bolitas. Que hagamos un esfuerzo extra: que tratemos de hacer un dibujo lo más parecido a una persona de carne y hueso. Pan comido para mí. Aunque me tardo más que los demás porque me vuelvo a meter en detalles: sombras, uñas, pelo, arrugas de la camisa.
En otra hoja hay que dibujar a una persona del sexo opuesto al dibujo anterior. Trazo a una mujer con el cabello recogido, lentes de pasta y una falda arriba de las rodillas. Por alguna extraña razón, se me ocurre colgarle una cámara fotográfica al cuello. Igual y les da información extra a quienes evalúan este rollo.

Luego nos dicen que inventemos una breve historia -de cinco o seis renglones- sobre el hombre y otra sobre la mujer. Y me esfuerzo otra vez para que vean que no soy cualquier persona; que no seré un Godínez cualquiera, y escribo detrás de la hoja del dibujo del hombre lo siguiente: “Fernando camina por la calle. Se dirige a un partido de fútbol. Se pregunta si encontrará al amor de su vida. Después se arrepiente y se concentra en el juego, sin saber que ya es el amor de la vida de alguien: alguien a quien nunca ha visto pero quien a diario lo observa”.
Detrás del dibujo de la mujer, escribo: “Alejandra es fotógrafa de eventos sociales. Un día, mientras fotografiaba a unos recién casados, se le disparó su cámara accidentalmente, capturando la imagen de un grupo de jóvenes jugando al fútbol en el parque de enfrente. Al llegar a su estudio, Alejandra se percata de la foto. Uno de los hombres llama su atención y se enamora perdidamente de él. Ella no sabe que ese hombre está dibujado una página antes que ella”.

Ah, sí: a mí respétenme culeros, yo no soy ni seré cualquier pinche Godínez. Les repito: cuando vean mis dibujos y lean mis historias, mínimo quiero que digan: “Es el genio que estábamos esperando”. ¡Mínimo! 

Ya por último nos piden dibujar a una persona bajo la lluvia. Comienzo a hacer pequeñas rayas diagonales sobre el papel. Después, dibujo a un hombre de traje y corbata; riendo a carcajadas. Está empapado. Tiene las manos a la altura de los hombros, en forma de cucharas, tocando las gotas que caen mientras la gente a su alrededor corre para todo lados. Me piden que escriba una historia sobre ese hombre. Igual: entre cinco y seis renglones. Pero esta vez sólo me sale uno: “Cada que llovía, Gustavo olvidaba el paraguas en casa… intencionalmente”. Y la prueba finalizó

Díganme ustedes, Godínez expertos: ¿alguna vez dibujaron o escribieron algo así en sus pruebas de confianza; o llegaron a pensaron algo similar mientras realizaban las pruebas psicológicas de su empresa? Porque si así lo fue, ¡a la verga el mundo!: somos unos pinches genios y no tenemos nada que estar haciendo de Godínez. Merecemos que se nos estudie, que se nos alabe, se nos ponga de ejemplo y que se nos pague sólo por existir. 
Por cierto: ¿algún psicólogo que amablemente se preste a interpretar mis dibujos?, ya de perdido para dejarme de mamadas, dejarme de sentir diferente e irme resignando ante mi posible situación godinezca, snif.

miércoles, febrero 06, 2013