A diferencia de otros niños, a mí nunca me gustaron los deportes. Es fecha que me caga practicarlos. Incluso no soporto jugarlos en consolas de videojuegos o verlos en la televisión. Obviamente practiqué varios de ellos en mi infancia y parte de la adolescencia –tae kwon do, beisbol, atletismo y hasta, ¡gulp!, gimnasia olímpica, snif-, porque ya saben cómo son los papases, que se ahuevan a que uno haga cosas que “son por nuestro bien” y terminamos haciéndolas aunque no nos gusten. Por eso creo que los peores recuerdos que tengo de mi infancia son ésos de cuando jugué al futbol americano... y los de la gimnasia olímpica; pero esto último por favor olvídenlo y dejen ya de imaginarme en leotardo pegando de brincos. Y pues así es, estimados lectores y lectoras, aunque ustedes no lo crean, fui jugador de futbol americano; por eso de ahora en adelante diríjanse a mí como: Guffo Montana Marino Elway. O simplemente: El Wey. O Guffo Comanechi, en dado caso que les resulte imposible borrar la imagen de un servidor dando piruetas olímpicas en licras ajustadas, snif.
Bueno, como les decía: ¡me cagan los deportes! Me parece patética esa filosofía cursi que los rodea; eso de competir para ganar pero a la mera hora nadie pierde porque lo importante es competir y compitiendo ya se es un ganador y que contra quien se debe competir en realidad es contra uno mismo y bla bla bla. Puras mamadas. Volviendo a lo del americano, neta que nunca le encontré la menor gracia a un montón de mocosos tratando de ser más rudos que otros mocosos; dándose con todo cabeza contra cabeza, queriendo mandar de nalgas o hacer llorar a quien se tuviera enfrente. A mí me valía madres. Yo lo que quería era estar en otra parte porque me sentía de lo más estúpido aprendiendo a “defender” a un pendejo para que pudiera correr con un balón al otro lado del campo y así “ganar puntos”. ¡Uy, qué emoción! Nunca me lo tomé en serio, por eso siempre fui bien maleta para todos los deportes y por eso no podía soportar que los demás niños se lo tomaran tan en serio, al grado de encabronarse con uno por no cachar un balón, o llorar por una derrota, o enloquecer con un touchdown. ¿En qué cambiaban las cosas si sucedía una cosa o la otra cosa? En fin...
Ir a los entrenamientos era como un castigo, sobre todo si tenía que ir también los sábados. Las clases particulares son como capacitaciones para irte haciendo a la idea de que toda tu existencia estará tan llena de compromisos que ni siquiera los sábados tendrás tiempo para ti. Si no lo disfrutas, no es más que un vil adoctrinamiento para un futuro esclavizante. Neta que me pesaba un chingo ir al fútbol americano, como no tienen una idea; porque, aparte de tener que acatar órdenes y seguir ciertos reglamentos en casa para no recibir castigos -y hacer lo mismo en el colegio-, tenía que ir por las tardes a tomar una clase al aire libre donde tenía que acatar más órdenes y seguir más reglamentos para no ser castigado, cosa que creo que no es vida para un niño de menos de doce años.
Entrenar fútbol americano no tenía sentido, como tampoco lo tienen un chingo de cosas más importantes en la vida. Nadie de la Asociación de Fútbol Americano de Monterrey –AFAIM, por sus siglas en español- llegaría jamás a la NFL (que supongo que es el sueño de todo jugador o coach de americano). Prueba de ello es que en los más de 30 años que tiene existiendo dicha liga, no han logrado posicionar a un solo jugador o entrenador a nivel internacional. Y sí, yo sé que dirán que ésa no es la intención de tal asociación y que más bien se trata de promover los valores en la sociedad y la convivencia familiar y la salud infantil y bla bla bla. No me importa: yo terminé odiándolos con todo y sus buenas intenciones; odiando todo lo que huela a fútbol americano y a deporte, gggrrrrrr *suelta espuma por la boca*.
Pero lo peor de todo, eran los entrenadores. Por lo general, eran jóvenes estudiantes de preparatoria o facultad que jugaban en los equipos de americano de sus instituciones educativas. Jóvenes que no pasaban de los 21 años y se creían la gran cagada: estrellas de los Vaqueros de Dallas o de los Osos de Chicago. Pendejetes que con tantito poder sentían que tenían el derecho de humillarnos a gritos y apodos a quienes no hiciéramos correctamente los ejercicios o no tuviéramos las mismas habilidades que niños más diestros. Por ejemplo, a mí me tocó el apodo de El Eskeletor, por lo flaco y cabezón que estaba a esa edad. Recuerdo que la segunda temporada -que jugué a regañadientes- me salió una infección en el labio superior y tenía que ponerme una pomada para proteger la herida de la tierra y el sudor. Y fue así que me apodaron El Bigotes de Leche. Un día decidí no untarme la pomada para que no me estuvieran jodiendo, pero me fue peor, pues la irritación del labio fue tanta que me salió una costra café horrible, y entonces me decían: "¡Límpiate el pinche Quick del hocico!". Snif.
Los coaches también tenían apodos, pero sólo entre ellos se llamaban por sus apodos. Que no se le ocurriera a alguno de los jugadores -que no fuera la estrella del equipo o el hijo de algún directivo- llamar a un coach por su apodo porque le iba muuuy mal. Recuerdo en particular a tres entrenadores: Wilson, Lupas y La Cotorra. Wilson y Lupas no eran tan mamones. Eran buen pedo y agarraban onda. A Wilson le podías decir Wilson porque así le decía hasta su mamá. Lupas –por lo enormes lentes que usaba- nos pedía que le dijéramos Lupas afuera del entrenamiento, pero durante los entrenamientos era el coach González. Aunque a veces se nos olvidaba y nos regañaba. Pero La Cotorra… ay, pinche Cotorra, cómo te odié hijo de tu puta madre… No olvidó su pinche voz gangosa y odiosa, cagante como él solo. Gritaba como energúmeno a la menor provocación, nos pegaba con el balón en el casco o nos tironeaba de la máscara. Los primeros días, como no me sabía su nombre, se me salió decirle por su apodo: “Oye, Cotorra, ¿puedo ir a tomar agua?”. Uta... No me la acabé. Me jaló del jersey, agarró una piedra y me la azotó en el casco. Los oídos me zumbaron. “¿Cuál Cotorra, cabrón; cuál Cotorra?”, me dijo encabronadísimo. “¡Vas a dar diez vueltas al campo por andar de llevadito, cabrón!” y me dio una patada en el culo para que empezara a correr. A todos los que ponía a dar vueltas de castigo, nos lanzaba balones desde medio campo con tal precisión que vi a muchos irse de boca al no esperar el chingazo. Al terminar las diez vueltas, te agarraba de la barra del casco y te decía con su pinche voz estridente y gangosa: “¡Para que a la otra me vuelvas a decir Cotorra, cabrón! ¡No sea llevadito!”.
Obviamente nadie hablaba de esto con sus padres. El que rajaba "era un maricón" y le iba peor en el entrenamiento. Así le pasó a un compañero que le decían El Sabritas, por gordo y sonriente. La Cotorra lo hizo llorar-El Sabritas fue a decirle a su papá-El papá se la hizo de pedo a La Cotorra-Éste negó que lo hubiera hecho llorar, alegando mala conducta del Sabritas-el papá del Sabritas le creyó y La Cotorra puso a dar veinte vueltas a la cancha al pobre del Sabritas, con su respectiva dosis de balones desde media cancha pegando justo en la cabeza. Pinche Cotorra, cómo te odié. No se me olvida que presumías ser el corredor estrella de la Facultad de Medicina y que usabas el número 44. No se me olvida cuando fueron a dar un juego de demostración al campo Halcones tú y tus compañeros. Yo, junto con los otros tres o cuatro jugadores a los que apodabas “Los Nalgas del Equipo”, agarramos tu jersey y tus tachones del casillero -sin que nadie se diera cuenta- y los tiramos a la basura. Hiciste el berrinche de tu vida, pinche Cotorra. Golpeaste las puertas metálicas de varios casilleros y después te sentaste en una banca, bajaste la cabeza y se te salieron las lágrimas del coraje. Pero recuerda que lo hicimos para que no anduvieras "de llevadito", juarjuarjuar. Ay, pinche Cotorra, cómo te odié. Pero con esa travesura me liberé.
Guffo, nada mas de imaginarte en los plenos 80as rodeado de todos los chiquillos sangrones de colonias bien y que sus tachones se los traian de mcallen me dio escalofrio brrr..
ResponderBorrarjajaja, pinche Cotorra, ha de haber sido un pinche huerco baboso de facultad, pero pues uno a esa edad los ve grandes a los putos.
ResponderBorrarGuffo, nada mas de imaginarte en los 80as rodeado de todos los chiquillos sangrones de colonias bien y que sus tachones se los traian de mcallen me dio escalofrio brrr..
ResponderBorrarJajaja ojalá lea esto la Cotorra.
ResponderBorrarPero La Cotorra… ay, pinche Cotorra, cómo te odié hijo de tu puta madre…
ResponderBorrar(en esta parte estalle en risas)
Pero por no hacer deporte estás gordo, jaajaa
ResponderBorrarUh, parece que todos los entrenadores de cualquier deporte en cualquier parte del mundo fuesen así. Pinches acomplejados >(
Orale mi Guff, algún otro trauma guardado? jaja
ResponderBorrarPues ya recapitulando, que bueno que en el pueblo no había esas cosas! Osea, podías hacerle dizque al deportista, pero no había donde presumir porque la única liga es una amateur de futbol.
Aparte de que salí maletón para los deportes jaja, ya de adolescente es cuando pude aprender un poco de basketball.
Sale mi Guff, ahora cómo vamos a borrar esa imagen suya en mallitas?
Estúpido y sensual Guffo..
Steel: Y tenía mi flequillo de Magneto, snif.
ResponderBorrarCésar: Sí, parecen señores a esa edad pinches huercos de 20 años.
Luisa: Ojalá lo lea y venga de rodillas a pedirme perdón, snif.
Brez: Es que neta que cómo odié a la pinche Cotorra.
Eduardo Molina: Bueno, no soy un escuálido modelo de Calvin Klein, pero tampoco tengo el cuerpo de Phillip Seymour Hoffman.
Eduardo: Un chingo, pero poco poco los iré soltando, jajajaja. Saludos.
weeeeeeeee!!!
ResponderBorrarsentí todo el odio que tenías al recordar esto...!!!
Igual a mi me fastidia el deporte, me caga cuando los equipos locales juegan y te topas con una orda de gente que no sabe respetar y que na'mas andan hociconeando cuando ganan... ¿Y cuando pierden? Andan todos escondidos jaja... No todos son así, lo admito.
Yo recuerdo que en la secu me tiraban carro por que yo preferìa quedarme en el descaso en el salón que salir a jugar fut con mis compañeros... ¿Quién de ellos se hizo futbolista? ninguno... yo si soy diseñador como quería serlo cuando estaba en la secu. Putos! jaja
Creo que me emocioné
Saludos!
hOla Soy la pinche Cotorra..., cabron! ya por fin! después de tantos pinches años, supe quien tiro mis chingaderas a la basura, voy a ir a patearte el culo y hacerte dar mil vueltas a la cuadra de donde te encuentres
ResponderBorrarjajaja
es broma :P
saludos! genial relato!
No ves que podian violar los principios del estudiante.
ResponderBorrarjajaja.
Muy chingón, Gus. La verdad es que no hay nada mejor que saber desquitarse con la elegancia que amerite el contrario. Y en vez de andar pregonándolo, hacerlo así calladito, para que ni se enteré quién fue.
ResponderBorrarYo también me desquite chingos de veces. Había un profe en la secu que nos traía en carro, al principio por justa razón, por andar de traviesos; la después nomás buscaba pretexto pa chingar y humillarnos. El profe tenía fama de ponerse "a leer el periódico o pendejadas" mientras nos ponía a hacer planas el flojo. Comenzamos a hacer el rumor de que el cabrón leía porno en Clase, escondiéndolo en el periódico. Y poco a poco se empezó a hablar de eso. Un día, le metimos una revista en un Maletín y en alguno otro salón se la cacharon. Al wey lo sacaron de dar clases lo que duró el fin de semestre. Y cuando lo veíamos, ahora dizque de auxiliar, le movíamos las manos como si no las estuviermos jalando, mientras lo señalábamos.
Varias veces nos jodió con eso, pero se la peló el resto del semestre. Fuera de la escuela le hacíamos las mismas señas.
Me cague de risa con: ¡¡Guffo Comanechi!!
ResponderBorrarLa verdad el americano y varios deportes que mencionas son de niños ricos, en lo personal conoci a un compañero de trabajo, que tenia una jefatura en la dependencia y su hijo igual jugaba americano, se me hacia bastante cagante los apodos, las convivencias y los email que se mandaban para organizarse.
Muy buen post, Saludos!
HLMDP
no mames pinche guffo sabia que habias practicado atletismo pero futbol americano nunca cabron!!!
ResponderBorrarnomas porque te conozco y se que no eres mentiroso cabron si no me cae que no te creia!!!
si tienes fotos con tu uniforme publicalas para cagarme de la risa!!
en fin mi gus soy ulises (tu ex roommate del fracc), y te escribo porque me supongo que vas a venir a mexico en estas fechas, o a lo mejor ya andas aqui cabron, bueno como sea compadrito si es que andas por aca me gustaria echarme unos alcoholes contigo para que me cuentes alguna de las muchas anecdotas que te hayan pasado y que por su naturaleza no hayas podido publicar en este blog jajaja!!!
un abrazo compadrito!!
JAJAJAJAJA otros zurrantes son los que alteran la paz de un lugar gritando a un volumen molesto porque metieron gol en el futbolito de mesa. El motivo de su jolgorio ni siquiera justifica la molestia a los oidos.
ResponderBorrarEspero que no sea la misma Cotorra que daba clases de educación física en la prepa 8, a mediados de los 90's. ¿O será la misma?
ResponderBorrarHíjole mi estimado Gustavo, tuve un maestro de educación física en la secundaria federal 2 (Cincuentenario de la Expropiación Petrolera, en Cd. Guadalupe), que era muy cabrón para exigirte que llevaras puesto el uniforme deportivo cada que impartía la práctica (o así les llamaba él)
Pero el tipo, que tenía finta de potosino (medía como metro y medio de estatura y tenía una pésima condición) nunca predicaba con el ejemplo: el muy pendejo siempre andaba con camisas de manga corta, pantalones de pinzas, ¡y botas vaqueras!. Así fuera para enseñar basquet, béis, soccer, siempre andaba así vestido.
Si te atrevías a reclamarle, se ponía en un plan de mártir y no podías ni callarlo de tantas pendejadas que decía.
Fue por ese tipejo que siempre odié los deportes, hasta la fecha.
También odio la mayoría de los deportes. Pero sí me agradan las artes marciales y combate, también las artes marciales mixtas. En efecto, da hueva entrenar, pero esas sí son disciplinas útiles (no como el andar jugando al tonto tras una pelota)
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