sábado, noviembre 03, 2012

La cadena perpetua del regiomontano

La mayoría de los regiomontanos, sin ser delincuentes, viven encarcelados. Basta darse una vuelta por las calles de cualquier colonia para comprobar que no hay casa que no tenga barda alta con picos de acero o enrejados en cocheras, ventanas y puertas. Los “más pudientes”, aparte de todo lo anterior, instalan cámaras de seguridad, casetas de vigilancia y hasta guardias armados con gas pimienta y pistola. Con los negocios es lo mismo. Si transitan de noche por cualquier avenida comercial –Juárez, Madero, Pino Suárez- podrán darse cuenta que todos los aparadores tienen cortina metálica. Si esto no es vivir en una prisión, entonces no sé qué chingados sea. 

Camino de regreso a casa por la avenida St. Clair, al oeste de la ciudad de Toronto. Es casi la una de la madrugada. Todo está cerrado. Observo las vitrinas de los comercios a lo largo de la calle. La mayoría tiene las luces encendidas y puede verse hacia adentro. Restaurantes, jugueterías, mueblerías, tiendas de ropa y joyerías. Ningún negocio tiene enrejado o cortina metálica.

Media hora después, salgo de la estación del metro que queda a cinco cuadras del cuarto que rento. Es un barrio de jamaiquinos, trinitarios y etíopes. También hay algunos italianos y portugueses. Muchos habitantes de esta parte de la ciudad pertenecen al movimiento religioso rastafari: puede deducirse al ver las banderas con el León de Judá ondeando afuera de casas y establecimientos. Camino entre peluquerías, tiendas de aparatos electrónicos, panaderías y restaurantes de pollo y costillas de puerco en salsa dulce. Ninguno tiene enrejados o cortina metálica. He recorrido este barrio todos los días, durante nueve meses, a todas horas. He visto borrachos en la banqueta y jóvenes fumando marihuana en algún rincón oscuro, y nunca me han asaltado ni me he enterado de hechos violentos.

Es curioso que en una ciudad donde hay tantas razas, culturas y religiones -y que posiblemente padezca los mismos vicios que Monterrey-, se viva tan en paz. En Toronto todo es diferente y desconocido, y lo último que llega a sentir uno, es temor por el prójimo (por aquello que dicen que “se le teme a lo diferente y a lo desconocido”). En Monterrey es distinto. Se le teme al prójimo, se le ve diferente: sospechoso. Se le odia por ser de otro municipio (si no me creen, lean los comentarios en las notas del periódico El Norte), se le repudia si es de otro nivel socioeconómico; no importa si es alto o bajo: el pedo es odiar. Me parece curioso -y muy triste- ese repelente clasicista y discriminatorio que se huele a metros de distancia en algunos regiomontanos, siendo que todos -o la gran mayoría- tenemos el mismo tono de piel, practicamos la misma religión y tenemos la misma cultura norteña; digo: por si necesitan algún pretexto idiota y facilón para, aunque sea, dejar de odiarse un ratito.
Y la pregunta es: ¿qué pasa en las ciudades multiculturales que no pasa en "Regiolandia"; que pareciera que en vez de atrasar el reloj una hora, lo atrasó 150 años?

Es claro que la descomposición que vive Monterrey es consecuencia de las grandes desigualdades sociales, la ignorancia y el derrumbe de los valores morales y cívicos, que ha dado paso al elitismo despectivo y al racismo vil; encumbrando el consumismo y el materialismo donde pocos tienen poder adquisitivo.

Pienso que mientras no se estreche esa enorme grieta socioeconómica y se retomen valores tan básicos como ver en el otro a uno mismo, "La Sultana del Norte" seguirá siendo una prisión, y sus habitantes los presos condenados a cadena perpetua.

7 comentarios:

  1. Eh Primero.
    Cuando me hice de mi minicasa, lo primero que me dijerón: ¿ Ya le pusiste protecciones? No, les conteste. ¿Pero que esperas?.
    La vedad me gustaba sin las rejas, pero la necesidad de "seguridad" me orillo a ponerselas. snif.

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  2. Podría reescribir tu post cambiando las palabras "regio" y/o Monterrey por Torreón-torreonenses. Aquí todo es encerrarse, murmurar, esconderse del vecino. Eres un tonto si contestas el teléfono, si abres la puerta, si no cierras con cinco candados...la culpa es tuya si te pasa algo.

    Un abrazo!

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  3. Anónimo10:14 a.m.

    Es una pena, todo lo que mencionaste en tu "post" se me vino a la mente cuando andaba en la busqueda de una casa aqui en "US". No sabia que era, pero sentia que algo le faltaba a las casas de por aqui. No tarde en darme cuenta que era lo que estaba perdido, pues mi esposa hizo el comentario de que ella no queria vivir fuera de una subdivision (fraccionamiento), porque no se sentia segura viviendo en una casa que no tuviese algun tipo de "proteccion". Y la verdad es que yo tambien tenia cierta preocupacion, no tener un pinche reja o barda cercando nuestra futura propiedad nos hacia sentir vulnerables. Al final, terminanos en una casa sin barda, porque son casi innexistentes, aunque para compensar pusimos alarma a puertas, ventanas, etc. Y estamos dentro de un fraccionamiento :)
    Saludos,
    El Buho...

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  4. No hay remedio para nuestro pais porque lo que comentas de Monterrey pasa en otros lugares, como lo dijo Aseret. En nuestras grandes ciudades como Toronto o cualquier ciudad Americana, el crimen se encuentra en ciertos lugares o colonias y para evitarlo hay que pagar un poco mas por el lugar adonde vives para tener un poco mas de seguridad que no es garantizada al 100%.
    Yo vivo en una "Subdivision" y han entrado a robar a mi casa una vez y en otras casa cercanas en otras ocaciones.
    Cuando menos no hemos llegado a barras o bardas altas con acero picudo o vidrios.
    Saludos

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  5. Estimado Guffo. Si bien soy cachanilla (de Mexicali), llevo algunos meses viviendo en Chihuahua, donde el fenomeno que mencionas es el pan de todos los dias. Me toco vivir en una casa que tenia barda, alambre de puas arriba de la barda, y un super dispositivo de seguridad. Lo mas ridiculo del asunto es que una vez salia a lavar ropa al patio de atras, se me cerro la puerta y me quede encerrada como 2 horas esperando que alguien oyera mis gritotes y me fuera a abrir, pues es practicamente imposible entrar a la casa... Las fortalezas que construimos terminan siendo nuestras prisiones, cuando antes era tan bonito pasar y apreciar los jardines de las casas y la decoracion exterior. Y mas triste es pensar que todo esto nos llevara a un destino de soledad familiar...

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  6. Anónimo11:32 a.m.

    durante los casi 10 años que vivi por alla, eso que dices fue lo que vi.
    recuerdo una vez que hubo una mesa redonda de seguridá con el arkitonto, llevaron a un vendedor de alarmas, tons cuando todos hablaron del problema y lo que pasaba, el tonto vendedor casi casi, dio precios y modelos y dijo alago asi como "señores la inseguridad ha llegado, compren alarmas y las mias son las mejores"

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  7. Yo quiero irme. A un mejor lugar que Monterrey y México en general.

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