Me gustaba pasear con mi abuela en el centro comercial. Lo que no me gustaba era cuando le compraba calzones y calcetines al abuelo, pues me hacía esperar quieto en un rincón del departamento para caballeros, donde había un maniquí muy feo que me seguía con la mirada. Siempre intentaba esconderme detrás de los montones de ropa en oferta o detrás de un muro con espejos para que la figura no me viera, pero si hacía esto mi abuela tampoco podía verme y se asustaba y empezaba a gritar mi nombre.
Un día el maniquí ya no estaba. Al salir del centro comercial tomado de la mano de mi abuela vi la mitad del muñeco metida en un contenedor de basura. Ya no me siguió con la mirada, pues su mirada ahora apuntaba al cielo.
Desde ese día pude esperar tranquilamente a mi abuela en un rincón del departamento de ropa para caballeros. Aunque no dejaba de llamarme la atención un empleado que pasaba empujando aserrín con algo parecido a un trapeador a lo largo del pasillo. Cada que lo veía, el hombre me sonreía o me guiñaba.
Un sábado al salir del centro comercial tomado de la mano de mi abuela, vi al empleado que empujaba aserrín recargado en el contenedor de basura. El hombre no me vio ni me sonrió ni me hizo un guiño como era costumbre, pues su mirada apuntaba al cielo.
Un día el maniquí ya no estaba. Al salir del centro comercial tomado de la mano de mi abuela vi la mitad del muñeco metida en un contenedor de basura. Ya no me siguió con la mirada, pues su mirada ahora apuntaba al cielo.
Desde ese día pude esperar tranquilamente a mi abuela en un rincón del departamento de ropa para caballeros. Aunque no dejaba de llamarme la atención un empleado que pasaba empujando aserrín con algo parecido a un trapeador a lo largo del pasillo. Cada que lo veía, el hombre me sonreía o me guiñaba.
Un sábado al salir del centro comercial tomado de la mano de mi abuela, vi al empleado que empujaba aserrín recargado en el contenedor de basura. El hombre no me vio ni me sonrió ni me hizo un guiño como era costumbre, pues su mirada apuntaba al cielo.
Estaba durmiendo o estaba muerto?
ResponderBorrarReciba un Cordial Saludo.
Gracias por entretenerme con lo que escribe.
me dispuse a leer todo lo que ah escrito pero es mucho y todavia no alcanzo llegar hasta la publicacion actual, espero llegar a hacerlo. jejeje.
llegue aqui desde que publico la primera parte de la loteria mexicana que por cierto nadie queria jugar conmigo ;(
y eso que pinchi pelochas?!
ResponderBorrarRecuerdo cuando mi hermana Alicia y yo ibamos solas a la tienda más grande de Mexicali a curiosear. Un detalle que nunca olvidé es ese que mencionas del aserrín verde que echaban en el piso, lo dejaban un rato y luego lo quitaban. Para que era? Nunca lo supe en aquel entonces. El ver a los maniquies vestidos con ropa nueva, que le daba ciertas personalidades diferentes a cada uno. El correr por toda la tienda escondiendonos entre la ropa... Que bonitos tiempos. Tu anécdota me trajo todos esos recuerdos. Y que paso con el empleado que miraba al cielo? Lo habrian despedido, lo habria dejado su novia?...Te envío un fuerte abrazo..
ResponderBorrarBuena historia... Es bueno pasar aqui y leerte...
ResponderBorrarSaludos. :)
NO manchees Guffo tu papá está compitiendo por la alcaldía de Monterrey y tu allá en Toronto. Dejaste Monterrey en mal momento. Imagina el abanico de posibilidades que se te pudiera abrir aquí.
ResponderBorrarJolly Rogers: No es necesario que me hables "de usted", jajaja. Muchas gracias por seguir leyéndome.
ResponderBorrarAnónimo: ¿Qué de qué?
Anónimo: Es un halago que mi escrito haya desenterrado tan gratos recuerdos. Saludos.
Sir David: Siempre muy agradecido con tus palabras, compadre. Un abrazo.
Anónimo: Apenas ayer me enteré de esa noticia. Creo que oportunidades hay en todas partes. La cosa es que para mí vivir en Monterrey representa puras cosas negativas, así sea empresario, millonario o rey. Prefiero estar acá, viviendo en un cuarto de renta, sin coche, moviéndome en camión, pero tranquilo y feliz.
esto me recordo la cancion de "maniqui" de Sandro, a la noche la busco y me pongo pedo, snif....
ResponderBorrarAh estimado Guffo Caballero, siempre es mejor seguir el dictado de nuestro corazón y si el te dijo que fueras a Canadá, hiciste bien en hacerle caso, porque eres feliz..Un abrazo y enhorabuena por tener el valor de tomar una decision y vivirla con todas sus consecuencias...saludos!
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