jueves, noviembre 03, 2011

El Filósofo de Cantina me sacó de onda

Ayer tuve una de las pláticas más extrañas que he tenido en mi vida. Fue con el Filósofo de Cantina.

Llegué al Zacatecas antes de las 10 de la noche y le comenté al Filósofo de Cantina lo de mi próximo viaje. Me dijo sonriendo que desde que me conoció era algo que sabía que tarde o temprano haría. Le pregunté que por qué, y me respondió con un escueto: “Simplemente lo sabía”.

Le platiqué también de mis miedos, de las preguntas que a veces me hago, de las veces que estoy bien seguro de mi decisión y de las pocas en las que titubeo. El Filósofo de Cantina dio un largo trago a su cerveza y me miró muy serio:

-Voy a hacer algo que pocas veces he hecho -me dijo haciendo a un lado su cerveza, el servilletero y los platos con totopos y salsa que había frente a nosotros, y puso ambas manos sobre la mesa, como si la acariciara.

-¿Qué recuerdos tienes de tu infancia? Específicamente entre los 7 y los 9 años. Dime algo importante que haya sucedido en esa etapa.

Pensé en muchas cosas. No sé si eran cosas importantes, pero pensé en muchas. Pensé en mi primera bicicleta: una Bimex de color azul; pensé en el pequeño balcón que daba al árbol de la primera casa donde vivimos; en todas las veces que jugué dentro de la casa de madera de nuestra perra bóxer; en lo mucho que me gustaba colgarme del tubo del tendedero de la ropa porque me creía Tarzán; en la vez que me fui en la parte de atrás del camión de la mudanza, cuando cambiamos de domicilio; recordé el nuevo barrio, donde había pocas casas y casi todo era monte. Todo eso se lo dije al Filósofo de Cantina, y, sin dejar de mirarme a los ojos, me dijo: "Muy bien".

-Ahora, quítale la mitad a tus años. ¿Dónde estabas cuando tenías la mitad de tu edad?

-Mmmm... Ya había acabado la prepa. Estaba en un pueblito de Kansas, estudiando inglés. Estaba por regresar a Monterrey -le dije.

De pronto, el Filósofo de Cantina adoptó una actitud más relajada. Me sonrió, dejó de mirarme con esos ojos profundos, volvió a poner los platos y el servilletero frente a nosotros, tomó su cerveza y le dio otro largo trago.

-¿Eso qué tiene que ver?... -le dije algo desconcertado.

-No voy a explicártelo porque sé que no crees en nada… o en casi nada. Sería ocioso y al tratar de explicártelo me sentiría como los charlatanes. Lo único que te puedo decir es que ahí tienes la respuesta. Este viaje era algo que vas a hacer quieras o no. Simplemente tenía que suceder ahora.

-No te entiendo... o sea… ¿por qué lo dices?, ¿qué tiene que ver eso de las edades?...

-Pues que estás en la edad para hacerlo. Entre los 7 y los 9 años tu familia se cambió de domicilio. A la mitad de tu edad te fuiste del país. Era hora de que sucediera otra vez. Es algo que simplemente está escrito. No me pidas que te lo explique, por favor.

-Achinga… pero... ¿qué tiene que ver que cuando tenía esas edades… ¿cómo...

-No trates de entenderlo ni me pidas que te lo explique, Gustavo. Ahí está. Por más dudas que tengas, ahí está. Por eso lo sé desde la primera vez que te vi. Sí, yo sé que sueno a loco, pero ¿qué loco te pregunta las edades en las que hubo mudanzas o cambios en tu vida cuando estás a punto de realizar uno?

Me quedé callado, bien sacado de onda, la verdad. Me sacó de onda lo de los "viajes" o "cambios" en mi infancia y adolescencia. ¿Cómo lo supo?, ¿qué relación tenían?, ¿por qué tenían que tener una relación? Traté de recordar si alguna vez le hablé de mi pasado con detalle al Filósofo de Cantina, pero no recordé haberlo hecho. O, si alguna vez llegué a hacerlo al calor de las cervezas, el hombre debía tener una memoria impresionante para recordar fechas, edades, situaciones, hacer números, cálculos o qué sé yo, para armar un circo onda esotérica, como me pareció lo que acababa de decirme. Honestamente, lo que me dijo me dejó algo inquieto; pero el respeto y admiración de tantos años por ese hombre no me permitieron verlo como a un farsante, ni como un orate alucinado, ni como un adivino, ni como alguien que se quería hacer pasar por un brujo misterioso. Aunque debo de confesar que, al no recibir una explicación, estaba en el límite de la frontera de la decepción, en el punto crítico de perderle todo respeto.

El Filósofo de Cantina se terminó la cerveza de un pequeño trago. Sacó un billete de 100 pesos y lo puso debajo del servilletero. Se puso de pie, se frotó el estómago y se despidió de mí, amable, como siempre. Dijo que tenía un compromiso.

Lo seguí con la mirada hasta la puerta del fondo. Al abrirla, el bullicio nocturno de la avenida que pasa frente al bar inundó por unos segundos el lugar. Antes de salir, el Filósofo de Cantina se detuvo, me devolvió la mirada y sonrió. Al salir y cerrar la puerta, el Zacatecas volvió a quedar envuelto en ese silencio efervescente que sólo rasgan los vasos y botellas de vidrio al chocar.

11 comentarios:

  1. Anónimo12:47 p.m.

    Tu relato me recordó bastante a los de Carlos Castaneda, una charla interesante la verdad.

    Saludos

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  2. Anónimo2:08 p.m.

    Quiza lo que dice es que la vida se mueve en ciclos, que el mundo funciona en ciclos, y si nosotros somos parte del mundo, pues entonces también.

    Quiza quiso decir que si alguien siente, en una edad relativamente avanzada de su vida, un pulso que lo mueve de su estado hacia otro, quiza cabe la posibildiad de especular que un pulso así le ha sucedido anteriormente. Quiza todo era cosa de indagar si en el pasado ya había existido un pulso similar, para extraer de la especulación una ley.

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  3. Anónimo4:28 p.m.

    Él sabe todo eso porque "El filosofo de cantina" es tu alter ego como en la película Fight Club, al menos esa es la explicación más razonable.

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  4. Anónimo11:33 a.m.

    Esta facil, su cerebro y cuerpo se programaron para cada cierto tiempo pedir un cambio, cronologicamente ya te toca. Te voy a poner un ejemplo medio tonto, es como cuando una chica linda siempre se "enamora" de un vividor, te preguntas, como es que siempre lo hace? por que cuando lo conocio por decirlo asi en el McDonalds no sabia que era un vividor, hasta que pasa el tiempo, pero funciona como un iman de esa gente, bueno, igual tu, cada cierto tiempo atraes un cambio, y ya es el tiempo ... me explique? o sera que me contagio el "filosofo de cantina" con algo del elixir de cebada? Suerte!!

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  5. Anónimo11:55 a.m.

    no Manches, a mi tambien me paso lo mismo y ahora vivo en el extranjero tambien, como de pelicula rara

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  6. Anónimo6:33 p.m.

    Espero que no haya estado hablando de predestinación...

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  7. Anónimo3:50 a.m.

    Muy interesante y concuerdo con el comentario del otro anonimo. Pareciera relato de Carlos Castaneda, pero es muy logico, cada cierto tiempo ocurren cambios en nuestras vidas, que tienen el objeto de hacernos crecer emocionalmente. No te has preguntado mi buen Guffo, si la vida acaso te depara algo extraordinario, que hasta el momento desconoces? Saludos y buen fin de semana, bueno, lo que queda de el...

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  8. Coincido con C.Thunders

    Esto ya se esta poniendo medio magufo. Simplemente los humanos tenemos una necesidad natural por encontrar patrones en todos lados aunque estos no existan, explicacion del destino a posteriori o "por algo pasan las cosas"

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  9. Anónimo12:10 p.m.

    puras pendejadas para darnos importancia...uyyy todo es ciclico uyyy que chingon es el filosofo borracho de cantina...........weboss queeeeeeeee !!!

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  10. Guffo, busca "Golden ratio" (en google, wikipedia, etc) tal vez a eso se esta refiriendo el filosofo, o al menos, para mi, se asemeja. No es son circulos (ciclos) mas bien espirales. En fin, igual y nada mas estoy volando.

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  11. Hola desde hace algun tiempo me mostraron tu blog y es de mi agrado =) te felicito por tu buen trabajo.
    En cuanto a lo que narras, concuerdo con algunos comentarios de arriba, hay varias partes donde dicen que el ser humano tiende a repetir varias conductas, ya te lo mencionaron anteriormente, como un ciclo =) en fin que buen relato muy interesante.

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