martes, agosto 31, 2010

Le pido una disculpa al cliente que llamé "pinche loco"...

¿Recuerdan aquel cliente loco que llegó al negocio de cajas a pedirme una "caseta de cartón" para meter ahí al vigilante de su colonia y así resguardarlo del inclemente sol?

Bueno, pues tal parece que el pinche loco incrédulo fui yo. No existen las "casetas", pero sí las "casitas" de cartón. Chale... tengo que modernizar el giro del negocio si quiero competir en el mercado.

Pido una disculpa a mi cliente por haberlo llamado tan feo. He aquí la prueba de que el cliente siempre tiene la razón y no siempre están locos o son necios sin motivo:



Aparte: ¡225 pesitos!, y del mismo tamaño y tan inútil como una del Infonavit. ¡Llévela, llévela!

P.D. Gracias a mi lector Rolando R. por haberme hecho ver mi poca fe y mandarme las fotos.

viernes, agosto 27, 2010

¿Pa´dónde nos hacemos?

Hace un mes me escribió un lector. Quería saber si aún tenía Diarios del Fin del Mundo. Le mandé un ejemplar de los tres que guardé para mi archivo personal. Pasaron los días y ya no supe si el lector había recibido mi paquete. Hasta ayer, que me mandó este correo (hacer clic en la imagen para verla en grande):


Me quedo corto en adjetivos para describir lo que sentí al leer esto. Ya no sé de qué manera indignarme, de qué nueva forma quejarme ni cómo encabronarme; no sé qué tan fuerte hay que gritar o cómo encausar una rabia que crece día con día al darme cuenta que mi futuro no depende de mí. Ni siquiera eso depende de uno (no quiero ni pensar en quienes tienen hijos). Sólo sé que con cada cosa que me entero, crece más mi horror y mi decepción. Estoy convencido de que México es un estado fallido.

¿Qué hacer? ¿A quién culpar? ¿Al Presidente?, ¿a los gobernadores?, ¿a los policías?, ¿a los mariguanos?, ¿a los cocainómanos?, ¿a los gringos?, ¿a los colombianos?, ¿a los cárteles?, ¿a los partidos?, ¿al desempleo?, ¿a la corrupción?, ¿a la educación?, ¿a la ambición?, ¿al dinero?, ¿a nuestra deficiente condición humana? Ya no sé ni qué pedo. Neta que estoy totalmente perdido. Si somos imagen y semejanza de un tal Dios, entonces ese Dios es el capo mayor. El rey de los hijos de puta (y por favor que venga el cardenal Sandoval Iñiguez a amenazarme con excomulgarme, yo no lo voy a demandar; al contrario: me haría un enorme favor).

¿Cómo ser feliz en un entorno como el nuestro? ¿Cómo sentirse pleno sabiendo estas cosas? ¿Se podrá estar agradecido porque le tocó a otro y no a nosotros? ¿Cómo vivir con tremendo egoísmo? ¿Se darán cuenta que se están matando entre hermanos, que posiblemente el enemigo no esté en casa y que la vida es tan corta como para hacerla todavía más corta? ¿Valdrá realmente la pena?

Vaya existencia la nuestra, estar cuidándonos la espalda. Apuesto a que en Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Ecuador o Bolivia se vive mejor que aquí. Lo único que lamento es no tener el dinero suficiente para largarme con toda la gente que quiero a una nación de esas.
En verdad llegué a pensar que nuestra condición evolutiva y nuestra ubicación geográfica daba para tantito más; para no tener que luchar por nuestra superviviencia, como las gacelas y los leopardos, pero me doy cuenta que no es así.

¿Para dónde nos hacemos? Díganme por favor. Si denuncias, te matan; si le entras al crimen, te matan; si no le entras, también te matan; si lo combates, te matan; si trabajas honradamente, te matan; si tienes un patrimonio, te lo quitan; si eres pobre, te matan; si vas pasando por ahí, te matan... Díganme para dónde nos hacemos, por favor. ¿Nos vamos?, ¿nos quedamos?, ¿nos encerramos?, ¿nos van a pagar el funeral el día que nos pase algo?, ¿nos podrán revivir? Neta, díganme qué pedo. Si me lo explican, seguro que lo entiendo. Incluso hasta puedo justificarlo. Pero díganme las cosas sin rodeos. Como son y como van a ser. Sin tintes partidistas, sin mentiras, sin intereses personales de por medio que no sean los de todos los mexicanos que seguimos vivos.

Me entero de esta tragedia de mi lector y me entero también que las chavas de Sinaloa que tiene el restaurante de mariscos a la vuelta del negocio de cajas, tuvieron que cerrar: por miedo. Un negocio de pollos y otro de fiestas infantiles, también cerraron. La señora del vivero donde compré mis árboles para el jardín, está rematando todo. La asaltaron. Nomás estoy esperando el día en que me toque a mí otra vez. Ya ni ganas de ir a trabajar me dan. Quiero estar encerrado, leyendo, escribiendo y dibujando. No me interesa tener dinero, no me interesa tener futuro, no me interesa hacer crecer el negocio de cajas, no quiero tener éxito. Todo es un riesgo, aunque antes estos riesgos no costaban la vida. No quiero nada. No aquí. Solo quiero vivir tranquilo en los dos o tres metros cuadrados que me rodean y que así viva la gente que amo. Pero incluso, a veces, eso es mucho pedir.

P.D. Lo que menciona mi lector en su correo acerca la tira, ni siquiera yo me lo explico...

jueves, agosto 26, 2010

Nubes

Creo que fue en un consultorio médico. Tendría yo unos 4 o 5 años. Estaba hojeando una revista del montón que había sobre la mesita de la sala de espera. No me acuerdo qué revista era, sólo recuerdo que estaba en inglés y que un dibujo impreso entre sus páginas me llamó mucho la atención. A esa edad muy apenas y podía leer en español, por lo que le pedí a mi padre que me tradujera el pequeño texto que acompañaba a la ilustración.

El dibujo era más o menos así:


En ese momento pensé que era un chiste que no había entendido, pues no me causó gracia alguna y no vi que mi padre sonriera después de leerlo. Pasó el tiempo y siempre recordé esa tarde en el consultorio; pero, sobre todo, el dibujo. Al principio pensé que el recuerdo me llegaba por haber sido una situación algo dolorosa, pues ese día llegué a casa con una nalga picoteada con jeringas y una paleta de caramelo como premio.

Conforme fui creciendo, el dibujo se hacía más presente en mi vida, a pesar de no haberlo visto de nuevo. Hasta que comprendí la razón de mi remembranza. Lo tenía presente porque empezaba a entender su triste significado. Conforme “maduraba”, profundicé en su mensaje y una vez que lo capté, tampoco me pareció gracioso.

Siempre temí convertirme en una de esas personas que sólo ven nubes, como el señor del dibujo. Miedo de acabar siendo una persona que quería una cosa y terminó teniendo otra. Alguien que tuvo un sueño y, de todas las veces que se despertó, en ninguna pudo hacerlo realidad. Miedo a creer profundamente en algo y terminar creyendo lo contrario por razones ajenas a mi persona.

Y no hablo del típico miedo a crecer, hacernos adultos y dejar de ser niños; o a llenarnos de responsabilidades y obligaciones. Es un temor distinto. Es un miedo a convertirte en alguien que no eres, a perder la esencia y la capacidad de ver las cosas de manera distinta. Es un temor a que las circunstancias te cambien cuando te des cuenta que ni el Ratón de los Dientes, ni Santa Clos, ni los Reyes Magos ni la Justicia ni Paz en el Mundo existen. Miedo a amoldarte y tolerar una realidad que no te gusta, pero es. Miedo a darte cuenta que no hay fuerza o magia que cambie las cosas malas y deje las buenas como están.

Crecemos y empezamos a ver las cosas "como son" (o como nos hacen creer que son), “de manera objetiva”, “de manera realista”, “fríamente”, y no perdemos el tiempo en contemplaciones ni en cosas que no nos dejen una satisfacción más allá de un cosquilleo en el estómago.

Cuando vemos sólo nubes, creo que es el primer paso para empezar a jodernos. Cuando pienso en que lo que veo no son animales fantásticos de algodón flotando en el cielo, sino simples gotas de agua suspendidas en la atmósfera, es deprimente, pues siento que es lo mismo a decir que: no son oficiales de tránsito, son pinches ladrones; no son policías, son asesinos al servicio de otros asesinos; no son políticos, son hombres que nunca cumplen con su palabra y se enriquecen de manera ilícita; no son autoridades que imparten justicia, son ojetes que no les importas ni tú ni el país ni nadie; no son empresarios, son ambiciosos de voracidad desmedida que tienen a los políticos trabajando para sus intereses personales…
Y así, contrario a la futilidad de una nube, transformamos una realidad cruel y sólida, difícil de disipar.

No digo que todo sea así. Espero que no. Por nuestro bien. Pero, ¿en qué momento se perdió la magia? Es más: ¿alguna vez existió? Alguna vez tuvo que haber existido, porque si pedimos cambios es porque alguna vez vivimos mejor. Tampoco se trata de vivir en el engaño ni de ver cosas que no son para sobrellevarla sonriendo aunque tengamos la mierda hasta el cuello. Lo que digo es que, a pesar de haber perdido casi toda mi fe, no dudo que entre tanta nube común y corriente, haya una que otra con forma distinta, que nos haga volver a mirar el cielo. Esa nube, lo más seguro, es que esté dentro de cada uno de nosotros.

miércoles, agosto 25, 2010

martes, agosto 24, 2010

Ganó México la corona de Miss Universo. ¡Nuestros problemas están resueltos!

Me meto a ver los periódicos y leo algunos de los cientos de comentarios que ha dejado la gente en las notas referentes a este "triunfo". Me horroriza lo que ponen: "A pesar de todo lo malo, hay belleza en nuestro país", "A pesar de todos nuestros problemas, México siempre sale adelante", "Qué bueno, ya necesitábamos una buena noticia", "¡Viva México!"... ¿Hablan en serio?

Ése es el gran problema de nuestro país: que muchos mexicanos necesitan "satisfacciones" de este tipo para sentir que salen de la mierda. Son los mismos mexicanos quienes exigen este tipo de "distracciones" rascuaches, cuando lo que menos necesitamos ahorita, es estar distraidos.

Chale... Por eso seguiremos siendo una bola de atolondrados que se enorgullece de cualquier pendejada; una bola de mediocres que exige distracciones que nos eviten pensar en todo lo malo; hediondos hedonistas en busca de satisfacciones que duren un par de horas aunque todos los días vivamos en la zozobra.

lunes, agosto 23, 2010

Animales

En los museos puedes ver animales disecados que parecen estar vivos.


En los zoológicos puedes ver animales vivos que parecen estar muertos.


No sé qué sea peor. La ventaja de los museos es que puedes ver animales que nunca conociste; y en los zoológicos, animales que tal vez nunca conocerás. Cabe mencionar -como otra ventaja- que la entrada a ambos lugares es gratuita.

De vuelta en mi ciudad, me doy cuenta que los animales más horrendos viven aquí. Y que son una plaga. Y que la gente prefiere ir a regalar su dinero a los casino que meterse tantitos conocimientos en la cabeza. Aunque sean gratis.

sábado, agosto 21, 2010

Rumba Samba Mambo


Ya, en serio: ¿a quién chingados se le ocurrió que estos adefesios podían ser un éxito comercial? Miren nomás qué horror... Espero no tengan pesadillas.

jueves, agosto 19, 2010

Pa´ pinches 500 dólares...

Hoy tampoco me libré de las viejas locas. Es como si su nave nodriza acabara de aterrizar justo en donde vivo. No me tocó en el negocio, pero sí a la hora de ir al banco.

La mujer tenía detenida la fila de clientes porque había ido a cambiar unos dólares y la muy mamona no quería traer "tantos billetes". Pá los pinches 500 dólares pedorros que cambió y todavía se pone sus moños. Es como los cagaleros que llegan al negocio de cajas y no quieren que les dé feria en "moneditas". Como si no fuera dinero. Aparte, las moneditas ayudan a que uno se vea más riatón de lo que está. Inténtenlo y verán.

Bueno, total que la ñora hizo que la cajera -la única que había- hablara a tres sucursales del banco para ver si ahí tenían billetes de a 100, porque los de 50 y 20 "le hacían mucho bulto y ahorita las cosas están muy feas", decía refiriéndose a la inseguridad; como si "los malitos" tuvieran visión de rayos láser y vieran a través de las bolsas de las viejas necias cuánto dinero traen, y, si traen muchos billetes, sí las asaltan, y si no, no.

La cajera, harta, reaccionó, y se puso al nivel de la vieja loca diciéndole: "Los billetes de 100 son mucho más llamativos, señora; aparte nos han tocado algunos casos de billetes falsos de esa denominación. ¿No prefiere mejor que le dé 10 billetes de 50?".

Y la vieja loca aceptó.

Me quedé con ganas de salir corriendo detrás de ella, gritando como enfermo y arrebatarle la bolsa -en broma-, para sacarle un buen pedo y ver si así se deja de mamadas a futuro.

martes, agosto 17, 2010

¿Qué pedo con mis clientas?

¿Qué pedo con las señoras que vienen al negocio? ¿De qué zoológico intergaláctico se escaparon? No conforme con haberme mandado a la necia de ayer que buscaba cajas grandes, hoy, el diablo me manda a una señora con graves problemas de percepción.

La señora buscaba una caja de 50 de largo por 40 de ancho y 8 centímetros de altura. La más parecida que tenemos es de 56 por 40 por 8. Cuando se la mostré, me dijo:

-No… Se me hace que está muy chica.

-Ah, ok, señora, entonces usted necesita una caja más grande.

-No. Necesito una de 50 por 40 por 8.

-Ésta que le estoy mostrando es de 56 por 40 por 8, señora. Tiene 6 centímetros más de largo, pero de las otras medidas es igual a la que busca.

-No… Se me hace muy chica.

¿Cómo una caja más grande puede ser más chica, amables lectores? La respuesta tal vez la encuentren preguntándoselo a las mujeres y a esa magia misteriosa que las rodea y las hace tan necias.

Tuve que meter mi mano en el bolsillo del pantalón para contener esas ganas de hacerla entrar en razón a puras cachetadas -así se acostumbra hacer entrar en razón a las pinches viejas locas- y, como el caballero que soy, le dije:

-Si la caja que busca es de 50 por 40 por 8, ésta es la que más se le parece, señora. Incluso es un poco MÁS GRANDE –dije subiendo el tono de las dos últimas palabras.

La ñora observó la caja, le dio vueltas y la colocó de nuevo en el mostrador:

-No… Está muy chiquita –dijo mirando hacia otro lado de la tienda.

En la pared había otra caja en exhibición, más pequeña aún que la que acababa de mostrarle. ¡Pues no me van a creer que la pinchi vieja me la pidió para compararla!

Y todavía me pregunta: “¿Cuál de las dos es más grande?”

Pobre del marido. Ha de tener el pito bien chiquillo aunque le mida 33 centímetros.

lunes, agosto 16, 2010

Cajas grandes

Aparte de andar esquivando balas y esquirlas de granada, acá, tipo el güey de la película Matrix; evadiendo retenes, bloqueos, comandos armados y raterillos de poca monta; sorteando la crisis, el smog, la cruda y el calor… aparte de todo lo anterior, tengo que aguantar a las pinches viejas locas que vienen todos los días al negocio. ¿Por quéeeee?

Antes de irme de vacaciones vino a la tienda una señora que ha sido lo más parecido a un dolorón de huevos. La vieja necesitaba “cajas grandes”. Así nomás: “cajas grandes”. Cuando le pregunté las medidas específicas, para no caer en relatividades, me respondió: “Es que yo soy más de vista, no de medidas”. “Uooorale”, pensé.

Le mostré las cajas más grandes que teníamos en existencia, para que las midiera con la vista (¡toing!, che vieja loca), pero le parecieron muy caras y “no tan grandes”. Como no entendía bien qué era lo que buscaba la ñora, le pregunté que para qué necesitaba las cajas, y me respondió: “Pa´meter cosas”. Chale... No sé quién esté más pendejo: yo por preguntar lo obvio o ella por responderme. Pero es que a veces por más obvia que parezca la pregunta, es necesario hacerla para ofrecer la opción que cubra mejor las necesidades del cliente (chin... ya hablo como un pinche empleado, snif).

Total que bueno, la vieja quería las cajas para “meter cosas” y las que tenía en ese momento se le hacían muy chiquitas porque ella no era de saberse las medidas sino de verlas, por lo que le comenté que en algunos días nos llegarían cajas más económicas y más grandes, esto último lo dije haciendo un ademán con las manos, como si cargara una cajota, y le dije: “Son cajas como de este vuelo, señora”, y la ñora puso una cara de estar bien contenta y amenazó con volver.

En mi ausencia, llegaron las cajas. Vía e-mil me enteré que la señora volvió al negocio, pero las cajas le siguieron pareciendo pequeñas. Desde el castillo renacentista en el que me encontraba hospedado rascándome los huevos y bebiendo champán entre faisanes, mandé pedir cajas con medidas mayores para mi clienta, pues al cliente lo que pida, ¡sí señor, cómo chingados de que no!

Total que a mi triste regreso -el jueves pasado- recibo en mi teléfono la llamada de doña Cajas Grandes, preguntándome si ya tenía sus cajas. Le dije que no tardaban en llegar, que yo la llamaba al tenerlas, pues no me habían especificado el día del envío. Pero no sé si la vieja ésta sea sorda, esté medio Teletón o nomás le gusta ser bien pinche necia, pues eso de “yo le llamo cuando las tenga” no lo entendió, y me marcó el mismo jueves después de las 7, el viernes en la mañana, el sábado al medio día e incluso el puto domingo, para ver si ya habían llegado las cajas que “tanto le urgían” (che vieja… le urgían tanto que en dos semanas no pudo conseguirlas en otra parte).

Hoy lunes al medio día llegaron las chingadas cajas. La señora necia ya había marcado a las 9 y a las 11 de la mañana. “Ya están aquí sus cajas, señora, puede pasar por ellas”, le dije amablemente con mi última gota de paciencia. Y a los 15 minutos, llegó la vieja.

Tomó una caja, la analizó, se la pasó a su comadre, le pidió su opinión, la comadre asintió y la vieja necia me dijo: “¡Está perfecta! Deme 2”. ¡¿Dos?! ¡¿Dos pinches cajas de 20 pesos cada una?! ¡Dos putas semanas jodiendo con que necesitaba cajas grandes y nomás se lleva dos! ¿En dos semanas no pudo resolver su problema y prefirió atosigarme a tal grado de hacerme perder la fe en la humanidad y buscar ayuda psiquiátrica? ¿¡Por qué, señora, por qué chingados me hace eso!?
Ah, pero eso no es lo “pior”. A la media hora, la vieja volvió. Yo pensé que venía por más cajas… pero no. ¿Saben a qué regreso? A devolverlas. ¿Saben por qué, amiguitos y amiguitas? ¡Porque las putas cajas ahora le parecían muy grandes y no podía cargarlas! ¿Y saben por qué no debemos portar armas? Por situaciones como éstas. Viejajijadelachingada…

¿Por qué no tengo el suficiente dinero para prolongar mis vacaciones 5 años?, snif

jueves, agosto 12, 2010

Los días como un revólver

Hace algunos años -no muchos-, después de cada viaje, estar de vuelta en mi ciudad me provocaba un tremendo alivio. Así la hubiera pasado de lo más chingón los días que estuve fuera, regresar me hacía sentir que estaba en terreno conocido; donde, a pesar de no ser nadie, me sentía importante. Me sentía seguro.

Ahora, ver a lo lejos el Cerro de la Silla o cualquier otra montaña que me indique que estoy cerca de casa, me revuelve el estómago. Regresar es como un fracaso: una depresión que no se puede esquivar; es sentir que puedo ser la nota roja del periódico del día siguiente nada más porque sí. La mayor de las impotencias.

No se cuál sea la solución. Ni siquiera sé cómo empezó todo el problema. Tal vez hay algo podrido en cada uno de nosotros, pues la historia de la humanidad está plagada de historias violentas, de abusos contra los débiles y sed de poder; y, cuando las cosas suceden al revés, es entonces que nacen los héroes. Muertos todos, pero héroes al fin; héroes que trataron de cambiar el sentido erróneo de la vida y lograron muy poco.

No creo que la violencia acabe legalizando las drogas. Drogas siempre ha habido y violencia también. Tampoco creo que legalizándolas se pagarán impuestos y reinará el orden. Evasores del fisco siempre los ha habido y caos también.

¿Cómo afrontar una realidad de fusiles, granadas, sobornos, poder, dinero, coches bomba y más poder? ¿Cómo afrontarla cuando no se tiene nada de eso?... cuando no se quiere nada de eso. ¿Cómo afrontar con educación y valores -la herencia de nuestros padres- un entorno ignorante y bestial? ¿Cómo no evadir esta realidad si queremos salir vivos de ella? ¿Valdrá la pena morir luchando cuando hay quienes mueren sin ton ni son?

Los días son como un revólver con una sola bala en el barrilete. El tiempo, la ignorancia, la falta de oportunidades, las diferencias sociales tan grandes y la ausencia de valores, son el percutor. Ojalá, cada que detone, no nos encontremos ni en el lugar ni en el tiempo equivocado.

lunes, agosto 09, 2010

El planeta de los árboles mochos



Es exagerado pensar que en un futuro cercano habrá niños que no conocerán los árboles. Aunque no es nada descabellado si nos ponemos a contar la cantidad de gente que ha perdido el mínimo respeto por ellos e ignora sus funciones vitales. Hay quienes incluso han desarrollado un tipo de aversión hacia esos seres ramificados de tallo leñoso.

Me estoy mudando a un barrio que queda más cerca de donde trabajo. Según el vecino de la casa que rentaré, hace un par de años, en el patio trasero, había dos limoneros enormes. Medían como 8 metros de altura cada uno, más de lo que miden los limoneros normales. Los árboles pasaban su ramaje por encima de las bardas y compartían con las casas de los costados su sombra y sus frutos. De un día para otro, los dueños decidieron quitarlos y poner en su lugar una horrible placa de cemento.

Cuando mi nuevo vecino cuestionó a los anteriores ocupantes del inmueble la razón por la que quitaron los limoneros, estos le dijeron: “Es que es muy molesto andar barriendo las hojas” (curioso, pues los limoneros son perennifolios), “atraen muchos moscos y abejas cuando florecen” y “los limones se pudren cuando caen al suelo”. Sus tres razones me parecieron pretextos de gente ignorante y huevona, que carece del mínimo respeto por su entorno.

Lo más triste del asunto, es que me he dado cuenta que muchas personas cercanas a mí, piensan de esa forma. Últimamente, cada que visito las casas de amigos, conocidos o familiares, me fijo en sus áreas verdes. Quienes tienen el privilegio de tener un patio -por más pequeño que éste sea-, optan por poner una alfombrita de zacate, algún bambú, alguna planta de ornato, una palma o un asador; pero nunca un árbol.

“Es que los árboles hacen mucho mugrero y mi vieja no quiere andar barriendo hojas”, es la excusa más común que escucho. Un conocido, el que tiene el patio más grande, pagó casi 5 mil pesos por que le fueran a tumbar un nogal de más de 50 años de antigüedad y 20 metros de altura. Un verdadero crimen. Sus razones para cometerlo: “Soltaba muchas hojas”, “las nueces nadie se las comía” y “en las mañanas, por ahí de las seis, llegaban parvadas de loros verdes y hacían mucho ruido”. ¡Háganme el chingado favor! Prefirió una placa de cemento, una palapa, un asador y muebles de patio a un espectáculo de la naturaleza al que casi nadie tenemos acceso por vivir en una ciudad como ésta. Cada que me acuerdo, me da coraje.

La realidad es que nunca ha existido una cultura de respeto –ya no digo al medio ambiente- a los árboles. O sí la hubo, pero desapareció cuando “nos hicimos modernos y progresamos”. Son pocos los ciudadanos que optan por tener al menos un árbol en su casa y cuidarlo; desgraciadamente, existe mucha ignorancia alrededor de este tema, por eso vemos tantas banquetas levantadas, tanta tubería rota, tanto cable de luz y teléfono desprendido y tanto árbol mocho o sacrificado. Si esto es a nivel individual, imaginen ahora en niveles más altos.

Los gobiernos municipales, estatales y federales no han sabido poner un buen ejemplo respecto a este tema y parecen estar igual de ignorantes que uno. Cada que hablan de áreas verdes, se refieren a campos de golf o a rotondas y camellones con pasto y florecitas. Son ellos los primeros en mandar trasquilar los árboles cuando éstos alcanzan los cables de los postes o tapan algún edificio o anuncio espectacular con publicidad o propaganda política. Son ellos los primeros en plantar palmeras donde nunca hubo palmeras, pero pos “se ven chidas” y hasta parece que estamos en la playa, ¿no? Son ellos quienes deberían fomentar la creación de un sistema que se encargue de plantar y cuidar árboles frutales por toda la ciudad, para regalar sus frutos a quienes no tienen que comer, bajando así los costos sociales que provoca la pobreza y los niveles de basura y mala salud que generan los alimentos procesados; en vez de pensar que el fruto es un problema porque “nadie se lo come y se pudre”.

Quienes tampoco ayudan a fomentar esta cultura verde, son los constructores de viviendas, que cada vez las hacen más pequeñas, imposibilitando así las buenas intenciones de tener un arbolito. Fraccionan y les vale madre: tumban todo lo que se les ponga enfrente para construir casitas del tamaño de cajas de zapatos, en vez de construir en función a lo que dicta el entorno natural. Construyen sobre veneros, cañadas, ex haciendas, cerros, etcétera. Lo más curioso es que a sus fraccionamientos les ponen nombres como: “Los Sabinos”, “El Vergel”, “Bosque de los Encinos”, “Hacienda de Los Robles”, “Cañón de los Huizaches” y no hay ningún pinche sabino, ningún pinche encino, ningún pinche huizache y el barrio no es nada parecido a un pinche vergel (¡ya me encabroné, hijos de su pinche madre!).

Yo, por lo pronto, ya mandé hacer 4 boquetes en la placa de concreto del patio del que será mi nuevo hogar. Cada orificio tiene un metro de diámetro por uno de profundidad. Me cobraron 100 pesos por hacer cada uno. Fui a un vivero cercano y compré un ciruelo rojo, un guayabo, un aguacate y una higuera, todo bajo la filosofía de que: si quiero cambiar el mundo, debo empezar primero por cambiar los metros cuadrados que me rodean.

viernes, agosto 06, 2010

Nazissori

Desde el jardín de niños hasta el segundo año de la secundaria estudié en un colegio tipo Montessori. En aquella época, Monterrey no era el monstruo que es ahora, no había tantas opciones educativas y las escuelas privadas no eran tan grandes ni tan costosas.

De las cosas que más recuerdo de aquel tiempo, están algunas de las “extrañas” políticas de mi escuela. Una de ellas era que los alumnos no llevábamos uniforme. El director decía que no éramos robots, que cada quien era un individuo irrepetible y siempre, en las asambleas, presumía que nuestro plantel era el único en todo el Estado que no obligaba a sus niños a vestirse igual.

La otra política era que teníamos prohibido llevar “lonche” hasta el sexto año de primaria. Eran nuestras madres quienes tenían que organizarse para que cada semana le tocara a una llevar los alimentos de todo el salón. Había dos condiciones: sólo se permitía llevar frutas o verduras y nada de refrescos. Si las aguas eran endulzadas con miel o piloncillo, qué mejor.

Desfilaban por nuestros pupitres platos rebosantes de melón, piña, sandía, manzana, pepino y jícama; aguas de tamarindo, mandarina, limón y chía. Era la pura felicidad. Si no veíamos el televisor, no nos acordábamos que existían las frituras enchiladas, los pastelitos rellenos de crema, las galletas con grajeas, las golosinas de colores ni los refrescos. De hecho, si alguien era sorprendido con lo anterior, era reporte seguro, y, acumulando tres, corría el riesgo de expulsión.

El director era –según algunos padres de familia- “un hombre extraño de ideas extremistas”. Como todo director de escuela, era un tipo nada querido por los alumnos; al igual que su hijo. Yo fui de los pocos amigos que tuvo su hijo, pues íbamos en el mismo grado. Recuerdo que los fines de semana nos invitaba a mí y a otros dos compañeros a su casa. Era otro mundo.

Estaba prohibido ver el televisor: sólo se encendía para ver el programa La Canica Azul, Erase que se era -de Cachirulo-, Erase Una Vez El Hombre o algún casete beta de National Geographic, de los que tenían una colección enorme, al igual que de revistas. La falta de televisión se compensaba con montones de libros y enciclopedias de animales, de ciencias (tenían todos los tomos de Proteo Fuerza 10, el sueño húmedo en enciclopedias de los niños de mi época… googléenla, para que vean); había juegos de química, montones de material para hacer manualidades, taller de carpintería, cuadros en todas las paredes, fotografías de paisajes, tenían 2 microscopios, 4 bicicletas, un telescopio y un patio enorme lleno de árboles frutales, hortalizas, tortugas, ranas, peces y aves de distintos tipos. Era muy raro ver al director en su faceta de padre y amigo, sin la cara larga y los regaños que acostumbraba en el colegio, enseñándonos a clasificar hojas y a atrapar insectos para analizarlos en el microscopio; a fabricar granjas de hormigas y pizcar higos para hacer conservas. De hecho, a ese señor tan odiado por todos le agradezco el poder haber visto el cometa Halley, en 1986.

Muchos dirán: pinche viejo loco socialista y anticuado, o: pinche viejo ñoño fascista ecológico autosustentable. Yo, hasta después de muchos años, valoré esa educación que no creo que exista ahora en ninguna escuela. Aparte, mis padres reforzaron esas actitudes y algunas ideas en casa.

Me sacaron del colegio Montessori en segundo de secundaria, cuando el director –por presión de la SEP, por hacer negocio o porque simplemente se dio cuenta que luchaba solo contra el mundo- implementó como obligatorios los uniformes de gala y “de deportes” y puso una tiendita en el patio central del colegio, donde vendían todo tipo de mierda comestible y dañina para los niños.

El ritmo de vida lo cambió todo. Nuestras madres ya no querían lavar tanta ropa ni estar picando fruta 5 días a la semana. Muchas tuvieron que ponerse a trabajar, como nuestros padres, y era más sencillo que lleváramos uniforme, comida empaquetada o algunas monedas para gastarlas en la tiendita.

Mis padres me sacaron del Montessori porque precisamente me habían metido ahí por sus “políticas extremistas”. Eso sí: de que aprendí muchas cosas que en otro colegio no hubiera aprendido, las aprendí y las sigo aplicando a mi vida diaria. Es por eso que yo soy un tipo raro y quejumbroso, que dibuja y escribe en un blog y hace lo que se le pega la gana; mientras la mayoría de la gente que no estudió en una escuela tipo Montessori acabó siendo exitosamente normal.

jueves, agosto 05, 2010

Adelanto

Posible portada para la segunda edición del libro Diarios del Fin del Mundo, que saldrá el próximo año.


P.D. Se aceptan sugerencias en mi mail.

miércoles, agosto 04, 2010

Cartones variados

Algunas caricaturas que me publicaron el mes pasado:









lunes, agosto 02, 2010


Bermuda, Bahama, quieeero una Caguama; Tampico, Jalapa, la la la la la laaa...

¡Ajúa! Al ritmo de los Bitch Boys me despido, pues estaré fuera del país algunos días. Ahí les dejo encargado el blog. Se subirán algunas entradas automáticamente, algunas caricaturas, algunos escritos que me publicaron en Hazme el Chingado Favor y una que otra pendejada, para que no me extrañen.

P.D. Quien se acuerde del nombre, la raza y lo que anunciaba el perro de la tabla de surf en los ochentas, puede estar orgulloso, pues sería un digno miembro del Escuadrón Retro.

Saludos a todos.