Bueno: el lunes, porque mañana todavía hay mucho que tragar y beber...
Feliz fin de año.
"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
miércoles, diciembre 31, 2008
martes, diciembre 30, 2008
Casi 6 mil muertes violentas relacionadas al crimen organizado en el país durante el año. Estamos mal. Y digo: “estamos mal” porque son muy poquitas.
Un estudio (quesque muy serio porque yo leo puras cosas muy serias) dio a conocer que, al menos, un millón de mexicanos están ligados al crimen organizado. Por eso digo que andamos muy mal, pues, si se quiere acabar con el problema, esa cifra de 6 mil muertos debería triplicarse.
Con 6 mil asesinatos por año –suponiendo que los 6 mil muertos son “malitos”-, en 10 años habrán muerto 60 mil criminales; en 50, 300 mil; en 100, 600 mil, y quedarían todavía 400 mil por exterminar. Una guerra de más de 100 años es mucho tiempo y está de hueva. Yo, la neta, quisiera ver resultados positivos antes de morir y no morir sintiendo repudio y desesperanza contra esta nación de bribones.
Por eso insisto que se debe de triplicar la cifra de muertos. O mejor aún, quintuplicarla. Qué franja de Gaza ni qué la chingada. Qué Vietnam, Guerra del Golfo ni qué nada. Es más: hasta a Hitler hemos de pasarnos por los huevos.
Ahí está el estado de Chihuahua, aprendamos de su ejemplo: 2500 muertos en sólo un año es de admirarse. Si de perdido 10 estados del país contribuyeran con cifras como ésta (y no con los pinches 60 ejecutadillos que aportó Nuevo León, pfff), en el año tendríamos 25 mil muertos. Esto significa que el problema del crimen organizado acabaría en 40 añitos (dando por hecho que es cierta esa cifra del millón de malandros).
Échenle números, hagan sus cálculos, inviértanle, y que el próximo año sea más violento y sanguinario que éste.
Amén.
Un estudio (quesque muy serio porque yo leo puras cosas muy serias) dio a conocer que, al menos, un millón de mexicanos están ligados al crimen organizado. Por eso digo que andamos muy mal, pues, si se quiere acabar con el problema, esa cifra de 6 mil muertos debería triplicarse.
Con 6 mil asesinatos por año –suponiendo que los 6 mil muertos son “malitos”-, en 10 años habrán muerto 60 mil criminales; en 50, 300 mil; en 100, 600 mil, y quedarían todavía 400 mil por exterminar. Una guerra de más de 100 años es mucho tiempo y está de hueva. Yo, la neta, quisiera ver resultados positivos antes de morir y no morir sintiendo repudio y desesperanza contra esta nación de bribones.
Por eso insisto que se debe de triplicar la cifra de muertos. O mejor aún, quintuplicarla. Qué franja de Gaza ni qué la chingada. Qué Vietnam, Guerra del Golfo ni qué nada. Es más: hasta a Hitler hemos de pasarnos por los huevos.
Ahí está el estado de Chihuahua, aprendamos de su ejemplo: 2500 muertos en sólo un año es de admirarse. Si de perdido 10 estados del país contribuyeran con cifras como ésta (y no con los pinches 60 ejecutadillos que aportó Nuevo León, pfff), en el año tendríamos 25 mil muertos. Esto significa que el problema del crimen organizado acabaría en 40 añitos (dando por hecho que es cierta esa cifra del millón de malandros).
Échenle números, hagan sus cálculos, inviértanle, y que el próximo año sea más violento y sanguinario que éste.
Amén.
domingo, diciembre 28, 2008
viernes, diciembre 26, 2008
miércoles, diciembre 24, 2008
Se nos espantó el sueño durante la madrugada. Me paré a miar y regresé corriendo a meterme en la cama. Mi peso y el jaloneo de las cobijas la despertaron, aunque intenté ser delicado. Le pedí perdón y sonrió. Me confesó que ya estaba despierta: que mis ronquidos la habían levantado minutos antes. Sonreí y le volví a pedir perdón.
Ya no dormimos. Platicamos un chingo.
Podía distinguir su sonrisa y su mirada atenta en la penumbra.
“La igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y gente de raza negra se creó con el único fin de cobrarle impuestos a la otra mitad de la población mundial. Todo lo que parece bueno en realidad tiene un trasfondo macabro”.
“Espero que todos los pinches mocosos que hayan visto Wall-E hayan captado el mensaje y lo ponga en práctica cuando dominen el mundo. ¡Qué peliculón!”.
“No te dije… ¿Te acuerdas del Starbucks que pusieron a lado de la casa donde viví de niño? Bueno, pues lo van a cerrar. Ojala quiebren todos a chingar su madre. ¿Que se van a perder muchos empleos? ¡Qué bueno! A ver si así la gente aspira a tener mejores trabajos y a crear empresas que compitan contra la mierda gringa que nos imponen”.
Rió varias veces. No sé si le gusta que esté peleado con el mundo o simplemente le dan ternurita las pendejadas que digo.
La luz de la mañana clareó el cuarto. Los soles negros de nuestras retinas se encogieron un poco y una lagaña transparente en medio de mi ojo hizo que viera puntitos de colores en el aire.
-Así quisiera que fuera el resto de mi vida –dijo.
-¿Cómo?: ¿que fuera navidad todos los días?
-N´ombre, güey, ja ja ja… Así: sin hora para dormir, sin plática que haga falta, sin hora para despertar… Con ningún compromiso que cumplir.
Sonó la alarma del despertador a la media hora. Lo bello dura poco.
El viento apagó el bóiler por la noche. Nos vestimos temblando y sin bañar. Ella se fue a hacer sus pendientes laborales. Yo manejé al negocio con un gallo en el poco pelo que tengo, decidido a ser el campeón en ventas de cajas de cartón navideñas. Decidido a que, algún día, nuestros días sean así, como ella dijo.
Ya no dormimos. Platicamos un chingo.
Podía distinguir su sonrisa y su mirada atenta en la penumbra.
“La igualdad de derechos y oportunidades para mujeres y gente de raza negra se creó con el único fin de cobrarle impuestos a la otra mitad de la población mundial. Todo lo que parece bueno en realidad tiene un trasfondo macabro”.
“Espero que todos los pinches mocosos que hayan visto Wall-E hayan captado el mensaje y lo ponga en práctica cuando dominen el mundo. ¡Qué peliculón!”.
“No te dije… ¿Te acuerdas del Starbucks que pusieron a lado de la casa donde viví de niño? Bueno, pues lo van a cerrar. Ojala quiebren todos a chingar su madre. ¿Que se van a perder muchos empleos? ¡Qué bueno! A ver si así la gente aspira a tener mejores trabajos y a crear empresas que compitan contra la mierda gringa que nos imponen”.
Rió varias veces. No sé si le gusta que esté peleado con el mundo o simplemente le dan ternurita las pendejadas que digo.
La luz de la mañana clareó el cuarto. Los soles negros de nuestras retinas se encogieron un poco y una lagaña transparente en medio de mi ojo hizo que viera puntitos de colores en el aire.
-Así quisiera que fuera el resto de mi vida –dijo.
-¿Cómo?: ¿que fuera navidad todos los días?
-N´ombre, güey, ja ja ja… Así: sin hora para dormir, sin plática que haga falta, sin hora para despertar… Con ningún compromiso que cumplir.
Sonó la alarma del despertador a la media hora. Lo bello dura poco.
El viento apagó el bóiler por la noche. Nos vestimos temblando y sin bañar. Ella se fue a hacer sus pendientes laborales. Yo manejé al negocio con un gallo en el poco pelo que tengo, decidido a ser el campeón en ventas de cajas de cartón navideñas. Decidido a que, algún día, nuestros días sean así, como ella dijo.
martes, diciembre 23, 2008
Cuento navideño de actualidad actual y verídico
La inesperada junta de trabajo le arruinó a Fernando el plan de comer con Deyanira.
Debía existir un motivo importante para haber sido llamado –junto con los demás empleados- a presentarse el sábado a las 2 de la tarde en las instalaciones de la empresa.
“Van a entregar los aguinaldos”, pensó emocionado, mientras visualizaba el Winnie Pooh gigante que días antes había visto en Plaza Morelos y jamás mencionó a su novia para que fuese una sorpresa en navidad.
No los hicieron esperar. A como iban llegando, Blanquita, la secretaria, los hacía pasar a la sala de juntas. Al final, ya que todos estaban sentados, entró el dueño de la compañía.
Pocas veces se presentaba en las instalaciones. Fernando había coincidido con él en un par de ocasiones, pero ninguna de las dos veces el hombre respondió al “buenos días” que brotó temeroso de sus labios.
El dueño de la empresa se paró en el estrado alfombrado, agradeció la presencia de todos y se soltó hablando.
Habló de la crisis financiera, de la economía mundial y de lo difíciles que se pondrán las cosas el próximo año. Mencionó que deberían de estar agradecidos y sentirse bendecidos por tener un trabajo. Fue entonces que se las soltó sin decir “agua va” o “pónganse vaselina para que resbale mejor”.
-No habrá aguinaldos -dijo, y sonó más feo que una mentada de "tu abuelita en bicicleta sin asiento".
A todos se les cayó la cara hasta el piso. A Fernando se le esfumó la nube encima de su cabeza con la imagen del Winnie Pooh gigante.
Un valiente, sentado a un par de asientos a la derecha, se aventuró a externar su inconformidad alzando la mano. El jefe le pidió que se pusiera de pie para escucharlo. El empleado dijo que no le parecía justa esa medida, que era una práctica abusiva, ilegal y que tenía esposa e hijos a quienes rendirles cuentas.
-La puerta está muy grande. Si te parece ilegal, mañana aquí te espero con tus abogados –respondió el dueño cínicamente.
Nadie dijo nada. Todos pelaban los ojos y se miraban unos a otros, como manada asustada. El valiente negó con la cabeza y se sumió de nuevo en su asiento.
-Te digo que mañana te espero aquí con tus abogados. Haz el favor de retirarte –insistió el jefe ante la incertidumbre del auditorio.
El valiente se puso de pie balbuceando malas palabras que no se atrevía a gritar. Dos guardias de seguridad lo escoltaron hasta la salida cuando se armó de valor, apuntó con el dedo índice al dueño y le dijo: “Es usted un pinche viejo miserable”.
El jefazo ni siquiera lo volteó a ver. Prefirió cazar muecas de aprobación en los demás empleados ante lo espetado por el revoltoso. Fernando reprimió su sonrisa cuando el patrón le sostuvo la mirada.
Pasado el incidente, el dueño les recordó lo agradecidos que deberían de estar por tener un trabajo en épocas tan difíciles. Un trabajo miserable y esclavista, pero trabajo al fin. Trabajo que les aterrorizará perder –y, qué decir, dejar voluntariamente- porque la mayoría tienen hijos que alimentar, vestir y educar; mensualidades atrasadas de coches compactos, rentas de casas sin patio, lavadoras defectuosas y refrigeradores golpeados en un costado. O como Fernando: un Winnie Pooh gigante que regalar a una novia que ni las nalgas le ha aflojado.
Al finalizar, cuando dio por hecho que nadie más se atrevería a cuestionarlo y que la domesticación del rebaño había tenido éxito; el dueño dijo un par de frases motivacionales que sonaron más falsas que las tetas de Ninel Conde. Bajó del estrado, agradeció de nuevo su presencia, dio las buenas tardes y se retiró. En el estacionamiento, subió en su camioneta Porsche Cayenne y enfiló con rumbo al aeropuerto. Su familia lo esperaba en Lake Tahoe.
“Tanto la miseria como la abundancia saca lo peor de las personas. Los miserables se vuelven muertos de hambre y hacen lo que sea por conseguir un trozo de pan; los millonarios también se vuelven muertos de hambre, pues nunca quedan satisfechos”, pensó Fernando, y le gustó su frase cuando la dijo en voz alta, para sí mismo. La escribió en un pequeño cuaderno que traía en la cajuelita de guantes que nunca cierra bien.
Arrancó su coche y enfiló hacía el centro, pensando si encontraría un Winnie Pooh más pequeño y más barato que el que había visto.
Debía existir un motivo importante para haber sido llamado –junto con los demás empleados- a presentarse el sábado a las 2 de la tarde en las instalaciones de la empresa.
“Van a entregar los aguinaldos”, pensó emocionado, mientras visualizaba el Winnie Pooh gigante que días antes había visto en Plaza Morelos y jamás mencionó a su novia para que fuese una sorpresa en navidad.
No los hicieron esperar. A como iban llegando, Blanquita, la secretaria, los hacía pasar a la sala de juntas. Al final, ya que todos estaban sentados, entró el dueño de la compañía.
Pocas veces se presentaba en las instalaciones. Fernando había coincidido con él en un par de ocasiones, pero ninguna de las dos veces el hombre respondió al “buenos días” que brotó temeroso de sus labios.
El dueño de la empresa se paró en el estrado alfombrado, agradeció la presencia de todos y se soltó hablando.
Habló de la crisis financiera, de la economía mundial y de lo difíciles que se pondrán las cosas el próximo año. Mencionó que deberían de estar agradecidos y sentirse bendecidos por tener un trabajo. Fue entonces que se las soltó sin decir “agua va” o “pónganse vaselina para que resbale mejor”.
-No habrá aguinaldos -dijo, y sonó más feo que una mentada de "tu abuelita en bicicleta sin asiento".
A todos se les cayó la cara hasta el piso. A Fernando se le esfumó la nube encima de su cabeza con la imagen del Winnie Pooh gigante.
Un valiente, sentado a un par de asientos a la derecha, se aventuró a externar su inconformidad alzando la mano. El jefe le pidió que se pusiera de pie para escucharlo. El empleado dijo que no le parecía justa esa medida, que era una práctica abusiva, ilegal y que tenía esposa e hijos a quienes rendirles cuentas.
-La puerta está muy grande. Si te parece ilegal, mañana aquí te espero con tus abogados –respondió el dueño cínicamente.
Nadie dijo nada. Todos pelaban los ojos y se miraban unos a otros, como manada asustada. El valiente negó con la cabeza y se sumió de nuevo en su asiento.
-Te digo que mañana te espero aquí con tus abogados. Haz el favor de retirarte –insistió el jefe ante la incertidumbre del auditorio.
El valiente se puso de pie balbuceando malas palabras que no se atrevía a gritar. Dos guardias de seguridad lo escoltaron hasta la salida cuando se armó de valor, apuntó con el dedo índice al dueño y le dijo: “Es usted un pinche viejo miserable”.
El jefazo ni siquiera lo volteó a ver. Prefirió cazar muecas de aprobación en los demás empleados ante lo espetado por el revoltoso. Fernando reprimió su sonrisa cuando el patrón le sostuvo la mirada.
Pasado el incidente, el dueño les recordó lo agradecidos que deberían de estar por tener un trabajo en épocas tan difíciles. Un trabajo miserable y esclavista, pero trabajo al fin. Trabajo que les aterrorizará perder –y, qué decir, dejar voluntariamente- porque la mayoría tienen hijos que alimentar, vestir y educar; mensualidades atrasadas de coches compactos, rentas de casas sin patio, lavadoras defectuosas y refrigeradores golpeados en un costado. O como Fernando: un Winnie Pooh gigante que regalar a una novia que ni las nalgas le ha aflojado.
Al finalizar, cuando dio por hecho que nadie más se atrevería a cuestionarlo y que la domesticación del rebaño había tenido éxito; el dueño dijo un par de frases motivacionales que sonaron más falsas que las tetas de Ninel Conde. Bajó del estrado, agradeció de nuevo su presencia, dio las buenas tardes y se retiró. En el estacionamiento, subió en su camioneta Porsche Cayenne y enfiló con rumbo al aeropuerto. Su familia lo esperaba en Lake Tahoe.
“Tanto la miseria como la abundancia saca lo peor de las personas. Los miserables se vuelven muertos de hambre y hacen lo que sea por conseguir un trozo de pan; los millonarios también se vuelven muertos de hambre, pues nunca quedan satisfechos”, pensó Fernando, y le gustó su frase cuando la dijo en voz alta, para sí mismo. La escribió en un pequeño cuaderno que traía en la cajuelita de guantes que nunca cierra bien.
Arrancó su coche y enfiló hacía el centro, pensando si encontraría un Winnie Pooh más pequeño y más barato que el que había visto.
lunes, diciembre 22, 2008
¿Cómo hacerle para que nadie lea tu blog?
Uy, es rete fácil... Años de experiencia me respaldan, snif.
Titúlalo "El Blog de" y tu nombre. "El Blog de la Ale", "El Blog de José Ángel", "El Blog del Gabriel", "El Blog de Chelis". Peor aún si, en una borrachera, tu padre decidió llamarte "Eligio", "Nabor", "Nemesio" o "Amilcar", y 20 años después decides abrir un blog. ¿Quién en su sano juicio leería un blog que se llama “El Blog de Amilcar”? Aunque le pusieras "Las Sexoaventuras Vaginales y Cachondas del Amilcar", no pegaría. Lo siento, Amil.
Caer en los extremos también es peligroso. Querer llamar la atención a veces la repele. Poner palabras como "Prozac", "Valium", "Cafeína", "Bitter Sweet", "Martini", "Taberna" o cualquier jalada relacionada con la psiquiatría, la borrachera, los desequilibrios mentales o emocionales, lo único que provocan es una hueva inmensa y que a nadie se le antoje leerte. De aspirantes a locos el mundo está lleno.
Si eres mujer, escribe únicamente de tu novio, mándale besitos, cuchis cuchis, palabras de amor y pon las fotos que se toman abrazados en la cochera de tu casa con su celular sin saldo. Adereza esas cursilerías con un fondo rosa con florecitas, corazoncitos, brillitos y de más chingaderitas que a simple vista causan roña.
Peor aún si eres mujer y escribes posts con cierto halo de misterio en los que hablas de “tu gran amor”, del “hombre que te hace inmensamente feliz” y es “la razón de tu existir” y sales con la mamada de que te refieres a tu hijo. Chaaale. Qué loser.
Si a Marylin Manson le funcionó ponerse el nombre de un símbolo sexual y el apellido de un asesino en serie, a ti no te va a funcionar ponerte “Jorge Luis” –por Jorge Luis Borges- y “Raskolnikov” –por el personaje de Crimen y Castigo-. No, no y no, amiguito mío. Entiende: eres bloguero; causas ternura por ese simple hecho y ni el nombre más cabrón y mejor pensado hará que te tomen en serio. Olvídate de formar tu nombre “artístico” con nombres que evoquen literatura “intensa” o personajes importantes, como “Juanito Dostoievski”, “Raúlman Asimov”, “Jenny Cleopatra” o “Elenita Troya”. Olvídate de titular tu blog “El Pequeño Nietszche”, “Manejando a lado de Kerouac” “Retando a Cioran”, “El Hijo de Bukowski” o “Kafka me la pela”.
O, simplemente, abre un blog de poesía. Verás que ni las moscas se paran a leerte.
Caer en los extremos también es peligroso. Querer llamar la atención a veces la repele. Poner palabras como "Prozac", "Valium", "Cafeína", "Bitter Sweet", "Martini", "Taberna" o cualquier jalada relacionada con la psiquiatría, la borrachera, los desequilibrios mentales o emocionales, lo único que provocan es una hueva inmensa y que a nadie se le antoje leerte. De aspirantes a locos el mundo está lleno.
Si eres mujer, escribe únicamente de tu novio, mándale besitos, cuchis cuchis, palabras de amor y pon las fotos que se toman abrazados en la cochera de tu casa con su celular sin saldo. Adereza esas cursilerías con un fondo rosa con florecitas, corazoncitos, brillitos y de más chingaderitas que a simple vista causan roña.
Peor aún si eres mujer y escribes posts con cierto halo de misterio en los que hablas de “tu gran amor”, del “hombre que te hace inmensamente feliz” y es “la razón de tu existir” y sales con la mamada de que te refieres a tu hijo. Chaaale. Qué loser.
Si a Marylin Manson le funcionó ponerse el nombre de un símbolo sexual y el apellido de un asesino en serie, a ti no te va a funcionar ponerte “Jorge Luis” –por Jorge Luis Borges- y “Raskolnikov” –por el personaje de Crimen y Castigo-. No, no y no, amiguito mío. Entiende: eres bloguero; causas ternura por ese simple hecho y ni el nombre más cabrón y mejor pensado hará que te tomen en serio. Olvídate de formar tu nombre “artístico” con nombres que evoquen literatura “intensa” o personajes importantes, como “Juanito Dostoievski”, “Raúlman Asimov”, “Jenny Cleopatra” o “Elenita Troya”. Olvídate de titular tu blog “El Pequeño Nietszche”, “Manejando a lado de Kerouac” “Retando a Cioran”, “El Hijo de Bukowski” o “Kafka me la pela”.
O, simplemente, abre un blog de poesía. Verás que ni las moscas se paran a leerte.
jueves, diciembre 18, 2008
El vaho acompañaba nuestras palabras aún y refugiados en el coche.
-Te voy a regalar una carta astral. Sé que no crees en esas cosas, pero quiero regalártela. Prométeme que irás.
-Lo prometo.
Me dio un post it amarillo con una hora y una dirección en el centro de la ciudad. Nos besamos al despedirnos. El vaho se condensó dentro de nuestras bocas. Subí el cuello de mi chaqueta, abrí la puerta y caminé envuelto en la brisa helada de un diciembre que se tornaba místico.
Investigué un poco sobre el asunto. La explicación más “convincente” fue la que leí en una página de Internet: La carta astral es una fotografía del cosmos en el momento que naciste. “Si los planetas influyen en el comportamiento del mar, las cosechas y los animales, puede que influyan en la personalidad de uno”, pensé para no ir tan escéptico a mi cita y para empezar a cumplir mi propósito de no ser tan, ay, snif, negativo y amargado.
Llegué al lugar a la hora que indicaba el papelito. Para no hacerles el cuento largo, la mujer que me leyó la carta terminó mandándome al psiquiatra.
Me llamó sociópata cuando le platiqué que me cagaban las reuniones donde los platos, vasos y cubiertos eran desechables. Mi razón, le dije, es que me molesta que la gente sea tan huevona y prefiera generar kilos y kilos de basura en lugar de lavar trastes. Sonrió. Mi punto de vista le pareció chiflado, y me reiteró: “Necesitas ayuda psiquiátrica, mijo. El mundo es así: de platos, vasos y cubiertos desechables y te tienes que adecuar a él, si no te vas a echar a todo mundo en contra”.
Sonreí. De entre las 3.14159265 cosas que me valen ñonga, está echarme en contra a todos. Desde ese momento deduje que nunca nos pondríamos de acuerdo.
Me hizo algunas preguntas generales acerca del mundo, lugar al que, dijo, “me cuesta mucho salir y enfrentar”. Le respondí honestamente lo que pensaba: que sí, en efecto, me caga no ver algo que me haga pensar lo contrario. Que me daba gusto que la economía estuviera jodida, que la gente perdiera su trabajo y que esperaba con ansia los suicidios masivos, para ver si así dejaban de tener hijos a lo pendejo, comprar cosas a lo pendejo y se daban cuenta que el sistema económico actual es una farsa. Percibí cómo sus ojos seguían la trayectoria del tornillo que se me acababa de zafar de la chompa, snif.
Me preguntó sobre el amor, los hijos, la familia, los amigos, el trabajo, mis sueños.
“No quiero hijos, son sinónimo de esclavitud; no quiero trabajar, es sinónimo de esclavitud; bla bla bla”. No recuerdo qué tanto le dije, sólo me acuerdo que miró el otro lado de mi cabeza, como si otro tornillo se me hubiera zafado.
Me dijo que mi carta astral hablaba de una decepción amorosa muy grande. “Todos las hemos tenido o las vamos a tener, señora”. Que hablaba también sobre un abuso sexual cometido en mi infancia. “Una chavita que ayudaba con el aseo en casa me la chupaba cuando mis papás no estaban, tenía yo unos 4 o 5 años”, le confesé, orgulloso de tener ese magneto en el pito desde temprana edad, jeje. La mujer me habló de mis vidas pasadas y mis posibles vidas futuras. Le dije que sólo me interesaba esta vida, la vida que tengo aquí y ahora, porque es la única que puedo comprobar que existe, porque: si tuve otras, ni me acuerdo; si tendré más, nadie me lo garantiza.
Al terminar, la mujer me abrazó muy fuerte y me besó la mejilla.
-Felicítame mucho a tu mamá por tener un hijo como tú.
No sé si fue sarcasmo, lástima o brotó honestidad de su corazón. La cosa es que ya no insistió con lo del psiquiatra.
-Te voy a regalar una carta astral. Sé que no crees en esas cosas, pero quiero regalártela. Prométeme que irás.
-Lo prometo.
Me dio un post it amarillo con una hora y una dirección en el centro de la ciudad. Nos besamos al despedirnos. El vaho se condensó dentro de nuestras bocas. Subí el cuello de mi chaqueta, abrí la puerta y caminé envuelto en la brisa helada de un diciembre que se tornaba místico.
Investigué un poco sobre el asunto. La explicación más “convincente” fue la que leí en una página de Internet: La carta astral es una fotografía del cosmos en el momento que naciste. “Si los planetas influyen en el comportamiento del mar, las cosechas y los animales, puede que influyan en la personalidad de uno”, pensé para no ir tan escéptico a mi cita y para empezar a cumplir mi propósito de no ser tan, ay, snif, negativo y amargado.
Llegué al lugar a la hora que indicaba el papelito. Para no hacerles el cuento largo, la mujer que me leyó la carta terminó mandándome al psiquiatra.
Me llamó sociópata cuando le platiqué que me cagaban las reuniones donde los platos, vasos y cubiertos eran desechables. Mi razón, le dije, es que me molesta que la gente sea tan huevona y prefiera generar kilos y kilos de basura en lugar de lavar trastes. Sonrió. Mi punto de vista le pareció chiflado, y me reiteró: “Necesitas ayuda psiquiátrica, mijo. El mundo es así: de platos, vasos y cubiertos desechables y te tienes que adecuar a él, si no te vas a echar a todo mundo en contra”.
Sonreí. De entre las 3.14159265 cosas que me valen ñonga, está echarme en contra a todos. Desde ese momento deduje que nunca nos pondríamos de acuerdo.
Me hizo algunas preguntas generales acerca del mundo, lugar al que, dijo, “me cuesta mucho salir y enfrentar”. Le respondí honestamente lo que pensaba: que sí, en efecto, me caga no ver algo que me haga pensar lo contrario. Que me daba gusto que la economía estuviera jodida, que la gente perdiera su trabajo y que esperaba con ansia los suicidios masivos, para ver si así dejaban de tener hijos a lo pendejo, comprar cosas a lo pendejo y se daban cuenta que el sistema económico actual es una farsa. Percibí cómo sus ojos seguían la trayectoria del tornillo que se me acababa de zafar de la chompa, snif.
Me preguntó sobre el amor, los hijos, la familia, los amigos, el trabajo, mis sueños.
“No quiero hijos, son sinónimo de esclavitud; no quiero trabajar, es sinónimo de esclavitud; bla bla bla”. No recuerdo qué tanto le dije, sólo me acuerdo que miró el otro lado de mi cabeza, como si otro tornillo se me hubiera zafado.
Me dijo que mi carta astral hablaba de una decepción amorosa muy grande. “Todos las hemos tenido o las vamos a tener, señora”. Que hablaba también sobre un abuso sexual cometido en mi infancia. “Una chavita que ayudaba con el aseo en casa me la chupaba cuando mis papás no estaban, tenía yo unos 4 o 5 años”, le confesé, orgulloso de tener ese magneto en el pito desde temprana edad, jeje. La mujer me habló de mis vidas pasadas y mis posibles vidas futuras. Le dije que sólo me interesaba esta vida, la vida que tengo aquí y ahora, porque es la única que puedo comprobar que existe, porque: si tuve otras, ni me acuerdo; si tendré más, nadie me lo garantiza.
Al terminar, la mujer me abrazó muy fuerte y me besó la mejilla.
-Felicítame mucho a tu mamá por tener un hijo como tú.
No sé si fue sarcasmo, lástima o brotó honestidad de su corazón. La cosa es que ya no insistió con lo del psiquiatra.
lunes, diciembre 15, 2008
Bonitas memorias de un clasemediero de finales de los ochentas
Ya grandecito -tendría yo unos 12 o 13 años- hice berrinche y lloré porque no quería ponerme unos tenis que mis padres me acababan de comprar para usarlos durante el año escolar. Ni las botas amarillas del Chapulín Colorado ni los zapatitos ortopédicos de mi vecino con poliomielitis estaban tan culeros. Díganme ustedes, queridos lectores, si en su sano juicio se hubieran puesto estas pinches lanchas:
¿Verdad que no, cabrones? ¿Verdad que no exageré al tirarme al piso, patalear, golpearme la cabeza intencionalmente contra el pavimento y vomitar del coraje?
Pero pues no había de otra: eran los únicos papos que tenía, no quería trabajar y ganar mi propio dinero a tan tierna edad y tuve que ponérmelos hasta para la foto de fin de cursos.
Pinches tenis Pony, cómo los odié. De hecho, no creí encontrar una foto de estas chingaderas. Si son un insulto para la vista, imaginen lo que fueron para mis pies.
Ya más peludín, me cambiaron los Pony por unos Top Siders. Cada que me los ponía me sentía Julio Iglesias caminando por la playa. Nomás me faltaba el suéter amarrado al cuello y poner mirada de ruco mamón. Pero como los padres siempre lo arruinan todo, los míos se encargaron de quitarle lo cool a mis Top Siders obligándome a usarlos con calcetones blancos, quesque porque luego olían feo y me salían ampollas.
Así como las niñas de las escuelas de monjas se remangaban las faldas para que no estuvieran tan largas y sus noviecillos pudieran acariciarles sin dificultad "el estuche de peluche" (lampiño en aquella época, if you know what I mean), yo me quitaba los calcetones que mi mamá me obligaba a ponerme y "chancleaba" mis Top Siders, acción que consistía en pisarles el talón para hacerlos como chancla; acción que reemputaba a los padres.
Cabe mencionar que los calcetines los hacía bola y me los metía en los huevos para darle volumen a mi miembro viril.
A falta de suéter amarrado al pescuezo y coche, el Trapper Keeper con la foto de un carro mamalón, de esos que nunca tendremos, cumplía una función fundamental para la seguridad con las mujeres y el autoestima en la secundaria.
Pero ni mi Trapper Keeper de carro con relámpago en el horizonte me salvó de que me rompieran el corazón, snif. La primer decepción amorosa que tuve fue por aquella época, cuando me enteré que la niña que me gustaba estaba enamorada, no sólo de los New Kids on the Block, sino también de un "rockero mexicano famoso" que, además, era primo de una prima de ella y posiblemente en vacaciones de verano -cuando viajara a visitar a su prima- lo conocería y haría realidad su sueño. He aquí la foto del “rockero” que se robó a mi primer amor, snif:
No se imaginan el gusto que me dio cuando la carrera de este pelmazo se vino abajo, jojojo.
¿Verdad que no, cabrones? ¿Verdad que no exageré al tirarme al piso, patalear, golpearme la cabeza intencionalmente contra el pavimento y vomitar del coraje?
Pero pues no había de otra: eran los únicos papos que tenía, no quería trabajar y ganar mi propio dinero a tan tierna edad y tuve que ponérmelos hasta para la foto de fin de cursos.
Pinches tenis Pony, cómo los odié. De hecho, no creí encontrar una foto de estas chingaderas. Si son un insulto para la vista, imaginen lo que fueron para mis pies.
Ya más peludín, me cambiaron los Pony por unos Top Siders. Cada que me los ponía me sentía Julio Iglesias caminando por la playa. Nomás me faltaba el suéter amarrado al cuello y poner mirada de ruco mamón. Pero como los padres siempre lo arruinan todo, los míos se encargaron de quitarle lo cool a mis Top Siders obligándome a usarlos con calcetones blancos, quesque porque luego olían feo y me salían ampollas.
Así como las niñas de las escuelas de monjas se remangaban las faldas para que no estuvieran tan largas y sus noviecillos pudieran acariciarles sin dificultad "el estuche de peluche" (lampiño en aquella época, if you know what I mean), yo me quitaba los calcetones que mi mamá me obligaba a ponerme y "chancleaba" mis Top Siders, acción que consistía en pisarles el talón para hacerlos como chancla; acción que reemputaba a los padres.
Cabe mencionar que los calcetines los hacía bola y me los metía en los huevos para darle volumen a mi miembro viril.
A falta de suéter amarrado al pescuezo y coche, el Trapper Keeper con la foto de un carro mamalón, de esos que nunca tendremos, cumplía una función fundamental para la seguridad con las mujeres y el autoestima en la secundaria.
Pero ni mi Trapper Keeper de carro con relámpago en el horizonte me salvó de que me rompieran el corazón, snif. La primer decepción amorosa que tuve fue por aquella época, cuando me enteré que la niña que me gustaba estaba enamorada, no sólo de los New Kids on the Block, sino también de un "rockero mexicano famoso" que, además, era primo de una prima de ella y posiblemente en vacaciones de verano -cuando viajara a visitar a su prima- lo conocería y haría realidad su sueño. He aquí la foto del “rockero” que se robó a mi primer amor, snif:
No se imaginan el gusto que me dio cuando la carrera de este pelmazo se vino abajo, jojojo.
domingo, diciembre 14, 2008
Bebo en el sillón de la sala. Nunca había probado el Glen Edward´s. Rico y barato. Me hace reafirmar mi teoría acerca del Buchanan´s: es lo más caro, corriente y naco que existe. Cada que bebo coloco estratégicamente el vaso sobre el vidrio de la mesa de centro hasta formar con los arillos de agua el logo de las olimpiadas.
Algunos palillos y los huesos roídos de las aceitunas es lo único que queda dentro de los platos hondos. En el comedor y la cocina sirven pastel de zanahoria, alemán y de tres leches. Más de cinco veces me han ofrecido postre y más de cinco veces les he dicho que no. ¿Es tan difícil comprender una consonante seguida de una vocal?
Los restos de la piñata y algunos envoltorios de dulces cubren el jardín. Qué espectáculo tan grotesco observar a treintones y cuarentones golpeando una piñata. La gracia que alguna vez tuvieron de niños la perdieron desde que decidieron llevar una vida normal, dejarse engordar y amarrarse una corbata al cuello.
Horas antes, durante la cena, fui obligado a tomarme de las manos con los demás y dar gracias. Fue humillante. Cuando llegó mi turno dije no-sé-qué-pendejada carente de emoción y todos me miraron como si fuera yo un malagradecido. Una mujer hasta derramó lágrimas cuando agradeció a Dios “por brindarnos la oportunidad de estar todos juntos”. Yo ni conocía a la mitad de los ahí presentes. Su numerito fue lo más vergonzoso de la noche, junto a la camioneta con nariz y cuernos de reno en la que llegó una pareja que no se veía nada feliz.
De corazón, espero no vuelvan a invitarme a un evento de esos y prometo tener los huevos suficientes para decir que no cuando lo hagan. Pero la bebida y la cena gratis son tentadoras.
Espero todos hayan hablado mal de mí cuando me retiré. Espero eso los haya hecho sentir bien, pues habré cumplido mi acción navideña de dar algo bueno a los demás. También habré comprobado, otra vez, que de toda la gente de esta ciudad no se hace una sola persona auténtica y decente.
Felices posadas.
Algunos palillos y los huesos roídos de las aceitunas es lo único que queda dentro de los platos hondos. En el comedor y la cocina sirven pastel de zanahoria, alemán y de tres leches. Más de cinco veces me han ofrecido postre y más de cinco veces les he dicho que no. ¿Es tan difícil comprender una consonante seguida de una vocal?
Los restos de la piñata y algunos envoltorios de dulces cubren el jardín. Qué espectáculo tan grotesco observar a treintones y cuarentones golpeando una piñata. La gracia que alguna vez tuvieron de niños la perdieron desde que decidieron llevar una vida normal, dejarse engordar y amarrarse una corbata al cuello.
Horas antes, durante la cena, fui obligado a tomarme de las manos con los demás y dar gracias. Fue humillante. Cuando llegó mi turno dije no-sé-qué-pendejada carente de emoción y todos me miraron como si fuera yo un malagradecido. Una mujer hasta derramó lágrimas cuando agradeció a Dios “por brindarnos la oportunidad de estar todos juntos”. Yo ni conocía a la mitad de los ahí presentes. Su numerito fue lo más vergonzoso de la noche, junto a la camioneta con nariz y cuernos de reno en la que llegó una pareja que no se veía nada feliz.
De corazón, espero no vuelvan a invitarme a un evento de esos y prometo tener los huevos suficientes para decir que no cuando lo hagan. Pero la bebida y la cena gratis son tentadoras.
Espero todos hayan hablado mal de mí cuando me retiré. Espero eso los haya hecho sentir bien, pues habré cumplido mi acción navideña de dar algo bueno a los demás. También habré comprobado, otra vez, que de toda la gente de esta ciudad no se hace una sola persona auténtica y decente.
Felices posadas.
sábado, diciembre 13, 2008
miércoles, diciembre 10, 2008
FIL Guadalajara
Despertando en el hotel.
Reunión en la alberca para nuestra primera actividad. Conocer a mis héroes de infancia y adolescencia y demás moneros que admiro. Aragonés, Rius, Bachan, etc.
Dibujando 8 páginas en 8 horas para desquitar el viaje. El próximo año saldrá el libro de este ejercicio.
P.D. Todos se ríen de mi manera de agarrar el lápiz. ¿Pos por qué creen que dibujo tan pinche?
Antes de que me corrieran de un Starbucks por andar repartiendo propaganda comunista y antiyankee. Hijos de puta.
El sábado muy temprano, antes de nuestro evento.
Pegándole al valiente con las tortas ahogadas. Consecuencias de hacerse el valiente: hocico dormido y fundillo rozado (con "z"), snif. Gracias al Zónico, Toncho, la Rox, Drocha y de más blogueros que fueron tan temprano a escucharnos decir pendejadas.
Despedida en el Lobby del hotel. Yo, Mudo, Bachan, Clement, Ramos, Gantus y Betteo.
Reunión en la alberca para nuestra primera actividad. Conocer a mis héroes de infancia y adolescencia y demás moneros que admiro. Aragonés, Rius, Bachan, etc.
Dibujando 8 páginas en 8 horas para desquitar el viaje. El próximo año saldrá el libro de este ejercicio.
P.D. Todos se ríen de mi manera de agarrar el lápiz. ¿Pos por qué creen que dibujo tan pinche?
Antes de que me corrieran de un Starbucks por andar repartiendo propaganda comunista y antiyankee. Hijos de puta.
El sábado muy temprano, antes de nuestro evento.
Pegándole al valiente con las tortas ahogadas. Consecuencias de hacerse el valiente: hocico dormido y fundillo rozado (con "z"), snif. Gracias al Zónico, Toncho, la Rox, Drocha y de más blogueros que fueron tan temprano a escucharnos decir pendejadas.
Despedida en el Lobby del hotel. Yo, Mudo, Bachan, Clement, Ramos, Gantus y Betteo.
lunes, diciembre 08, 2008
Por fin: un libro, snif.
Este mes sale un libro que es una recopilación de relatos de varios escritores de varias nacionalidades. Tengo el honor de haber sido invitado a formar parte de los 23 autores participantes. El proyecto es de Kala Editorial, y este es el relato que me publicarán: Balada para Madeline.
viernes, diciembre 05, 2008
jueves, diciembre 04, 2008
miércoles, diciembre 03, 2008
El rebelde del karaoke
El segundo síntoma para darse cuenta que una fiesta no valdrá verga, es que haya karaoke. El primero –obviamente- es que no haya cerveza.
El karaoke es un invento del diablo que saca a los cantantes frustrados que la mayoría de las personas lleva dentro.
No hay cosa más triste que ver a un oficinista con el nudo de la corbata flojo, las mangas de la camisa arremangadas, un micrófono en una mano y una cerveza en la otra mientras canta con mucho sentimiento una rola de Juan Gabriel o se prende con una de Luis Miguel.
No entiendo ese afán de ver un monitor con subtítulos en amarillo que dicta la letra de canciones de dominio público, tan trilladas y choteadas, que hasta un güey que en su vida ha escuchado el radio se sabría de memoria.
Es aberrante aguantar los berridos de viejas histéricas que se creen que cantan como “la chica dorada” y no sueltan el micrófono en toda la noche, mientras piensan que entre el público puede haber un ejecutivo de TV Azteca que las va a invitar a formar parte de La Academia.
Es vergonzoso ver al grupito de amigos trepados en una tarima abrazados, agarrando el micrófono entre todos, meciendo sus cervezas mientras desentonan con aullidos la espantosa canción esa de “pero sigo siendo el rey”.
Es humillante ver a la gente que les aplaude, que los alenta a que sigan creyendo que son grandes intérpretes de canciones de Cristian Castro, Shakira y el Potrillo.
Si a mí me dan ganas de meterme bajo la mesa cada que soy testigo de un espectáculo de esos, no sé cómo estos "cantantes" pueden vivir con la conciencia tranquila después de aventarse tal ridículo.
El karaoke es triste. El karaoke es deprimente. El karaoke es un síntoma de que te estás volviendo viejo, aburrido, sin plática y frustrado.
Mis amigos casados rentan esas mierdas de aparatos para sus fiestas, para que te des cuenta que “gastaron un billete” y “se va a poner bueno el ambiente”. Me llaman por teléfono para hacerme la invitación y me dicen: “Vente preparado: va a haber karaoke”. ¡Uy, qué emoción! Yo simplemente cuelgo, suspiro y pierdo toda fe en la humanidad.
Evito ir a esas fiestas. Es más divertido pasar una noche de sábado sentado en el escusado con una diarrea mortal que ir a una fiesta con karaoke. A las últimas “fiestas” que fui, quedé como “el amargado”, “el aburrido”, “el que no se la pasa bien” porque no me paré a cantar. Desde ahorita les digo: Vayan a cantarle la de “ne ne ne ne ne qué vas a ser” a su chingada madre. A mí déjenme tomar a gusto y, por más pedo que ande, no voy a pararme a cantar. Punto. Hasta el más asqueroso de los borrachos tiene dignidad, ¿por qué yo no he de tenerla?, snif.
Es muy naco, cero divertido y cero cool llevar karaoke a las fiestas, sólo que la gente no lo entiende. Y es más naco decirle “karioki”; y es más naco aún comprar un karaoke y tenerlo en tu casa “para cuando se ofrezca”.
Si en la vida real no me interesa quién canta esas abominaciones de canciones, ¿por qué querría ver a unos pazguatos emulando a artistillas chafos?
El karaoke es un invento del diablo que saca a los cantantes frustrados que la mayoría de las personas lleva dentro.
No hay cosa más triste que ver a un oficinista con el nudo de la corbata flojo, las mangas de la camisa arremangadas, un micrófono en una mano y una cerveza en la otra mientras canta con mucho sentimiento una rola de Juan Gabriel o se prende con una de Luis Miguel.
No entiendo ese afán de ver un monitor con subtítulos en amarillo que dicta la letra de canciones de dominio público, tan trilladas y choteadas, que hasta un güey que en su vida ha escuchado el radio se sabría de memoria.
Es aberrante aguantar los berridos de viejas histéricas que se creen que cantan como “la chica dorada” y no sueltan el micrófono en toda la noche, mientras piensan que entre el público puede haber un ejecutivo de TV Azteca que las va a invitar a formar parte de La Academia.
Es vergonzoso ver al grupito de amigos trepados en una tarima abrazados, agarrando el micrófono entre todos, meciendo sus cervezas mientras desentonan con aullidos la espantosa canción esa de “pero sigo siendo el rey”.
Es humillante ver a la gente que les aplaude, que los alenta a que sigan creyendo que son grandes intérpretes de canciones de Cristian Castro, Shakira y el Potrillo.
Si a mí me dan ganas de meterme bajo la mesa cada que soy testigo de un espectáculo de esos, no sé cómo estos "cantantes" pueden vivir con la conciencia tranquila después de aventarse tal ridículo.
El karaoke es triste. El karaoke es deprimente. El karaoke es un síntoma de que te estás volviendo viejo, aburrido, sin plática y frustrado.
Mis amigos casados rentan esas mierdas de aparatos para sus fiestas, para que te des cuenta que “gastaron un billete” y “se va a poner bueno el ambiente”. Me llaman por teléfono para hacerme la invitación y me dicen: “Vente preparado: va a haber karaoke”. ¡Uy, qué emoción! Yo simplemente cuelgo, suspiro y pierdo toda fe en la humanidad.
Evito ir a esas fiestas. Es más divertido pasar una noche de sábado sentado en el escusado con una diarrea mortal que ir a una fiesta con karaoke. A las últimas “fiestas” que fui, quedé como “el amargado”, “el aburrido”, “el que no se la pasa bien” porque no me paré a cantar. Desde ahorita les digo: Vayan a cantarle la de “ne ne ne ne ne qué vas a ser” a su chingada madre. A mí déjenme tomar a gusto y, por más pedo que ande, no voy a pararme a cantar. Punto. Hasta el más asqueroso de los borrachos tiene dignidad, ¿por qué yo no he de tenerla?, snif.
Es muy naco, cero divertido y cero cool llevar karaoke a las fiestas, sólo que la gente no lo entiende. Y es más naco decirle “karioki”; y es más naco aún comprar un karaoke y tenerlo en tu casa “para cuando se ofrezca”.
Si en la vida real no me interesa quién canta esas abominaciones de canciones, ¿por qué querría ver a unos pazguatos emulando a artistillas chafos?
martes, diciembre 02, 2008
Otra de empleados de banco
Se ha convertido en mi deporte favorito agredir empleaduchos de banco.
El sábado me llamaron para decirme que debía 1500 pesos del coche como si debiera una fortuna. Y la misma historia: les digo que les voy a pagar el día 15 de diciembre, el que llama me sale con que por qué no pido dinero prestado para pagar a tiempo, me río, le digo que es un pendejo y cuelgo.
Ayer me habla otro pinche empleaducho. Antes de que me dijera algo, le digo:
-Mira, compadre, si me hablas para lo del carro ya les dije que les voy a pagar el día 15.
-¿Ya le habían hablado antes, señor?
-Sí, tres veces, y las tres veces les dije lo mismo.
-A ver, deje checo su historial de llamadas, por favor. Un momentito.
El tipo suena más sensato que los demás y parece disfrutar su trabajo de joder gente. Hay un silencio en el que balbucea nombres y números. Hasta que dice:
-En efecto, señor, aquí tengo registrado que ya le hablaron.
Al escuchar eso, espero una disculpa o un: “Okey, señor, ya no lo vamos a molestar; esperamos su pago el día 15”… pero no.
-Aquí tiene 3 negativas de pago y otras tantas llamadas que se niega a contestar –me dice.
-No son negativas de pago, ya les dije que les voy a pagar el día 15.
-Aquí dice que le hablan y cuelga y que insulta a la persona que le hace la llamada.
-A ver: dime tú –intento racionalizar- si no se te hace ridículo que cuando les digo que voy a pagar el 15 de diciembre, me salen con que: “¿y por qué no pide prestado?”. Dime si no es motivo para colgarles el teléfono.
¿Y a que no saben que me respondió el muy animal?
-Bueno, señor, es mejor pedir dinero prestado a deber, ¿no cree?
Y que le respondo:
-¡No, no creo, HIJO DE TU PUTA MADRE!
El empleaducho se olvida de la amabilidad y del “señor” y del hablarme de usted y me dice:
-¡Eh, cálmate, no me hables así!
-¿Qué parte de “te voy a pagar el 15 de diciembre” no entendiste, PINCHE SORDO HIJO DE TU PUTA MADRE?
Cuelgo y el teléfono suena y suena y suena, como ocho veces más. En la noche vuelve a sonar y a sonar y sé que es él. Hoy, desde muy temprano, también ha estado suene y suene.
Creo que herí el orgullo de un pendejo con mamitis o un huerfanito, snif. ¡Bah! A quién le importa. No creo que su puta madre esté orgullosa de tener un hijo así.
El sábado me llamaron para decirme que debía 1500 pesos del coche como si debiera una fortuna. Y la misma historia: les digo que les voy a pagar el día 15 de diciembre, el que llama me sale con que por qué no pido dinero prestado para pagar a tiempo, me río, le digo que es un pendejo y cuelgo.
Ayer me habla otro pinche empleaducho. Antes de que me dijera algo, le digo:
-Mira, compadre, si me hablas para lo del carro ya les dije que les voy a pagar el día 15.
-¿Ya le habían hablado antes, señor?
-Sí, tres veces, y las tres veces les dije lo mismo.
-A ver, deje checo su historial de llamadas, por favor. Un momentito.
El tipo suena más sensato que los demás y parece disfrutar su trabajo de joder gente. Hay un silencio en el que balbucea nombres y números. Hasta que dice:
-En efecto, señor, aquí tengo registrado que ya le hablaron.
Al escuchar eso, espero una disculpa o un: “Okey, señor, ya no lo vamos a molestar; esperamos su pago el día 15”… pero no.
-Aquí tiene 3 negativas de pago y otras tantas llamadas que se niega a contestar –me dice.
-No son negativas de pago, ya les dije que les voy a pagar el día 15.
-Aquí dice que le hablan y cuelga y que insulta a la persona que le hace la llamada.
-A ver: dime tú –intento racionalizar- si no se te hace ridículo que cuando les digo que voy a pagar el 15 de diciembre, me salen con que: “¿y por qué no pide prestado?”. Dime si no es motivo para colgarles el teléfono.
¿Y a que no saben que me respondió el muy animal?
-Bueno, señor, es mejor pedir dinero prestado a deber, ¿no cree?
Y que le respondo:
-¡No, no creo, HIJO DE TU PUTA MADRE!
El empleaducho se olvida de la amabilidad y del “señor” y del hablarme de usted y me dice:
-¡Eh, cálmate, no me hables así!
-¿Qué parte de “te voy a pagar el 15 de diciembre” no entendiste, PINCHE SORDO HIJO DE TU PUTA MADRE?
Cuelgo y el teléfono suena y suena y suena, como ocho veces más. En la noche vuelve a sonar y a sonar y sé que es él. Hoy, desde muy temprano, también ha estado suene y suene.
Creo que herí el orgullo de un pendejo con mamitis o un huerfanito, snif. ¡Bah! A quién le importa. No creo que su puta madre esté orgullosa de tener un hijo así.
lunes, diciembre 01, 2008
FIL Guadalajara
Nos vemos en la FIL Guadalajara. Del 3 al 7 de diciembre estaré por allá presentando la número 13 y 14 de ¡#$%&! Cómics.
El sábado 6 de diciembre a las 9 de la mañana daremos una plática en el auditorio Juan Rulfo. Aquí pueden ver el programa de eventos completo.
Saludos.
El sábado 6 de diciembre a las 9 de la mañana daremos una plática en el auditorio Juan Rulfo. Aquí pueden ver el programa de eventos completo.
Saludos.