No existen los buenos vendedores. Lo que hay son hijos de puta tan necios que uno les compra con tal de que ya no estén jodiendo.
Los vendedores se multiplican como Gremlins y cada vez desarrollan métodos más sofisticados para vendernos cualquier chingadera.
Los hay de calculadoras, enciclopedias, paquetes para computadora, suscripciones para revistas religiosas, tarjetas de descuento para el CostCo o City Club, libretas con cupones para el Chili´s o el Applebee´s. Pura pendejada.
Hace un par de semanas, en la Feria del Libro, tuve la grata experiencia de toparme con vendedores de "Fáciles Cursos de Inglés en 3 Sesiones para Ser Alguien en la Vida".
Fuera de bromas, creo que este tipo de vendedores son los peores del universo. Y digo peores no porque no vendan, sino porque no hay manera de quitártelos de encima. Se avientan en manada, como fieras sobre cría de jabalí verrugoso.
Con decirles que hasta te hacen sentir mal si les dices que no, porque hablan bien bonito y se arreglan tan bien que el único pinche traje que tienen en su guardarropa –que de seguro es el mismo que usaron en su graduación de prepa técnica- parece un Hermenegildo Zegna. Aparte, son tan educados y tan diplomáticos, que hasta te hacen creer que están preocupados por tu desarrollo como individuo y tu futuro, en el que te visualizan como un triunfador que compra muchos trajes como el que ellos llevan puesto.
El primero en abordarme fue un hombre de traje gris, camisa mostaza, corbata morada y calcetón blanco.
-Hola amigo, buenas tardes, ¿cómo anda tu inglés?
-Pues muy bien -respondí ingenuamente.
-Qué porcentaje dirías que lo dominas.
-No, pues no sé... un 80%...
-Me parece que lo dominas el 90%, pareces un joven inteligente, de seguro estudiaste en el extranjero.
"Aaaahlamaaadre, mira qué buena onda de bato, me dijo inteligente y aparte es adivino porque sí, sí me fui a estudiar al extranjero", pensé.
Y ahí fue mi perdición. Me ganché de su anzuelo
-Sí, es cierto, lo domino un 90% -dije seguro de mí mismo, con el puño en alto, como Braveheart.
-Yo te voy a ayudar a que lo domines al 100%, ¿cómo ves?; mira, ven, siéntate aquí, te voy a robar 10 minutitos que te darán toda una vida de satisfacción personal y triunfos.
¡¡¡NNNNNNNOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Casi vomito después de esos “diez minutitos”. Todo por ser amable y no mandarlo a la verga desde un principio. Pero es que la verdad le echó muchas ganas y hasta me dijo que tenía cara de inteligente y adivinó que me había ido a estudiar “fueras”, snif.
Bueno, como quiera ni le compré nada, y cuando me pidió mis datos le di un nombre falso y unos teléfonos que igual y son de Madagascar, jeje.
Huí como pude, pues ya hasta me palmeaba la espalda y me decía: “Hablamos pronto, amigo”.
Me propuse no volver a caer en las garras de un monstruo de ésos.
Yo siempre he pensado que si quiero algo, pues yo voy, lo busco y lo compro. Es muy molesto que se le acerquen a uno a ofrecerle cosas. Si llegan a ofrecernos algo de seguro es porque no es exitoso ni se vende “como pan caliente” y por eso tienen que andar importunando cristianos para que lo adquieran. En fin.
Seguí caminando por los pasillos de la Feria, con mi cara de persona inteligente. El segundo vendedor empleó una táctica que consideré más efectiva: llegó ofreciéndome un regalo. ¡Cositaaa!
-Hola amigo, ¿me dejarías hacerte un regalo?
De volada detecté malicia en su tono de voz y en su mirada endemoniada. Estiré la mano y dije:
-Sobres, si el regalo es en efectivo mejor, jeje.
-Jojojojijiji, ésa estuvo muy buena… pero esto que te voy a regalar es mejor que el dinero en efectivo... Esto dura para toda la vida. Sólo te robaré 5 minutitos.
¡Verga! Éste vendedor estaba mejor entrenado para cualquier tipo de sarcasmo, broma, burla o intento de huída.
Sonreí y me alejé, haciendo como que me llamaban al celular.
-Dame la oportunidad de hacerte un regalo, amigo… amigooo… ¿amigo? –seguía diciendo el pobre hombre mientras yo inventaba que tenía sexo telefónico con Winona Ryder.
Por todos lados había vendedores de este tipo. A la vuelta del pasillo, al final del pasillo, camuflados entre los stands, a la entrada del evento, en las salidas de emergencia. Por todos lados. “Tanto enemigo y yo con tan pocas balas”, pensé. Tuve que pasar toooda la Feria del Libro fingiendo que hablaba por teléfono con Winona Ryder.
Mi única arma contra los que eran inmunes ante mi táctica de “hombre al teléfono” fue hacerme el sordito o mandarlos amablemente al carajo: “No, gracias”, “Mi inglés está very good, ¿no se nota?”, “lo domino al 1000%”, “no, gracias, no me interesa”, “no, gracias, ya los tengo”, “no gracias, los compré el año pasado y no me sirvieron”.
Pinche Feria del Libro está peor que playa de Acapulco con tanto pinche vendedor necio.
"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
viernes, octubre 31, 2008
martes, octubre 28, 2008
Muchas tiras
lunes, octubre 27, 2008
No hay indicios de que el sol se asome...
La gente sigue fumando en lugares cerrados. “Pos es que todavía no están multando”, fue la razón que me dio el mesero de la cantina al cuestionarle sobre un par de rucos que fumaban en la barra.
“¿Área de fumar o no fumar?”, preguntó la mesera del restaurante al día siguiente, el día de mi cumpleaños. “¿Qué no todas las áreas ya son áreas de no fumar?”, dije. "No, aquí no, señor”, concluyó sonriendo.
¿Cómo no burlarse de esta ciudad y los micos que la habitan? ¿Cómo no despreciarla y añorar el primer mundo? Si hasta el D.F. es primer mundo, imaginen entonces cómo estará de jodida la cosa en este pinche rancho apestoso.
Los regiomontanos se la pasan hablando despectivamente de la gente de fuera, de los chilangos sobre todo, y se la pasan soñando con ser “potencia” y en que la mamada ésa del "amero" venga a rescatarnos, pero no pueden respetar una regla bofa, una ley tan básica como el respeto al prójimo.
Cae la tarde. Tráfico. Vehicular, de influencias y de estupefacientes. Patrullas de lujo que sirven para maquillar la sombra de la delincuencia que lo cubre todo en todas direcciones. Sólo los imbéciles se apantallan al verlas y al creer que sirven para algo. Nada más quienes las tripulan se sienten grandes arriba de ellas porque son pequeños por dentro y por fuera. Siempre lo serán.
Cielo sin cielo y una lluvia que lo empeora todo. No hay indicio de que el sol se asome, tampoco la esperanza.
“Era alto total, joven… su licencia”. “Pero no venía nadie, oficial, crucé con precaución”, trato de defenderme. “Pero era alto total, joven. Su licencia”.
Miro hacia un punto indeterminado mientras el tipo hace como que lee mi permiso para conducir, esperando que saque un billete que evite la multa y le complete la cuota de mordidas del día. Yo sólo pienso en mil y una maneras de cocinar al puto cerdo que tengo enfrente. Lo imagino colgado de cabeza, con ganchos atravesándole los tobillos, como en los mataderos.
“De seguro tú, marrano iletrado, estás trabajando por una mejor cultura vial, por hacer que los ciudadanos respetemos las leyes y por mejorar este país. Sí, cómo no”. Nadie cree en las autoridades. Sólo las autoridades, que se la pasan autoengañándose, creen en ellas.
A simple vista uno lo ve: todos son feos, panzones, de tez casi morada, arrogantes, ignorantes y mal pagados: requisitos básicos para ser un ladrón. Si fueran bien parecidos, blancos, panzones, arrogantes, adinerados y déspotas, también serían ladrones, pero de cuello blanco.
“Deme chance, oficial, voy un poco tarde al trabajo”. "¿Dónde trabaja?", pregunta. "En un periódico", y le muestro el gafete. Se achica y me mira con sospecha. “¿Me está charoleando?”, dice desafiante. “No, oficial, le estoy diciendo a dónde me dirijo y el motivo de la falta que cometí”. Me devuelve la licencia con mirada perdonavidas. En el fondo les da miedo que les saquen sus porquerías a la luz pública. No les conviene. Salen perdiendo. Aunque después las sigan haciendo con más descaro. Yo ni siquiera tengo el poder de sacar nada a la luz pública, pero así como sus patrullas apantallan a los pendejos, también mi gafete de prensa los apantalla, porque eso son: pendejos.
Llego a mi casa y me refugio en la lectura. No hay indicios de que el sol se asome hoy. Tampoco la esperanza.
“¿Área de fumar o no fumar?”, preguntó la mesera del restaurante al día siguiente, el día de mi cumpleaños. “¿Qué no todas las áreas ya son áreas de no fumar?”, dije. "No, aquí no, señor”, concluyó sonriendo.
¿Cómo no burlarse de esta ciudad y los micos que la habitan? ¿Cómo no despreciarla y añorar el primer mundo? Si hasta el D.F. es primer mundo, imaginen entonces cómo estará de jodida la cosa en este pinche rancho apestoso.
Los regiomontanos se la pasan hablando despectivamente de la gente de fuera, de los chilangos sobre todo, y se la pasan soñando con ser “potencia” y en que la mamada ésa del "amero" venga a rescatarnos, pero no pueden respetar una regla bofa, una ley tan básica como el respeto al prójimo.
Cae la tarde. Tráfico. Vehicular, de influencias y de estupefacientes. Patrullas de lujo que sirven para maquillar la sombra de la delincuencia que lo cubre todo en todas direcciones. Sólo los imbéciles se apantallan al verlas y al creer que sirven para algo. Nada más quienes las tripulan se sienten grandes arriba de ellas porque son pequeños por dentro y por fuera. Siempre lo serán.
Cielo sin cielo y una lluvia que lo empeora todo. No hay indicio de que el sol se asome, tampoco la esperanza.
“Era alto total, joven… su licencia”. “Pero no venía nadie, oficial, crucé con precaución”, trato de defenderme. “Pero era alto total, joven. Su licencia”.
Miro hacia un punto indeterminado mientras el tipo hace como que lee mi permiso para conducir, esperando que saque un billete que evite la multa y le complete la cuota de mordidas del día. Yo sólo pienso en mil y una maneras de cocinar al puto cerdo que tengo enfrente. Lo imagino colgado de cabeza, con ganchos atravesándole los tobillos, como en los mataderos.
“De seguro tú, marrano iletrado, estás trabajando por una mejor cultura vial, por hacer que los ciudadanos respetemos las leyes y por mejorar este país. Sí, cómo no”. Nadie cree en las autoridades. Sólo las autoridades, que se la pasan autoengañándose, creen en ellas.
A simple vista uno lo ve: todos son feos, panzones, de tez casi morada, arrogantes, ignorantes y mal pagados: requisitos básicos para ser un ladrón. Si fueran bien parecidos, blancos, panzones, arrogantes, adinerados y déspotas, también serían ladrones, pero de cuello blanco.
“Deme chance, oficial, voy un poco tarde al trabajo”. "¿Dónde trabaja?", pregunta. "En un periódico", y le muestro el gafete. Se achica y me mira con sospecha. “¿Me está charoleando?”, dice desafiante. “No, oficial, le estoy diciendo a dónde me dirijo y el motivo de la falta que cometí”. Me devuelve la licencia con mirada perdonavidas. En el fondo les da miedo que les saquen sus porquerías a la luz pública. No les conviene. Salen perdiendo. Aunque después las sigan haciendo con más descaro. Yo ni siquiera tengo el poder de sacar nada a la luz pública, pero así como sus patrullas apantallan a los pendejos, también mi gafete de prensa los apantalla, porque eso son: pendejos.
Llego a mi casa y me refugio en la lectura. No hay indicios de que el sol se asome hoy. Tampoco la esperanza.
sábado, octubre 25, 2008
viernes, octubre 24, 2008
Bitácora de un Ermitaño
Se van a cumplir 2 meses desde que me cambié de casa. Ya me acostumbré a no tener televisión, teléfono ni Internet. El plan de volverme aún más ermitaño de lo que era y prescindir de cosas que no considero necesarias va viento en popa.
He leído 8 libros y cocino más. También trabajo más y no me distraigo en pendejadas. Planté tomates y pepinos en macetas y ya se están dando. Tengo una bolsa negra, de las grandes, llena de latas de refresco y cerveza. De perdido me dan 80 pesos por ella. Tengo otra con envases de plástico, pero ignoro a cuánto esté el kilo.
El sábado llegaron dos niñas. Les llamó la atención Cucho, mi perro, que jugaba en la cochera. “¿Es de usté?”, “¿cómo se llama?”, “¿no muerde?”, “¿podemos jugar con él?”. Sonreí. Salió la mamá a buscar al par de gorditas. Me miró con sospecha al ver que sus hijas platicaban conmigo. Le di las buenas tardes amablemente cuando se acercó para que no creyera que soy un depravado, violador, pederasta, mal vecino o puto por vivir sólo con mi perro. También se puso a acariciar al Cucho. El Cucho estaba feliz.
Ayer por la mañana vino la vecina de a lado a presentarse. Me dijo que el árbol de afuera tiene plaga y van a podarle las ramas, que si podía mover mi coche para que no le fueran a caer encima. Lo moví. Miré cómo la vecina le hacía señas a su hija –una emo de unos 13 años-, señas de que se acercara. La emo de 13 años se asomaba por la reja y se escondía. “Le dije a mi hija que viniera a decirle que moviera su carro, pero le da pena con usted porque dice que está guapo”. Sonreí. Cucho miraba con las orejas en alerta, como de murciélago. Volteé y la emo ya no estaba. La imaginé sonrojada en su habitación, mirándome como acechadora desde una abertura en la persiana.
Llego a mi casa por la tarde y la emo de 13 años está afuera de la reja. Se pone de pie toda nerviosilla cuando me ve. Hace como que mira hacia otro lado y toma su patineta negra con calaveras. Bajo del coche, abro el portón de forja y la emo pasa montada en su patineta. Se pone a hacer piruetas a unos metros de mí. ¡Cosita! Cree que a los hombres nos gusta que las mujeres nos impresionen haciendo piruetas en patineta, snif.
Antes de abrir la puerta le echo un ojo a las matas de tomate y pepino. En unos meses me haré mis propias ensaladas. Entro a mi casa. El murmullo del acuario lo inunda todo. Alimento a los peces. También limpio el vidrio y checo la temperatura. Me sirvo una ensalada –comprada- con el aderezo de cilantro que me hace mi mamá. Sí, ya sé que ya estoy grandecito, pero mi mamá todavía me cocina las cosas que le pido porque a mí no me salen como a ella.
Me tumbo en el sillón y abro el noveno libro en la página 113. La lectura se mezcla con el rostro de ella. Mejor me pongo a pensar en ella hasta quedarme dormido.
He leído 8 libros y cocino más. También trabajo más y no me distraigo en pendejadas. Planté tomates y pepinos en macetas y ya se están dando. Tengo una bolsa negra, de las grandes, llena de latas de refresco y cerveza. De perdido me dan 80 pesos por ella. Tengo otra con envases de plástico, pero ignoro a cuánto esté el kilo.
El sábado llegaron dos niñas. Les llamó la atención Cucho, mi perro, que jugaba en la cochera. “¿Es de usté?”, “¿cómo se llama?”, “¿no muerde?”, “¿podemos jugar con él?”. Sonreí. Salió la mamá a buscar al par de gorditas. Me miró con sospecha al ver que sus hijas platicaban conmigo. Le di las buenas tardes amablemente cuando se acercó para que no creyera que soy un depravado, violador, pederasta, mal vecino o puto por vivir sólo con mi perro. También se puso a acariciar al Cucho. El Cucho estaba feliz.
Ayer por la mañana vino la vecina de a lado a presentarse. Me dijo que el árbol de afuera tiene plaga y van a podarle las ramas, que si podía mover mi coche para que no le fueran a caer encima. Lo moví. Miré cómo la vecina le hacía señas a su hija –una emo de unos 13 años-, señas de que se acercara. La emo de 13 años se asomaba por la reja y se escondía. “Le dije a mi hija que viniera a decirle que moviera su carro, pero le da pena con usted porque dice que está guapo”. Sonreí. Cucho miraba con las orejas en alerta, como de murciélago. Volteé y la emo ya no estaba. La imaginé sonrojada en su habitación, mirándome como acechadora desde una abertura en la persiana.
Llego a mi casa por la tarde y la emo de 13 años está afuera de la reja. Se pone de pie toda nerviosilla cuando me ve. Hace como que mira hacia otro lado y toma su patineta negra con calaveras. Bajo del coche, abro el portón de forja y la emo pasa montada en su patineta. Se pone a hacer piruetas a unos metros de mí. ¡Cosita! Cree que a los hombres nos gusta que las mujeres nos impresionen haciendo piruetas en patineta, snif.
Antes de abrir la puerta le echo un ojo a las matas de tomate y pepino. En unos meses me haré mis propias ensaladas. Entro a mi casa. El murmullo del acuario lo inunda todo. Alimento a los peces. También limpio el vidrio y checo la temperatura. Me sirvo una ensalada –comprada- con el aderezo de cilantro que me hace mi mamá. Sí, ya sé que ya estoy grandecito, pero mi mamá todavía me cocina las cosas que le pido porque a mí no me salen como a ella.
Me tumbo en el sillón y abro el noveno libro en la página 113. La lectura se mezcla con el rostro de ella. Mejor me pongo a pensar en ella hasta quedarme dormido.
jueves, octubre 23, 2008
miércoles, octubre 22, 2008
Más reunioncitas
Siempre he pensado que entre el montón de sucesos que hacen de esta vida un accidente todavía más aburrido e insoportable de lo que ya es, está cuando los amigos se casan.
Una de entre las muchas cosas que este evento acarrea –y podría decir que es la menos importante y la más inmadura- es que desaparecen las míticas pedas de fin de semana (o entre semana).
Aquellas borracheras que parecían planeadas en el mismísimo culo del diablo terminan por convertirse en reuniones ñoñas de parejas a las que también van sobrinitos, tíos, cuñados, concuños, primos y la esposa del compa recién casado se la pasa poniendo portavasos en las mesas para que los Squirt de toronja no dejen arillos de agua sobre el vidrio.
El armónico desorden de las pachangas de antaño, donde se bebía hasta el agua de las macetas, pasa de moda y ya no es bien visto, por lo que se implementa un Feng shui de buen gusto que nomás no atrae a los jóvenes de corazón, como yo, snif.
Las mesas plegadizas, donde antes se ponía el montón de refrescos y las bolsas de botana, se cambian por mesas con mantel (¡mantel!) donde hay ristras de vasos bien ordenaditas de algún color que le combine al mantel. Los hielos ya nadie los agarra directo de la bolsa de plástico y con la mano: ahora los ponen en una vasija con tapa con unas pincitas metálicas muy mariconas por un lado. ¡Qué horror!
Lo único bueno de estos convivios es que ahora sí la música está a un volumen más adecuado para platicar, pero lo malo es que siempre ponen a Chakira, Alejandro Sanz, Chayanne o al Putrillo Fernández.
Lo que da más ternurita es ver que nuestro compa, el recién casado, el que era un cabrón y de gustos sofisticados -según él-, es el que pone esos discos de “gustos más universales” -según él-, para que la fiesta “se ambiente”, -según él- y los tíos, primos, sobrinos y demás colados que antes ni iban a esas fiestas, estén a gusto. Uy, sí.
Así como he jurado que en mi vida volveré a pisar un Starbucks (y lo he cumplido, salvo las veces que por unanimidad hacen ahí las juntas de trabajo, ¡malditos!), también he jurado y he dicho que chingo a mi madre si vuelvo a ir a una de esas reunioncitas de amigos casados o con hijos. Pero la amistad es la amistad, ay, snif, y he tenido muchas de estas madres últimamente.
Bueno, de jodido sirven para escribir cuando uno no anda inspirado.
Una de entre las muchas cosas que este evento acarrea –y podría decir que es la menos importante y la más inmadura- es que desaparecen las míticas pedas de fin de semana (o entre semana).
Aquellas borracheras que parecían planeadas en el mismísimo culo del diablo terminan por convertirse en reuniones ñoñas de parejas a las que también van sobrinitos, tíos, cuñados, concuños, primos y la esposa del compa recién casado se la pasa poniendo portavasos en las mesas para que los Squirt de toronja no dejen arillos de agua sobre el vidrio.
El armónico desorden de las pachangas de antaño, donde se bebía hasta el agua de las macetas, pasa de moda y ya no es bien visto, por lo que se implementa un Feng shui de buen gusto que nomás no atrae a los jóvenes de corazón, como yo, snif.
Las mesas plegadizas, donde antes se ponía el montón de refrescos y las bolsas de botana, se cambian por mesas con mantel (¡mantel!) donde hay ristras de vasos bien ordenaditas de algún color que le combine al mantel. Los hielos ya nadie los agarra directo de la bolsa de plástico y con la mano: ahora los ponen en una vasija con tapa con unas pincitas metálicas muy mariconas por un lado. ¡Qué horror!
Lo único bueno de estos convivios es que ahora sí la música está a un volumen más adecuado para platicar, pero lo malo es que siempre ponen a Chakira, Alejandro Sanz, Chayanne o al Putrillo Fernández.
Lo que da más ternurita es ver que nuestro compa, el recién casado, el que era un cabrón y de gustos sofisticados -según él-, es el que pone esos discos de “gustos más universales” -según él-, para que la fiesta “se ambiente”, -según él- y los tíos, primos, sobrinos y demás colados que antes ni iban a esas fiestas, estén a gusto. Uy, sí.
Así como he jurado que en mi vida volveré a pisar un Starbucks (y lo he cumplido, salvo las veces que por unanimidad hacen ahí las juntas de trabajo, ¡malditos!), también he jurado y he dicho que chingo a mi madre si vuelvo a ir a una de esas reunioncitas de amigos casados o con hijos. Pero la amistad es la amistad, ay, snif, y he tenido muchas de estas madres últimamente.
Bueno, de jodido sirven para escribir cuando uno no anda inspirado.
martes, octubre 21, 2008
El Putómetro
Existen humanos que tienen muy desarrollado su “Putómetro”. Yo me considero uno de ellos.
El Putómetro es ese radar –como un tercer ojo o un sexto sentido- que detecta con facilidad a los hombres que gustan de comerse a otros hombres, y no me refiero a los míticos caníbales.
El Putómetro es esa habilidad sensorial que tienen ciertas personas y consiste en ver a un güey y, en menos de lo que canta Juan Gabriel, darse cuenta -por su tono de voz, movimientos y modales- que es “comelonches”.
Por otro lado, existen mujeres que, inexplicablemente, no desarrollan esa capacidad y se enamoran de sus amiguitos gays por "comprenderlas" y por su buen gusto para vestir.
Hace tiempo, en uno de esos trabajos pedorros que alguna vez tuve, conocí a un morro buena onda que en un principio me pareció “golosón”, pues era “delicado” y “muy propio”, pero no caía en el amaneramiento exagerado y delator de “las locas”, por lo que me hacía dudar si se la comía cruda o no.
Una vez que pasé por su cubículo (¡auch!… éso se leyó feo) vi que tenía como protector de pantalla unas fotos de la Britney Spears enseñando los jamones.
“Me equivoqué, fui prejuicioso; el Putómetro me falló”, pensé de inmediato, y acepté mi error con vergüenza.
Ya con más confianza y sin temor a que el morro se me fuera a tirar encima debido a mi guapura universal, le dije:
-Uhfaaa... esas fotos de la Britney no las había visto… -exclamé cual coyote saboreándose al correcaminos.
-¿Te gusta Britney Spears? -preguntó.
-No me gusta, pero se me hace que está bien buenota.
-¡Y aparte baila bruto! -dijo.
¿BAILA BRUTO? ¿En eso se fija? ¿En que baila chido? Dios mío (y eso que, ay, snif, soy ateo).
Mi Putómetro no me había traicionado y funcionaba a la perfección. Respiré aliviado, pues no era un ser prejuicioso, sino alguien con el Putómetro desarrollado.
Pasó el tiempo, dejé aquel trabajo y una que otra vez vi a mi ex compañero en un programa de televisión; sí: bailando.
Luego resultó que el susodicho es amigo de una amiga.
Hace una semana me enteré que "Britno Espirs" se va a casar con una mujer. ¡Con una mujer!
Alguien préstele su Putómetro a la pobre mujer con quien contraerá nupcias.
El Putómetro es ese radar –como un tercer ojo o un sexto sentido- que detecta con facilidad a los hombres que gustan de comerse a otros hombres, y no me refiero a los míticos caníbales.
El Putómetro es esa habilidad sensorial que tienen ciertas personas y consiste en ver a un güey y, en menos de lo que canta Juan Gabriel, darse cuenta -por su tono de voz, movimientos y modales- que es “comelonches”.
Por otro lado, existen mujeres que, inexplicablemente, no desarrollan esa capacidad y se enamoran de sus amiguitos gays por "comprenderlas" y por su buen gusto para vestir.
Hace tiempo, en uno de esos trabajos pedorros que alguna vez tuve, conocí a un morro buena onda que en un principio me pareció “golosón”, pues era “delicado” y “muy propio”, pero no caía en el amaneramiento exagerado y delator de “las locas”, por lo que me hacía dudar si se la comía cruda o no.
Una vez que pasé por su cubículo (¡auch!… éso se leyó feo) vi que tenía como protector de pantalla unas fotos de la Britney Spears enseñando los jamones.
“Me equivoqué, fui prejuicioso; el Putómetro me falló”, pensé de inmediato, y acepté mi error con vergüenza.
Ya con más confianza y sin temor a que el morro se me fuera a tirar encima debido a mi guapura universal, le dije:
-Uhfaaa... esas fotos de la Britney no las había visto… -exclamé cual coyote saboreándose al correcaminos.
-¿Te gusta Britney Spears? -preguntó.
-No me gusta, pero se me hace que está bien buenota.
-¡Y aparte baila bruto! -dijo.
¿BAILA BRUTO? ¿En eso se fija? ¿En que baila chido? Dios mío (y eso que, ay, snif, soy ateo).
Mi Putómetro no me había traicionado y funcionaba a la perfección. Respiré aliviado, pues no era un ser prejuicioso, sino alguien con el Putómetro desarrollado.
Pasó el tiempo, dejé aquel trabajo y una que otra vez vi a mi ex compañero en un programa de televisión; sí: bailando.
Luego resultó que el susodicho es amigo de una amiga.
Hace una semana me enteré que "Britno Espirs" se va a casar con una mujer. ¡Con una mujer!
Alguien préstele su Putómetro a la pobre mujer con quien contraerá nupcias.
lunes, octubre 20, 2008
Evento y tiras
Aquí está una foto del evento del sábado. De izquierda a derecha: Guffo, degustando "una copa de buen vino", como dirían los culturosos; al centro, el Ing. Toncho, lector de ¡#$%&!Cómics que nos visitó desde Guadalajara (esos sí son fans, no chingaderas... si quieren crecer altotes y juertotes como él, lean ¡#$%&!Cómics), y Kabeza, sonriente porque con la mano que tengo libre le estoy pellizcando una nalguita.
Gracias a todos los que fueron, a los organizadores, a los que nos echaron la mano, a la familia y a la lluvia, que no dejó de joder en toda la noche, snif. Ahí luego les digo dónde hay más fotos, para que se masturben viendo ñoños.
Aquí los dejo con 3 tiras de La Neta del Planeta:
Gracias a todos los que fueron, a los organizadores, a los que nos echaron la mano, a la familia y a la lluvia, que no dejó de joder en toda la noche, snif. Ahí luego les digo dónde hay más fotos, para que se masturben viendo ñoños.
Aquí los dejo con 3 tiras de La Neta del Planeta:
sábado, octubre 18, 2008
Aquí no hay post, pero en otro lado sí...
Váyanse a esta página, donde escribí un "poste" retebonito y harto jocoso (bueno, eso dice mi abuelita, pero ya ven que las abuelitas le echan flores hasta al más feo de sus nietos, snif). Mi post es el que está abajito del de Salaverga (ay, qué groserito...)
jueves, octubre 16, 2008
miércoles, octubre 15, 2008
Donde se posa la mirada perdida...
Jamás me han incomodado los silencios largos, sin embargo, lo rompiste.
-Siempre tienes la mirada perdida… Quién sabe en dónde…. Y no es reproche, te lo juro; nada más quisiera que algún día me dijeras en qué estás pensando… que algún día pudieras llevarme ahí… donde estás tan a gusto sin nadie… sin mí.
Recuperé el sentido. Tus palabras me jalaron y metieron de golpe en la realidad de aquella noche serena. Te abracé.
Y sí, lo acepto: andaba vagando por ahí. Remando en un pantano de Oaxaca. Dormido en el vagón de un tren que cruza la sierra nevada de Chihuahua. Caminando descalzo por una playa limpia y llena de conchas. Arrastrando maletas en un hostal con pasillos a media luz en Brujas. En el elevador de la torre Eiffel. En un callejón empedrado con bicicletas por todos lados en Ámsterdam. Haciéndome entender con un nigeriano en un andén de trenes en Londres. Descifrando el mapa de un zoológico para encontrar la jaula de los leopardos de las nieves. En un avión de regreso con barba de 15 días y los bolsillos vacíos. Cenando en los tacos más ricos y más baratos del mundo. Perdido en el fondo de una cacerola con agua hirviendo y pasta. En un juego de Scrabble. En una mesa puesta para cenar, con galletas saladas, atún con chile, tomate y cebolla y vino espumoso de ése que a nadie le gusta.
-Por favor no vuelvas a decirme que estoy en un lugar tan a gusto sin ti –respondí.
-Siempre tienes la mirada perdida… Quién sabe en dónde…. Y no es reproche, te lo juro; nada más quisiera que algún día me dijeras en qué estás pensando… que algún día pudieras llevarme ahí… donde estás tan a gusto sin nadie… sin mí.
Recuperé el sentido. Tus palabras me jalaron y metieron de golpe en la realidad de aquella noche serena. Te abracé.
Y sí, lo acepto: andaba vagando por ahí. Remando en un pantano de Oaxaca. Dormido en el vagón de un tren que cruza la sierra nevada de Chihuahua. Caminando descalzo por una playa limpia y llena de conchas. Arrastrando maletas en un hostal con pasillos a media luz en Brujas. En el elevador de la torre Eiffel. En un callejón empedrado con bicicletas por todos lados en Ámsterdam. Haciéndome entender con un nigeriano en un andén de trenes en Londres. Descifrando el mapa de un zoológico para encontrar la jaula de los leopardos de las nieves. En un avión de regreso con barba de 15 días y los bolsillos vacíos. Cenando en los tacos más ricos y más baratos del mundo. Perdido en el fondo de una cacerola con agua hirviendo y pasta. En un juego de Scrabble. En una mesa puesta para cenar, con galletas saladas, atún con chile, tomate y cebolla y vino espumoso de ése que a nadie le gusta.
-Por favor no vuelvas a decirme que estoy en un lugar tan a gusto sin ti –respondí.
lunes, octubre 13, 2008
sábado, octubre 11, 2008
Una vez hubo truchas...
Te recostaste en el sillón frente al acuario. Apagué las luces de la sala. Quería mostrarte lo bonito que se ve el tanque de peces por las noches, con nada más que su lámpara encendida.
-¿No serían más felices en el mar? -dijiste.
-No son de mar, preciosa, son de agua dulce.
-Bueno... ¿no serían más felices en un río?
-Esos peces los crían en granjas, en tanques; no los sacan de su hábitat para ponerlos en peceras, como a los peces de mar... esos sí que pobrecitos.
-¿Y no serían más felices en una casa más grande?
-Para su tamaño, treinta galones de agua es un espacio muy grande.
-Ah... -dijiste no muy convencida de mis respuestas.
-Pero yo insisto en que serían más felices si los echas en un río.
-Todos los ríos están contaminados, mi cielo... desgraciadamente.
-¿Entonces crees que ahí dentro son felices?
-Sí, preciosa, son muy felices...
Por fin sonreíste y te quedaste dormida mirando su apacible nado. Tomé el libro que reposaba en el otro sillón y lo abrí en su última página:
"Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio."
-¿No serían más felices en el mar? -dijiste.
-No son de mar, preciosa, son de agua dulce.
-Bueno... ¿no serían más felices en un río?
-Esos peces los crían en granjas, en tanques; no los sacan de su hábitat para ponerlos en peceras, como a los peces de mar... esos sí que pobrecitos.
-¿Y no serían más felices en una casa más grande?
-Para su tamaño, treinta galones de agua es un espacio muy grande.
-Ah... -dijiste no muy convencida de mis respuestas.
-Pero yo insisto en que serían más felices si los echas en un río.
-Todos los ríos están contaminados, mi cielo... desgraciadamente.
-¿Entonces crees que ahí dentro son felices?
-Sí, preciosa, son muy felices...
Por fin sonreíste y te quedaste dormida mirando su apacible nado. Tomé el libro que reposaba en el otro sillón y lo abrí en su última página:
"Una vez hubo truchas en los arroyos de la montaña. Podías verlas en la corriente ambarina allí donde los bordes blancos de sus aletas se agitaban suavemente en el agua. Olían a musgo en las manos. Se retorcían, bruñidas y musculosas. En sus lomos había dibujos vermiformes que eran mapas del mundo en su devenir. Mapas y laberintos. De una cosa que no tenía vuelta atrás. Ni posibilidad de arreglo. En las profundas cañadas donde vivían todo era más viejo que el hombre y murmuraba misterio."
viernes, octubre 10, 2008
Por ti...
No sé si alguna vez hayan visto o escuchado los anuncios de la cerveza Tecate. Esa publicidad que dice: "Por los que nunca olvidan las fechas importantes", "Por los que las prefieren chaparritas", etc. O esos otros donde un güey pide un deseo y desaparece a su vieja y aparece a otra más buena; o el de un güey que llega a la cantina con su mujer y hace que todos los presentes se encueren para que su mujer compruebe que no hay viejas; o el otro donde un bato hace como que escucha a su mujer, le responde cualquier pendejada y ésta se retira llorando, para después poner su cara de pendejo de "¿y ahora qué dije?".
Sí, lo sé, son muy ingeniosos y muy jocosos y nos hacen ver bien hombres a los que somos bien hombres y todos decimos: "Ay, sicierto, así somos los hombres, jojo".
Hace poco vi unos anuncios nuevos que decían: "Por los que no cambian el rollo de papel", y sale un morro con mirada desafiante con el cilindro de cartón de papel palfundillo en la mano; y otro que decía: "Por los que no le ponen la tapa a la pasta dental", o algo así, el caso es que el güey agarra la pasta y avienta la tapita a la chingada.
Juro que me sentí como las pinches viejas esas que hacen pedo cuando en la publicidad las hacen ver como objetos sexuales. Y por fin las entendí. Y no porque esa publicidad de Tecate haga ver al hombre como objeto sexual, sino porque nos hace ver como imbéciles. Porque una cosa es ser muy hombre y otra es ser un pendejo.
¿Qué sigue? ¿"Por los que se la meten por el culo a sus viejas aunque no quiera"?, ¿"Por los que le ponen sus chingazos cuando no les hace de cenar"? ¿"Por los que tienen hijos regados por todos lados y no les pasan pensión"?
Ahí deben de andar los anuncios en la red. La campaña se llama "Por Ti"; ahí ustedes dirán qué les parece.
Por otro lado: Me invitaron a colaborar en este blog colectivo todos los sábados. A ver si les gusta.
Sí, lo sé, son muy ingeniosos y muy jocosos y nos hacen ver bien hombres a los que somos bien hombres y todos decimos: "Ay, sicierto, así somos los hombres, jojo".
Hace poco vi unos anuncios nuevos que decían: "Por los que no cambian el rollo de papel", y sale un morro con mirada desafiante con el cilindro de cartón de papel palfundillo en la mano; y otro que decía: "Por los que no le ponen la tapa a la pasta dental", o algo así, el caso es que el güey agarra la pasta y avienta la tapita a la chingada.
Juro que me sentí como las pinches viejas esas que hacen pedo cuando en la publicidad las hacen ver como objetos sexuales. Y por fin las entendí. Y no porque esa publicidad de Tecate haga ver al hombre como objeto sexual, sino porque nos hace ver como imbéciles. Porque una cosa es ser muy hombre y otra es ser un pendejo.
¿Qué sigue? ¿"Por los que se la meten por el culo a sus viejas aunque no quiera"?, ¿"Por los que le ponen sus chingazos cuando no les hace de cenar"? ¿"Por los que tienen hijos regados por todos lados y no les pasan pensión"?
Ahí deben de andar los anuncios en la red. La campaña se llama "Por Ti"; ahí ustedes dirán qué les parece.
Por otro lado: Me invitaron a colaborar en este blog colectivo todos los sábados. A ver si les gusta.
jueves, octubre 09, 2008
miércoles, octubre 08, 2008
martes, octubre 07, 2008
lunes, octubre 06, 2008
Pensamiento de inicio de semana
Sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo...
...Sembrar un árbol en un país donde las casas no tienen patio y las áreas verdes desaparecen para construir más casas sin patio y edificios con apartamentos...
...Escribir un libro en un país donde la población no lee por huevona, porque no le interesa o porque no sabe...
...Tener un hijo que, si no viene a cambiar todo lo anterior, de nada sirve haberlo tenido...
...Sembrar un árbol en un país donde las casas no tienen patio y las áreas verdes desaparecen para construir más casas sin patio y edificios con apartamentos...
...Escribir un libro en un país donde la población no lee por huevona, porque no le interesa o porque no sabe...
...Tener un hijo que, si no viene a cambiar todo lo anterior, de nada sirve haberlo tenido...
sábado, octubre 04, 2008
viernes, octubre 03, 2008
jueves, octubre 02, 2008
Un año, snif.
Ya salió la número 12 de ¡#$%&! Cómics. Cumplimos un año de publicación gratuita y de contar con el apoyo de instituciones y artistas muy chingones. Vienen cosas muy chidas para este segundo año. Pronto les avisaré de nuevas suscripciones, del evento/expo/tocada/convivio/firma de autógrafos que habrá el 16 de octubre y de todas las revistas y souvenirs que regalaremos en dicho pachangón (porque la cultura debe ser gratuita, aunque sea en forma de cómic, ¡ajúa!).
La portada es de Bachan. En ella aparece el Bulbo y mis personajes del Escuadrón Retro. Un honor bien honorable, snif.
Saludos.
La portada es de Bachan. En ella aparece el Bulbo y mis personajes del Escuadrón Retro. Un honor bien honorable, snif.
Saludos.