Hoy no se trabaja. Mejor dense una vuelta por Big Blogger, ahí sí me pusieron a trabajar porque son bien negreros como en las maquiladoras de la frontera y escribí un bonito escrito bien escribido que, por cierto, no me van a pagar como día festivo ni con el aumento de un pesote con noventa centavotes al salario mínimo. Esto es puro amor al arte, razaaa.
Buen año 2007 para todos.
"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
domingo, diciembre 31, 2006
lunes, diciembre 25, 2006
Ventaneando a doña Tere en calzones
Esa noche, como todas las demás, fuimos a espiar a doña Tere. Bueno, en realidad teníamos ya mucho tiempo de no balconearla porque su esposo casi nos cacha una vez que llegó temprano del trabajo y escuchó ruidos en el pasillo que daba al patio, donde estaba la ventana de su cuarto. Recuerdo que saltamos despavoridos por la barda que daba al lote baldío cuando escuchamos el grito de “¡¿Quién chingados anda ahí!?”. El Chompi, que era el más chaparro de la cuadra, se lastimó un pie al saltar desde lo alto del muro y caer sobre un block roto. Me acuerdo que se le hinchó bien gacho y se le puso todo morado. Eso sí: el marido de doña Tere nunca nos descubrió y nadie supo la verdadera razón de la pata de elefante del Chompi. "Jugando fútbol... me torcí", decía.
Esa noche –noche de navidad, por cierto ( si ya sé que ya ni la chingamos)- decidimos volver. Es que teníamos que ir esa noche a huevo porque días antes habían estado los camiones de la mudanza subiendo muebles en la casa de doña Tere. Faltaba muy poco para que la señora Tere y sus nalgotas se fueran del barrio y no podíamos perder ni una oportunidad. Esa noche podía ser la última vez que la veríamos en calzones, tranquilamente, sin que su esposo llegara a estropearnos el momento.
Entramos por la cochera y recorrimos el pasillo que rodeaba la casa hasta llegar al patio, donde estaba la ventana de su cuarto. La señora Tere estaba dormida. Chin… qué mala suerte. Vimos que se movió entre las sábanas varias veces, pero en ningún momento se puso de pie. En eso, el Cometomates, amigo de la colonia que se había ganado ese apodo por tragarse los tomates como si fueran manzanas, dijo: “Mi mamá tiene el teléfono de doña Tere. Chinguesumadre, le voy a marcar y a colgar para que se pare. Oí que mi mamá dijo que ya se van mañana de esta casa, que compraron una casota bien grande en un barrio de ricos”.
Corrió el Cometomates a su casa. Nosotros mirábamos atentos por la ventana. Minutos después: “Riiiiiiiiing… riiiiiing…” Y que se para doña Tere de la cama y que todo se vuelve en cámara lenta y en silencio. Y ahí iban esas nalgas blancas que se temblaban suavecito con cada pisadas; ahí iba la primera mujer que habíamos visto en calzones en carne y hueso -en vivo- y no en las revistas con páginas duras que escondía el hermano del Chompi bajo el colchón, que ni porno eran. Pinche hermano del Chompi cachondo, se la jalaba viendo Tv y Novelas y Vanidades.
“Bueno… ¿bueeeno?”, dijo doña Tere con dulce voz, con esa voz con la que siempre nos saludaba y no imaginaba que la espiábamos. Colgó de nuevo el auricular y volvió a la cama. En eso, llegó corriendo el Cometomates, jadeando, y le hicimos un lugar para que alcanzara a ver por última vez las nalgas de doña Tere.
Debo admitir que el Cometomates era un genio.
Después me sentí un poco mal por haber ventaneado a la señora el día en que el niñito Jesús nació, pero, al entrar a mi casa y ver en el nacimiento al niñito Chuyito encuerado, se me quitó el remordimiento, pues pensé que alguien que se hace llamar el hijo de Dios y anda enseñando las verijas no puede enojarse con alguien que ve a una mujer en calzones.
Esa noche –noche de navidad, por cierto ( si ya sé que ya ni la chingamos)- decidimos volver. Es que teníamos que ir esa noche a huevo porque días antes habían estado los camiones de la mudanza subiendo muebles en la casa de doña Tere. Faltaba muy poco para que la señora Tere y sus nalgotas se fueran del barrio y no podíamos perder ni una oportunidad. Esa noche podía ser la última vez que la veríamos en calzones, tranquilamente, sin que su esposo llegara a estropearnos el momento.
Entramos por la cochera y recorrimos el pasillo que rodeaba la casa hasta llegar al patio, donde estaba la ventana de su cuarto. La señora Tere estaba dormida. Chin… qué mala suerte. Vimos que se movió entre las sábanas varias veces, pero en ningún momento se puso de pie. En eso, el Cometomates, amigo de la colonia que se había ganado ese apodo por tragarse los tomates como si fueran manzanas, dijo: “Mi mamá tiene el teléfono de doña Tere. Chinguesumadre, le voy a marcar y a colgar para que se pare. Oí que mi mamá dijo que ya se van mañana de esta casa, que compraron una casota bien grande en un barrio de ricos”.
Corrió el Cometomates a su casa. Nosotros mirábamos atentos por la ventana. Minutos después: “Riiiiiiiiing… riiiiiing…” Y que se para doña Tere de la cama y que todo se vuelve en cámara lenta y en silencio. Y ahí iban esas nalgas blancas que se temblaban suavecito con cada pisadas; ahí iba la primera mujer que habíamos visto en calzones en carne y hueso -en vivo- y no en las revistas con páginas duras que escondía el hermano del Chompi bajo el colchón, que ni porno eran. Pinche hermano del Chompi cachondo, se la jalaba viendo Tv y Novelas y Vanidades.
“Bueno… ¿bueeeno?”, dijo doña Tere con dulce voz, con esa voz con la que siempre nos saludaba y no imaginaba que la espiábamos. Colgó de nuevo el auricular y volvió a la cama. En eso, llegó corriendo el Cometomates, jadeando, y le hicimos un lugar para que alcanzara a ver por última vez las nalgas de doña Tere.
Debo admitir que el Cometomates era un genio.
Después me sentí un poco mal por haber ventaneado a la señora el día en que el niñito Jesús nació, pero, al entrar a mi casa y ver en el nacimiento al niñito Chuyito encuerado, se me quitó el remordimiento, pues pensé que alguien que se hace llamar el hijo de Dios y anda enseñando las verijas no puede enojarse con alguien que ve a una mujer en calzones.
FIN
Dense una vuelta por Big Blogger, hay una encuesta nueva en la que pueden votar y un post nuevo que pueden disfrutar.
Y también aquí les dejo una tira cómica de fin de año:
jueves, diciembre 21, 2006
De una vez les deseo lo mejor
El libro de Chistes Alowey va lento pero seguro. Tardará un poquito más en salir porque se le añadieron páginas, se le pondrá un prólogo bien rollero que mi colega Kabeza me hizo el honor de escribir y se le darán acabados al papel bien chiros, acá como los espejitos que nos cambiaban los españoles por oro. Espero que para el 15 de enero ya tenga los millones de ejemplares en mis manos.
Ya tengo los datos de varia raza, pero me faltan todavía. Mándenme un mail por favor para que me confirmen cuántos libros van a querer y decirles lo del depósito y la fecha de entrega. El costo va a ser de 50 pesos más gastos de envío (que serían unos 15 pesitos más... a menos que encuentre una mensajería más barata, snif). Si conocen a raza que le guste leer mugrero o tienen amigochos que tengan mal gusto y quieran el libro en su ciudad, pues les mando varios en un mismo paquete y así no paguan tantos envíos. Ahí nomás ustedes los reparten o los queman en alguna misa negra. Por lo pronto, aquí les dejo un Chiste Alowey:
Aquí les dejo una tira cómica predecible, pero navideña, por si ya no los veo en estos días de posadas, pasadas, borrachera y tragadera eterna.
Que la pasen de lujo esta navidad todos y cada uno de ustedes, mis queridos lectores, snif, que se toman la molestia de pasar por este humilde pesebre cibernético cada que pueden. Saludos a todos, raza.
Ya tengo los datos de varia raza, pero me faltan todavía. Mándenme un mail por favor para que me confirmen cuántos libros van a querer y decirles lo del depósito y la fecha de entrega. El costo va a ser de 50 pesos más gastos de envío (que serían unos 15 pesitos más... a menos que encuentre una mensajería más barata, snif). Si conocen a raza que le guste leer mugrero o tienen amigochos que tengan mal gusto y quieran el libro en su ciudad, pues les mando varios en un mismo paquete y así no paguan tantos envíos. Ahí nomás ustedes los reparten o los queman en alguna misa negra. Por lo pronto, aquí les dejo un Chiste Alowey:
Aquí les dejo una tira cómica predecible, pero navideña, por si ya no los veo en estos días de posadas, pasadas, borrachera y tragadera eterna.
Que la pasen de lujo esta navidad todos y cada uno de ustedes, mis queridos lectores, snif, que se toman la molestia de pasar por este humilde pesebre cibernético cada que pueden. Saludos a todos, raza.
miércoles, diciembre 20, 2006
Moto
De morro yo quería una moto.
El grupo Menudo fue el culpable de meterme esa idea en la cabezota de globo de fiesta que desde aquel entonces tenía. Ese tema de "Súbete a mi moto" era pegajosísimo. Me acuerdo que hasta mis compas y yo jugábamos a ser Menudo y que yo siempre pedía ser Miguel porque era el que se veía menos puñal de todos.
Oyendo esa rolita me imaginaba por las calles de la ciudad a toda velocidad, subiéndome los lentes oscuros lentamente y cerrándoles el ojo a las niñas que paseaban en sus bicicletas con llantitas de prueba en el parque.
"Mejor te compro una pistola cargada", fue lo que me dijo mi padre cuando le externé mi inocente y costoso deseo motorizado. Aunque esta respuesta estuvo más bonita que la vez que le pregunté que a dónde le iba a ir a comprar los clavos y tuercas que me había encargado para arreglar un closet: "Pos ni modo que a la iglesia, pendejo", me dijo. Snif.
Total, el caso es que me di cuenta, por el ligero sarcasmo en su respuesta, que mi padre nunca me compraría una motocicleta y, como yo era un niño bastante inteligente, maquilé un plan perfecto. Le pediría la moto a Santa Clos, juarjuar, qué gran idea, mi padre se iba a chingar en su decisión.
Pero resultó que el viejo cabrón, barbón, panzón que siempre trae la misma ropa nunca me trajo la moto. Una de dos: o el gordo era muy tacaño o mi padre habló con él sin que yo me diera cuenta y le dijo que no me la regalara.
Nunca tuve la moto, y qué bueno. Ahora les tengo miedo, un miedo injustificado, pues nunca he manejado una de dos llantas y nadie que conozca –cercano a mí- se ha muerto en un accidente de esos.
A veces vivir con miedos infundados es algo bueno.
El grupo Menudo fue el culpable de meterme esa idea en la cabezota de globo de fiesta que desde aquel entonces tenía. Ese tema de "Súbete a mi moto" era pegajosísimo. Me acuerdo que hasta mis compas y yo jugábamos a ser Menudo y que yo siempre pedía ser Miguel porque era el que se veía menos puñal de todos.
Oyendo esa rolita me imaginaba por las calles de la ciudad a toda velocidad, subiéndome los lentes oscuros lentamente y cerrándoles el ojo a las niñas que paseaban en sus bicicletas con llantitas de prueba en el parque.
"Mejor te compro una pistola cargada", fue lo que me dijo mi padre cuando le externé mi inocente y costoso deseo motorizado. Aunque esta respuesta estuvo más bonita que la vez que le pregunté que a dónde le iba a ir a comprar los clavos y tuercas que me había encargado para arreglar un closet: "Pos ni modo que a la iglesia, pendejo", me dijo. Snif.
Total, el caso es que me di cuenta, por el ligero sarcasmo en su respuesta, que mi padre nunca me compraría una motocicleta y, como yo era un niño bastante inteligente, maquilé un plan perfecto. Le pediría la moto a Santa Clos, juarjuar, qué gran idea, mi padre se iba a chingar en su decisión.
Pero resultó que el viejo cabrón, barbón, panzón que siempre trae la misma ropa nunca me trajo la moto. Una de dos: o el gordo era muy tacaño o mi padre habló con él sin que yo me diera cuenta y le dijo que no me la regalara.
Nunca tuve la moto, y qué bueno. Ahora les tengo miedo, un miedo injustificado, pues nunca he manejado una de dos llantas y nadie que conozca –cercano a mí- se ha muerto en un accidente de esos.
A veces vivir con miedos infundados es algo bueno.
lunes, diciembre 18, 2006
La navidá ya no me enoja
Encabronarse en estas fechas ya se me hace una actitud muuuy de adolescente rebelde, espinilludo, de muñeca puñetera, codo de tenista y pelo largo. Yo ya aprendí a no enojarme en navidad porque ya me di cuenta qué es lo que me encabrona. Años atrás, el simple hecho de mencionar estas fiestas hacía que me pusiera más feo que el novio de Paulina Rubio.
No me enoja ese consumismo desmedido ni la actitud buena onda y ñoña –pero hipócrita- de la gente, me enfurece meterme a las tiendas, buscar estacionamiento, no encontrar estacionamiento, andar dando vueltas como pendejo buscando un lugar en el estacionamiento, entrar al centro comercial y escuchar el bullicio de la gente buscando regalos entre montones de ropa revuelta y hacer largas filas para pagar.
Por eso yo ya no hago corajes y soy más feliz que el especial navideño de Snoopy que pasan todos los pinches años en el canal 5, porque ya no voy de compras. De hecho ayer hablé bien neta con la Fabi y, como el hombre de huevos que soy, después de lavar los platos y secarme las manos (que por cierto me quedaron bien lisitas con el nuevo Axion jugo de limón con doble potencia que compramos), saqué mi cartera con millones de dólares y le dije: “Mira vieja, neta que no sé qué regalarte, mamacita; después de tanto tiempo deberás de saber que me llena de cólera ir de shopping”. En eso, le tomé la mano y le di el dinero, que se desbordaba entre sus dedos y le tapaba los zapatos de tanto billete que se caía al suelo.
El lunes (o sea, hoy) se va a ir a McAllen, Texas, a su terapia de compras femeninas, ¿qué mejor regalo que el frívolo dinero en esta navidad? Así uno no se arriesga a que el sweater, pantalón, abrigo, aretes, calzón, consolador o zapatos no le queden o no le gusten. Con dinero uno les dice a las mujeres: “Cómprate lo que se te hinche la chichi izquierda”.
Los regalos de los demás –familiares o conocidos-, pues Fabi es la que se encarga porque a ella sí le gusta andar de tienda en tienda peleando prendas, escarbando entre los montones de ropa y cazando ofertas. Yo, confío en su buen gusto. Regalar dinero es muy práctico. También cachitos de lotería. Háganlo.
Para regalarme a mí, yo no batallo. Me voy a alguna librería o tienda de discos y me compro libros de Trino, de Liniers, de Jis, de Rius, de algún novelista chiro, DVDs, CDs y ya, asunto arreglado; aunque mi vieja se encabrone porque no me compró ropa y siempre ando con las mismas garras fachosas como Diego Luna en los premios MTV.
Aquí les dejo una cursi tira cómica que me pidieron en el trabajo para apoyar una buena causa. Tiene un bonito mensaje, snif.
No me enoja ese consumismo desmedido ni la actitud buena onda y ñoña –pero hipócrita- de la gente, me enfurece meterme a las tiendas, buscar estacionamiento, no encontrar estacionamiento, andar dando vueltas como pendejo buscando un lugar en el estacionamiento, entrar al centro comercial y escuchar el bullicio de la gente buscando regalos entre montones de ropa revuelta y hacer largas filas para pagar.
Por eso yo ya no hago corajes y soy más feliz que el especial navideño de Snoopy que pasan todos los pinches años en el canal 5, porque ya no voy de compras. De hecho ayer hablé bien neta con la Fabi y, como el hombre de huevos que soy, después de lavar los platos y secarme las manos (que por cierto me quedaron bien lisitas con el nuevo Axion jugo de limón con doble potencia que compramos), saqué mi cartera con millones de dólares y le dije: “Mira vieja, neta que no sé qué regalarte, mamacita; después de tanto tiempo deberás de saber que me llena de cólera ir de shopping”. En eso, le tomé la mano y le di el dinero, que se desbordaba entre sus dedos y le tapaba los zapatos de tanto billete que se caía al suelo.
El lunes (o sea, hoy) se va a ir a McAllen, Texas, a su terapia de compras femeninas, ¿qué mejor regalo que el frívolo dinero en esta navidad? Así uno no se arriesga a que el sweater, pantalón, abrigo, aretes, calzón, consolador o zapatos no le queden o no le gusten. Con dinero uno les dice a las mujeres: “Cómprate lo que se te hinche la chichi izquierda”.
Los regalos de los demás –familiares o conocidos-, pues Fabi es la que se encarga porque a ella sí le gusta andar de tienda en tienda peleando prendas, escarbando entre los montones de ropa y cazando ofertas. Yo, confío en su buen gusto. Regalar dinero es muy práctico. También cachitos de lotería. Háganlo.
Para regalarme a mí, yo no batallo. Me voy a alguna librería o tienda de discos y me compro libros de Trino, de Liniers, de Jis, de Rius, de algún novelista chiro, DVDs, CDs y ya, asunto arreglado; aunque mi vieja se encabrone porque no me compró ropa y siempre ando con las mismas garras fachosas como Diego Luna en los premios MTV.
Aquí les dejo una cursi tira cómica que me pidieron en el trabajo para apoyar una buena causa. Tiene un bonito mensaje, snif.
jueves, diciembre 14, 2006
Varios posts sobre nada importante
Ay sí, ahora resulta que tooodo mundo oye música a tooodas horas y en tooodos lados. Que nadie puede vivir sin la música. Pffff. En la fila del banco veo a batos, en el supermercado veo a ñoras, en la oficina veo secres; en todos lados veo gente que trae su I pod. Qué raro. Cuando salieron los walkmans y los discmans -que eran mucho más baratos y la situación económica estaba mejor- no veías a tanta gente usándolos en tantas partes. Lo mismo pasó con los pinches tamagochis y ahora ya nadie los usa. Ah, y apuesto a que todos ya están pensando en cambiar su I pod por uno más nuevo y más pequeño y con capacidad para un millón de canciones. ¿Quién escucha un millón de canciones? ¿quién conoce, si acaso, 5 mil canciones que le gusten? Bah.
Y me caga escribir esto porque, cuando me junto con gente que me lee y trae su I pod y se siente bien orgulloso, me ven con cara de rabia, como diciendo: “sí sé lo que escribiste, pero me vale madre, puto, ¿qué pedo?”. Y otros, más nobles, como que se apenan de traer el aparatillo y mejor lo usan acá, sordeadón.
El Filósofo de Cantina no existe, lamento decirles. Ya no vayan al Zacatecas a preguntar por él porque me hacen quedar como un pinche mentiroso y nomás van a encontrar a un mesero de pelo chino que se parece a Moe el de los Simpson y a un vendedor de cachitos de lotería. Lamento informarles que El Filósofo de Cantina soy yo cuando hago a un lado el machismo latente en mi sangre mexicana e intento comprender y justificar las acciones, sentimientos y emociones de las pinches viejas. Ya no vayan al Zacatecs a preguntar por él, mejor, cuando vayan y me vean, invítenme una cerveza, ojaldras.
De las cosas que más me encabronan, a grado tal de considerarlo un crimen, es tirar la comida. Me encabrona ver cómo los meseros se llevan los platos todavía llenos de comida en los restaurantes: platillos de arriba de 100 pesos con media pechuga de pollo o medio t bone, con el puré de papa intacto y las verduras medio mordidas. Me caga ver cómo en las bodas le retiran el plato a las viejas que según ellas están a dieta y nomás se comen los brócolis del plato y dejan todo el filete miñón o el pollo a la cordon blue. Y no me salgan con que es de mal gusto dejar el plato limpio. Es de más pésimo gusto dejar un filete entero para que lo echen directo a la basura. Es mentira esa regla de etiqueta, es más, me paso por mis huevos hechos pasita por el frío sus reglas de etiqueta. Y repito: no es que yo diga: “ay, es que hay niños en África que no tienen qué comer”, no, simplemente se me hace una chingadera tirar comida a la basura.
Pero también me caga decir que esto me encabrona porque cuando la gente me conoce, no come a gusto. Me miran incómodos, así como que pensando: “chin… me tengo que comer toda la comida porque aquí está el Guffo y leí en uno de sus posts que le cagaba la gente que no se come todo lo que hay en el plato y tira la comida”
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo antiguos escritos de aquellos tiempos cuando yo era gracioso, mi vida más interesante, era el Joaquín Sabina de la Fabi y mi creatividad florecía, me di cuenta que tenía más lectores o, al menos, me comentaban otras personas que ahora ya no lo hacen. No sé si ya no me visiten o me visiten anónimamente o les caí gordo porque yo no les ponía comments o simplemente dejaron de perder su tiempo leyendo mi pendejadas, snif. Me di cuenta que muchos de ellos cerraron sus blogs y que otros siguen escribiendo y tenía ya mucho tiempo de no volverlos a leer. También me di cuenta que en aquellos tiempos me dejaban comments blogstars de la talla del Chango 100, el Huevo, Mal Bicho, Chidoguan, Rox, Plaqueta entre otros.
A todos mis amigos que han puestos negocios, no les ha ido bien. Y no porque sean pendejos o huevones. Simplemente llega un punto en que no pueden invertir y no pueden pedir préstamos o, si piden uno, viven y trabajan para pagarlo, encerrándose en un círculo del que nunca saldrán ni sobresaldrán, pero sobrevivirán ahí, apenitas, que creo que es la idea de este modelo económico. Ya ninguno de esos amigos tiene su negocio y, los que aún lo tienen, sobreviven más o menos. Me he asociado con dos y las dos veces ha sido un fracaso. Todos mis amigos que tienen casa, carro, televisiones de plasma, prestaciones, seguros de gastos médicos, afores, primas vacacionales, ahorros y de más, son empleados. Como que ahora ser empleado conviene más que tener negocio propio. Tener un negocio propio es un pedo y ya no se vive bien.
Things change.
Y me caga escribir esto porque, cuando me junto con gente que me lee y trae su I pod y se siente bien orgulloso, me ven con cara de rabia, como diciendo: “sí sé lo que escribiste, pero me vale madre, puto, ¿qué pedo?”. Y otros, más nobles, como que se apenan de traer el aparatillo y mejor lo usan acá, sordeadón.
El Filósofo de Cantina no existe, lamento decirles. Ya no vayan al Zacatecas a preguntar por él porque me hacen quedar como un pinche mentiroso y nomás van a encontrar a un mesero de pelo chino que se parece a Moe el de los Simpson y a un vendedor de cachitos de lotería. Lamento informarles que El Filósofo de Cantina soy yo cuando hago a un lado el machismo latente en mi sangre mexicana e intento comprender y justificar las acciones, sentimientos y emociones de las pinches viejas. Ya no vayan al Zacatecs a preguntar por él, mejor, cuando vayan y me vean, invítenme una cerveza, ojaldras.
De las cosas que más me encabronan, a grado tal de considerarlo un crimen, es tirar la comida. Me encabrona ver cómo los meseros se llevan los platos todavía llenos de comida en los restaurantes: platillos de arriba de 100 pesos con media pechuga de pollo o medio t bone, con el puré de papa intacto y las verduras medio mordidas. Me caga ver cómo en las bodas le retiran el plato a las viejas que según ellas están a dieta y nomás se comen los brócolis del plato y dejan todo el filete miñón o el pollo a la cordon blue. Y no me salgan con que es de mal gusto dejar el plato limpio. Es de más pésimo gusto dejar un filete entero para que lo echen directo a la basura. Es mentira esa regla de etiqueta, es más, me paso por mis huevos hechos pasita por el frío sus reglas de etiqueta. Y repito: no es que yo diga: “ay, es que hay niños en África que no tienen qué comer”, no, simplemente se me hace una chingadera tirar comida a la basura.
Pero también me caga decir que esto me encabrona porque cuando la gente me conoce, no come a gusto. Me miran incómodos, así como que pensando: “chin… me tengo que comer toda la comida porque aquí está el Guffo y leí en uno de sus posts que le cagaba la gente que no se come todo lo que hay en el plato y tira la comida”
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo antiguos escritos de aquellos tiempos cuando yo era gracioso, mi vida más interesante, era el Joaquín Sabina de la Fabi y mi creatividad florecía, me di cuenta que tenía más lectores o, al menos, me comentaban otras personas que ahora ya no lo hacen. No sé si ya no me visiten o me visiten anónimamente o les caí gordo porque yo no les ponía comments o simplemente dejaron de perder su tiempo leyendo mi pendejadas, snif. Me di cuenta que muchos de ellos cerraron sus blogs y que otros siguen escribiendo y tenía ya mucho tiempo de no volverlos a leer. También me di cuenta que en aquellos tiempos me dejaban comments blogstars de la talla del Chango 100, el Huevo, Mal Bicho, Chidoguan, Rox, Plaqueta entre otros.
A todos mis amigos que han puestos negocios, no les ha ido bien. Y no porque sean pendejos o huevones. Simplemente llega un punto en que no pueden invertir y no pueden pedir préstamos o, si piden uno, viven y trabajan para pagarlo, encerrándose en un círculo del que nunca saldrán ni sobresaldrán, pero sobrevivirán ahí, apenitas, que creo que es la idea de este modelo económico. Ya ninguno de esos amigos tiene su negocio y, los que aún lo tienen, sobreviven más o menos. Me he asociado con dos y las dos veces ha sido un fracaso. Todos mis amigos que tienen casa, carro, televisiones de plasma, prestaciones, seguros de gastos médicos, afores, primas vacacionales, ahorros y de más, son empleados. Como que ahora ser empleado conviene más que tener negocio propio. Tener un negocio propio es un pedo y ya no se vive bien.
Things change.
martes, diciembre 12, 2006
Fans from hell
Todos hemos tenido -o tenemos- fans from hell, esos dulces admiradores que insultan a la jefa, a la novia, a las hermanas, amenazan de muerte, mandan mails con virus y de más cosas que la gente normal y sana acostumbra hacer en su rutina diaria. Pero, los fans from hell españoles, son lo mejor que un bloggero puede tener, es a lo máximo que uno puede aspirar en esta noble profesión de letras e internet. De hecho, yo ya le pedí dos de estos batos a Santa Clos.
Teniendo fans from hell españoles, uno ya se puede autonombrar “Blogstar” y puede morir en paz como lo hacen los hombres: tirados con el cuerpo en mitad calle y mitad banqueta, afuera de su cantina favorita mientras un perro callejero les huele el culo.
Estos güeyes, los fans psicópatas españoles, sí que son elegantes para insultar y no andan con insultillos tipo “me cojo a tu mamá” o “eres puto” como los naquitos mexicanos iletrados que aún se balancean por las ramas como changuitos. Estos tíos sí que tienen mucha clase y un humor hilarante que a cualquiera deja pendejo. Son enjundiosos, se les nota la rabia ponzoñosa y se tiran directo a la yugular, inmovilizando a su víctima e imposibilitándola para poder pensar y responder con una madreada o albur bueno que taponée el duro efecto de la recibida por uno. Estos batos sí que sueltan ofensas inteligentes; de entre sus favoritas se encuentran las del tipo prehispánica (indio), mamífera (mico, mono, simio) y de más palabras que tengan que ver con algo racial, étnico o que denote nuestro, ay, tercermundismo, snif.
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo mis escritos y los comentarios de mis adorados lectores, me di cuenta que tenía varios comments que no había leído y que de entre todos esos comments nuevos había dos de unos españolitos que –creo- me odian muncho, snif. Y casi me meo de la emoción, pues yo ya puedo presumir que tengo dos fans from hell españoles. Ahora soy más feliz que un Teletubbie y puedo autoproclamarme Blogstar.
Aquí les dejo a mis dos nuevos amiguitos, que se ofendieron porque usé las palabras “jotito” y “putito” para escribir una de mis aventuritas, palabras que nunca utilicé –y nunca he utilizado- como ofensa homofóbica o término despectivo; simplemente las usé para darle un toque más cómico a mi historia. Chequen los comentarios 10 y 11, uno es de un anónimo y el otro de un tal Nabuco.
Si los homosexuales no tienen un apelativo “ofensivo” o “burlón” o de ese tipo como “jotito” o “maricón” para los heterosexuales, no es mi pedo.
Además, pues no es nada agradable que a la tierna edad de 17 años unos homosexuales treintones te quieran enamorar para meterte el pito. Snif.
Teniendo fans from hell españoles, uno ya se puede autonombrar “Blogstar” y puede morir en paz como lo hacen los hombres: tirados con el cuerpo en mitad calle y mitad banqueta, afuera de su cantina favorita mientras un perro callejero les huele el culo.
Estos güeyes, los fans psicópatas españoles, sí que son elegantes para insultar y no andan con insultillos tipo “me cojo a tu mamá” o “eres puto” como los naquitos mexicanos iletrados que aún se balancean por las ramas como changuitos. Estos tíos sí que tienen mucha clase y un humor hilarante que a cualquiera deja pendejo. Son enjundiosos, se les nota la rabia ponzoñosa y se tiran directo a la yugular, inmovilizando a su víctima e imposibilitándola para poder pensar y responder con una madreada o albur bueno que taponée el duro efecto de la recibida por uno. Estos batos sí que sueltan ofensas inteligentes; de entre sus favoritas se encuentran las del tipo prehispánica (indio), mamífera (mico, mono, simio) y de más palabras que tengan que ver con algo racial, étnico o que denote nuestro, ay, tercermundismo, snif.
Dando el rol por mi blog el domingo pasado, releyendo mis escritos y los comentarios de mis adorados lectores, me di cuenta que tenía varios comments que no había leído y que de entre todos esos comments nuevos había dos de unos españolitos que –creo- me odian muncho, snif. Y casi me meo de la emoción, pues yo ya puedo presumir que tengo dos fans from hell españoles. Ahora soy más feliz que un Teletubbie y puedo autoproclamarme Blogstar.
Aquí les dejo a mis dos nuevos amiguitos, que se ofendieron porque usé las palabras “jotito” y “putito” para escribir una de mis aventuritas, palabras que nunca utilicé –y nunca he utilizado- como ofensa homofóbica o término despectivo; simplemente las usé para darle un toque más cómico a mi historia. Chequen los comentarios 10 y 11, uno es de un anónimo y el otro de un tal Nabuco.
Si los homosexuales no tienen un apelativo “ofensivo” o “burlón” o de ese tipo como “jotito” o “maricón” para los heterosexuales, no es mi pedo.
Además, pues no es nada agradable que a la tierna edad de 17 años unos homosexuales treintones te quieran enamorar para meterte el pito. Snif.
lunes, diciembre 11, 2006
Ya apareció mi compa
Hacía ya mucho tiempo que mi compa, ese que me habla los domingos a las 8 de la mañana para preguntarme puras pendejadas, no me hablaba.
Sospechaba algo raro desde aquella vez que su vieja me confesó que sus papás le iban a llevar a un sacerdote y a un güey de esos en rehabilitación de Alcohólicos Anónimos a su casa para que hablaran con él y le sacaran el demonio de adentro antes de que le sacaran el dinero y el hígado en un hospital privado. Yo siento que es más el pedo que le hacen a mi compadre, porque yo lo conozco desde hace mucho tiempo y es muy pedero –se siente el Robert Downey Jr. norteño y con delantal de carnicero-, pero en fin.
Después de esa revelación que me hizo su ruca le marqué varias veces a su negocio y un muchacho gangoso, al que imaginé de lentes y forrado de espinillas en el rostro, me dijo: “nostá, anda anca de vacacionesss”. Se me hizo muy raro porque mi compadre será muy jodón, pero nunca se toma vacaciones porque tiene la falsa idea de que sin él, los negocios de su familia quebrarían. Es un bato bien raro; más raro que un hijo de Prince y Michael Jackson engendrado por una de sus primas cercanas.
Recuerdo que cuando todos nos íbamos al pedo a Ciudad Valles o a alguna playa en semana santa o en vacaciones de verano, éste bato se quedaba jalando en las carnicerías de su familia, haciendo corajes y viviendo la semana santa como se debe vivirla: rezando de a huevo, encabronándose con sus hermanos, multiplicando sus ganancias y metiéndose a la vejiga una botella de whisky diaria para soportar a las ñoras necias que entraban al negocio pidiendo tripitas y manitas de puerco para hacer tamales.
Después de que le hablé al negocio y el muchacho gangoso me dijo que andaba de vacaciones, le marqué a casa de sus padres y su mamá me contestó el teléfono. Me dijo que, en efecto, mi compa andaba de vacaciones allá por Torreón, con un tío, en un rancho ganadero; que llegaba como en 6 semanas. Wooow, vacaciones allá por Torreón, dije yo, en un rancho más rancho y más polvoriento que Torreón, viendo vacas y cómo los granjeros que viven en medio de la nada las seducen y ordeñan con la boca, wooow, eso suena divertidísimo y muy sexy.
Le dije a la señora que le dijera a su hijo que me hablara cuando llegara.
Y precisamente ayer domingo, pasaditas las 8 de la madrugada, cuando apenas me estaba poniendo mi traje de Batman y me disponía a salvar ciudad Gótica e ir por barbacoa, que suena el teléfono; me despierto y era él.
No, no me habló para preguntarme alguna calle del centro de la ciudad en la que ha vivido toda su chingada vida, tampoco me pidió el nombre de alguna refacción para su camioneta (como si yo fuera mecánico) ni tampoco para preguntarme si los Gigantes y Sorianas abren en domingo (como si yo fuera cerillito, de esos chamacos pendejos que meten todo lo que uno compra por anca la verga dentro de las bolsas de plástico). No. Me habló para decirme que tenía que hablar conmigo; su, ay, único amigo. Snif.
Total, nos vimos en un Chilis y me platicó que lo metieron a la fuerza a un centro de rehabilitación allá en Coahuila. ¿En seeerioooo?, fingí demencia. Obviamente toda su aventura desintoxicológica me la platico mamándose unos vasotes de Buchanans de 90 pesos y dos tarros de cerveza oscura para que hiciera un buen corto circuito en la chompa. Me platicó que conoció a un sobrino de Azcarraga Jean y a otras celebridades de medio pelo. Pero sentí que como que a este güey no le quedó muy claro qué pedo con lo que le pasó; al contrario, me lo platicaba como algo bien chingón, algo que les tiene que pasar a todos los rockstars y galanes de hollywood (dos cosas de las que mi compadre no está ni a un pelo de mi pelona de convertirse); porque mencionó varias veces a Colin Farrell, a Sean Penn y a Robert Downey Jr. (no comprendo esa obsesión que tiene con estos güeyes; se me hace que hay un putito latente dentro de mi amigocho y no un alcoholico/drogadicto). Sentí que contaba su experiencia como algo chingón, algo de lo que podía presumir, algo así como que “yo ya he sido mujeriego, chupador, drogo y he estado internado en una clínica de rehabilitación; nada me impresiona” Como que hizo todo lo posible por que le sucediera eso. Estoy seguro que pidió a gritos que se lo llevaran a esa clínica para sentirse intenso. Total, me dijo en la barra del Chilis que su problema no era el alcohol ni las drogas, si no su personalidad; que él podía chupar lo que quisiera. Eso sí, antes me recitó de memoria los 12 acuerdos de los borrachines en rehabilitación: estar conciente de que se tiene una enfermedad, no negarla, bla, bla, bla, puras pendejadas.
El problema fue al final, cuando terminamos de comer y de chupar y este bato terminó de lloriquear de que por qué nunca sus amigos le dijimos que andaba mal, que estaba abusando, bujujuju, snif. Payaso, como si yo fuera su mamá. Además, cuando se lo decíamos, el batito se encabronaba y mejor se iba a esconder al baño para meterse polvo porque nosotros eramos "muy fresas" para su rollo. Bueno, total, en eso que mi compa se pone bien serio y me dice, con una solemnidad sacerdotal que, si en realidad yo era su amigo, lo acompañara a una junta de doble A que tenía a las 7.
¡Puta! No voy ni a misa, qué chingados voy a ir a esas mamadas en domingo. Ni aunque hubiera barra libre y alienígenas encueradas con ganas de sobrepoblar su planeta iría a una jalada de esas. El güey obviamente se ofendió cuando le dije que ni madres, y que yo -en lo personal- le recomendaba que no anduviera pastoreando raza para esas mamadas, porque parecía testigo de Jehová chingando y neceando que le compren sus revistitas.
Snif, y ya no me considera su amigo... cosa que tiene sus ventajas, porque ahora sí voy a poder dormir hasta tarde los domingos.
Pero estoy tan salado que nomás falta que este güey me hable el próximo domingo a las meritas 8 a.m. para pedirme perdón y volver a ser mi amigo. Chingao.
Sospechaba algo raro desde aquella vez que su vieja me confesó que sus papás le iban a llevar a un sacerdote y a un güey de esos en rehabilitación de Alcohólicos Anónimos a su casa para que hablaran con él y le sacaran el demonio de adentro antes de que le sacaran el dinero y el hígado en un hospital privado. Yo siento que es más el pedo que le hacen a mi compadre, porque yo lo conozco desde hace mucho tiempo y es muy pedero –se siente el Robert Downey Jr. norteño y con delantal de carnicero-, pero en fin.
Después de esa revelación que me hizo su ruca le marqué varias veces a su negocio y un muchacho gangoso, al que imaginé de lentes y forrado de espinillas en el rostro, me dijo: “nostá, anda anca de vacacionesss”. Se me hizo muy raro porque mi compadre será muy jodón, pero nunca se toma vacaciones porque tiene la falsa idea de que sin él, los negocios de su familia quebrarían. Es un bato bien raro; más raro que un hijo de Prince y Michael Jackson engendrado por una de sus primas cercanas.
Recuerdo que cuando todos nos íbamos al pedo a Ciudad Valles o a alguna playa en semana santa o en vacaciones de verano, éste bato se quedaba jalando en las carnicerías de su familia, haciendo corajes y viviendo la semana santa como se debe vivirla: rezando de a huevo, encabronándose con sus hermanos, multiplicando sus ganancias y metiéndose a la vejiga una botella de whisky diaria para soportar a las ñoras necias que entraban al negocio pidiendo tripitas y manitas de puerco para hacer tamales.
Después de que le hablé al negocio y el muchacho gangoso me dijo que andaba de vacaciones, le marqué a casa de sus padres y su mamá me contestó el teléfono. Me dijo que, en efecto, mi compa andaba de vacaciones allá por Torreón, con un tío, en un rancho ganadero; que llegaba como en 6 semanas. Wooow, vacaciones allá por Torreón, dije yo, en un rancho más rancho y más polvoriento que Torreón, viendo vacas y cómo los granjeros que viven en medio de la nada las seducen y ordeñan con la boca, wooow, eso suena divertidísimo y muy sexy.
Le dije a la señora que le dijera a su hijo que me hablara cuando llegara.
Y precisamente ayer domingo, pasaditas las 8 de la madrugada, cuando apenas me estaba poniendo mi traje de Batman y me disponía a salvar ciudad Gótica e ir por barbacoa, que suena el teléfono; me despierto y era él.
No, no me habló para preguntarme alguna calle del centro de la ciudad en la que ha vivido toda su chingada vida, tampoco me pidió el nombre de alguna refacción para su camioneta (como si yo fuera mecánico) ni tampoco para preguntarme si los Gigantes y Sorianas abren en domingo (como si yo fuera cerillito, de esos chamacos pendejos que meten todo lo que uno compra por anca la verga dentro de las bolsas de plástico). No. Me habló para decirme que tenía que hablar conmigo; su, ay, único amigo. Snif.
Total, nos vimos en un Chilis y me platicó que lo metieron a la fuerza a un centro de rehabilitación allá en Coahuila. ¿En seeerioooo?, fingí demencia. Obviamente toda su aventura desintoxicológica me la platico mamándose unos vasotes de Buchanans de 90 pesos y dos tarros de cerveza oscura para que hiciera un buen corto circuito en la chompa. Me platicó que conoció a un sobrino de Azcarraga Jean y a otras celebridades de medio pelo. Pero sentí que como que a este güey no le quedó muy claro qué pedo con lo que le pasó; al contrario, me lo platicaba como algo bien chingón, algo que les tiene que pasar a todos los rockstars y galanes de hollywood (dos cosas de las que mi compadre no está ni a un pelo de mi pelona de convertirse); porque mencionó varias veces a Colin Farrell, a Sean Penn y a Robert Downey Jr. (no comprendo esa obsesión que tiene con estos güeyes; se me hace que hay un putito latente dentro de mi amigocho y no un alcoholico/drogadicto). Sentí que contaba su experiencia como algo chingón, algo de lo que podía presumir, algo así como que “yo ya he sido mujeriego, chupador, drogo y he estado internado en una clínica de rehabilitación; nada me impresiona” Como que hizo todo lo posible por que le sucediera eso. Estoy seguro que pidió a gritos que se lo llevaran a esa clínica para sentirse intenso. Total, me dijo en la barra del Chilis que su problema no era el alcohol ni las drogas, si no su personalidad; que él podía chupar lo que quisiera. Eso sí, antes me recitó de memoria los 12 acuerdos de los borrachines en rehabilitación: estar conciente de que se tiene una enfermedad, no negarla, bla, bla, bla, puras pendejadas.
El problema fue al final, cuando terminamos de comer y de chupar y este bato terminó de lloriquear de que por qué nunca sus amigos le dijimos que andaba mal, que estaba abusando, bujujuju, snif. Payaso, como si yo fuera su mamá. Además, cuando se lo decíamos, el batito se encabronaba y mejor se iba a esconder al baño para meterse polvo porque nosotros eramos "muy fresas" para su rollo. Bueno, total, en eso que mi compa se pone bien serio y me dice, con una solemnidad sacerdotal que, si en realidad yo era su amigo, lo acompañara a una junta de doble A que tenía a las 7.
¡Puta! No voy ni a misa, qué chingados voy a ir a esas mamadas en domingo. Ni aunque hubiera barra libre y alienígenas encueradas con ganas de sobrepoblar su planeta iría a una jalada de esas. El güey obviamente se ofendió cuando le dije que ni madres, y que yo -en lo personal- le recomendaba que no anduviera pastoreando raza para esas mamadas, porque parecía testigo de Jehová chingando y neceando que le compren sus revistitas.
Snif, y ya no me considera su amigo... cosa que tiene sus ventajas, porque ahora sí voy a poder dormir hasta tarde los domingos.
Pero estoy tan salado que nomás falta que este güey me hable el próximo domingo a las meritas 8 a.m. para pedirme perdón y volver a ser mi amigo. Chingao.
miércoles, diciembre 06, 2006
Cuando pensé que Buda me había perdonado
Regresé de la escuela con un reporte. Era el primero que me ponían en toda la primaria. Estaba bien nervioso porque no sabía qué le iba a decir a mi papá. Mi padre era muy estricto en esas cosas de la disciplina en la escuela y en la casa, siempre amenazaba con mandarme a la escuela del barrio de abajo –La Bomberito Juárez: pública, llena de pandilleros, cholos y maestros huevones- si no sacaba buenas calificaciones o me portaba mal. Me sale muy cara tu educación como para que la desperdicies sacando seises, me decía. Pero yo sabía que si le decía la verdad, como quiera de unas nalgadas y un castigo de una semana no me iba a librar. En fin.
Y todo esto del reporte de mala conducta fue por culpa de Buda, el hijo de puta del salón, quien se la había pasado todo el día burlándose de mis pantalones porque me quedaban rabones y porque se alcanzaban a ver mis calcetones blancos que contrastaban con el brillo de mis zapatos negros recién boleados. Mi madre ya me había prometido que me compraría otros pantalones porque a esos ya no les podía bajar más la bastilla, pero me dijo que me tendría que esperar hasta fin de mes, cuando el negocio de mi padre se ponía un poquito mejor en cuanto a dinero. Pero apenas había pasado una semana y yo ya estaba bombo con las burlas del pinche Buda.
Odiaba los días en que mis otros dos pantalones estaban sucios y tenía que ponerme ese pantalón rabón. Durante clases procuraba pararme lo menos posible del pupitre para que no se dieran cuenta que los pantalones me quedaban brincacharcos, pero a la hora del recreo era imposible: no dejaban que ningún alumno se quedara en el salón y yo no podía seguir ocultando mis encogidos pantalones. Durante el recreo trataba de estar casi todo el tiempo parado, sin moverme, porque así no se notaba que mis pantalones estaban tan cortos. Al momento de caminar o de sentarme era cuando los pantalones se me subían hasta medio empeine y era cuando Buda empezaba a joder y a reírse. Nadie le decía nada a Buda porque nadie podía con él. Era un hijito de la chingada de 11 años –el único que tenía esa edad- enorme, papadón y abusivo que nos hacía la vida pesada a los alumnos de sexto “A”. Ah, y aparte, era sobrino del director. Como yo era demasiado cobarde, ese día en el recreo, cuando me dijo que mis pantalones eran de niño pobre y que mejor me fuera en shorts a la escuela, tomé el termo de mi lonchera y le arrojé la leche con Quick en la cara. Mis tenis marca Gigante corrieron como nunca antes habían corrido; ni siquiera como todas esas veces que intenté ganarle a Betty en las carreritas. Pero Buda resultó ser aún más cobarde que yo y, en vez de corretearme encabronadísimo para ponerme unos chingazos, se puso a llorar con la ropa empapada y tallándose los ojos, llamando la atención de las maestras, quienes me llevaron jalándome de una manga de la camisa con el director. El dire reprobó mi actitud por más que le dije que Buda me había estado molestando todo el día. Miró mis pantalones cuando le dije la causa del incidente y sólo sonrió.
Cuando le mostré el reporte a mi padre y le expliqué lo que había pasado, también reprobó mi actitud porque él nunca me había enseñado eso de “si te pegan, pégales de vuelta”, y me castigó una semana sin salir. Las nalgadas no me las dio, de esas sí me salvé.
Esa noche entró mi madre a mi cuarto y me dijo en voz baja que le había pedido dinero prestado a la vecina, que al día siguiente iríamos a comprarme un pantalón nuevo. Me emocioné mucho.
Saliendo de la escuela fuimos a Gigante y mi madre me compró un pantalón nuevo bien chido. Me lo probé con orgullo: ya no se me veían los calcetines pues los pantalones los cubrían por completo porque me llegaban debajo de los tobillos. Me los compró un poco más largos; mejor dicho, mucho más largos, para que me duraran de perdido un par de años más.
Tenía unas ganas tremendas de que fuera lunes para que Buda viera que ya no tenía pantalones brincacharcos y así dejara de estarme jodiendo. Cuídalos mucho, mijo, me dijo mi madre. No andes en la bici con ellos ni jugando fútbol. Sí, mami, le dije.
Llegó el lunes, pero Buda no fue a la escuela. El martes tampoco. Ni tampoco el miércoles. Ese día, el director entró al salón para darnos un aviso: El papá de Buda –o sea, su hermano- había fallecido en un accidente automovilístico y habría una misa el jueves en al patio de la escuela. Traigan todos su uniforme de gala, dijo el director muy serio. Con "uniforme de gala" se refería a que no fueramos a ir en playera.
El jueves fue la misa. Yo llegué con mi pantalón nuevo y Buda ahí estaba en una jardinera del patio mirando inmóvil al suelo. Nunca lo había visto de esa manera; será que siempre lo vi como un villano miserable sin compasión, pero el güey estaba llorando con un sentimiento horrible, de ese llanto que sale desde adentro. Se veía indefenso. Durante toda la ceremonia Buda se la pasó a un lado del director y su esposa, con los ojos vidriosos y sonándose para adentro los mocos. Terminando nos metimos al salón y Buda entró junto con el grupo. Se quedaría a clases. Algunos le daban palmadas en la espalda, yo fui uno de ellos, y Buda sólo trataba de sonreír agradeciendo, pero el llanto le ganaba
Me senté en mi pupitre y lo miré con lástima. Realmente me ponía triste verlo así aunque fuera un hijo de la chingada. Volteó a verme, se limpió las lágrimas del rostro y me dijo:
- No creas que ya se me olvidó lo del Quick… te va a cargar la verga en el recreo, cabrón.
Y todo esto del reporte de mala conducta fue por culpa de Buda, el hijo de puta del salón, quien se la había pasado todo el día burlándose de mis pantalones porque me quedaban rabones y porque se alcanzaban a ver mis calcetones blancos que contrastaban con el brillo de mis zapatos negros recién boleados. Mi madre ya me había prometido que me compraría otros pantalones porque a esos ya no les podía bajar más la bastilla, pero me dijo que me tendría que esperar hasta fin de mes, cuando el negocio de mi padre se ponía un poquito mejor en cuanto a dinero. Pero apenas había pasado una semana y yo ya estaba bombo con las burlas del pinche Buda.
Odiaba los días en que mis otros dos pantalones estaban sucios y tenía que ponerme ese pantalón rabón. Durante clases procuraba pararme lo menos posible del pupitre para que no se dieran cuenta que los pantalones me quedaban brincacharcos, pero a la hora del recreo era imposible: no dejaban que ningún alumno se quedara en el salón y yo no podía seguir ocultando mis encogidos pantalones. Durante el recreo trataba de estar casi todo el tiempo parado, sin moverme, porque así no se notaba que mis pantalones estaban tan cortos. Al momento de caminar o de sentarme era cuando los pantalones se me subían hasta medio empeine y era cuando Buda empezaba a joder y a reírse. Nadie le decía nada a Buda porque nadie podía con él. Era un hijito de la chingada de 11 años –el único que tenía esa edad- enorme, papadón y abusivo que nos hacía la vida pesada a los alumnos de sexto “A”. Ah, y aparte, era sobrino del director. Como yo era demasiado cobarde, ese día en el recreo, cuando me dijo que mis pantalones eran de niño pobre y que mejor me fuera en shorts a la escuela, tomé el termo de mi lonchera y le arrojé la leche con Quick en la cara. Mis tenis marca Gigante corrieron como nunca antes habían corrido; ni siquiera como todas esas veces que intenté ganarle a Betty en las carreritas. Pero Buda resultó ser aún más cobarde que yo y, en vez de corretearme encabronadísimo para ponerme unos chingazos, se puso a llorar con la ropa empapada y tallándose los ojos, llamando la atención de las maestras, quienes me llevaron jalándome de una manga de la camisa con el director. El dire reprobó mi actitud por más que le dije que Buda me había estado molestando todo el día. Miró mis pantalones cuando le dije la causa del incidente y sólo sonrió.
Cuando le mostré el reporte a mi padre y le expliqué lo que había pasado, también reprobó mi actitud porque él nunca me había enseñado eso de “si te pegan, pégales de vuelta”, y me castigó una semana sin salir. Las nalgadas no me las dio, de esas sí me salvé.
Esa noche entró mi madre a mi cuarto y me dijo en voz baja que le había pedido dinero prestado a la vecina, que al día siguiente iríamos a comprarme un pantalón nuevo. Me emocioné mucho.
Saliendo de la escuela fuimos a Gigante y mi madre me compró un pantalón nuevo bien chido. Me lo probé con orgullo: ya no se me veían los calcetines pues los pantalones los cubrían por completo porque me llegaban debajo de los tobillos. Me los compró un poco más largos; mejor dicho, mucho más largos, para que me duraran de perdido un par de años más.
Tenía unas ganas tremendas de que fuera lunes para que Buda viera que ya no tenía pantalones brincacharcos y así dejara de estarme jodiendo. Cuídalos mucho, mijo, me dijo mi madre. No andes en la bici con ellos ni jugando fútbol. Sí, mami, le dije.
Llegó el lunes, pero Buda no fue a la escuela. El martes tampoco. Ni tampoco el miércoles. Ese día, el director entró al salón para darnos un aviso: El papá de Buda –o sea, su hermano- había fallecido en un accidente automovilístico y habría una misa el jueves en al patio de la escuela. Traigan todos su uniforme de gala, dijo el director muy serio. Con "uniforme de gala" se refería a que no fueramos a ir en playera.
El jueves fue la misa. Yo llegué con mi pantalón nuevo y Buda ahí estaba en una jardinera del patio mirando inmóvil al suelo. Nunca lo había visto de esa manera; será que siempre lo vi como un villano miserable sin compasión, pero el güey estaba llorando con un sentimiento horrible, de ese llanto que sale desde adentro. Se veía indefenso. Durante toda la ceremonia Buda se la pasó a un lado del director y su esposa, con los ojos vidriosos y sonándose para adentro los mocos. Terminando nos metimos al salón y Buda entró junto con el grupo. Se quedaría a clases. Algunos le daban palmadas en la espalda, yo fui uno de ellos, y Buda sólo trataba de sonreír agradeciendo, pero el llanto le ganaba
Me senté en mi pupitre y lo miré con lástima. Realmente me ponía triste verlo así aunque fuera un hijo de la chingada. Volteó a verme, se limpió las lágrimas del rostro y me dijo:
- No creas que ya se me olvidó lo del Quick… te va a cargar la verga en el recreo, cabrón.
lunes, diciembre 04, 2006
Hola y adiós
Buen lunes, jóvenes y jóvenas, morros y morras, rucos y rucas, marcianos y marcianas.
Pueden pasar a Big Blogger, pues escribí nada más y nada menos que una sonsera (por qué todos los entrevistadores de la televisión dicen "...y está con nosotros, nada más y nada menos que...", ¿por qué lo dicen? Es cagante).
También pueden hacer bilis con el humor incomprendido y avanzado para su tiempo de los Chistes Alowey que, por cierto, ya falta poco para que salga el libro recopilatorio de 60 páginas a todo alcoholor, muaaaa ja ja ja jaaaargh cof cof cof...¡cof!
Recibí un piropo de un bato que me dijo que no entiende cómo a la raza sí le gusta el humor alucinógeno y mamón de JIS y no le gusta el de Chistes Alowey, si está igual de fumado y mamón. Snif. Gracias, bato, tú sí eres un iluminado.
¡Pónganse a jalaaar!!!.
Pueden pasar a Big Blogger, pues escribí nada más y nada menos que una sonsera (por qué todos los entrevistadores de la televisión dicen "...y está con nosotros, nada más y nada menos que...", ¿por qué lo dicen? Es cagante).
También pueden hacer bilis con el humor incomprendido y avanzado para su tiempo de los Chistes Alowey que, por cierto, ya falta poco para que salga el libro recopilatorio de 60 páginas a todo alcoholor, muaaaa ja ja ja jaaaargh cof cof cof...¡cof!
Recibí un piropo de un bato que me dijo que no entiende cómo a la raza sí le gusta el humor alucinógeno y mamón de JIS y no le gusta el de Chistes Alowey, si está igual de fumado y mamón. Snif. Gracias, bato, tú sí eres un iluminado.
¡Pónganse a jalaaar!!!.