"El hombre es la especie más insensata: venera a un Dios invisible y masacra a una naturaleza visible, sin saber que esta naturaleza que masacra es ese Dios invisible que venera". Hubert Reeves
lunes, marzo 27, 2006
aquella caminata
El viento sopla como fumador empedernido y poco a poco va borrando el registro de nuestras huellas en la arena tibia; arena con sol de las 6 de la tarde. Las huellas de aquel atardecer que decidimos salir del hotel y pasear por toda la orilla del mar para ver qué tan lejos llegábamos antes de que nos cayera la noche y nos diera hambre. La marea sube y el oleaje se lleva instantáneamente nuestra caminata impresa en la arena oscura y mojada, bajo el sol de las 6 y media de la tarde. No es lo mismo grabar el molde de tus pies en arena seca que en mojada: en la arena seca permanecen más tiempo tus pisadas porque el viento es más condescendiente que el mar. Empieza a apagarse el día cuando el sol se mete a la cuna del mar, es entonces que decidimos volver. Además, empezamos a sentir mucha hambre. Vuelve a subir la marea y de nuestros pasos por la orilla de regreso al hotel sólo quedan pequeños pozos con agua que desaparecen con la siguiente ola. No queda rastro de nada. Al día siguiente, tirado en un camastro -con sol de medio día- después de un chapuzón, contemplo cómo el calor evapora sin piedad los charcos que dejaron al salir del agua mis pies talla 9 y los tuyos, talla 4, en el suelo rasposo que rodea la piscina: desaparecen como espejismos en un desierto. Volvemos al cuarto y la señal de nuestros dedos, arcos y talones hundidos en la alfombra del cuarto ha desaparecido al esponjarse otra vez el fino tejido de lana; sólo los residuos de talco dan la forma y curvatura de lo que pareciera ser un dedo gordo. Mucho tiempo ha pasado desde aquella caminata en la playa, y el tiempo hace lo mismo con mi memoria que el viento, el mar, el sol y la alfombra con las estampas de nuestra descalcez. El tiempo pasa y pasa y empieza a desvanecer tu recuerdo de mi cabeza. Es como si en mi pecho tuviera un océano que con cada ola se va llevando de mi corazón algo que alguna vez estuvo grabado en él.
Hola Guffo!!!
ResponderBorrarque blog tan profundo, chido.
Buen inicio de semana, que estes bien.
y a chingarle para acomodar numeritos y que la dolores no vaya a joder a los inocentes contribuyentes
Hey:
ResponderBorrarChida descripción, y bastante profundo, me gusto eso de sopla como fumador empedernido, chida descripción...ya quisiera redactar así...mi blog es un bodrio snif snif
Y más sin embargo… todo continúa.
ResponderBorrarSolo nosotros dejamos atrás nuestras vivencias y todo... sigue igual.
Saludos
Compadre, me gusta pasar por aqui antes de empezar labores, entre el taco mañanero y los gritos de mi pedorro jefe....
ResponderBorrarbuena semana compadre.
Lo que nunca he podido saber es si es malo o bueno que se borren esas huellas maestro. Hay cicatrices que uno prefiere que se vayan, pero también se siente uno mal cuando pierde un rastro dejado por algo importante.
ResponderBorrarA mi gusto, las playas más bellas son las que no tienen muchas marcas de pies. Prefiero que se borren, para poder distinguir mejor las huellas nuevas.
Muy buen post maestro, me hizo pensar mucho.
Saludos!
Así es mi buen Flacoman, esa es la cosa: si convendrá que se borren o que queden las huellas. Yo siento que cuando el recuerdo es bueno, es mejor que permanezca. Nomás que se me ocurrió un post de este tipo nomás por nomás, jejeje. Saludos a todos.
ResponderBorrarOiga, compa guffo, tenia bastante tiempo sin postear, pero definitivamente tu post del árbol en la colita me obligó a dedicarle un post.
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