miércoles, noviembre 16, 2005

la típica doña pelos...

Le decíamos Doña Pelos pero no recuerdo su nombre real. Doña Pelos era una señora del barrio que se la pasaba regañándonos por cualquier cosa. Le pusimos ese apodo en honor a la verdadera Doña Pelos: una prieta gordota y fea que vendía hamburguesas en un puesto de madera al que nuestros padres no nos dejaban ir, pero comoquiera íbamos sin que se dieran cuenta. Doña Mary, la dueña del puesto, si era bien buena gente; pero la otra Doña Pelos no. Balón que se iba a su patio, balón que dábamos por perdido, porque no teníamos el valor de tocar en su puerta o de brincarnos a escondidas en su patio a recuperarlo. Nos corría de la calle cuando jugábamos fútbol y echaba agua a manguerazos sobre la banqueta para que no fuéramos a sentarnos a la sombra del roble que crecía a un lado de su casa; es más: Doña Pelos mandó tumbar el árbol con tal de que ya no descansáramos bajo el follaje después de 4 horas de andar en bicicleta. Me acuerdo que una de las bardas de su casa la usábamos como portería para tirar penaltis, hasta que un día llenó todo el jardín y la banqueta de troncos con espinas para que ya no estuviéramos ahí jugando ni estacionando las bicis. Se quejó varias veces con nuestros padres, quienes le daban la razón y nos subían de las orejas o a cintarazos al cuarto, donde permanecíamos castigados. En Halloween, estrellábamos huevos en su casa -sin importarnos que hubiera niños que no tuvieran para comer- o le bajábamos el switch de la luz a su casa. Desgraciadamente, Doña Pelos sabía que habíamos sido nosotros los culpables, nos acusaba con nuestros padres y terminábamos otra vez con las nalgas coloradas y castigados sin poder salir. Es fecha que Doña Pelos no me saluda cuando me la topo, y eso que ya han pasado casi 20 años. Creo que se llama Doña Claudia, pero para mí sigue siendo Doña Pelos, la que nos tronaba los dedos y decía “rúmbenle a la chingada de aquí, cabrones!!!” A la verdadera Doña Pelos, la del puesto de hamburguesas, le dejamos de decir así y la empezamos a llamar por su nombre: Doña Mary; porque a ella sí la apreciábamos mucho, a pesar de las cucarachas que se paseaban por las ollas y los platos donde preparaba la comida. Yo tampoco he tenido el valor de irle a pedir una disculpa a Doña Pelos, o irle a decir que simplemente éramos unos niños. Espero no me guarde rencor, porque yo le agradezco tan bonitas vivencias y tan buen material para escribir un post.

5 comentarios:

  1. No mames!!! Creo que muchos llegamos a tener algun vecino asi, a mi me toco la vieja del jardin, que decia siempre " voy a matar a tu pinche perro si no se deja de cagar en mi jardin!" Pinche vieja! lo peor es que no era mi perra la que lo hacia, mas bien no la queria por que cada vez que la veia le ladraba bien cabron, que parecia que se la queria comer.

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  2. Ah que dona pelos, pobre, no creo que te guarde rencor eh! mas bien, le ha de dar pena por su conducta amarguetas!
    saludos!

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  3. No la chifle que es cantada Mr. Guffo, fijate que a 3 casas de mi hogar vive un ser que tambien apodamos como Doña Pelos, aunque no creo que sea la misma ñora tiene muchas caracteristicas similares, je je!

    Luiz
    luiz.bitacoras.com

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  4. jaaaaa!!! Yo también conocí una Doña Pelos!!! sólo que no recuerdo de dónde...

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  5. Anónimo5:10 p.m.

    jajajaja, me gustó mucho tu historia.

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