aguita de tamarindo pa´las penas...

No tener pulgas, que no me molesten al cagar en el patio del vecino y que no me echen una cubeta de agua cuando me esté enchorizando una perrita; esas serían mis mortificaciones si fuera perro. Como humano, trato de tener menos preocupaciones que esas. Pido un agua fresca. Un carro de esos ochenteros viejos espera humeando a que venga la grúa. El dueño desvía el tráfico ondeando un pañuelo y su señora está sentada -asandose- en el asiento del copiloto. Me dan tristeza los dueños de los carros destartalados que se quedan tirados. ¿A quién culpar de no poder tener un carro que jale?, a nadie... a esta gente siempre les tocan las sobras y despojos de los que tienen un poquito más que ellos; son como los hermanos menores con la ropa usada de los mayores. Una pareja con un niño llega a comprar una nieve. Yo compré un agua de tamarindo y me senté. El hombre se ve cansado, harto de su hijo, harto de su vieja que -apuesto- ya no se le hace atractiva. Pienso que piensa que los próximos 15 años de vida los dedicará a trabajar como burro para que a su hijo no le falte lo más básico. Pienso que la mujer piensa que no puede abandonar a su marido -que ya ni la toca ni la besa- porque no es una mujer autosuficiente y porque le haría un daño a su pequeño; entonces prefiere el tedio diario a lado de su aburrido marido como sacrificio. El niño no se da cuenta de nada de esto, el niño es feliz con su nieve sabor napolitano (esas de tres colores). Me golpea como cincel en el cerebro lo frío del agua de tamarindo y la rapidez con que la bebo: josuputamadreee, qué feo duele aquí en la sien!!!. Se sienta la familia sin dirigirse la palabra y padre y madre contemplan la felicidad del escuincle, pero ni una palabra ni una mirada intercambian entre ellos. Llega la grúa por la carcacha: lo que hace un hombre con tal de que su vieja no ande en camión; pero el gran esfuerzo laboral no es suficiente, la jornada diaria de trabajo no le da -ni le dará- para comprar un carro seguro; y, eso, es lo más frustrante. El pinche perro que me ha estado lamiendo la mano se rasca. Termino mi agua, me pongo de pie y sigo mi camino rascándome con fuerza la cabeza.