Los molinos siempre los he relacionado con los ideales por culpa del pinche ruquillo loco aquel del Don Quijote. Y me gusta. Podría quedarme a ver un molino de viento por horas, el pedo es que se me iría el avión y me tendría que quedar a vivir en Holanda.Parecería que muchas veces estuviera papando moscas. Que ando en la pendeja o comiendo mocos, como se le dice comunmente a las personas que andan distraídas o se quedan viendo un punto fijo en la nada del horizonte. Pero no es así. Cuando me vean ido, es porque ando de rol en mis interiores; no crean que ando de rol en calzones, sino que me ando paseando en mis adentros. Que estoy desconectado o Guffo unplugged. Se me facilita vagar por mi conciencia y mi ser; por mi razón y lo que creo que es una alma. Topándome con recuerdos, con sueños, deseos, agradecimientos, viejos sueños, paz silenciosa; saludando a mi niño interior. El niño ese de los sueños viejos. El niño aquel que su única diversión era tumbar panales de avispas a peñascazos y luego se arrepentía porque las abejitas no iban a tener casita dónde vivir. El niño ese que lloraba cuando sus amigos rociaban de alcohol a las tarántulas para prenderles fuego y defendía a los tlacuaches cuando los agarraban a patadas cagados de la risa. Molinos de viento, lucha de gigantes, desafiando la enormidad en un mundo descomunal donde quiero que oigan mi voz. Asi es que cuando me vean mirando a longaniza; perdón, a lontananza, no se preocupen, no estoy distraido, nomás ando de viaje por mis adentros, buscando material para escribir posts sensibles y culturosos.