jueves, enero 17, 2019

...y de Haya vengo

...y el día de la plática en el Palacio de la Paz de La Haya llegó. 

La noche antes del evento no pude dormir, aunque, la verdad, no dormí mucho los días que estuve allá; creo que se debió a una mezcla entre jet lag, emoción y pánico escénico. Confieso que le rehuyo a los reflectores, que nunca me ha gustado hablar en público ni me laten los eventos en donde "van a verme"; y que, a los pocos que he acudido en mi vida, ha sido sólo para agradecerle en persona a mis seguidores el gusto que tienen por lo que dibujo, escribo o pienso.

Peeeeero, también comprendí que una oportunidad como la que estaba viviendo no era cualquier cosa, y había que aprovecharla a pesar del pánico escénico y mi inglés arribita del nivel Peña Nieto. Total que a las diez de la mañana del 10 de diciembre del año pasado me fui caminando al Palacio de la Paz a hacer las pruebas de sonido y el último ensayo de mi charla. 

El lugar es imponente. Las puertas, los pisos, los techos, las escaleras, los barandales, los pasillos, los candiles, los ventanales, las columnas, los salones... todo. Es impresionante también porque hay gente de todas partes del mundo. Por ejemplo: nunca había conocido en persona a alguien de Chipre ni de Letonia. Era como si el Palacio de la Paz fuera un monstruo que se hubiera tragado al planeta Tierra y todos sus habitantes estuvieran departiendo en sus entrañas. O, mejor aún: era como estar parado sobre uno de esos globos terráqueos de escritorio y, en cada paso que daba, cambiaba de nación sin necesidad de pasaporte.

Al medio día, regresé al hotel. Comí y dormí una siesta, para, a las cuatro de la tarde, regresar al Palacio de la Paz a alistarme para la plática. A mí regreso al palacio -ya más descansado- conocí a los demás exponentes. Todos ellos interesantes, comprometidos con sus causas en pro de los derechos humanos y el medio ambiente; todos luchando y soñando con un mundo mejor. Temas a tratar que iban desde el racismo y la homofobia hasta la contaminación del aire y la migración. Igual y en futuros posts les platico sobre estas personas maravillosas.

Y ya mejor no les hago el cuento más largo porque, como dije al principio, los reflectores no son lo mío (y estoy en la oficina trabajando, jejeje). Acabo esta crónica del viaje dejándoles el video de la charla que di en el Palacio de la Paz de La Haya. Ahí disculparán mi nerviosismo, mi inglés rascuachón, mis manoteos y mis excesivos empalmes de ropa (me estaba asando y de sonso no me quité nada, jejeje). Buen jueves. 
P.D. Y no, no se me ha olvidado que les debo unas recetas (una de pollo tikka masala y la otra de... ¡ya se me olvidó, jajaja!). Espero el fin de semana terminar de redactarlas y se las comparto. Les juro que ya mero quedan (al menos una de ellas).

jueves, enero 10, 2019

El Palacio de la Paz de La Haiga sido como Haiga sido

Aterricé en Ámsterdam por ahí de las ocho de la mañana del día siguiente, es decir: muy temprano y siete horas en el futuro :P

Aunque durante el vuelo me leí casi 250 páginas de Bailando en la oscuridad, del escritor noruego Karl Ove Knausgaard, no me dio sueño en todo el viaje; pero tampoco me sentía cansado. Creo que el entusiasmo de estar donde estaba, saber a lo que iba y cómo lo había conseguido, borraba cualquier rastro de fatiga.

A esa hora, Tjeerd Royaards –el mero mero de Cartoon Movement– ya me esperaba en el aeropuerto. Cuando nos vimos, nos saludamos como si nos conociéramos de años. Tomamos un tren y después nos subimos a un ferry. En ambos trayectos platicamos de lápices, plumas, tipos de papel, programas para dibujar, colorear y haber hecho de nuestro hobby una profesión. Después caminamos envueltos en el frío de la mañana, con rumbo a su oficina, ubicada en una parte de la ciudad en donde rescataron algunos edificios industriales abandonados que convirtieron en estudios para artistas. Ahí nos estaban esperando dos personas para hacerme una entrevista y grabar un video que sería la introducción a mi plática del 10 de diciembre en el Palacio de la Paz de La Haya.

Tardamos poco más de dos horas en hacer el video. Me gustó que fue algo espontáneo –me avisaron un día antes sobre esto– y no llevaba nada preparado; y, hasta eso, creo que salió bien. Así quedó el video del que les hablo (creo que en mi cara se notan un poco las horas de desvelo, jejeje):


Después de grabar el mentado video, nos fuimos a comer un sándwich y a recorrer la ciudad. Seguimos platicando sobre nuestras preferencias políticas, sobre el nuevo presidente de México, sobre el sistema de transporte holandés y cómo éste borra las diferencias sociales; platicamos sobre nuestros sueños como dibujantes y demás cosas de las que platican los moneros cuando se encuentran. Oscureciendo, tome un tren con rumbo a La Haya; llegando ahí, un camión que me llevó al hotel para instalarme. A pesar de que llevaba más de 24 horas despierto, esa noche no pude dormir. Me quedé leyendo el libro que no logró arrullarme durante el vuelo y puliendo la plática que daría el lunes. 

El cansancio me venció como hasta las 5 de la madrugada, y me desperté a la 1 de la tarde. Brinqué de la cama al ver la hora. No quería perderme ni un minuto de aquel viaje; ni una hora de luz –oscurecía a las 5–, ni un rincón de aquellos lugares. Me vestí... no, miento: me había quedado dormido con la ropa del viaje puesta y me salí del hotel con esos mismos trapos encima a recorrer las pacíficas calles de La Haya, su tráfico bicicletero y su arquitectura de ensueño.

Y así me la pasé los días antes del día de mi plática en el Palacio de la Paz: viajando entre La Haya y Ámsterdam; sí, cumpliendo con algunos compromisos del viaje, pero pasaba más tiempo recorriendo las calles, los barrios menos turísticos, visitando museos, metiéndome en restaurantes, cafés y microcervecerías. Probé comida de Surinám (creo que la más exótica que he probado hasta ahorita) y conocí los bitterballen (un snack típico de la cocina holandesa). Volví a probar los arenques con cebolla en un tendajo callejero y todo tipo de embutidos y quesos en un mercado montado en una callejuela. Hasta a una biblioteca me metí, pues había una exposición de caricaturistas holandeses. Me faltó andar en bicicleta y meterme a algún coffeeshop a tener "una experiencia cósmica" :P Ya será para la próxima. Ah, también fui al museo de M.C. Escher, uno de mis artistas favoritos (el que se dibuja viéndose en una esfera) y uno de los papelitos en mi bucket list que me faltaba palomear. Aquí les presento algunas fotos del lugar:
Tomarse una foto así en el museo de M.C. Escher es tan ordinario como tomarse una foto "sosteniendo" la torre de Pisa, snif.
Fachada del museo.
Aparte de la obra pictórica del autor, los candelabros de cada sala robaban las miradas de los asistentes.
Conocí también las playas de La Haya. Siempre me han llamado la atención las playas frías. Es como este inmenso desperdicio que tiene uno enfrente. Y digo "desperdicio" porque uno no puede ni quitarse la ropa ni meterse a nadar; uno se limita simplemente a contemplar el mar inquieto y helado; y como que en esa resignación contemplativa hay algo de romanticismo y nostalgia que hace que uno sienta rico a pesar del frío.

Recuerdo que el día que fui a la playa, comenzó a llover. Como no había cargado con un paraguas, me metí a resguardarme del agua en un café cercano que vi. Sentado ahí, pedí un sándwich y un capuchino, y me puse a dibujar en un block de hojas que había comprado. Las personas de la mesa de al lado me miraban de reojo y sonreían cuando los miraba. Después de unos minutos, agarraron confianza y se acercaron a ver lo que estaba haciendo. Y empezamos a platicar.

Les mostré algunos de mis dibujos, les platiqué del concurso y la razón por la que había sido invitado a su país, y, al escuchar eso, me trataron mejor de lo que me estaban tratando, jajaja. El chico que estaba en esa mesa, hasta me pidió que me tomara una foto con él y le hiciera un dibujo. Al ver aquello, la mujer detrás de la barra se acercó a mi mesa. Era la dueña del lugar y familiar del hombre que se había acercado con los jóvenes a ver mis dibujos. Lo más curioso de aquella experiencia fue que la dueña del café trabajaba para el gobierno de los Países Bajos, y el lunes 10 de diciembre estaría en mi plática O_O Cabe mencionar que no me cobró la cuenta por más que insistí en pagarla. "Es un honor que una persona que hablará en el Palacio de la Paz esté en mi negocio". Me fui sonrojado por tanta amabilidad. Y seguí recorriendo sin rumbo –y sin paraguas– la ciudad.

A continuación les presento máss fotos del viaje; algunos lugares que visité, donde comí o bebí (o las dos cosas); y, en la siguiente entrega (sí, habrá otra) les contaré sobre mi plática en el espectacular Palacio de la Paz de La Haya. Que tengan buen jueves.
Llegando con todo y maletas al estudio de Tjeerd Royaards, de Cartoon Movement
Ferry para llegar al otro lado del charco.
Regresando de noche al hotel.
Un barecito cerca del hotel donde tenían cerveza local.
Microcervecería en Ámsterdam
Bueno: ni tan "micro"...
"Oedipus", se llamaba (o sea, "Edipo").
Y sí: la cervecería "Edipo" tenía cervezas con puros nombres sexuales: "Swingers", "Mamá", "Poliamor", etc.
Gente muy arreglada pedaleando.
El famoso Bulldog Coffeeshop, en Ámsterdam.
Mercadito de quesos y embutidos.
Nieve de marihuana O_o
El EYE Film Institute, uno de los mejores museos de cine en el mundo; y la ciudad, de fondo.

sábado, enero 05, 2019

Y todo por un dibujo

Siempre estaré agradecido con este dibujo, pues fue el que me llevó a dar una plática sobre caricatura política y derechos humanos al Palacio de la Paz de La Haya, algo que ni en mis sueños más locos hubiera imaginado.

Son curiosas las circunstancias que se dieron para la creación de esta imagen. Al principio era sólo un puño de colores que nos pidieron hacer para una campaña en la agencia en la que actualmente trabajo, pero como a la mera hora mi ilustración no se utilizó para tal propósito –y, la verdad, me había gustado mucho (y no siempre quedo tan satisfecho con mi trabajo)–, decidí guardar el dibujo para darle algún uso a futuro.

Y la oportunidad de revivirlo llegó el verano pasado...

Resulta que a mediados del 2018, Cartoon Movement –una agencia de caricaturistas a donde mando trabajo desde hace casi 5 años– lanzó una convocatoria para ilustrar los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su 70 aniversario. Los cartones que mejor los representaran, serían elegidos y exhibidos en varios eventos en varias partes del mundo, y, aparte, se pagaría algo así como 100 euros por dibujo escogido.

Aunque el premio era "simbólico", ésta no era una convocatoria "cualquiera", pues, aparte de Cartoon Movement, en el evento estaban involucrados el gobierno del Reino de Países Bajos, el Palacio de la Paz de La Haya y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidad para los Derechos Humanos.

Y, como desde hace dos años empecé a mandar dibujos a todos los concursos de los que me entero, obviamente decidí ponerme a trabajar en mis propuestas para ilustrar los artículos de la DUDH que más me inspiraran. Y éstas fueron algunas de las imágenes que mandé:
De todos los dibujos que envié, preseleccionaron 3 (el del puño, el del pasaporte y el morado con la familia abrazada), y, después de una votación, mi puño de colores rechazado en la agencia –con algunas modificaciones– fue la propuesta elegida para representar al Artículo 21 de la DUDH ("Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país").

Como nota aparte: siempre pensé que el dibujo morado, el último que les mostré arriba (ése sobre la migración) –y que representa al Artículo 14 y 17–, sería el elegido para el evento, pues se convirtió en mi favorito porque dibujarlo fue un proceso un tanto emotivo, snif. Pero bueno, no se dio; pero como sucedió con el puño de colores: ya llegará el momento de darle una segunda oportunidad a esta imagen. 

Total que todo muy bien: expondrían mi dibujo en el Palacio de la Paz de la Haya y en las oficinas de la ONU en Ginebra y en Sao Paulo y en varias ciudades del mundo; aparte, recibiría un módico pago en euros como los otros 29 participantes cuyos dibujos resultaron seleccionados. Pero de pronto, todo cambió...

Justo el día en que acepté volver a la agencia para la que había estado trabajando durante la primavera y el verano (en el proyecto del mentado puño de colores), el mero mero de Cartoon Movement me manda un correo diciéndome que los demás involucrados en la organización del evento del 70 aniversario de la DUDH, querían que yo, Guffo Caballero, fuera a La Haya –avión, hospedaje y viáticos pagados por 8 días– para dar una plática en el mismísimo Palacio de la Paz sobre mi trabajo como caricaturista en México y mi experiencia como guardia de seguridad en una prisión preventiva, pues éste tenía que ver con el tema de los derechos humanos.

Y pues me quedé en shock. La verdad nunca imaginé que el trabajo más pinche feo que he tenido en toda mi vida –junto con el dibujo de un puño de colores– me llevarían una semana con todos los gastos pagados a la sede del derecho internacional. Y que, aparte, hablaría frente a un público multicultural sobre mis vivencias como monero/celador.

Total que acepté más que gustoso la invitación al Reino de Países Bajos. Los días antes del vuelo, me puse al corriente con todos los pendientes de la oficina, adelantando toda la chamba que pudiera (pues acababan de recontratarme y yo ya andaba pidiendo días libres para viajar, jejeje). Por las noches, después de la oficina, me ponía a recordar las experiencias más amargas que viví como guardia de seguridad, y las redactaba, traducía y practicaba frente al espejo el speech que daría en el Palacio de la Paz, imaginándome a todos los presentes encuerados –obviamente– para así vencer el maldito pánico escénico que siempre he tenido, pues no quería que mi primer plática ever fuera un desastre. Y el 4 de diciembre, al mediodía, volé a Ámsterdam.

Recuerdo que lo primero que pensé ya trepado en el avión, fue: "Qué chingón cuando el trabajo creativo te abre las puertas del mundo". Este pensamiento era algo que traía clavado desde hacia tiempo; algo que, de cierta forma, siempre había deseado vivir. Creo esa espinita se me clavó después de ver una entrevista de Chavela Vargas, en donde decía que ella nunca había necesitado dinero, pues a todos lados la invitaban por su forma de cantar. Y hagan de cuenta que así me sentí esa semana. No era el "ser famoso" ni el  "ser reconocido" ni el "Uy, qué honor, soy el único regiomontano que ha hablado en este lugar"; era algo que iba más allá. Era sentir que mi trabajo, lo que quiero hacer por el resto de mi vida, es un lenguaje universal que traspasa cualquier frontera.

Muchas gracias a todos los que siempre han estado aquí, disfrutando de lo que disfruto hacer. Les mando un abrazo y les deseo un buen fin de semana.
Infrest...infrestructochor... infraestructur...
Calidad de vida, snif.
Puestos de jochos y arenques.
Bicis, bicis y más bicis.
La Haya
Biblioteca Central de Ámsterdam, con 5 pisos, elevadores y escaleras eléctricas. Impresionante.
Así lució el Palacio de la Paz el lunes 10 de diciembre, día en que se celebró el 70 aniversario de la DUDH. 
Tjeerd Royaards, el mero mero de Cartoon Movement.
Despedida en un bar cuyo logo eran dos ranitas cogiendo O_o