Un hombre llena solicitudes de empleo mientras le bolean los zapatos. El bolero da un par de palmadas en el costado de sus botines desgastados: señal de que ha finalizado el trabajo. El hombre guarda apresurado los papeles en un legajo amarillo, se pone de pie y paga 20 pesos con pura morralla; mira hacia abajo y sonríe, como si su rostro se reflejara en la superficie recién lustrada de su calzado viejo. Se acomoda el pantalón brincacharcos y se retira caminando con la seguridad de aquel que siente que el mundo le pertenece.
¡Ojalá encuentre trabajo, señor!