Ignoro los motivos que ayer por la mañana llevaron al chavo del Colegio Americano del Noreste a cometer tal abominación. No culpo a nadie. Ni siquiera a sus padres. Pobres, la verdad. Tampoco culpo a los videojuegos violentos ni a la música satánica ni a las películas ni a una supuesta secta de Internet ni a nada.
Menos ahondaré en los rumores que han desatado el hecho de no conocer aún el nombre de los padres del menor; la teoría de que existen dos supuestos cómplices que planearon todo y le ordenaron disparar; o que si el niño es hijo del jefe de seguridad personal del Bronco.
Lo único que creo es que una sociedad decadente, como lo es desde hace muchos años la ciudad de Monterrey, no puede engendrar personas sanas, ni mental ni físicamente. Es imposible que esto suceda en un entorno así; en una metrópoli sumergida en un caos político, económico y vial; en un desastre ambiental, cultural, laboral y educativo; sin suficientes áreas de esparcimiento, sin patios arbolados, sin aire limpio, sin oportunidades para todos. Una ciudad que ha hecho de sus más grandes defectos, sus virtudes.
Veo imposible que en una ciudad violenta, racista, clasista y carente de valores puedan emerger ciudadanos ejemplares; que en una sociedad que desde niño te enseña a rivalizar con quien no le va a tu equipo de futbol, te mete en la cabeza que no hay de otra mas que el trabajo, que los del sur son flojos y los chilangos nos envidian, puedan aflorar individuos honorables e íntegros.
Una ciudad así, con gustos y vicios de antaño; cíclica, estancada, de usos y costumbres supuestamente tan inofensivos y tan arraigados; discúlpenme, pero no puede engendrar ni atraer ciudadanos de bien.
Y sí, yo sé que tragedias similares han sucedido en muchas otras partes del mundo y que gente loca hay en todas partes y que bla bla bla. Lo sé. Pero a mí hoy me toca hablar por mi ciudad, que está de luto.
Menos ahondaré en los rumores que han desatado el hecho de no conocer aún el nombre de los padres del menor; la teoría de que existen dos supuestos cómplices que planearon todo y le ordenaron disparar; o que si el niño es hijo del jefe de seguridad personal del Bronco.
Lo único que creo es que una sociedad decadente, como lo es desde hace muchos años la ciudad de Monterrey, no puede engendrar personas sanas, ni mental ni físicamente. Es imposible que esto suceda en un entorno así; en una metrópoli sumergida en un caos político, económico y vial; en un desastre ambiental, cultural, laboral y educativo; sin suficientes áreas de esparcimiento, sin patios arbolados, sin aire limpio, sin oportunidades para todos. Una ciudad que ha hecho de sus más grandes defectos, sus virtudes.
Veo imposible que en una ciudad violenta, racista, clasista y carente de valores puedan emerger ciudadanos ejemplares; que en una sociedad que desde niño te enseña a rivalizar con quien no le va a tu equipo de futbol, te mete en la cabeza que no hay de otra mas que el trabajo, que los del sur son flojos y los chilangos nos envidian, puedan aflorar individuos honorables e íntegros.
Una ciudad así, con gustos y vicios de antaño; cíclica, estancada, de usos y costumbres supuestamente tan inofensivos y tan arraigados; discúlpenme, pero no puede engendrar ni atraer ciudadanos de bien.
Y sí, yo sé que tragedias similares han sucedido en muchas otras partes del mundo y que gente loca hay en todas partes y que bla bla bla. Lo sé. Pero a mí hoy me toca hablar por mi ciudad, que está de luto.