Pocos regiobelievers están
enterados de la riqueza biológica del río Santa Catarina, cuyo cauce corre
entre dos de las avenidas más importantes y transitadas de Monterrey:
Constitución y Morones Prieto. Ignoran la importancia vital de este afluente porque pasa lo mismo que con
las montañas: las ven ahí a diario que no reparan en todo lo que sucede en ellas.
El Santa Catarina siempre se
ha pensado como un río seco, un torrente que cuando lleva agua provoca
tragedias, un negocio de unos cuantos y un vertedero de desperdicios de todo
tipo; pero nunca lo han visto como un ecosistema complejo que ha sabido
sobrevivir a pesar de la mano del hombre.
Hubo un tiempo en el que, sobre los parajes yermos del río, había juegos mecánicos, ciclopista, estacionamientos y hasta
canchas de futbol de pasto sintético. Fue en 1988 y en el 2009 que la ciudad de Monterrey fue golpeada por dos potentes
huracanes –el Gilberto y el Alex– que barrieron con todo lo que en su cauce
había, provocando que el caudal se desbordara y ocasionara destrozos y muertes debido a la mala planeación urbana.
El
tiempo pasó, la ciudad se reconstruyó y el futuro del río Santa Catarina sigue
siendo un enigma; al menos para mí. No sé si lo canalizarán –gran pendejada–, no sé si volverán a
construir canchas de fut u otra ciclopista; ignoro también si lo explotarán –en el mejor sentido de la palabra– como atractivo turístico o lo aprovecharán como pulmón
natural de la ciudad, pero ojalá sean estas tres últimas.
A pesar de que hay tramos tristes, con descargas pestilentes de residuos líquidos y vertederos de escombro, hacia el municipio de Cadereyta, con rumbo al aeropuerto, el río es un oasis casi impenetrable; un bosque ripario de abundante flora y fauna endémica.
Gracias a mis escasos conocimientos de botánica regional pude distinguir sauces, sabinos, retamas, huizaches, anacahuitas, ricinos y girasoles. También vi garzas blancas, patos, tortugas, mojarras, sardinas, martines pescadores, ranas, conejos, lagartijas y unas garzas negras que más bien parecían ibis. En algunos tramos el agua es tan cristalina que hasta se antoja beberla o meterse a nadar. A continuación, algunas fotos:
Desde hace tiempo quería pedalear
por ahí. Es difícil acceder a él, pues la entrada más viable y
segura estaba dentro del Parque Fundidora, pero ya pusieron una barda de concreto que impide el paso. Al Santa
Catarina no se puede llegar a pie o en bicicleta sin correr el riesgo de ser
atropellado, pues las avenidas que lo bordean las han convertido en carriles de alta velocidad. Para entrar al afluente de manera segura hay que hacerlo en coche, por donde entra la maquinaria pesada
del gobierno a hacer sus obras de reconstrucción.
El pasado fin de semana por fin
logré pedalear por los alrededores del río. Entré por un puente peatonal aparentemente
abandonado que está a la altura del Parque España y da a una parte del río que
parece lote baldío. Pedaleé todo el día y quedé maravillado con lo que vi.
A pesar de que hay tramos tristes, con descargas pestilentes de residuos líquidos y vertederos de escombro, hacia el municipio de Cadereyta, con rumbo al aeropuerto, el río es un oasis casi impenetrable; un bosque ripario de abundante flora y fauna endémica.
Gracias a mis escasos conocimientos de botánica regional pude distinguir sauces, sabinos, retamas, huizaches, anacahuitas, ricinos y girasoles. También vi garzas blancas, patos, tortugas, mojarras, sardinas, martines pescadores, ranas, conejos, lagartijas y unas garzas negras que más bien parecían ibis. En algunos tramos el agua es tan cristalina que hasta se antoja beberla o meterse a nadar. A continuación, algunas fotos:
Una garza blanca sobrevolando el lecho del río. |
Un martín pescador posando en una piedra. |
Yo, bien intrépido, snif. |
Hubo unas partes en las que de plano ya no pude pasar con la bicicleta, de lo tupidas de vegetación que estaban, y pues me quedé con ganas de explorarlas y tomar fotos; pero algún día de estos volveré (agita el puño en el aire).
Y sí, chavos y chavas: ojala a la sociedad y a la autoridad algún día la cabeza les dé para comprender que el río Santa Catarina es un habitante más de esta metrópoli, tal vez uno de los residentes más antiguos, como las montañas; un ser vivo que respira y palpita al ritmo del corazón de todos los regiomontanos.
NOTA: discúlpenme, pero tuve que cerrar con esa frase tan cursi para llegarle a los regiobelievers, que sólo saben de trabajo, más trabajo, progreso, modernidad, edificiotes, partidos de fut y cosas que se compran con dinero.
NOTA: discúlpenme, pero tuve que cerrar con esa frase tan cursi para llegarle a los regiobelievers, que sólo saben de trabajo, más trabajo, progreso, modernidad, edificiotes, partidos de fut y cosas que se compran con dinero.