martes, noviembre 30, 2010
lunes, noviembre 29, 2010
viernes, noviembre 26, 2010
Jueguitos infantiles modernos
La Navidad está cerca. Los niños del mundo (capitalista) escriben cartitas a San Nicolás, Santa Clos, al Niñito Jesús o quien sea el depravado que les pone juguetes bajo el pino.
Dicen los expertos en “infantología” (sí, es una ciencia que sí existe y es muy seria), que se han perdido las tradiciones; que los juegos de actividad física han desaparecido; que los niños de ahora piden aparatejos y consolas que los mantienen aplastados frente al televisor todo el día. Los niños ya no quieren balones ni triciclos; ya no usan la imaginación para jugar, snif.
Pero yo no estoy de acuerdo con lo que dicen los expertos. Al contrario: creo que los niños de hoy siguen jugando en espacios abiertos, al aire libre, y disfrutando de los juegos “pasados de moda” o "de antaño", como el yo-yo, el trompo, la pericocha, el bote pateado y los columpios... simplemente los han adaptado a su realidad.
Dicen los expertos en “infantología” (sí, es una ciencia que sí existe y es muy seria), que se han perdido las tradiciones; que los juegos de actividad física han desaparecido; que los niños de ahora piden aparatejos y consolas que los mantienen aplastados frente al televisor todo el día. Los niños ya no quieren balones ni triciclos; ya no usan la imaginación para jugar, snif.
Pero yo no estoy de acuerdo con lo que dicen los expertos. Al contrario: creo que los niños de hoy siguen jugando en espacios abiertos, al aire libre, y disfrutando de los juegos “pasados de moda” o "de antaño", como el yo-yo, el trompo, la pericocha, el bote pateado y los columpios... simplemente los han adaptado a su realidad.
Buen fin de semana para todos.
jueves, noviembre 25, 2010
Qué humildad la mía 2
Dejé de ir a mis tacos favoritos antes de ponerme a dieta, todo porque la señora que atiende el puesto me tenía hasta la madre con sus pláticas.
La gota que derramó el vaso fue una mañana que llegué crudo a comerme cinco tacos en tortilla de harina con papa y frijoles. La ñora empezó a platicarme, angustiada, que su hijo de 20 años había embarazado a su novia de 19, que se iban a tener que salir de estudiar, que su hijo no encontraba trabajo, que los papás de la chavita estaban bien encabronados, que no sabían qué hacer… puras pinches quejas. Y yo bien crudo.
Ya que se desahogó y quitó su cara de compungida, la señora empezó a hacerse cocowash, como los loquitos, y me dijo con una sonrisa: “Ay, pero bueno, debemos verle el lado positivo a las cosas, ¿vedá? Todo en esta vida es una bendición; Diosito sabe por qué hace las cosas, voy a ser abuelita, bla bla bla”. Deliraba mal pedo la pobre vieja.
Yo quisiera saber si sigue pensando en “bendiciones” el día que vea a su hijo batallando con el dinero, con el trabajo, con la leche del niño, los pañales, las colegiaturas. Cuando vea a su hijo condenado a vivir una vida que no eligió en el momento que le llegó. Quiero ver si piensa lo mismo cuando el pendejo de su hijo le haga el otro chipote en la panza a su novia, cuando lleguen a pedirle dinero, cuando lleguen a vivir a su casa con todo y chamaquitos, cuando tenga que dejar su negocio para dedicarse a cuidar a sus nietos porque su hijo y su nuera trabajan todo el día.
No señora, ésas no son bendiciones, ésas se llaman pendejadas, no quiera justificarlos. Estoy seguro que si le preguntara al bebé que viene en camino si se considera “una bendición” por nacer de dos padres veinteañeros, desempleados y sin estudios, se saldría del útero, le daría una patada en el culo, se metería de nuevo y se ahorcaría con el cordón umbilical. Le apuesto lo que quiera a que esto pasaría.
¿Tan difícil es tomar buenas decisiones? ¿Tan difícil es aprender en cabeza ajena? ¿Tan difícil es no cometer errores que cambien tus planes de vida? Ay, pero es que de los errores se aprende; ay, están jóvenes; ay, pero es que nadie aprende en cabeza ajena; ay, es que la vida son tropiezos; ay, Diosito sabe por qué hace las cosas... Por mentalidades como las anteriores nunca aspiraremos a convertirnos en el Superhombre del que hablaba Nietzsche, y siempre seremos los Chavos del 8 que prefieren decir: "Se me chispoteó, pipipipipi..."
Es que neta: ¿son tan pendejos como para no tomar decisiones correctas sin incurrir en el error y, aparte, justificarlas como algo divino? No mamen. Y sí, yo entiendo que uno puede cometer alguna falta de ortografía, comprar unos zapatos una talla más chica, escoger un tapete de un color que no combina con las cortinas del baño o dar un golpe en el coche; pero no poder pensar tantito para evitar consecuencias obvias, me parece una pendejadota.
¿Tan difícil es?... ¿Tan perfecto soy?, snif.
La gota que derramó el vaso fue una mañana que llegué crudo a comerme cinco tacos en tortilla de harina con papa y frijoles. La ñora empezó a platicarme, angustiada, que su hijo de 20 años había embarazado a su novia de 19, que se iban a tener que salir de estudiar, que su hijo no encontraba trabajo, que los papás de la chavita estaban bien encabronados, que no sabían qué hacer… puras pinches quejas. Y yo bien crudo.
Ya que se desahogó y quitó su cara de compungida, la señora empezó a hacerse cocowash, como los loquitos, y me dijo con una sonrisa: “Ay, pero bueno, debemos verle el lado positivo a las cosas, ¿vedá? Todo en esta vida es una bendición; Diosito sabe por qué hace las cosas, voy a ser abuelita, bla bla bla”. Deliraba mal pedo la pobre vieja.
Yo quisiera saber si sigue pensando en “bendiciones” el día que vea a su hijo batallando con el dinero, con el trabajo, con la leche del niño, los pañales, las colegiaturas. Cuando vea a su hijo condenado a vivir una vida que no eligió en el momento que le llegó. Quiero ver si piensa lo mismo cuando el pendejo de su hijo le haga el otro chipote en la panza a su novia, cuando lleguen a pedirle dinero, cuando lleguen a vivir a su casa con todo y chamaquitos, cuando tenga que dejar su negocio para dedicarse a cuidar a sus nietos porque su hijo y su nuera trabajan todo el día.
No señora, ésas no son bendiciones, ésas se llaman pendejadas, no quiera justificarlos. Estoy seguro que si le preguntara al bebé que viene en camino si se considera “una bendición” por nacer de dos padres veinteañeros, desempleados y sin estudios, se saldría del útero, le daría una patada en el culo, se metería de nuevo y se ahorcaría con el cordón umbilical. Le apuesto lo que quiera a que esto pasaría.
¿Tan difícil es tomar buenas decisiones? ¿Tan difícil es aprender en cabeza ajena? ¿Tan difícil es no cometer errores que cambien tus planes de vida? Ay, pero es que de los errores se aprende; ay, están jóvenes; ay, pero es que nadie aprende en cabeza ajena; ay, es que la vida son tropiezos; ay, Diosito sabe por qué hace las cosas... Por mentalidades como las anteriores nunca aspiraremos a convertirnos en el Superhombre del que hablaba Nietzsche, y siempre seremos los Chavos del 8 que prefieren decir: "Se me chispoteó, pipipipipi..."
Es que neta: ¿son tan pendejos como para no tomar decisiones correctas sin incurrir en el error y, aparte, justificarlas como algo divino? No mamen. Y sí, yo entiendo que uno puede cometer alguna falta de ortografía, comprar unos zapatos una talla más chica, escoger un tapete de un color que no combina con las cortinas del baño o dar un golpe en el coche; pero no poder pensar tantito para evitar consecuencias obvias, me parece una pendejadota.
¿Tan difícil es?... ¿Tan perfecto soy?, snif.
martes, noviembre 23, 2010
Qué ironía que la Cumbre del Cambio Climático vaya a realizarse en México, país con pobres -o inexistentes- políticas ambientales. Pero sobre todo, qué desfachatez hacerla en Quintana Roo, uno de los estados más depredados por los políticos, empresarios hoteleros, restauranteros y antreros; que le han partido en su madre a pantanos, manglares, selvas, playas, ríos, lagunas, arrecifes y fauna por ganarse unos cuantos centavos. Ellos dicen que no, que todo es “ecoturismo” y “de color verde” (billete) y que “cumplen con las normas ambientales” y bla bla bla, pero yo no les creo ni madres. Basta con ir a ese lugar para comprobarlo.
Ah, y no conformes con un Cancún, ahora quieren dos "cancunes":
Ah, y no conformes con un Cancún, ahora quieren dos "cancunes":
lunes, noviembre 22, 2010
sábado, noviembre 20, 2010
Pateando culos religiosos
Muchas gracias a todos por sus correos y sus muestras de afecto referentes a la muerte de mi abuela. Aunque confieso que también recibí algunas críticas por mi manera de decir las cosas en situaciones "tan delicadas", y por haberle echado mierda al padrecito que ofició su misa en un post que “pudo haber prescindido de eso”, según algunos lectores.
Desde ahorita les digo que, si por mí fuera, me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina; pero no tengo el tiempo, snif.
Gente cercana y familiares siguen pensando que la misa fue hermosa, pero yo sigo diciendo que mi abuela merecía más. Mucho más. No palabrería sobada de un manual antiguo ni poemas de florecitas. No mamen. Si la amaban de verdad, deberían de estar ofendidos.
“Ay, es que el poema de las flores que dijo el padrecito al final estuvo hermoso, nunca lo voy a olvidar”, expresan con voz quebrada y lágrimas en los ojos.
Chinnngada madre… a ver… ¿cómo se los explico sin quedar como el ogro ateo y malhumorado que soy?...
Imaginen al padrecito sentado en un sillón, viendo la lista de misas que tiene que oficiar ese día y contando las montañas de dinero que le dejan los incautos y los temerosos de Dios. El padrecito ve que murió una mujer y se le ocurre lo más fácil: agarrar un pinche poema pedorro que habla acerca de las flores; un poema que ya está escrito, pero como la gente no lee, no lo conoce; un poema tan obvio que da hueva escuchar la primera estrofa.
Me imagino al padre diciéndose a sí mismo: “Mmmm, se murió una señora… a las mujeres les gustan las flores... siempre las comparan con ellas por su belleza y su delicadeza… ¡Bingo! Voy a decir un poema que hable de flores y metafóricamente hable de las virtudes de la mujer... Eso nunca se ha visto. De seguro la misa será un éxito”. Chale. Y todavía cobró el muy cabrón.
Les repito: si por mí fuera me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina, pero no tengo el tiempo.
Que me disculpe mi abuela, que fue híper creyente y súper católica, pero eso pienso y en muchas cosas no creo. Pero como me dijo un amigo: "No tienes que creer, estoy seguro que tu abuela creía por ti".
Desde ahorita les digo que, si por mí fuera, me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina; pero no tengo el tiempo, snif.
Gente cercana y familiares siguen pensando que la misa fue hermosa, pero yo sigo diciendo que mi abuela merecía más. Mucho más. No palabrería sobada de un manual antiguo ni poemas de florecitas. No mamen. Si la amaban de verdad, deberían de estar ofendidos.
“Ay, es que el poema de las flores que dijo el padrecito al final estuvo hermoso, nunca lo voy a olvidar”, expresan con voz quebrada y lágrimas en los ojos.
Chinnngada madre… a ver… ¿cómo se los explico sin quedar como el ogro ateo y malhumorado que soy?...
Imaginen al padrecito sentado en un sillón, viendo la lista de misas que tiene que oficiar ese día y contando las montañas de dinero que le dejan los incautos y los temerosos de Dios. El padrecito ve que murió una mujer y se le ocurre lo más fácil: agarrar un pinche poema pedorro que habla acerca de las flores; un poema que ya está escrito, pero como la gente no lee, no lo conoce; un poema tan obvio que da hueva escuchar la primera estrofa.
Me imagino al padre diciéndose a sí mismo: “Mmmm, se murió una señora… a las mujeres les gustan las flores... siempre las comparan con ellas por su belleza y su delicadeza… ¡Bingo! Voy a decir un poema que hable de flores y metafóricamente hable de las virtudes de la mujer... Eso nunca se ha visto. De seguro la misa será un éxito”. Chale. Y todavía cobró el muy cabrón.
Les repito: si por mí fuera me iría de iglesia en iglesia, de catedral en catedral y seminario en seminario pateándole el culo a los sacerdotes, ministros, obispos, cardenales, monaguillos y demás orates con licencia divina, pero no tengo el tiempo.
Que me disculpe mi abuela, que fue híper creyente y súper católica, pero eso pienso y en muchas cosas no creo. Pero como me dijo un amigo: "No tienes que creer, estoy seguro que tu abuela creía por ti".
viernes, noviembre 19, 2010
¡Qué honor!
Hace más de 5 años subí esta foto con este texto. La imagen la tomé en un viaje que hice por las bahías de Huatulco durante el verano del 2005.
Al parecer, la fotografía ha gustado mucho, pues la han utilizado en varios blogs, eventos culturales, posters y hasta discos.
Gracias por difundir mi foto, aunque nadie sepa que yo la tomé. No importa, esos son sólo caprichos del ego, snif.
Me siento como Alberto Korda, autor de la famosa foto del Che Guevara, pero en chafo.
Al parecer, la fotografía ha gustado mucho, pues la han utilizado en varios blogs, eventos culturales, posters y hasta discos.
Gracias por difundir mi foto, aunque nadie sepa que yo la tomé. No importa, esos son sólo caprichos del ego, snif.
Me siento como Alberto Korda, autor de la famosa foto del Che Guevara, pero en chafo.
miércoles, noviembre 17, 2010
Recuerden que a veces publico caricaturas y textos en Hazme el Chingado Favor, para que se den sus vueltas por allá. Ahí sí se pueden dejar comentarios.
martes, noviembre 16, 2010
Qué humildad la mía, snif
Después de la muerte vienen los desacuerdos.
El color del ataúd, quién va a dar las misas y en dónde, cómo van a maquillar al fallecido, qué tipo de flores, qué foto van a poner sobre el féretro: una con los hijos o una donde se incluya también a los nietos… Como si todo eso importara.
Yo ya dije: el día que muera, sáquenme todo lo que sirva y avienten mis restos a una fosa común; pero no le den ni un pinche peso a la mafia funeraria y panteonera
Luego, vienen más pleitos: quién se va a quedar con la casa, por qué ellos se van a quedar con la casa, quién se va a quedar con el carro, por qué él y no yo. Los pocos bienes del difunto se convierten automáticamente en un botín de bandoleros sin necesidad. Las ovejas sacan las garras y el cobre.
¿Qué necesitan las personas para que les caiga el veinte? ¿Qué necesitan para darse cuenta de la futilidad de la vida y de lo que en realidad importa? ¿Necesitan que les pongan un pinche cuerno de chivo en la nuca y les digan que imploren por su vida para ver si así la respetan? ¿Necesitan que les truene una pinche granada y les vuele una mano y media pierna para que se dejen de mamadas?
En serio que no es por mamón ni por soberbio, y no me lo vayan a tomar a mal, pero cada que me entero de cosas así, me siento un ser superior. Alguien supremo, todo bondadoso y casi perfecto, que está muy por encima de cualquiera. En pocas palabras: me siento un súper humano, un sabio, un Dios. Y me siento así porque yo no caigo en bajezas.
Lo mismo me pasa cuando digo buenas tardes y nadie me contesta; cuando doy el paso en el coche y alguien más me lo niega; cuando abro una puerta y el que pasa ni las gracias me da; cuando me preguntan por qué pienso de tal forma, cuando nadie entiende por qué me llevo bien con el ex marido de mi vieja, por qué no aprovecho y agarro tajada o saco provecho de algunas palancas.
En serio, me siento enorme. No quepo en este mundo. No me merecen. No somos iguales.
Y repito: no es por mamón ni soberbio ni ególatra; simplemente me siento así porque la mayoría de las personas muestran su pequeñez.
Muchas gracias, gente horrenda y chaparra; gracias por hacer que me sienta superior a ustedes.
Ahora: récenme.
El color del ataúd, quién va a dar las misas y en dónde, cómo van a maquillar al fallecido, qué tipo de flores, qué foto van a poner sobre el féretro: una con los hijos o una donde se incluya también a los nietos… Como si todo eso importara.
Yo ya dije: el día que muera, sáquenme todo lo que sirva y avienten mis restos a una fosa común; pero no le den ni un pinche peso a la mafia funeraria y panteonera
Luego, vienen más pleitos: quién se va a quedar con la casa, por qué ellos se van a quedar con la casa, quién se va a quedar con el carro, por qué él y no yo. Los pocos bienes del difunto se convierten automáticamente en un botín de bandoleros sin necesidad. Las ovejas sacan las garras y el cobre.
¿Qué necesitan las personas para que les caiga el veinte? ¿Qué necesitan para darse cuenta de la futilidad de la vida y de lo que en realidad importa? ¿Necesitan que les pongan un pinche cuerno de chivo en la nuca y les digan que imploren por su vida para ver si así la respetan? ¿Necesitan que les truene una pinche granada y les vuele una mano y media pierna para que se dejen de mamadas?
En serio que no es por mamón ni por soberbio, y no me lo vayan a tomar a mal, pero cada que me entero de cosas así, me siento un ser superior. Alguien supremo, todo bondadoso y casi perfecto, que está muy por encima de cualquiera. En pocas palabras: me siento un súper humano, un sabio, un Dios. Y me siento así porque yo no caigo en bajezas.
Lo mismo me pasa cuando digo buenas tardes y nadie me contesta; cuando doy el paso en el coche y alguien más me lo niega; cuando abro una puerta y el que pasa ni las gracias me da; cuando me preguntan por qué pienso de tal forma, cuando nadie entiende por qué me llevo bien con el ex marido de mi vieja, por qué no aprovecho y agarro tajada o saco provecho de algunas palancas.
En serio, me siento enorme. No quepo en este mundo. No me merecen. No somos iguales.
Y repito: no es por mamón ni soberbio ni ególatra; simplemente me siento así porque la mayoría de las personas muestran su pequeñez.
Muchas gracias, gente horrenda y chaparra; gracias por hacer que me sienta superior a ustedes.
Ahora: récenme.
lunes, noviembre 15, 2010
Entubada, con la piel amarillenta y los labios contraídos a causa de una enfermedad terminal, mi abuela todavía tuvo los ánimos de organizar a la gente que rodeaba su cama para cantarme Las Mañanitas, hace un par de semanas. Es el mejor regalo que he recibido en 34 años de vida, a pesar que de niño hacía berrinche y lloraba cuando me las cantaban.
Volví a visitar a mi abuela tres días después. El color de su piel me impactó. Parecía un personaje sacado de las caricaturas de Los Simpson. La besé –olía a sus cremas para la cara- y le tomé la mano –la tenía fría-. Me dijo que ya no querían darle comida china ni camarones de Don Leo, que pura papaya licuada. Ahorita mismo los regaño y te traigo tu cóctel, le dije sonriendo, ante la mirada compasiva de una enfermera y una tía.
Ya me duele mucho mi panza, mijito… se me hace que no llego a mañana. Pensé que con sus palabras se me helaría la sangre, pero no. No supe qué decirle. Me quedé callado. Sólo sonreí y le acaricié el cabello. ¿Qué puede decir un ateo en esas situaciones? Un ateo que la disfrutó 34 años.
Mi tía y la enfermera se le acercaron y le dijeron que no pensara eso, que se iba a poner bien, que le echara ganas, que se pusiera en manos de Dios, que el cuadro del Sagrado Corazón colgado en la pared siempre la había cuidado. No sé si su intención era mentirle o mentirse ellas mismas, contagiadas por las mentiras que hemos escuchado toda la vida y nos enseñan a repetir como cotorritos amaestrados. Cuando mi tía y la enfermera salieron de la habitación, mi abuela me miró como si supiera algo que nadie más sabía. Se le veía en los ojos. Fue como si acabaran de revelarle un secreto que los demás sólo conoceremos cuando lleguemos a ese momento.
Que sea la voluntad de Dios, ¿verdad mijito?, dijo con un suspiro ahogado. Así va a ser, abuelita, le respondí haciendo a un lado mi ateísmo.
Cinco días después, mi abuela murió. Llegué justo cuando dejó de respirar, después de recibir una llamada desesperada de mi madre. No quise hacer bulto en el cuarto, donde había varios familiares histéricos, hablándole y queriéndola arrebatar de lo inevitable. La tocaban, la movían, decían que todavía tenía pulso, que sentían que respiraba, que aún los escuchaba. La enfermera hacía su trabajo y les seguía la corriente, como queriendo alargarles la ilusión de la vida. ¿Qué diferencia hay entre un cuerpo vegetativo y consciente a uno muerto? Las personas no saben de calidad de vida, pero la pregonan cada que pueden y no respetan a quien ya la ha perdido.
La gente enloquece un poco cuando muere un ser amado. Mis tías veían ángeles en el cuarto, había comadres que rezaban y lloraban y se arrodillaban en el piso, primas que se aventaban al cuerpo inerte para abrazarlo y decirle que no se fuera, vecinas que veían escarcha dorada sobre su piel, como si la virgen de no sé dónde la hubiera tocado. Todo mundo le buscaba el lado mágico a la muerte, el aspecto sobrenatural a la garantía más natural de la vida. Yo, me limité a recargarme en el marco de la puerta de la habitación, a contemplar la escena. Desde ahí, mi abuela me pareció la muerta más hermosa del mundo.
Pensé mucho ese día, antes de que se llevaran su cuerpo, y también los días siguientes. Sobre todo en la misa, oyendo las pendejadas que decía el padre. Ni siquiera la conocía y se sentía con derecho a hablar de ella. Dijo que tena 13 hijos, cuando tuvo 11; se refirió a ella como la señora Leticia, no Alma. Nadie le decía Leticia a mi abuelita. Ni eso pudo hacer bien el pendejo, y hasta cobró el muy cabrón por frases tan trilladas como: "guerrera incansable", "madre ejemplar", "flor que con su perfume lo impregnaba todo", "Dios la necesitaba en sus filas", "ya está descansando"... eso todos los sabemos, imbécil. Es increíble que un emisario de alguien supuestamente celestial no tenga la capacidad para decir cosas bellas por un semejante. Al igual que tanta gente. Muertos en vida que siguen un formato.
Obviamente, las tías que vieron ángeles, las comadres que rezaron y las vecinas que vieron escarcha dorada sobre su rostro, dijeron que la misa había estado hermosa y que el padre había hablado divino, y empezó de nuevo la competencia por ver quién lloraba más, porque, para muchos, quien más llora es quien más la quería.
Y todo hizo click. O corto circuito. En el cerebro y en el alma, o lo que sea que tenemos adentro. Varias noches se me fue el sueño. Agarraba un libro pero me ganaban las ganas de pensar. Abro los ojos y paso de los 34; mañana los abro y tengo lo doble. Si acaso los abro. Siempre supe lo anterior. Es un razonamiento sencillo, lógico, pero nunca lo sentí tan profundo. Derramé pocas lágrimas en la iglesia –algunas por las pendejadas que decía el padrecito- y estando a solas, en la penumbra de mi cuarto. Lloré más por lo que significa la vida que por perder a alguien que nunca sentí que perdí a pesar de su ausencia. Comprendí que la vida es memoria. A eso se resume todo. Tengo treinta y tantos años de recuerdos con mi abuela. Un tesoro. Compadecí a quienes no tienen desarrollada esa capacidad y a quienes no han tenido tanto tiempo una abuela. Comprendí que la vida no es esto en sí. Esto que está aquí. Y me dio coraje. También me dio risa que tantos presuman estar vivos. Que tantos vivan sin vivir. Y que yo tenga que vivir junto a ellos. La vida es sentir, no respirar; inspirar, no pasar inadvertido. Reafirmé mi postura a no estar donde no quiero estar, a no hacer lo que no quiero hacer, a creer lo que creo, a decir lo que pienso y siento como lo pienso y lo siento; a no perder mi tiempo ni en cosas ni en gente ni en emociones que no me dejan nada en el pecho –donde a veces sentimos miles de alas de mariposas- ni en la memoria. Lloré porque me di cuenta de muchas cosas que antes no veía. Del tiempo que sentí perdido y nunca lo fue, pero me hicieron creer que lo era. También del tiempo que posiblemente me quede por vivir y no quiero perder. Me di cuenta de todas las cosas que no hice por falta de dinero, de pantalones, de acompañante o de tiempo… y ahora me doy cuenta que no se necesitaba ni tanto dinero ni tantos pantalones ni acompañante ni tiempo. Sólo tomar una decisión. Seguir una corazonada. Conocerme a mí mismo. A fondo. Y dejar que las cosas fluyeran.
Antes fingía un poco -lo confieso- que nada me importaba. Ahora en realidad nada me importa. Y no lo digo porque todo para mí haya perdido su valor, sino porque ahora he encontrado su valor verdadero. Gracias a mi abuela y a su ausencia física.
En el refri aún tengo dos bolsas con habas y lentejas congeladas. Las últimas que preparó, pero no he querido comérmelas. No sé qué estoy esperando.
La gente enloquece un poco cuando muere un ser amado.
Volví a visitar a mi abuela tres días después. El color de su piel me impactó. Parecía un personaje sacado de las caricaturas de Los Simpson. La besé –olía a sus cremas para la cara- y le tomé la mano –la tenía fría-. Me dijo que ya no querían darle comida china ni camarones de Don Leo, que pura papaya licuada. Ahorita mismo los regaño y te traigo tu cóctel, le dije sonriendo, ante la mirada compasiva de una enfermera y una tía.
Ya me duele mucho mi panza, mijito… se me hace que no llego a mañana. Pensé que con sus palabras se me helaría la sangre, pero no. No supe qué decirle. Me quedé callado. Sólo sonreí y le acaricié el cabello. ¿Qué puede decir un ateo en esas situaciones? Un ateo que la disfrutó 34 años.
Mi tía y la enfermera se le acercaron y le dijeron que no pensara eso, que se iba a poner bien, que le echara ganas, que se pusiera en manos de Dios, que el cuadro del Sagrado Corazón colgado en la pared siempre la había cuidado. No sé si su intención era mentirle o mentirse ellas mismas, contagiadas por las mentiras que hemos escuchado toda la vida y nos enseñan a repetir como cotorritos amaestrados. Cuando mi tía y la enfermera salieron de la habitación, mi abuela me miró como si supiera algo que nadie más sabía. Se le veía en los ojos. Fue como si acabaran de revelarle un secreto que los demás sólo conoceremos cuando lleguemos a ese momento.
Que sea la voluntad de Dios, ¿verdad mijito?, dijo con un suspiro ahogado. Así va a ser, abuelita, le respondí haciendo a un lado mi ateísmo.
Cinco días después, mi abuela murió. Llegué justo cuando dejó de respirar, después de recibir una llamada desesperada de mi madre. No quise hacer bulto en el cuarto, donde había varios familiares histéricos, hablándole y queriéndola arrebatar de lo inevitable. La tocaban, la movían, decían que todavía tenía pulso, que sentían que respiraba, que aún los escuchaba. La enfermera hacía su trabajo y les seguía la corriente, como queriendo alargarles la ilusión de la vida. ¿Qué diferencia hay entre un cuerpo vegetativo y consciente a uno muerto? Las personas no saben de calidad de vida, pero la pregonan cada que pueden y no respetan a quien ya la ha perdido.
La gente enloquece un poco cuando muere un ser amado. Mis tías veían ángeles en el cuarto, había comadres que rezaban y lloraban y se arrodillaban en el piso, primas que se aventaban al cuerpo inerte para abrazarlo y decirle que no se fuera, vecinas que veían escarcha dorada sobre su piel, como si la virgen de no sé dónde la hubiera tocado. Todo mundo le buscaba el lado mágico a la muerte, el aspecto sobrenatural a la garantía más natural de la vida. Yo, me limité a recargarme en el marco de la puerta de la habitación, a contemplar la escena. Desde ahí, mi abuela me pareció la muerta más hermosa del mundo.
Pensé mucho ese día, antes de que se llevaran su cuerpo, y también los días siguientes. Sobre todo en la misa, oyendo las pendejadas que decía el padre. Ni siquiera la conocía y se sentía con derecho a hablar de ella. Dijo que tena 13 hijos, cuando tuvo 11; se refirió a ella como la señora Leticia, no Alma. Nadie le decía Leticia a mi abuelita. Ni eso pudo hacer bien el pendejo, y hasta cobró el muy cabrón por frases tan trilladas como: "guerrera incansable", "madre ejemplar", "flor que con su perfume lo impregnaba todo", "Dios la necesitaba en sus filas", "ya está descansando"... eso todos los sabemos, imbécil. Es increíble que un emisario de alguien supuestamente celestial no tenga la capacidad para decir cosas bellas por un semejante. Al igual que tanta gente. Muertos en vida que siguen un formato.
Obviamente, las tías que vieron ángeles, las comadres que rezaron y las vecinas que vieron escarcha dorada sobre su rostro, dijeron que la misa había estado hermosa y que el padre había hablado divino, y empezó de nuevo la competencia por ver quién lloraba más, porque, para muchos, quien más llora es quien más la quería.
Y todo hizo click. O corto circuito. En el cerebro y en el alma, o lo que sea que tenemos adentro. Varias noches se me fue el sueño. Agarraba un libro pero me ganaban las ganas de pensar. Abro los ojos y paso de los 34; mañana los abro y tengo lo doble. Si acaso los abro. Siempre supe lo anterior. Es un razonamiento sencillo, lógico, pero nunca lo sentí tan profundo. Derramé pocas lágrimas en la iglesia –algunas por las pendejadas que decía el padrecito- y estando a solas, en la penumbra de mi cuarto. Lloré más por lo que significa la vida que por perder a alguien que nunca sentí que perdí a pesar de su ausencia. Comprendí que la vida es memoria. A eso se resume todo. Tengo treinta y tantos años de recuerdos con mi abuela. Un tesoro. Compadecí a quienes no tienen desarrollada esa capacidad y a quienes no han tenido tanto tiempo una abuela. Comprendí que la vida no es esto en sí. Esto que está aquí. Y me dio coraje. También me dio risa que tantos presuman estar vivos. Que tantos vivan sin vivir. Y que yo tenga que vivir junto a ellos. La vida es sentir, no respirar; inspirar, no pasar inadvertido. Reafirmé mi postura a no estar donde no quiero estar, a no hacer lo que no quiero hacer, a creer lo que creo, a decir lo que pienso y siento como lo pienso y lo siento; a no perder mi tiempo ni en cosas ni en gente ni en emociones que no me dejan nada en el pecho –donde a veces sentimos miles de alas de mariposas- ni en la memoria. Lloré porque me di cuenta de muchas cosas que antes no veía. Del tiempo que sentí perdido y nunca lo fue, pero me hicieron creer que lo era. También del tiempo que posiblemente me quede por vivir y no quiero perder. Me di cuenta de todas las cosas que no hice por falta de dinero, de pantalones, de acompañante o de tiempo… y ahora me doy cuenta que no se necesitaba ni tanto dinero ni tantos pantalones ni acompañante ni tiempo. Sólo tomar una decisión. Seguir una corazonada. Conocerme a mí mismo. A fondo. Y dejar que las cosas fluyeran.
Antes fingía un poco -lo confieso- que nada me importaba. Ahora en realidad nada me importa. Y no lo digo porque todo para mí haya perdido su valor, sino porque ahora he encontrado su valor verdadero. Gracias a mi abuela y a su ausencia física.
En el refri aún tengo dos bolsas con habas y lentejas congeladas. Las últimas que preparó, pero no he querido comérmelas. No sé qué estoy esperando.
La gente enloquece un poco cuando muere un ser amado.
viernes, noviembre 12, 2010
Avances...
He bajado 5 kilos con la dieta que me pasó mi hermana (pero no se las paso... a mi hermana).
Y la mejor forma de celebrar esos kilos de menos fue atascándome un costillar adobado de cerdo de mi cantina favorita: El Zacatecas, con sus respetivas cervezas Superior (sí, todavía existen).
A mí lado, Rafa Ibarra, autor de un blog para borrachos y tragones... perdón: para gente con clase que le gusta el buen comer y el buen beber, como a mí.
Y la mejor forma de celebrar esos kilos de menos fue atascándome un costillar adobado de cerdo de mi cantina favorita: El Zacatecas, con sus respetivas cervezas Superior (sí, todavía existen).
A mí lado, Rafa Ibarra, autor de un blog para borrachos y tragones... perdón: para gente con clase que le gusta el buen comer y el buen beber, como a mí.
miércoles, noviembre 10, 2010
sábado, noviembre 06, 2010
La cultura verde de mi ciudad
Alguna vez mencioné que quisiera tener mucho dinero sólo para comprar una isla privada, mi propio país, mi propia ciudad o, ya de jodido, tener mi propio barrio.
Quisiera cumplir este sueño guajiro para que la gente que viviera en mi isla, país, ciudad o barrio hiciera lo que yo dijera y viviera de acuerdo a mis filosofías, ideales y leyes; y al que no le gustara que fuera a chingar a su madre frente a un batallón de fusilamiento.
Pero no se asusten, queridos lectores; no soy sectario ni extremista ni dictador ni tengo ideas tan locas ni pido cosas imposibles. El único requisito para vivir en mis tierras y no ser fusilados, sería que no le hicieran esto a los árboles:
Es lo malo de vivir en una metrópoli naca, iletrada, hambrienta y empresarial; donde no nos gobiernan ni los filósofos ni los hombres de ciencia ni los sabios. Pero ¿dónde gobiernan?
Las imágenes anteriores son las mismas de cada año cuando se acerca el invierno: puros árboles mochos.
Antier llegó un pendejo de municipio a ofrecerme sus servicios -gratuitos- para mutilar el fresno de más de 25 años que está afuera de la casa en donde ahora vivo. El hombre me argumentó que los árboles "deben" podarse en esta época del año porque “hacen mucho mugrero” y "reverdecen más bonito en primavera". Amablemente le dije al tipo que no me interesaba, y me rebatió con que "todos los vecinos de la cuadra estaban podando sus árboles". Le dije que eso no era una poda, que era una tala, y le aclaré que yo no era como los demás vecinos, que más respeto por favor, que no me perroconfundiera. El empleado del municipio se fue a seguir con su labor.
Y pues resulta que ahora soy el loco del barrio (siempre quise un apodo así, ¡yupi!). El vecino indeseable. El que lleva la contra al acuerdo común entre quienes habitan en esa calle. Soy el vecino que por su culpa la cuadra estará llena de hojas, ay, snif, qué tragedia. ¡Pues bárranlas, pinches huevones jijos de su puta madre!, pero a mi árbol no lo tocan (después de leer esto también seré el vecino grosero al que le van a querer partir la madre, jejeje).
No sé ustedes, pero -aparte de todos los beneficios que otorgan los árboles- los paisajes más hermosos que yo he visto han sido los cubiertos por hojarasca. El pedo es que la gente de barriada nunca ha agarrado un puto libro con fotos, mucho menos ha viajado y ya no pido que sepa algo de ciencias naturales básicas.
Todo el día me han retumbado en la cabeza las palabras de la bruja que me hizo una carta astral (la primera y única vez que fui a una onda de ésas) cuando me vio. Me dijo: "Tú nunca vas a ser feliz aquí... no vas a cambiar nada, mijo... el que está mal eres tú, el que se tiene que ir eres tú... mejor vete, mijo, nunca vas a encajar y te vas a morir haciendo corajes". Ahora creo más en las brujas esotéricas. Algo de cierto hay en sus palabras.
Quisiera cumplir este sueño guajiro para que la gente que viviera en mi isla, país, ciudad o barrio hiciera lo que yo dijera y viviera de acuerdo a mis filosofías, ideales y leyes; y al que no le gustara que fuera a chingar a su madre frente a un batallón de fusilamiento.
Pero no se asusten, queridos lectores; no soy sectario ni extremista ni dictador ni tengo ideas tan locas ni pido cosas imposibles. El único requisito para vivir en mis tierras y no ser fusilados, sería que no le hicieran esto a los árboles:
Es lo malo de vivir en una metrópoli naca, iletrada, hambrienta y empresarial; donde no nos gobiernan ni los filósofos ni los hombres de ciencia ni los sabios. Pero ¿dónde gobiernan?
Las imágenes anteriores son las mismas de cada año cuando se acerca el invierno: puros árboles mochos.
Antier llegó un pendejo de municipio a ofrecerme sus servicios -gratuitos- para mutilar el fresno de más de 25 años que está afuera de la casa en donde ahora vivo. El hombre me argumentó que los árboles "deben" podarse en esta época del año porque “hacen mucho mugrero” y "reverdecen más bonito en primavera". Amablemente le dije al tipo que no me interesaba, y me rebatió con que "todos los vecinos de la cuadra estaban podando sus árboles". Le dije que eso no era una poda, que era una tala, y le aclaré que yo no era como los demás vecinos, que más respeto por favor, que no me perroconfundiera. El empleado del municipio se fue a seguir con su labor.
Y pues resulta que ahora soy el loco del barrio (siempre quise un apodo así, ¡yupi!). El vecino indeseable. El que lleva la contra al acuerdo común entre quienes habitan en esa calle. Soy el vecino que por su culpa la cuadra estará llena de hojas, ay, snif, qué tragedia. ¡Pues bárranlas, pinches huevones jijos de su puta madre!, pero a mi árbol no lo tocan (después de leer esto también seré el vecino grosero al que le van a querer partir la madre, jejeje).
No sé ustedes, pero -aparte de todos los beneficios que otorgan los árboles- los paisajes más hermosos que yo he visto han sido los cubiertos por hojarasca. El pedo es que la gente de barriada nunca ha agarrado un puto libro con fotos, mucho menos ha viajado y ya no pido que sepa algo de ciencias naturales básicas.
Todo el día me han retumbado en la cabeza las palabras de la bruja que me hizo una carta astral (la primera y única vez que fui a una onda de ésas) cuando me vio. Me dijo: "Tú nunca vas a ser feliz aquí... no vas a cambiar nada, mijo... el que está mal eres tú, el que se tiene que ir eres tú... mejor vete, mijo, nunca vas a encajar y te vas a morir haciendo corajes". Ahora creo más en las brujas esotéricas. Algo de cierto hay en sus palabras.
jueves, noviembre 04, 2010
martes, noviembre 02, 2010
lunes, noviembre 01, 2010
Recuerden que mañana martes es el último día para pedir sus playeras del Escuadrón Retro.
Esta semana enviaré por SEPOMEX los pedidos recibidos la semana pasada y los que se junten hasta mañana. El paquete tarda entre 5 y 10 días hábiles en llegar.
La banda de Monterrey que me pidió playeras y quedamos en vernos en algún lugar céntrico, avisen si aún las quieren, para seguirlas apartando.
Muchas gracias a todos. Buen inicio de semana.
Esta semana enviaré por SEPOMEX los pedidos recibidos la semana pasada y los que se junten hasta mañana. El paquete tarda entre 5 y 10 días hábiles en llegar.
La banda de Monterrey que me pidió playeras y quedamos en vernos en algún lugar céntrico, avisen si aún las quieren, para seguirlas apartando.
Muchas gracias a todos. Buen inicio de semana.
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