viernes, julio 30, 2010

Estoy en proceso (la palabra “proceso” se lee “muy acá”, como si estuviera haciendo algo bien importante, jejeje) de mudarme de domicilio y de realizar un viaje.

El contrato de la casa en donde he vivido los últimos dos años se vence el lunes, y, a pesar de que tengo muy pocas cosas, todavía me falta empacar algunas pendejaditas de las que no me gustaría deshacerme. Lo pesado: el refri, la sala, la mesa, sus sillas y el acuario ya me los llevé.

Me falta también pagar los recibos de los servicios -que llegaron antier- y dejar la casa lo más decente que sea posible para entregarla a sus dueños.

Cuando le comenté lo anterior a un conocido, me dijo: “Nambeee, que te valga verga. Que los recibos los paguen los güeyes que van a entrar a vivir ahí y que limpien la casa los dueños”. Obviamente saqué a esta persona de mi "lista de conocidos" y la agregué a mi lista de "personas a las que hay que aniquilar con todo y familia si queremos vivir en un mejor país”, no sin antes soltar un sonoro "¡Viva México!".

Es muy aburrido hacer maletas, empacar libros y cargar cajas. Pero hoy estuvo chido. Guardando mi ropa me di cuenta que puedo empezar una colección de camisetas de colegas y amigos moneros, jejeje.


jueves, julio 29, 2010

lunes, julio 26, 2010

Rasuraditas

Tenía mucho de no escuchar la expresión: "Si quieres te le pongo pelos", y hoy, en una gasolinera -¿dónde más?-, la volví a escuchar gracias a un despachador.

Para los que no saben de lo que hablo, se los explico a continuación. Si uno quiere checarle el aceite al motor de un coche, es necesario sacar una varilla larga que en la punta tiene una marca impresa. La varilla se limpia con un trapo y se mete de nuevo hasta el fondo para volverla a sacar y comprobar que el aceite llegue al nivel indicado.

Por lo general, se batalla para meter la fusta por el orificio, por eso se dice: “Si quieres te le pongo pelos”.

El despachador de hoy salió muy vivo. O muy guarro. Cuando falló en su intento de meter la barrita de metal, sus compañeros de trabajo le dijeron la frase, y éste les respondió: “No, gracias, a mí sí me gustan rasuraditas”. “Tonces ¿por qué le fallas, animal?”, le preguntó un bigotón que parecía ser el líder de los despachadores. “Pos es que este bujero está muy feo: se parece al de tu jefa”.

viernes, julio 23, 2010

A la izquierda del negocio de cajas, cruzando la calle, hay una tienda Oxxo. A la derecha, cruzando otra calle, pero un poco más alejado, está un Seven Eleven. Por “comodidad”, cuando necesitaba algo, iba al Oxxo. Y digo “iba” porque hace dos semanas, a un lado, pegadito al negocio, abrieron un Extra. Por obvias razones –y por huevón-, ahora compro en esta tienda.

Antes compraba en una tiendita de abarrotes que quedaba dos calles atrás. La atendía una viejita y su hija, pero tuvieron que cerrar. Imagino que se las comieron el Oxxo, el Seven Eleven y el Extra, que podrán ofrecer su café rancio, sus hot dogs ojetes y sus burritos para microondas de la verga, pero no venden las tostadas con frijoles, repollo y salsa ni los tamarindos que vendía la viejita.

En menos de 100 metros, por la misma calle, están estas tres tiendas de conveniencia. Si avanzas cincuenta o cien metros más adelante, vez lo mismo: Oxxos, Sevens y Extras amontonados. ¿Serán necesarias tantas? ¿Libre mercado? ¿Libre competencia? ¿Libertad de elección del consumidor? Mamadas.

Comercios con distintos nombres que ofrecen los mismos productos a los mismos precios con el mismo pésimo servicio y los mismos salarios raquíticos para sus empleados. ¿Cuál es su oferta entonces? ¿Que caminemos menos y nos hagamos más huevones?; pues al rato nos van a poner Oxxos, Sevenelevens y Extras a lado de nuestras casas.

Siempre he considerado estas tiendas y la manera en que proliferan, un despropósito, una gran pendejada, un despilfarro de energía y recursos. Voracidad pura.

Hey, pero vivimos en un país rico, libre y moderno. Podemos darnos esos lujos de no caminar tan lejos para comprar algo.

miércoles, julio 21, 2010

Ocupados mis huevos

Como dibujante de monos, soy fan del trabajo de muchos colegas que lo hacen mejor que yo.

Como admirador, he tratado de ponerme en contacto con algunos de ellos, pues han inspirado mi trabajo, han tenido influencia en mis trazos y de grande quisiera ser así de chingón. Calderón, Trino, Falcón, los Chamucos, etcétera.

Algunos de ellos muy amablemente han respondido mis correos, han aclarado mis dudas, me han dado consejos, han colaborado en proyectos a los que los he invitado, o, de perdido, me han agradecido haberles escrito.

Otros, ni se tomaron esa molestia. Los “más famosos” son los que regularmente hacen eso. Algunos me respondieron a través de su asistente personal, diciéndome que “el señor” estaba demasiado ocupado y por el momento no podía responderme.

Eso de “estar muy ocupado” que ni un pinche correo electrónico puedas responder, siempre me ha parecido un mito, por más famoso u ocupado que estés.

Como prueba de ello -y después de escribirles un par de correos más que tampoco obtuvieron respuesta-, se me ocurrió la puntada de crear una cuenta de facebook, de blogger y de correo, haciéndome pasar por mujer. Agarré unas fotos de no recuerdo qué sitio y me creé todo un perfil.

Volví a escribirles a mis moneros favoritos con mi nueva personalidad de vieja buenota, y les pregunté cualquier pendejada. En menos de una hora ya tenía respuesta de todos esos que “no tenían tiempo”, comprobando que mis mensajes simplemente se los habían pasado por los huevos.

Si algo aprendí de esta experiencia, es a no ser como los dibujantes que quiero ser. Al menos no como persona, porque como artistas los sigo admirando.

lunes, julio 19, 2010

Manual cinematográfico del idealista frustrado.

No había visto la película de Avatar... y por fin la vi. ¡Oh, qué gran mierda! La vi porque todo mundo hablaba maravillas de ella, de sus impresionantes efectos especiales y de ese “gran mensaje ecológico”; mensaje ecológico que a todos les encanta cacarear pero nadie pone en práctica ni en las cosas mínimas de su vida diaria. Lo que más me sorprende es que haya críticos que se atrevan a afirmar que James Cameron está revolucionando la industria cinematográfica. ¿Cómo un cabrón que hace películas tres veces más caras de lo que costaría normalmente una superproducción y trata de revivir al ochenterísimo 3D, está revolucionando al cine? Pero bueno, para los gringos eso de “revolucionar el cine” es sinónimo de la cantidad de dinero que metas en taquilla.
Aparte, la historia, los personajes… ¡qué horror! Como dijo un conductor de MTV: Imagina que eres un productor de cine y llega alguien y te dice: “Tengo una idea genial para una película: extraterrestres azules de más de dos metros de altura, con rasgos felinos, que viven en un árbol, montan dragones y tienen sexo a través de sus colas de caballo”. ¿Qué pensarías? Yo, pensaría que está orate y que su película será una mierda. Como lo es.
Lo único positivo de verla fue que saqué un buen apodo para mi amigo El Sabalito de Chapopote, un güey alto, flaco y moreno. Ahora le decimos el Avatar. Aunque Sabalito de Chapopote sigue sonando mejor.

Total que para quitarme ese trago amargo que me provocó ver Avatar, me fui de rol a varias librerías, tiendas de discos y changarros para ver si conseguía algo nutritivo para mi reproductor de dvds, y conseguí películas muy chidas, que traen mucho idealismo y mucho mensaje de hermandad, igualdad, lucha, libertad, respeto, paz, sha la la la laaa y esas cosas bonitas que no existen afuera de la pantalla. Ora verán:


Mi primera recomendación se llama los Edukadores. Es una película alemana del 2004 que cuenta las aventuras de dos amigos, Peter y Jan, que se hacen llamar así: los Edukadores. Son una onda tipo artistas callejeros que por las noches entran a las casas de los millonarios a hacer desmadre y a dejar mensajes como: “Sus días de abundancia están contados”, o: “¿No crees que tienes mucho dinero?”. Todo lo anterior como un acto de protesta, casi artístico e inofensivo, pues no roban nada y sólo entran a las casas cuando sus dueños están de vacaciones. Su objetivo es crear un terror psicológico para ver si así esos ogros capitalistas recapacitan, snif. Peter tiene una novia, Jule, que trabaja horas extra de mesera en un restaurante para poder pagar una deuda interminable, pues, irónicamente, chocó contra el auto de un ricachón. La morra no puede pagar más la renta de su depa y tiene que mudarse a vivir con su novio, quien comparte apartamento con Jan. Un día, Peter viaja a Barcelona y deja a Jule con Jan, quien le revela sus actividades nocturnas. Jan y Jule buscan la mansión del millonario al que Jule le está pagando el coche, la ven sola y deciden entrar. Pero al salir, Jule olvida su teléfono celular (ah, pinchis viejas, nomás cagándola). Total que vuelven a la mansión a buscar el teléfono y el burgués propietario del inmueble los sorprende. A los chavos no les queda otra más que amordazar al hombre cuando éste amenaza con llamar a la policía. Llaman a Peter, que ha regresado de su viaje, y entre los tres deciden tomar como rehén al millonetas. Total que los cuatro se van a una cabaña en una montaña con paisajes rete hermosos, propiedad de un pariente de Jule, donde permanecen varios días mientras resuelven qué chingaos hacer con el jueguito que se les salió de control. Después de algunos pleitos, diálogos y reflexiones muy chidas, y de las típicas frases de los viejos derrotados pero “exitosos”, esas de: “Yo pensaba igual que ustedes, pero el mundo me cambió y uno no puede cambiar al mundo”, deciden regresar al millonario a su casa, pues éste promete no denunciarlos. Y ya no les cuento más. Véanla. Está muy chingona y cuesta 50 pesitos en la Gandhi.


Otra recomendación que les hago se llama Martín (Hache), así, entre paréntesis. Es una coproducción de Argentina y España de hace más de una década. Hache (así le dicen porque es Martín Hijo) es un morro de 19 años que no estudia ni trabaja (¡qué envidia!, snif), vive con su madre y toca en una banda de rock con sus amigos. Una noche, despechado porque una chavita lo rechaza, se pone bien pedo, se mete cocaína y termina en el hospital. Su padre, un exitoso director de cine que detesta Argentina y vive en Madrid desde hace ya mucho tiempo, vuela a Buenos Aires para verlo, después de 5 años de no hacerlo. Ya recuperado, la madre de Hache, quien ha formado otra familia, habla con el padre de éste y lo convence de que se lo lleve a España, porque ahí en casa nomás le estorba. En Madrid, Hache conoce a Alicia, la joven amante yonki de su padre, y se reencuentra con Dante, un actor bisexual, el mejor y único amigo de su papá. La película es una reflexión profunda y divertida acerca de la vida, acerca de esa búsqueda de identidad y sentido. Un discurso sobre la hipocresía social, los ideales y sobre la imposibilidad de evadir las responsabilidades y obligaciones cuando se llega a la adultez, pues, según el protagonista, tener obligaciones no es vida, sino esclavitud. La neta la película trae muy buenas cavilaciones sobre el significado de la patria, el trabajo, la soledad, el amor, la pertenencia. Todos los personajes tienen puntos de vista distintos y, al final, terminamos dándonos cuenta que todos tienen razón, por crudas o ingenuas que sean sus conclusiones; basta saber cómo queremos vivir nuestras vidas para encajar en alguna de ellas, con el único fin de no vivir equivocados o, peor aún, frustrados. La pueden bajar o ver en el youtube. Yo no conseguí el dvd. Ah, aparte salen las chichas a Cecilia Roth, jejeje.


Ésta es más famosona, se llama Into the Wild, y es una película que vale madres si la dirigió Sean Penn o está basada en un suceso de la vida real o tuvo algunas nominaciones al Óscar. Lo chingón de esta película es que refleja todo lo que un verdadero hombre –y no una rata de dos patas, como diría Paquita la del Barrio- quisiera hacer: aflojarse la corbata, desabotonarse la camisa y correr en pelotas entre los matorrales, gritando como animal; enloquecer un día y abandonarlo todos para irnos a vivir lo más alejados que sea posible de la tecnología, las guerras, el materialismo, el dinero, la mala televisión y, ay, esta falsa sociedad.
Se cuenta la historia de un morro recién salido de la universidad que decide dejar las comodidades y la seguridad de “su mundo” para convertirse en un nómada que cree que viviendo en contacto con la naturaleza y valiéndose por sí mismo, alcanzará la felicidad y se sentirá pleno. El chavo viaja por Estados Unidos durante dos años hasta que en Alaska encuentra un camión abandonado que le sirve de casa. Si alguna vez llegan a hacer lo que el protagonista de esta película hizo, no cometan su mismo error. Por eso mejor estudien botánica, o, de perdido, tengan un amigo hierbero, jejeje. Nunca está de más.


Temporada de Patos es una película mexicana en la que no sale ni Diego Luna ni los hermanos Bichir, gracias a Dios. “Ay, guákatelas, cine mexicano, ¡qué asco!”, dirán muchos, pero allá ustedes si se la pierden. También vale 50 pesitos en la Gandhi, cómprenla de perdido por el precio, no sean cabrones. Trata de dos chavitos de unos 13 años que se juntan un domingo a jugar al “Nintendos” y a pedir una “pikza”. El repartidor llega como un minuto tarde (según los 30 minutos establecidos de entrega) y los morrillos se lo quieren chingar diciéndole que no se la van a pagar. Total que lo que empieza como una pendejada desencadena una trama llena de personajes conmovedores, con vidas torcidas y sueños frustrados; empezando por el repartidor, que quería ser veterinario y termina trabajando en el antirrábico, de donde renuncia porque no soporta sacrificar perros. Un personaje muy chingón ése del repartidor de las pizzas. Hay una escena que no tiene madre, ya casi al final. Dura como 20 segundos, pero resume de manera genial el mensaje de la película. Al terminar de verla queda una espinita clavada: la de algún día tener los huevos para dejar de ir a trabajar, recibir la llamada del jefe bien encabronado pidiendo una explicación y mentando madres, y contestarle: “Pues córrame, pinche viejo… me vale pito", para después sentir una paz enorme porque nos quitamos un pesote de encima.


Y ya por último, La Vida de los Otros, que es la película que le ganó al Laberinto del Fauno el Óscar a Mejor Película Extranjera.
En 1984, la Stasi –que era la policía de la República Democrática Alemana- vigila la vida de la gente. Gerd Wiesler es un duro capitán de la Stasi a quien se le asigna espiar a Georg Dreyman, un famoso dramaturgo, y a su novia, pues dudan sobre la fidelidad de Dreyman al régimen. La Stasi instala micrófonos ocultos en su departamento y el espionaje le permite a Wiesler adentrarse en el mundo artístico de Dreyman y en sus relaciones afectivas.
Después del suicidio de un director de teatro amigo suyo, Dreyman consigue una máquina de escribir de contrabando que le traen del oeste (pues la Stasi tenía registradas todas las máquinas de escribir), y redacta un artículo sobre el alto índice de suicidios en la RDA, dato que es mantenido en secreto por el gobierno comunista. Dreyman esconde la máquina en un hueco en el suelo de su departamento, para no ser descubierto.
El oficial Wiesler, seducido por “la vida de los otros”, abandona su objetivo inicial de encontrar pruebas que inculpen a Dreyman como traidor al régimen (a esas alturas, ya tenía suficientes pruebas para empinarlo). Wiesler también se da cuenta de la corrupción, absurdos, abusos y contradicciones del sistema en el que siempre había creído, se sensibiliza y decide proteger a Dreyman escribiendo datos falsos y sin trascendencia en sus informes.
El artículo de los suicidios aparece publicado poco después en una importante revista de la Alemania Occidental, causando revuelo. La Stasi se pone a buscar al escritor responsable para jodérselo. La novia de Dreyman es llevada a prisión para que declare ante el mismísimo Wiesler (¿pos no que ya se había vuelto bueno?). Al no soportar la presión ni las amenazas de éste, termina delatando a su novio y el escondite de la máquina de escribir. Pero, oh, sorpresa…
Y ya no les digo más porque se las arruino. Sólo les digo que es uno de los finales más chingones que he visto en mi vida. De los que mejor sabor de boca me ha dejado. Hasta optimista me sentí, y eso que soy bien pinche fatalista. También consiguen esta película en la Gandhi.

jueves, julio 15, 2010

miércoles, julio 14, 2010

Píquele a la palabra color verde

Otra nota positiva sobre Uruguay; la cual, me plantea serias dudas.

¿Habría hecho lo mismo ese director técnico que gana 4 millones de pesos al mes y no da buenos resultados; el mismo que con la prensa española dice que México está jodido y luego se desdice para aparecer como líder en una campaña mediática a nivel nacional diciendo que cree en su país y que lo ama y que es momento de cambiar su historia?

¿Harían lo mismo esos guerreros aztecas que defendieron los colores de la patria pateando balones fuera de la portería, anunciando sándwiches, saliendo con "estrellas" de la TV y yéndose de peda a los antros favoritos de la delincuencia organizada?

¿Harían lo mismo esos directivos anticuados, miserables y corruptos de la Federación Mexicana de Fútbol?

No lo creo. Ha quedado demostrado un chingo de veces que su "amor por México" es de dientes pa´fuera. Su amor es al dinero, y eso no es suficiente para cambiar este país.

Insisto: ¿No se le podrá aprender algo, aunque sea un poquito, a Uruguay?

lunes, julio 12, 2010

viernes, julio 09, 2010

De rol con el Escuadrón Retro


P.D. A todos los que me han ofrecido su casa, su agua, su comida, su baño y han tenido tantas atenciones conmigo, se los agradezco de corazón. Muchas gracias. Ya tengo luz y agua y ya no tengo pretexto para seguir sin bañarme, snif.

P.D.2. Estén pendientes de Hazme el Chingado Favor, porque voy a colaborar con ellos.

jueves, julio 08, 2010

miércoles, julio 07, 2010

Amo a mis clientes

Las mujeres son necias por naturaleza y al negocio de cajas llegan por montones. Con el tiempo me he dado cuenta que, cuando una mujer se casa con una idea, no hay quién se la quite de la cabeza.

Ah, pero eso sí: no hay peor cosa que una mujer necia y, aparte, que sea fea y ande de mal humor. Ésas deberían incluir un instructivo que advierta: No mojar, que no le dé la luz y no alimentarla después de la media noche, como a los pinches Gremlins; o, de perdido, que cuenten con un permiso de la PROFEPA, para que puedan andar sueltas en las calles.
Y es que me toca cada caso. Por ejemplo, ayer llegó una señora que yo no sé por qué no se la llevó el huracán Alex o la nave nodriza que la abandonó en este planeta. La charla estuvo así:

-Hola, buenas tardes, señora –le digo cuando abre la puerta, pero no me responde. La mujer observa a detalle la tienda y, después de mirar en todas direcciones, por fin se percata de que estoy ahí.

-Busco unas cajas de plástico que tienen una tapita que…

-Híjole, señora, no manejamos cajas de plástico –le digo, pero se me queda viendo con cara de “¿por qué me interrumpes, imbécil?”, y prosigue.

-Son unas cajas así: cuadraditas, blancas, como de plástico corrugado –dice haciendo ademanes con las manos.

-No, señora, tenemos puras cajas de cartón corrugado, doble corrugado y micro corrugado.

-No, pero yo la quiero de plástico.

-Es que no manejamos cajas de plástico, señora. No las fabricamos, pero puede conseguirlas en...

-¿Y de las transparentes?

-¿Transparentes de cuáles, señora?

-De plástico transparente.

-Es que manejamos puras cajas de cartón, señora. No fabricamos cajas de plástico.

La mujer me mira con sospecha y vuelve a pasear su vista por el local, registrando cada rincón y cada artículo, para percatarse de que no miento. Me observa de nuevo y me dice:

-Bueno, entonces por lo pronto me voy a llevar 10 cajas de esas que dice ahí que son para mudanza; quiero guardar ropa.

-Claro que sí, señora, ahorita se las traigo.

Llego al mostrador con las 10 cajas para mudanza y la señora me dice:

-Ay, ¿pero a poco vienen así: desarmadas?

-Sí señora, pero no tiene chiste armarlas. Mire: nomás las abre y les pone…

-No. Yo las quiero armadas.

-Es que si las armo luego no…

-¿Hay un costo extra por armarlas o qué? –me dice con tonito desafiante.

-No, señora, claro que no – le digo, y me pongo a armar las pinches cajas. Al armar la segunda y ver el volumen que ocupan, la señora voltea a ver su coche y luego voltea a verme pelando los ojos:

-¡Ay, pero no me van a cabeeer!

Pensé que la rata que hacía girar su cerebro reaccionaría como a la sexta caja, pero me salió barato: reaccionó a la segunda caja armada.

-Por eso le decía, señora, que mejor se las lleve así: desarmadas.

-Ay, ¿pero luego en mi casa cómo las armo?

-Con cinta, señora. Les pone cinta en...

-Ay, pero también te voy a tener que comprar la cinta, ¿verdad?

-Eh… sí, si en su casa no tiene cinta, sí va a tener que comprarla.

-Pues ándale, dame entonces también una cinta –me dice como si fuera yo el culpable de sus desgracias. Pero ahí no paró la cosa. Como estaba lloviendo, me dice:

-Ay, pero está lloviendo, se van a mojar.

-Sí, tal vez le caen algunas gotitas en el trayecto al coche, pero no les pasa nada, señora.

-¿No tienes una bolsa?

-Híjoles, señora, es que para estas cajas se necesita una bolsa más grande que las de los tambos de la basura.

-¿Y no tienes de esas bolsas?

-No, señora, pero le juro que no les pasa nada a las cajas con que les caigan tantitas gotas. Si les pasa algo, se las cambio y no se las cobro.

La mujer no quitó esa mirada sospechosa ni ese gesto de desaprobación hasta que metí todo en su coche y arrancó.

Insisto: hay mujeres que deberían traer un instructivo: No mojar, que no le dé el sol y no alimentar después de la media noche, como a los pinches Gremlins.

martes, julio 06, 2010

Uruguay, otra vez

Sin el patrocinio millonario de televisoras, bancos, teléfonos, alimentos, refrescos, cervezas o tiendas de conveniencia.

Sin los “pensamientos positivos” o “buenas vibras” de 50, 70 o 90 millones de habitantes.

Sin jugadores inflados al nivel de superestrellas ni salarios obscenos.

Sin campañas de “sí se puede”, “es nuestro momento”, “es ahora o nunca”, “hay que cambiar la historia”, etcétera.

Sin comentaristas lamehuevos y tendenciosos ni el mejor equipo de comediantes y viejas buenas.

Sin todo lo anterior, Uruguay llegó a semifinales. ¿Cuánto tiempo seguirán soñando los fieles enajenados mexicanos con que su país llegue -de perdido- al quinto partido? ¿Por qué un país diminuto y charchino -para muchos- sí puede lograr eso; y una rica superpotencia como México -según otros-, no puede?

Un país enfermo, lo está de todas partes. No puede estar enfermo de la mitad pa´ rriba y sano de la mitad pa´ bajo. Las enfermedades se expanden y lo infectan todo.

Algo tan insignificante como el fútbol viene siempre a recordarnos nuestra condición agónica, los males que arrastramos desde hace tiempo y los males actuales. Con un país enfermo, al que se le receta por años el mismo medicamento que no lo cura pero lo mantiene vivo, no hay más que hacer dos cosas: o se le cambia el medicamento de manera radical (como cambiarle las quimios por veneno de alacrán volador a un enfermo de cáncer) o se le deja morir, porque mantenerlo vivo, la verdad, sale muy caro.

Un país sin cambios no es un país sano.

Siempre pongo de ejemplo a Uruguay porque se que es un país en el que ha habido verdaderos cambios. Cambios tan profundos en su esencia que el resultado se refleja de manera positiva en cosas tan superficiales como su fútbol.

Ya lo dije una vez: no pido que México sea ordenado, austero, limpio, culto, equilibrado o tolerante como lo es Uruguay; me conformo con que Monterrey y su área metropolitana lo sean.

¿Qué nos falta? O será: ¿qué nos sobra?

lunes, julio 05, 2010

La colonia donde vivo lleva cinco días sin luz ni agua. Si esto fuera el fin del mundo, no sería tan malo. Es simplemente volver al origen: reconectarnos con el hombre de las cavernas que se adapta a un entorno. Seguimos portando el gen prehistórico de la supervivencia básica, que se niega a desaparecer a pesar de todas esas comodidades que pretenden volvernos inútiles.

La gente a la que no le fue tan mal con el huracán, no sabe convivir con ese gen salvaje. No lo activa. No aprovecha el agua de la lluvia para beberla o bañarse; no aprovechan el silencio que ofrece la falta de energía eléctrica para revalorar su condición humana. Prefieren -al más puro estilo de las producciones hollywoodenses- salir a la calle desesperados, pidiendo ayuda, a buscar el tumulto, a corretear el camión de los garrafones, atiborrar los comercios. Quieren ser víctimas también. Que se les tome en cuenta. Que se les salve como los salva la virgencita y los gobiernos.

Por las noches, las flamas de las velas dan un aspecto hostil a mi habitación cada que bailan con la tenue brisa que se cuela por la ventana. Si algo positivo dejó tanta agua, es que se limpió el cielo y se ven las estrellas. Cuando las flamas tiemblan, las sombras se deslizan por el techo y las paredes, y el abanico que pende sobre mi cama es como una araña inmóvil que me acecha. En esos momentos aprovecho para pensar.

Hoy en la mañana empezaron las labores de limpieza y reconstrucción del estado. Algunos ciudadanos se han solidarizado con quienes lo perdieron todo. Han mandado toneladas de agua embotellada, latería, pasta y pañales a las zonas afectadas. El problema después va a ser las toneladas de basura: botes de plástico, latas, empaques y pañales que, queriendo solucionar un problema, causarán otro. Aquí prevén una cosa pero descuidan muchas otras. Razonamiento típico de un país del tercer mundo. Pero la buena intención es la que a final de cuentas cuenta.

Al medio día, en un café internet, leí que aumentarán el gas un 55%. Se necesita ser muy hijo de puta para hacer esto. ¿Qué medidas deberán tomarse para darles tantita conciencia a esos empresarios extranjeros de mierda que lucran con la tragedia en nuestro país y en nuestras narices? ¿Será necesario un atentado terrorista en sus instalaciones? Sería viable, e incluso lo apoyo, pues en este país se consiguen más cosas por la vía del terror que por la de la protesta o la razón. ¿Será necesario un dictador de la magnitud de Hugo Chávez? No sería mala idea. Incluso también la apoyaría. Un dictador que expropie compañías rateras que ofrecen pésimos servicios a precios elevados; un dictador que, como don Hugo Chávez, cierre a la verga todas las estaciones de radio y televisión que se la pasan diciendo pendejada tras pendejada, peleando por rating y vendiendo lástima. La verdad, no creo que perdamos gran cosa y, al contrario, ganaríamos bastante.

En fin. En situaciones como éstas uno se da cuenta que siempre son los más jodidos quienes se solidarizan con sus semejantes: las clases bajas y medias. Son ellos quienes reparten lo poco que tienen para que alguien más pueda tener. Los ojetes de siempre seguirán siendo los ojetes de siempre. Los que tienen todo gracias a que hay muchos que no tienen nada. Los mismos que nos instan a cambiar las cosas cuando ellos no mueven un dedo. Y no mueven un dedo porque de seguro los tienen metidos en el culo.

viernes, julio 02, 2010

Entre olas de lodo y violencia

Mi ciudad, mi estado y mi país: entre olas de lodo y violencia. ¿Cuáles dejarán más estragos?

Las primeras arrastran basura, piedras, fierros, coches, calles mal planeadas, casas de madera, muebles, trastos y una que otra vida. Pero no se llevan la mugre verdadera.

Las segundas arrasan con la paz, las ganas de luchar, el optimismo, el amor por una patria, la confianza en un gobierno, la fe en las personas y muchas vidas inocentes.

Si en algo se parecen, es que ambas se llevan nuestro presente y nuestro futuro. Ese patrimonio por el que trabajan tantos.

La gran diferencia es que las primeras se calman cuando la tormenta se aleja y es entonces que empieza la tarea de reconstrucción. Las segundas, ¿cuándo se calmarán?

P.D. Y falta que llegue la marea negra, cortesía de British Petroleum.