sábado, octubre 31, 2015

¡Esto sí que me asusta!

No sé ustedes, pero yo, cada que escribo un texto ya sea en Whatsapp, Twitter o Blogger, lo releo cuantas veces sea necesario para que tenga coherencia y la mínima cantidad de errores ortográficos posibles. Digo, no es que sea yo una eminencia en la escritura, pero le echo ganitas y aplico mis conocimientos cada que redacto algo, por nimio que sea.
Y no: no es "obsesión" ni "nazismo gramatical", como muchos dicen por ahí cuando se topan con alguien que escribe en base en las reglas: se le llama Escribir Como Se Debe, y, al menos a mí, así me enseñaron en la escuela.
Sí, yo sé que a veces "la inmediatez", "las prisas" y el autocorrector del teléfono nos hacen cometer pifias sobre todo en el Whats, pero no creo que esto sea un pretexto para no escribir con propiedad si tenemos esa posibilidad. ¿Por qué? Pues porque así debe escribirse.
Lo digo porque como que a la mayoría de las personas le ha dejado de importar esto de escribir correctamente. Pensamientos como: “Ay, comoquiera se entiende", "En las redes sociales nadie escribe bien" o "Aquí la ortografía no importa" se han vuelto tan comunes que llega a parecer hilarante y ridícula la persona que se esmera en mandar un Whatsapp con acentos, diéresis y toda la cosa. Incluso hay quienes se molestan si los corrigen. Y pues, ¡qué miedo! 
¿Por qué "qué miedo"? Pues porque esto habla mal de un chingo de cosas: desde un sistema educativo tan deficiente que ni a escribir de manera correcta puede enseñar a la gente, hasta la pereza mental que deforma el lenguaje y lo degrada casi casi a gruñidos y rebuznos que todos imitan y dan por buenos. Y pues uno ya no sabe si escriben así de horrible por hueva o por ignorancia.
Antes esto me provocaba risas, pero ahora me aterra. La incapacidad o hueva de las personas para construir algo tan básico como una oración congruente, está cabrona. Más si tienes la oportunidad de pensar, ordenar, rumiar, redactar y releer lo que escribes para pulirlo y tratar de que el mensaje sea más claro; ya no digamos "estético".
Muchos dirán: "Pues comoquiera se entiende. Se escriba bien o mal, el objetivo es que se capte el mensaje". Pues sí: un golpe en la cara o una patada en los huevos también hacen que captes un mensaje. Pero bueno...
Ya para terminar, les dejo unos ejemplos de lo que hablo. Son capturas de pantalla de una cuenta de Facebook al azar, de una persona que estudió y tiene un trabajo, para que me digan si estoy exagerando. Al leer los textos, pregúntense: "¿Qué les enseñaron en la escuela a esta persona? ¿Cómo piensa? ¿Pensará así como escribe? Si no: ¿qué no conecta en su cerebro para hilvanar una frase coherente? ¿Releerá lo que escribe? Si lo hace: ¿lo entenderá? Si lo entiende: ¿qué pedo que no detecta ese caos que otros percibimos?". Está cabrón, chavos... Está cabrón... Si el lenguaje era lo que nos diferenciaba de los animales, ahora es lo que más nos acerca a ellos.

lunes, octubre 26, 2015

K.O. a la moral

Después del incidente con Jairo, me distancié. No es rencor, decepción o que haya tirado la toalla en cuestión de creer que se puede lograr un cambio positivo en algunas personas; es simplemente precaución: precaución de que a la otra me puedan acusar de negligencia, complicidad o sepa la chingada qué nomás por pasarme de buena gente. Que esté distanciado no significa que ya no platique con él o no haga los crucigramas o no le facilite lecturas, simplemente tuve que retirarle algunos "privilegios" de los que gozaba porque sentí que ya estaba abusando y podía meterme -y meterse- en un problema. Mi intención era que siguiera dibujando, pero me prohibieron rotundamente que tuviera lápices de colores, plumones y hasta gises en su celda; y, como son celdas preventivas y el caso de Jairo es único, las instalaciones no cuentan con facilidades para que los detenidos desarrollen su vena artística.

Su situación sigue sin resolverse. Está en una cuerda floja que parece perderse en el horizonte. Dicen que posiblemente haya novedades hasta febrero, pero nadie sabe si serán buenas o malas noticias; por lo pronto, ya se está haciendo a la idea de que pasará Navidad y Año Nuevo aquí encerrado.
Después de todo este tiempo de conocerlo y, a pesar de lo que ha sucedido, no he visto algo en Jairo que me haga dudar de su inocencia.

Su madre vino a hablar conmigo después de lo del celular. Estaba muy apenada. Me confesó que su hijo le dijo que yo le había dado permiso de tener el teléfono en su celda, y pues ella le creyó. Ese día lo regañó en la sala de visitas. Abrí el cajón del escritorio y le devolví el móvil. "Si me lo hubiera pedido, habría visto la forma de conseguir el permiso para tener el celular en mi oficina y sacar a su hijo de celdas para que mensajeara con su novia; pero así no, señora". La mujer me pidió otra disculpa, ruborizada. Le dije que no había problema y la acompañé a la salida.

Le he traído más de 100 revistas para que el tiempo se le pase volando. Muy Interesante, National Geographic, H para Hombres, Quo, algunos cómics y hasta pinches TV Notas. Estoy reuniendo un buen stock de material como para hacer una pequeña hemeroteca. Lo que sí no sé es cómo convencerlo de que lea libros: novelas, cuentos, fábulas, microrrelatos, etc. Le traje El rey criollo, de Parménides García Saldaña, y un par de libros de José Agustín, para ver si se ganchaba con el lenguaje sencillo y desmadrosón; pero parece que no. En cambio, me preocupa que se la pase releyendo la pequeña biblia que le trajo su abuela; aunque, si eso le da tranquilidad, lo respeto. Espero al menos esté utilizando el diccionario que le presté para que aprenda el significado de las palabras que desconoce.

He de confesar que a veces este trabajo te tumba la moral. Sobre todo con las cosas que sabes que no puedes cambiar. Te horroriza darte cuenta de la magnitud del problema en que estamos metidos, y saber que no habrá solución posible en 20 ó 30 años, aunque se tenga disposición y recursos. Hay un daño profundo que ya está hecho desde hace mucho tiempo. Desde la cantidad de jóvenes de 17 años que caen detenidos intoxicados, con primaria trunca, sin trabajo, con la mujer golpeada y ya tres hijos que mantener; desde ahí se te nubla la fe en el futuro; desde ahí te desmoralizas y sientes que todo es en vano; que es absurdo formar parte de un sistema que ni cambia las cosas ni te beneficias de él. Un sistema en el que eres un engrane reemplazable. También está el temor de acostumbrarte a ver tantos casos similares y volverte insensible. Es un conflicto eterno de emociones.

Como dijo La Chilindrina la última vez que cayó detenido por intentar meterse a una casa que no era la suya, todo borracho: "¿Para qué me siguen trayendo? No voy a cambiar. Para qué gastan policías, patrullas y gasolina en ir por mí para traerme y encerrarme 24 horas? No voy a cambiar: ustedes solos se hacen tontos".
A veces este trabajo te tumba la moral.

lunes, octubre 19, 2015

No borders

Pues ahora resulta que los novedosos de Bimbo sacaron un pan sin orillas ("pan sándwich corteza tierna", le dicen los mamones). Y lo vienen a sacar treinta años después de que ya a tooooodo el mundo se le había ocurrido esa idea. ¿O a poco a ustedes nunca se les ocurrió?

Tan importante acontecimiento me llevó a cuestionarme de dónde salió esa manía que tiene la gente de quitarle las orillas al pan "de caja", porque, seamos honestos: no es que los bordes sepan horribles o distintos al resto de la rebanada, sino que -me atrevo a pensar- esa maña es más bien cuestión de estética: para que se vean bonitos los canapés y los sangüichitos de los martecitos con las amigüigüis.

Yéndome al extremo mamador conspiranóico, podría pensar que eso de discriminar las orillas de la hogaza es una cuestión de racismo y clasismo -actitudes tan típicas en este país-, pues éstas son "de color humilde", como toda esa gente que desprecia el mexicano promedio.

Otra razón de la ausencia de orillas podría ser la creciente obsesión de las personas por comer sano y verse delgadas, por lo que, supongo, han de creer que quitándoselas "engordan menos".

Pero lo que me parece más lógico es que este fenómeno se relacione con el desprecio hacia las tapas: si alguien sufre discriminación y bullying en el mundo del pan, son las pobrecitas tapas, snif Y volvemos a lo mismo: ¿por qué nadie quiere las tapas?

¿Cuántas veces, buscando comida en los botes de basura, no hem.... Digo, perdón: ¿cuántas veces no hemos visto personas tirando la bolsa del pan con las tapas? Es más, me acuerdo de una vez, mientras me preparaba un sándwich con tapas en casa de un amigo, éste me dijo convencido: "No mames, güey: ésas no se comen". "¿Entonces para qué las ponen?", respondí. Lo que ahora me preocupa es toparme a este amigo y se acuerde de aquella anécdota y, con esto que hizo Bimbo de quitar orillas y tapas, el güey éste crea que siempre tuvo la razón y me diga: "Ya ves, güey: por eso se las quitaron, porque no se comen". Pero bueno, espero nunca topármelo.

He de confesar que siempre que alguien le quita las orillas al pan me pregunto si también le quita la corteza a un bolillo para dejar sólo el migajón y hacerse una torta con él. Suena raro, ¿no? Pues bueno: así de extraña me parece esa costumbre de mutilar la corteza de las rebanadas. Lo bueno es que Bimbo ha llegado a solucionar tan importante problema.

Escribo este post tan idiota porque cada que veo panes sin bordes, me vienen a la mente recuerdos primigenios. Me remonto a mi infancia: a la niña de la que estaba enamorado en la primaria, quien acostumbraba arrancarle las orillas a sus sándwiches de Cheez Whiz y Aladino para dármelas (las orillas). Una vez le pregunté que por qué no le decía a su mamá que se las cortara en su casa y así ya no tenía que quitárselas en el salón. Me respondió: "Ay, pues porque si le digo, ya no te las voy a poder dar, menso" (las orillas). Creo que cuando escuché esto fue la primera vez que sentí mariposas revoloteándome en el pecho, snif.

Si algo le agradezco a Bimbo por este nuevo producto, es haberme traído de vuelta este hermoso recuerdo. Pero habrá que maldecirlo también porque, al quitarle las orillas al pan, le quita la oportunidad a miles de niños de recibir los bordes del sándwich de la niña que les gusta, snif. 

Por lo tanto, en protesta, me haré un sándwich con las dos tapas y sin quitarle las orillas al pan de en medio. A este sándwich lo he bautizado como "Sangüichón Mamalón", y lleva: salchicha polaca, jamón serrano, pechuga de pavo, queso gouda, espinacas, aguacate, aceitunas, cebolla morada, tomate, mayonesa, mostaza y un poco de pimienta. ¡Salud!

miércoles, octubre 07, 2015

Lontananza

Una de mis palabras favoritas es "lontananza". Significa "lejanía". A la lejanía la relaciono con horizontes montañosos, atardeceres en el mar y la incertidumbre de lo que suponemos vendrá. No por nada y aunque suene cursi "lontananza" rima con "esperanza". 

La lejanía es como el final del arcoíris: entre más te acercas, más se aparta. Por eso, debido a esta naturaleza inalcanzable, requiere sólo de contemplación y silencios.

He conocido muchos lugares con este nombre. Sobre todo cantinas. Llamar "Lontananza" a una cantina me parece una acción que raya en lo poético; que honra con el nombre todas las miradas perdidas de los clientes que, frente a un vaso de alcohol, buscan la paz interior, evadirse por un instante o solucionar alguna duda existencial: como si contemplaran el horizonte.

También me ha sorprendido ver tabernas con este nombre en poblados pequeñísimos, donde apenas y hay escuelas. Uno pensaría prejuicioso que es uno que si "lontananza" no es una palabra de uso común en "las ciudades modernas", no lo será en "lugares menos favorecidos por el progreso". Pero tal vez "lontananza" fue alguna vez una palabra que se decía con frecuencia. Tal vez hace mucho tiempo existió un país en donde todos sabían su significado, apreciaban su carga poética y comprendían su trasfondo filosófico. 

Como dato histórico, se dice que la primera cantina que existió en Monterrey se llama Lontananza. Está ubicada sobre la calle Aramberri, en el centro de la ciudad. Tiene más de un siglo de vida y confieso apenado nunca he ido a tomarme una cerveza.

Como dato literario, David Toscana, el escritor regiomontano más reconocido a nivel mundial después de Alfonso Reyes, escribió un libro de relatos basado en este lugar: Historias del Lontananza (o Lontananza, dependiendo la edición que consigan).

Por último: creo que debería existir una ciudad llamada Lontananza; una bebida; una verdura; una película; una balada rock; una bicicleta; una mascota y hasta la salsa para una pasta, porque supongo mientras haya más gente que conozca el significado de "lontananza", habrá esperanza.

Lectura muy recomendable.
Foto tomada de Google Maps del mítico Lontananza, en Monterrey
Miscelánea Lontananza, en Parras de la Fuente, Coahuila
Cervecería Lontananza, en el municipio de García, Nuevo León
Hubo una vez un equipo de futbol amateur llamado Lontananza