miércoles, septiembre 21, 2011

Sabía que tarde o temprano iba a convertirme en “parte de las estadísticas”. No es que lo estuviera esperando o decretando (para que no me salgan con sus jaladas de “la ley de atracción del pensamiento” los fans del libro El Secreto); simplemente observando la cantidad de negocios que han cerrado en los alrededores del nuestro a causa de las extorsiones de los criminales, por lógica no tardaba en tocarme a mí.

El martes, antes del medio día -y cinco minutos después de que salí del negocio a realizar unos trámites- tres hombres armados entraron al local de cajas, le quitaron su camioneta a una clienta, le quitaron sus pertenencias a quien atiende en el mostrador, preguntaron por el encargado o dueño del negocio, entraron a la bodega, entraron hasta mi oficina (cuidada ferozmente por el Cucho), removieron cajones, papeles, se llevaron un usb con tiras cómicas, escritos y fotos, algo de dinero… hasta el teléfono inalámbrico se llevaron.

La disyuntiva es: seguir yendo a trabajar bajo nuestro propio riesgo, dejar de ir a trabajar y morir de hambre, o defender lo nuestro como Don Alejo. Y vaya que es una disyuntiva muy cabrona. De hecho, yo la llamaría "trisyuntiva", pues ninguna de las tres opciones me late, snif.

Entre pagos a Hacienda, multas pendejas a Protección Civil por no tener un letrero de Alto Voltaje en la caja de los fusibles (pero los casinos operando sin salidas de emergencia y sin rociadores de agua), multas estúpidas a Ecología por tener un anuncio adhesivo en la puerta principal (pero otros mochando árboles para que se puedan ver los anuncios panorámicos), pagos a proveedores, descuentos a clientes y estos cabrones que llegan y te quitan a la mala, uno se queda en la calle en pelotas. Es como empezar de cero todos los días. Es caerse y levantarse, caerse y levantarse, hasta el infinito. O más bien es que te tiren y que se esperen a que te levantes para volverte a tirar, una y otra vez; y que, aparte, creas que "así es la vida".

Escribo este post –y prometo que será el último con amargura, pues ya ni eso me divierte- porque yo solamente quiero que me respondan “¿cómo?” Sí, díganme cómo y me quedo. ¿Cómo se lucha aquí?, ¿cómo se pelea?, ¿cómo se defiende lo que es nuestro? Díganme cómo, pero no me digan: ay, educando a nuestros hijos; ay, no consumiendo drogas; ay, siendo buenos ciudadanos; ay, sembrando arbolitos; ay, bla bla bla. No quiero escuchar ni leer las mismas pendejadas de siempre. Si de algo estoy hasta los huevos es de escuchar que “hay más gente buena que gente mala”. Ya les dije que eso es matemáticamente imposible viviendo como vivimos en esta ciudad. Es la gran pinche mentira que todos quieren tragarse para tranquilizarse y pensar que algún día todo estará mejor poniendo las cosas en manos de Diosito y de “los hombres buenos”. Es lo malo de ser un país tan pinche católico: casi todas las personas creen en cosas que no ven, y al creer en cosas que no ven, alucinan cosas que no son, como esa máxima de que hay más gente buena que mala, cuando se refleja todo lo contrario. Hay más jodidos, hay más hambrientos, hay más incultos, hay más necesitados y hay mucho, mucho, mucho dinero que se genera en los negocios ilícitos… hagan sus números y saquen conclusiones.

Cuando nos toque tener un fusil en la cabeza y gritemos ¡Libertad!, mientras jalan el gatillo, ¿será esa la dignidad y el acto heroico que todos esperan? Si es así, yo paso.

Ustedes luchen por lo que crean que vale la pena luchar. Yo no creo que valga la pena. No me gusta defender lo indefendible.

Prefiero vivir debajo de un puente en Estocolmo, aunque me cague de frío. Prefiero dormir dentro de en una alcantarilla de Montevideo o sobre la banca de un parque en Toronto, a esto. Prefiero ser indigente en Quito, vagabundo en Caracas o mendigo en Buenos Aires, a tener un coche, un negocio y una case de renta con todas sus ventanas y puertas con barrotes de protección. Cualquier cosa es mejor que vivir como aquí se vive.

Estaré algunos días fuera de la ciudad. Pero regresaré, pues tengo que seguir con algunos trámites y citas. Trataré de dejar algunos cartones programados. Nos leemos luego.

lunes, septiembre 19, 2011

Posiblemente ésta sea la decisión más difícil que he tomado en mi vida, y espero no tener que tomar decisiones así el resto de ella. No soy del tipo de personas "aventadas", de ésas a las que les gusta tomar riesgos. Cuando tomo riesgos me siento como el policía de las películas que no sabe qué cable cortar para que la bomba no explote: el cable azul o el cable rojo. Pero después de algunos meses –o quizás años- de darle muchas vueltas en mi cabeza a una misma idea, me doy cuenta que simplemente no estoy siendo coherente conmigo mismo, y parte de esa deshonestidad me tiene frustrado, amargado e infeliz –podrán notarlo en la mayoría de mis escritos, jejeje-, a pesar de tener cosas tan buenas y gente tan valiosa a mi alrededor.

Tomé la decisión de irme a vivir fuera de México.

Ya no puedo seguir viviendo aquí. Si me quedo, sentiré a diario esa incongruencia con mi filosofía de vida, con mi visión del mundo, con la ciudad en la que me gustaría vivir y la gente de la que me gustaría estar rodeado.

Ya me pesa levantarme de la cama. Manejar, ir al banco o a trabajar, me pesa lo doble. No me veo futuro ni le veo futuro a esta ciudad; no el futuro que yo busco. Así vuelva a ser la ciudad que algún día fue, tarde o temprano volverán los mismos problemas, pues es precisamente nuestro pasado lo que nos tiene en este horrible presente. Es un círculo vicioso. Un eterno retorno. Es escarbar en el mismo pozo al que se le están viniendo las paredes abajo.

Disculparán si ya no posteo tan seguido como antes, pero ando arreglando papelería, haciendo trámites y vendiendo lo poco que tengo para irme lo antes posible.

Nos leemos pronto.

martes, septiembre 13, 2011

Kaka-raoke

Me declaro enemigo público número uno de los “karaokes”. El puro pinche nombrecito -que no sé lo que significa ni me interesa googlearlo- me produce ardor en el cicirisco.

Cuando alguien conecta un aparatejo de esos en alguna fiesta o reunión, siento que la diversión acaba de valer madre. Por lo general, cuando sucede esto, agarro la mayor cantidad de latas de cerveza posible de las hieleras, las meto en mi coche y me voy a beberlas debajo de algún puente en compañía de vagabundos, ex convictos y muertos de hambre. Todo es mejor que quedarme a ver a un montón de cantantes frustrados berreando canciones por demás conocidas; canciones que la radio se ha empeñado en hacerlas insoportables repitiéndolas día y noche hasta el infinito.

Lo irónico del caso es que yo, que soy anti reggaetón, anti mariachis, anti Juan Gabriel y anti José José, me sé esa mierda de música por puritita cultura general; entonces: ¡no comprendo cómo unos borrachos asquerosos que se la pasan escuchando esas odas a la jotería, al desamor y al alcohol necesitan leer su letra en una pantalla de un televisor! ¡No lo comprendo! Pinches canciones tienen más de 30 años pasándolas a diario en el radio, ¿y todavía no se las pueden aprender? ¡No mamen! Lo más increíble es que ni leyéndolas puedan cantarlas al compás o sin desafinar; todos traen el ritmo por anca la verga, anden sobrios o borrachos, da lo mismo.

Por donde se le vea, el karaoke es un espectáculo grotesco. Gordas en ropa entallada que se creen Thalía pero se parecen más a Paquita la del Barrio; prietos con pelo de cepillo que se sienten Luis Miguel pero son clones de Delfín Quishpe; güeras nalgonas que no quieren soltar el micrófono porque se creen Paulina Rubio pero le tiran más a Laura León; pendejos que arrastran la letra “s” y ya nomás por eso se creen españoles como Enrique Iglesias; o los típicos machines que creen que se ven muy graciosos imitando los ademanes amanerados de Juan Gabriel... No, no, no, nooooo… qué pinche horror…

De hecho siempre he pensado que las grandes empresas organizan sus pachangas y sus posadas con karaoke como un plan conspiratorio para ver el comportamiento de sus empleados, para así tomar decisiones futuras en el orden del organigrama basándose en su conducta. Que organizan algo así como un “reality show” mezclado con Animal Planet y la serie de The Office disfrazado de “fiesta”. Porque es ahí, en las fiestas de la oficina, donde pueden ver cómo Gutiérrez, el jefe de compras, después de dos cervezas se pone la corbata en la cabeza, hace señas de amor y paz con los dedos y pega de brincos como Rigo Tovar; es ahí donde pueden ver si Aguirre, el hombre serio del departamento de sistemas, disfruta joteando cuando lo ponen a cantar el Noa Noa; es ahí donde pueden ver si Tere, la secretaria chichona, se aloca y enseña calzón cuando canta una de Gloria Trevi. Es ahí donde los hombres detrás de la cortina deciden qué empleados se van y cuales se quedan, pues está comprobado científicamente por la Universidad de Televisa -muy seria institución- que en el karaoke brotan los verdaderos yos de las personas y se reflejan sus miedos y frustraciones.

Pero no todo es malo. Si en algo le hace justicia a la humanidad el karaoke, es que en sus terrenos todos somos iguales. El gerente general pasa al frente a cantar junto a los choferes de los camiones repartidores. Se abrazan fraternalmente -como si no hubiera diferencias de sueldos y prestaciones-, les suda la bisagra y dejan las camisas manchadas de amarillo después de berrear una de José Alfredo Jiménez a todo pulmón, ¡ahjajaaayyy!. En el karaoke no hay barreras, no hay cantantes malos ni cantantes buenos: todos son artistas, todos comparten un mismo sueño: que les aplaudan aunque sea una puta vez en sus miserables vidas, snif.

Si creen que exagero, queridos lectores, a la próxima fiesta que vayan donde haya karaoke, intenten pedir una canción de su agrado, y verán que la rola que quieren ni siquiera existe en “versión karaoke”. Y al decir “canciones de su agrado” estoy dando por hecho que son personas con gustos un poquito más refinados o especializados, no individuos que se van de nalgas o tienen orgasmos con la "música" de María José, Belanova, el grupo Pesado o El Duelo; porque si es así, entonces el karaoke es el paraíso para ustedes.

Y hablando de "paraísos", a mí nomás avísenme a dónde se van los karaokes cuando mueren: al cielo o al infierno. Me vale madres estar en cualquiera de esos dos lugares, siempre y cuando no haya karaoke.

lunes, septiembre 12, 2011

De esas veces que uno se aguanta la risa por puro respeto

El sábado fui a una reunión de un compa. A la mayoría de los invitados ya los conocía. Cuando saludé a un cabrón que nunca había visto, mi amigo, el organizador de la pachanga, me dijo:

-Mira: él es mi compadre el Briones: es investigador de fenómenos paranormales.

Chale, casi me cago de la risa, ja ja ja. ¿En serio existe gente que se dedica "profesionalmente" a "investigar" fenómenos paranormales?

Noté que el tal Briones se sonrojó un poco, pensando tal vez: "No mames, cabrón, no me presentes como el cazafantasmas; nomás preséntame como Briones".

Y la situación se tornó un boomerang, pues mi compa me presentó:

-Él es mi compadre el Guffo: dibuja monitos.

Estoy seguro que el Briones se sintió menos de la chingada, se aguantó las carcajadas y pensó: "¿En serio existe gente que se dedique profesionalmente a dibujar monitos?"

Yo nomás pensé: "No mames, cabrón, no me presentes como el que dibuja monitos; nomás preséntame como Guffo".

Snif.

sábado, septiembre 10, 2011

El orden criminal del mundo

Les dejo un documental que espero les arruine el fin de semana. Sale uno de mis héroes: Eduardo Galeano (uruguayo, pa´cabarla de chingar).

viernes, septiembre 09, 2011

Dato cinematográfico

Hasta hoy me vengo enterando que Hugo Sánchez sale en The Rocky Horror Picture Show.


Con razón nunca le entendí a esa pinche película de locas.

miércoles, septiembre 07, 2011

Ay, mis clientes…

Entra un señor al negocio y me dice:

-Veo que allá afuera en su anuncio dice que venden cartón, y yo ando buscando unos contenedores de cartón…

“Qué manera tan elegante de llamarle a las cajas”, pensé yo.

-Ah, sí. ¿De qué medida los necesita, señor? –le pregunto señalando el montón de cajas que adorna el negocio, como dándole a escoger. El hombre voltea y me dice:

-¿Cuáles son?, ¿dónde están?

-Son ésos: –le digo señalando las columnas de cajas de todos los tamaños.

El hombre me dice:

-No, yo lo que necesito son contenedores de cartón.

-Eeeeh… Por contenedores ¿a qué se refiere, señor?

-Pues son unos recipientes, como cajas, así, de este tamaño: -y hace un ademán con las manos, como si midiera algo invisible.

-Lo que quiere usted es una caja, pero ¿de qué tipo?: ¿con tapa integrada, con tapa separada, con tapa de pestañas, una caja para archivo muerto?… ¿cómo es el contenedor que busca?

-Pues así: como una caja, pero como de este tamaño: -y vuelve a hacer el ademán.

Total que el hombre terminó llevándose una caja que “se parecía” a “los contenedores” que utiliza en su negocio; el pedo es que yo sigo intrigado por saber qué chingados son esos “contenedores” que son como una caja pero no son una caja.

Lo más positivo en lo que va de la semana, es que el gimnasio que estaba a un lado del negocio ya cerró, y ya no tengo que lidiar con ballenas feas y estúpidas que encallaban sus coches y camionetas en mis cajones de estacionamiento. ¡Viva la crisis económica y el cierre masivo de negocios!

martes, septiembre 06, 2011

Se mece la ciudad del fin del mundo

El pronóstico de la primera lluvia de septiembre mece con delicadeza al bambú. La rama más alta del fresno, la que tiene el nido abandonado de una tórtola, se mece igual que el bebedero que nunca atrajo a los colibrís. Se mecen las julietas que se desbordan por la jardinera y ruedan las hojas secas que no he barrido de la terraza ni de la cochera.

Hay nubarrones oscuros que cierran el cielo de mi ciudad. Son metáforas de nuestra naturaleza humana; proyecciones de nuestros corazones. Es agua limpia que se niega a caer para barrer la suciedad. Todo se mece, como las boyas, las gaviotas y los restos de un naufragio en la superficie del mar.

La mierda ha salido a flote y va meciéndose por la ciudad del fin del mundo. Imagino que estamos postrados en una mecedora que tomó tanto impulso que está en el punto crítico entre regresar y tomar más impulso o caer de espaldas.

Todos traemos la mierda hasta el cuello. La pestilencia ya atravesó fronteras. Ya sobrepasó cualquier lógica; cualquier rastro de humanidad. Mierda, hedor y sangre. No hay más que nos puedan ofrecer. No les interesa lo que podamos ofrecerles. Todo es oscuridad. Ojalá fuera la oscuridad del fondo del mar. Una apacible negrura. Pero es la oscuridad del fondo de un mar de mierda.

No esperes a que flote más mierda. Sal a flote tú.

sábado, septiembre 03, 2011

Ayer leí algo que me pareció muy interesante.

El gobernante de un país o ciudad ficticia se encontraba reunido con su secretario particular. El secretario, exaltado, le dice al gobernante:

- ¡Los excluidos se están rebelando, señor!
- Córranlos de sus trabajos.
- No se puede, señor: no tienen trabajo.
- Quítenles entonces los apoyos.
- No reciben ningún apoyo, señor.
- Destruyan sus casas con tanquetas.
- No tienen casas.
- Entonces, estamos perdidos...

¿Será que por eso toleramos tanta mezquindad y tanta sangre: porque tenemos miedo de perder lo poco que tenemos?

Cuando se tiene lo que tenemos, es lo mismo a no tener nada.