jueves, diciembre 30, 2010

Las tías y sus ondas raras

Hace tiempo que ya no me encabronan estas fechas de regalos, villancicos, buenos deseos y amor al prójimo. Mejor trato de disfrutarlas sin dejar a un lado mis convicciones satánicas; pero que conste que no por eso soy un hipócrita, ¿eh?. Simplemente me dejo llevar. Como mucho, compro algunas cosas, me río lo más que puedo y me emborracho con bebidas finas que no acostumbro un fin de semana cualquiera.

Si la familia quiere pedir posada: agarro mi velita, me uno al montón y hago como que canto, y, para hacerlo más divertido, le cambio la letra a las canciones: en vez de decir: “o-o-os pido posa-a-a-da”, digo: “o-o-os pido las na-a-a-lgas”. Si la familia quiere rezar, pues yo hago como que me persigno y en vez de besarme la mano al final (cuando dices “amén”), me la pongo en el pito y le hago “muaks”. Y cosas así por el estilo, bien bonitas y fraternales.

Pero insisto en algo que dije hace como un mes: la gente enloquece un poco cuando muere un ser querido. Ora verán por qué se los digo.

La cena de Noche Buena fue en casa de mi abuela recién fallecida. Obviamente hubo oraciones, lloradera, recuerdos y todas esas cosas sensibles. Pero también hubo loqueras. Por ejemplo: el cuarto de mi abuelita estaba cerrado con llave porque ahora resulta que está prohibidísimo entrar ahí. ¿La razón? No la sé, sólo mis tías y sus ondas locas la saben. Respeto su proceder, pero hacer eso en una fiesta de 50 invitados donde sólo hay un baño (dos contando el del cuarto “prohibido”), está cabrón. Si para miar era una fila de la chingada, imagínense ahora a dos personas cagandose al mismo tiempo y un baño limpio y libre al que está prohibido entrar. ¿A poco no es de locos? Pero bueno, son ondas de mis tías.

Total que toda la noche mentalicé a mi estómago, a mi intestino y a mi fundillo para que no se les fuera antojar ir a cagar. Logrando lo anterior con el poder del pensamiento (y haciendo un poco de fuerza en el nudo del culo), me metí a la cocina para prepararme un whisky. Salí de la cocina meneando mi bebida con el dedo y, en eso, que me topo con la segunda locura de la noche: un grupito misterioso formado por tías y primos que estaban muy atentos a lo que platicaba el novio de una de mis tías. Y como yo no tengo nada de metiche, que me uno a la bola para escuchar la plática. El novio de mi tía estaba diciendo que esa tarde, cuando llevó la ensalada de manzana que les había tocado llevar para la cena, vio a mi abuela sentada en un sillón de la sala, vestida toda de blanco y con alas.

Yo pensé: “Ahchinga, chinga, chinga… ahora resulta que mi abuelita se le aparece a un cabrón improvisado; a un cabrón que es nuevo en la familia, y ¡a mí!, que se supone que soy el nieto mayor y el consentido, no se me aparece ni andando pedo ¿Pos de qué pinches privilegios goza este cabrón o qué chingados?”. Y mejor me fui y dejé a todos ahí embobados, escuchando las mentiras de ese cabrón.

Insisto: la gente enloquece un poco cuando muere un ser querido.

miércoles, diciembre 29, 2010

De entre las mil y tantas rayadas de madre que recibí en mi correo por lo que escribí sobre don Alejo Garza Tamez, hubo uno en particular que me llamó la atención (aparte de que era el único correo en el que no me mentaban la madre, jejejeje).

No sé si fue una broma (aunque el autor asegura que no) o el tipo en verdad sepa algo, pero me puso a pensar en algunas cosas que no había pensado por no ser tan fan de don Alejo. No pondré el texto íntegro porque no he recibido la respuesta con el consentimiento de su autor, por lo que sólo pondré un pedazo de la pantalla del monitor, para que se den una idea.


A grandes rasgos, la persona que me mandó el correo se avienta un rollo psicológico social donde asegura que don Alejo es tan real como el Chupacabras. Según él lo crearon en las fechas del centenario y el bicentenario por esa necesidad de la gente de aferrarse a héroes –o querer ser héroes- y buscar soluciones desesperadas a sus problemas. Creer en algo más. Sumarle un santito a la lista divina para sentirnos más protegidos y seguir estirando la esperanza -eso sí- sin recibir soluciones verdaderas.

El autor dice que ya sabían lo que provocaría en la mayoría de las personas una historia como esa. Ya sabían que nadie se atrevería a cuestionar la veracidad del personaje ni de sus actos en fechas de patriotismo ciego, soberanía fallida, justicia inexistente y actos de barbarie; menos si anteponían las palabras “honor”, “dignidad” y “héroe” a la historia. Aparte, asegura que la gran mayoría –por naturaleza- piensa o ha pensado en hacer lo que se supone que hizo el señor Alejo, y el simple hecho de imaginarlo, lo vuelve real, pues si uno lo pensó, otros también lo piensan, y habrá uno que lo lleve a cabo. "Porque siempre es el otro, no uno”, dice.

El autor del correo narra que, así como todo el mundo tuvo enfermos o conoció gente que murió de influenza A(H1N1) (la cual, dice, fue también una farsa); así no falta quien haya conocido a don Alejo o a sus familiares.

Hay una parte -creo que casi al final- en la que dice sentirse extrañado de que nadie cuestione la existencia de una sola fotografía del señor, siendo que don Alejo era cazador, y los cazadores acostumbran tomarse fotos con sus trofeos. Al final termina comparando a don Alejo con el fenómeno guadalupano (por eso lo mencioné en mi post anterior), “un fenómeno social de reacciones hipócritas".

Yo conozco poco de la historia del señor don Alejo, pero me pareció interesante este correo, aunque fuera una broma. Juzguen ustedes.

martes, diciembre 28, 2010

No me apellido Contreras

Ah cómo me encabrona que la gente me vea como “Guffo: el güey que está en contra de todo”. ¿A poco doy esa impresión?

Sí, yo sé que a veces soy un tipo un poco intolerante, amargado, resentido con la sociedad y extremadamente guapo, pero no estoy “en contra de las cosas”. Algunas nomás me cagan las pelotas y otras no las considero necesarias aunque hordas de ñoños mueran por tenerlas.

Ejemplo:
El fin de semana me preguntaron que por qué no tengo Facebook. Antes de que respondiera, un familiar contestó: “Guffo no tiene Facebook porque está en contra de eso”.

¿En contra? Tendría que estar muy pendejo para "estar en contra" de una pendejada como Facebook. Si no tengo Facebook es porque no me parece útil, ni divertido, ni necesario, ni me interesa andar viendo sus horrendas caras. Si en la adolescencia sobreviví sin una mamada como Facebook, como adulto creo poder sobrellevarlo.

Después, la misma persona me preguntó si tenía Twitter, y el mismo familiar entrometido respondió: “Guffo no tiene Twitter, está en contra de esas cosas tecnológicas”.

Repito, no estoy en contra de esas cosas, simplemente no las necesito.

Se preguntarán ustedes: ¿entonces por qué chingados tienes blog si los blogs tampoco son necesarios? Bueno, para mí el blog sí es necesario porque me gusta decir lo que pienso y dibujar lo que se me hinchan los tanates; porque cuando empecé a trabajar en los medios impresos siempre me cagó trabajar para intereses que no fueran los míos y siempre me cagó no decir las cosas a como las siento, entonces, encontré en Blogger una solución.

Pero pueden estar en mi contra, queridos lectores.

P.D. Con el post de ayer aprendí que hablar "mal" de Don Alejo es como meterse con la Virgen de Guadalupe. A mi madre le han de estar zumbando las orejas. ¡Viva México!

lunes, diciembre 27, 2010

El reflejo de don Alejo


Ha pasado más de un mes desde el asesinato de don Alejo: aquel setentón que se hizo famoso por enfrentar a una gavilla de hombres armados en una de sus propiedades. Ha pasado más de un mes y sigo sin comprender esa idolatría enferma profesada a este personaje elevado a un estatus de “Nuevo Héroe Nacional”.

¿Valió la pena su muerte? ¿Habrá pensado el señor en las consecuencias de sus actos y en las posibles represalias contra sus familiares? ¿Mejoró la situación de seguridad del país con su sacrificio? ¿Se sensibilizaron las autoridades y se volvieron más efectivas en su "luchas contra el crimen"? ¿En verdad el hombre recuperó su terreno y ahora su familia puede ir tranquilamente a pasar los fines de semana ahí? ¿Valdrá la pena trabajar toda una vida para amasar bienes materiales en un país donde, de un día para otro, te los quitan impunemente? ¿Vale más la dignidad que la vida? Todo el que quiera vivir de pie, antes que arrodillado, ¿tendrá que morir?... Tantas preguntas…

Me cuestiono lo anterior porque ahora resulta que tooodos quieren ser don Alejos; que tooodos quieren seguir su ejemplo y andar armados y defender su dignidad, su honor, su orgullo y sus bienes a balazos y con la vida misma. Conozco a muchas personas que ya traen pistola en su coche y la mentalidad de: “Si me van a matar, de perdido me llevo a dos o tres conmigo”. ¡Uy, qué valientes!

¿No les aterra vivir en un país así: rodeados de gente orillada a pensar de esta forma? ¿No les aterra vivir en un lugar donde la dignidad, el honor, el orgullo y el fruto de nuestro trabajo tienen que defenderse derramando sangre, porque no existen normas mínimas de respeto ni necesidades básicas satisfechas? ¿A dónde vamos a llegar? Porque con estos ejemplos de “héroes nacionales” como don Alejo, al rato va a haber un montón de atolondrados armados en las calles, que te van a descargar su pistola en la cabeza a la menor provocación, ya sea porque los volteaste a ver en un semáforo o les echaste las luces largas y “heriste su orgullo”.

No sé. Yo no aplaudo lo que hizo don Alejo, aunque a veces –no lo niego- me sobran ganas de salir a la calle con una ametralladora y dispararle a los pinches policías o de agarrar una tanqueta y pasar por encima de un embotellamiento con gente neurótica que no para de sonar el claxon. Pero no, no creo que valga la pena matar o morir por nada, menos por “dignidad”, “orgullo” o bienes materiales; porque para empezar, si los ciudadanos de una nación tienen que defender a balazos, a granadazos, a chingazos o a mordidas lo que por naturaleza es suyo, se vive en un estado fallido; en algo más salvaje que una jungla; en un callejón o al borde del precipicio… aunque digan que no. Desde el momento en que tenemos que defender los valores con violencia, hay algo podrido en nuestro entorno y en nosotros mismos.

Qué triste que vivamos en un país donde los héroes son don Alejos y no profesores, doctores, arqueólogos, biólogos o geólogos; que no sean héroes quienes trabajan por mejorar las condiciones de vida de todos los mexicanos. Todos quieren ser héroes fáciles. Hollywoodenses. De ésos que gritan “¡Libertad!” cuando los están masacrando. Héroes muertos, pero héroes al fin, según ellos. Héroes cuyo legado se esfuma de un día para otro.

¿Cuál sería la solución? ¿Largarse a la chingada de este país? ¿Vivir lo más modesto que se pueda? ¿Seguir matando a todos? ¿Seguir trabajando y no perder la fe? No lo sé. Quisiera tenerla. A veces pienso que ni siquiera está en uno.

jueves, diciembre 23, 2010

El cliente que me robó la navidad

Hay clientes que de plano impiden que tenga un espíritu de amor, armonía y paz esta navidad.

Hoy vino un ruco al negocio, todo estresado, y me dijo que necesitaba “cajas de ésas que tengo en la bodega”.
Hay como 70 tipos de cajas en la bodega, y el señorón viene y me pide “de ésas que tengo en la bodega”... Díganme si no es una mamada.

Ah, y todavía se encabrona cuando le digo que sea más específico con el tipo de caja, la medida o el código. Me dice el muy culero:

-Pos el año pasado vine aquí y las cajas que me llevé usted mismo las sacó de allá de atrás –y señala la bodega el hijo de puta.

¿Será muy duro el castigo que deberé afrontar si mato a un cliente en navidad, queridos lectores?

P.D. Y luego les cuento de la vieja loca que llegó pidiendo –agárrense- ¡cajas en forma de virgen!… Chale… los daños que provoca la religión en el cerebro son irreversibles.

lunes, diciembre 20, 2010

¡Ya salieron!


Me acaban de entregar la segunda edición de Diarios del Fin del Mundo.

El libro trae portada distinta, el prólogo de Alberto Chimal, los 20 relatos de la primera edición y nueve relatos extra; algunos autoría de nuevos participantes.

El libro cuesta 150 pesitos ya incluyendo los gastos de envío a cualquier parte de México. Si el envío es a Estados Unidos, Europa o Sudamérica, el costo es de 20 dólares o 250 pesos. En la parte superior derecha del monitor está el botón de PayPal. Quienes estén en contra de PayPal mándenme un correo a guffo76@hotmail.com y les paso el número de cuenta al que se deposita.

Hay tarifa especial para la banda de Monterrey y para aquellos que compraron la primera edición y quieren comprar también ésta.

Muchas gracias a todos. Buen inicio de semana.

lunes, diciembre 13, 2010


Cuando pude quitarle del hocico al Cucho –a patadas y chingadazos en la cabeza- ya era muy tarde. La quijada del Bull Terrier había triturado las costillas de mi perro y perforado un pulmón. En el quirófano, con las pocas fuerzas que le quedaban, Cucho buscó mis manos para tender su cabeza sobre ellas y lamió mi muñeca.

Si yo no fuera yo, posiblemente me burlaría de las personas que hablan de las muertes de sus mascotas. De ridículas, cursis y exageradas no las bajaría. Pero lástima, soy yo. Y no, no soy el único ni el primero ni el último que pasa por una situación de éstas, pero algo así duele igual que cuando eras niño.

Es extraño sentir tanto por un perro habiendo tantas desgracias en el mundo. Me parece egoísta llorar por un animal que lo recibió todo cuando muchos humanos no reciben ni la mitad de ese cariño en toda su vida. Pero, desgraciadamente, la humanidad no es mi responsabilidad y, honestamente, querer al prójimo cuando no lo conozco o no piensa igual que yo, se me dificulta mucho. Por eso la gracia de los perros.

Pocos sentirán lo que aquí escribo. Quizá sólo aquellos que tengan mascotas, que sean personas solitarias, que estén locos, que tengan pocos amigos o mucho corazón o sepa la fregada... Sólo quería compartirlo.

martes, diciembre 07, 2010

Una tira que se me ocurrió cuando murió Leslie Nielsen. Algo predecible, pero no quise dejar de dibujarla.

sábado, diciembre 04, 2010

Fotopensamientos

Dejé de lado -pero no para siempre- mi repudio hacia las multinacionales y saqué mi membresía del Costco. Sentí que me traicioné un poquito, ¡snif! Pero sólo un poquito.

Luego, me sentí mejor: nada de lo que compras en Costco te lo ponen en bolsas de plástico y las cajeras son más amables. Punto a su favor. Que chingue a su madre Soriana.

Compré carnes frías que nunca había comprado. Queso del caro. Comida libanesa que en ningún otro lugar había conseguido, sólo en restaurantes pipiris nice de los que sales en pelotas, con una mano por delante y la otra por detrás después de pagar la cuenta.

Llego a mi casa y me preparo un sándwich diferente a todos los que alguna vez me preparé. Espinacas y calabacitas incluidas. Pero el queso derretido las tapa y no se ven.


Me lo como a oscuras, en la sala, viendo los peces del acuario. Con el burbujeo de la bomba de fondo. Quién diría que una sala que compré en oferta hace 7 años se vería de lujo con una sencilla y económica tapizada.


El burbujeo del acuario es un arrullo constante. Como la lluvia que golpea en el parabrisas. Como el zumbido de las hélices de un bimotor, que nos hacen creer que el cielo tiene banda sonora.


Nunca había visto el cielo desde el asiento de un copiloto. Las nubes se parecen a las piedras que se asoman sobre la superficie de un río. Como respirando. Como las jorobas de un camello que nada. Quiero ir saltando de una en una. Que se conviertan en tortugas y me lleven lejos. Hasta resbalar.
Nunca había visto el cielo como ahora veo las cosas. O trato de verlas.

Todo es caos. Todo es matemático. Incluso lo que parece darnos paz y felicidad. Calculado fríamente. Lo que viene de afuera hacia adentro. Números y más números. Aparatos para medirlo todo. Pero de adentro hacia afuera, las cosas son distintas.


Lo que sale de adentro, desde el fondo, no puede medirse. Rompe cualquier instrumento, por más preciso que sea.

Confieso que en el aire iba un poquito zurrado, por el susto. Pero nomás un poquito. Aunque esa sensación y todas las emociones del momento no se midan con nada.

jueves, diciembre 02, 2010

Nadando entre cuacha

Bien dice Noam Chomsky que los mayores enemigos de la democracia son quienes dicen defenderla.

Qué risa da ver a todo el aparato de inteligencia norteamericano queriendo limpiar la mierda derramada por WikiLeaks. Expuestos ante el mundo como los hijos de puta que son, no les queda de otra mas que decir que WikiLeaks es una asociación terrorista, que lava dinero, que su fundador es un violador, bla bla bla bla...

Pues sí, a nadie le gusta que le digan sus verdades. Menos cuando decimos una cosa y hacemos otra; cuando aparentamos ser algo que no somos y nos empeñamos en que todo el mundo así lo crea.

No tengo nada en contra de los Estados Unidos ni de su gente, al contrario, lo considero un país maravillo. Lástima de sistema: esa maquinaria voraz, sedienta de dinero y sangre que está por encima de cualquier gobierno, diálogo, razonamiento, soberanía, sueño o ideal.

A continuación, mi percepción de los gringos cada que les dicen sus verdades o les llevan la contra:


Y no quise hablar del tema de las drogas que consumen ni de las armas que nos venden, pues nunca acabaría.

Yo sólo me pregunto: ¿qué pasaría si algún día dejáramos de mandarles esas drogas de las que tanto se quejan? Dejen de mandarles drogas, para que vean quién es el verdadero malo de la película...