sábado, marzo 31, 2007

De cuando me invitaron a un club de perdedores...

Este tiempo que he andado de soltero me han sucedido cosas muy curiosas.

Hace un mes -si no es que más- un grupo de solteros treintones que se conocieron por Internet (entiéndase: más losers que yo) me contactaron por medio del blog para hacerme una atenta invitación para que me uniera a su club de amigos y amigas deprimidos y al borde del suicidio por carecer de pareja, afecto, amor, un pizarrín al cual sacarle brillo de vez en cuando o una rajita qué humedecer para que los huevos no se les pongan como cocoteros en verano y evitar que la leche se les haga jocoque.
Me mandaron un mail muy formal y bien redactadito en donde me decían que cada fin de semana hacían sus convivios (con la pura palabra “convivio” me imaginé lo aburridos y ñoños que eran estos cabrones); o sea, no me dijeron: “Pinche Guffo, júntate con nosotros, hacemos pedas bien chidas, carnes asadas, hay viejas a montones, alberca, se arma chido el desmadre, acá, todos en pelotas, etc”. No. Estos adultos sin amor se juntan a “convivir”. “Losers”, dije yo, “prefiero estar solito en mi casita pensando pendejadas sin dañar a nadie”. Por personas como estas que organizan teraphy groups y de más jaladas para conseguir pareja con el pretexto de, ay, “ser cuatachos”, los treintones solterones damos mala imagen, mala espina a la sociedad y somos sinónimo de “perdedores” o "gays de closet", snif.

En fin, no pelé el mail ni lo respondí, al contrario, sentí vergüenza y pena de mí mismo al recibir ese tipo de invitaciones a grupos terapéuticos disfrazados de una supuesta parranda sana para conocer gente. Total que al día siguiente me da de alta una morra de dicha banda de aventureros célibes y abstemios (ah, porque cada 15 días estos batos y estas morras organizan un viaje carretero de fin de semana y rentan un autobús para irse todos en bola de viaje cantando rolas ochenteras en el camino con hieleras retacadas de Fantas de dos litros y medio). Total, la morra me da de alta en el msn y se pone a platicar conmigo como desesperada, como un niño pobre le saltaría a un bolillo, y a decirme que me una a su grupo, que se la pasan rechido, que me la voy a pasar rechido, que es de puros solteros de 28 años para arriba, que hay gente hasta de 45, que ese fin de semana iban a hacer hamburguesas en la quinta de un güey y guara guara, bla bla bla. Fue tanta su insistencia que para que ya me dejara en paz y no me bombardeara con sus iconitos y caritas amarillas y mil mamadas más, le dije que sí iría, que me pasara el croquis en donde sería el “convivio”. Estuve a punto del orgasmo por la emoción. Total, la morra me pasó el croquis y le digo que si había qué llevar algo, y me responde que no, que ahí iba a haber -agarrense- ¡¡¡un cartón de cerveza!!! Chaaale... un cartón, no mamen: ni para la primera levantada a miar me dura. Total, yo le decía a todo que sí, sí, sí a la vieja esta, y en eso que me dice:

- Pero lleva amigos, ¡muchos amigos! Nomás no lleves amigas, porque mujeres ya somos muchas.

- Órale –dije yo tirándola a león. Si son tantas mujeres y ninguna tiene novio: o están muy pendejas o son más feas que Condoleezza Rice, pensé. Ni foto le pedí del grupo ni nada; no me interesaba, la verdad.

Y en eso, que me dice la vieja la frase que terminó por hacerme que la mandara a la riata sin boleto de regreso:

- Ah, y de preferencia trae amigos guapos y que tengan un trabajo estable. No importa si no ganan mucho, pero que su trabajo sea estable; o sea, un trabajo bien, así, en una empresa o que tengan negocio propio y así...

Estarán muy buenas, pinches viejas urgidas, pensé, y di por terminada la plática:

- Ah no –le dije yo-, pues esa pachanga entonces no es para mí porque no cumplo con los requisitos, jejeje. Que la pasen rechido y muchas gracias por la invitación–y la borré a la verga del msn.

Es fecha que sigo recibiendo sus invitaciones, sus mails, sus: “¿qué rollo contigo?, te desapareciste, a poco te la creíste lo que te dije, bla bla bla”.
No me importa si era broma, no me importa si hay viejas buenas, no quiero hacer amigos; simplemente me daría mucha vergüenza estar en un grupo de esos. Siento que no tengo necesidad de caer tan bajo para conseguir cariño, amor, compañía o una rebanada de pay de carne con pelos.
Imagino que muchos de ellos -si no es que todos- siguen solteros, viajando como “amigos”, echando su desmadre sano y jalándosela en el baño de la casa de sus papás con revistas Tv Notas donde sale la Maribel Guardia y el Latin Lover en la portada.

Suerte, matadores.

miércoles, marzo 28, 2007

Ricardo Arjona es la neta

Siempre soñó con hacer realidad alguna canción de John Lennon, una de esas que traen mensaje social y crean conciencia, pero terminó materializando una de Ricardo Arjona, a quien odiaba con odio jarocho y siempre que escuchaba alguna de sus canciones en el radio se prometía madrearlo a chingazos cuando lo viera.

Pero eso de que lo odiaba a él y a su música fue antes de aquella noche, cuando de sopetón se puso en “play” dentro de su cabeza la parte que dice “… qué es lo que tengo que hacer señora para ver si se enamora de este diez años menor?”. Después de esa noche -noche que se prolongó lo que duran juntas las tres películas del Señor de Los Anillos-, Ricardo Arjona ya no le caía tan mal; es más, hasta pensó en comprar el disco donde viene esa rola.

Sonrió exhausto con las nalgas viendo al techo, tenía un pie ligeramente cubierto con la esquina de la sábana y apoyaba su cabeza en la única almohada que había quedado encima de la cama devastada. Su sonrisa alcanzó a rozar suavemente la funda de seda color vino que guardaba entre sus hilos la esencia de ese cabello largo, negro y húmedo que minutos antes se arremolinaba justamente ahí en cámara muy lenta. No paraba de tocar en su mente la canción que antes le parecía cursi y mala. "Señora de las cuatro décadas y pisadas de fuego al andar...", sonaba sin parar y él la tarareaba en silencio boca abajo, con el corazón todavía acelerado y el últmo residuo seminal que escurría de su pene formando una diminuta mancha que se expandía sobre el colchón y se absorbía mientras la miraba a ella -completamente desnuda y a contraluces- dirigiéndose al baño con esa seguridad y belleza que ninguna mujer menor a esa edad tiene aún...

Ricardo Arjona tiene razón.

lunes, marzo 26, 2007

Entretejiendo universos con sólo mirarnos...

Nos sorprendieron de pronto las primeras luces del amanecer, esos destellos ligeros y de color ambarino que vienen siempre acompañados por nubes acuareladas y silbidos de aves que madrugan entre la sombra fresca de los árboles. A esas horas el pasto, las hojas, el cofre de los autos y las telarañas aún no se sacuden el rocío que los bañó antes del alba, esas pizcas diminutas de agua donde reflejaron su rostro las estrellas mientras el cosmos permanecía apagado. Estoy seguro –te lo puedo apostar- que esa noche el mundo entero giró en torno a nuestra plática en el sillón y se sazonó con el aroma que escapaba de la cocina. No hubo guerra, no hubo hambre, ni pestes, ni tala indiscriminada, ni matanzas de delfines sólo por ese instante que no se dejó que lo hiciéramos eterno. No hubo nada de esos horrores porque el universo estaba ocupado entretejiéndose en las orbitas de nuestras miradas ya entrelazadas horas antes, cuando las apacibles tinieblas nocturnas todavía nos presumían su manto de terciopelo negro. El sillón era el universo en sí. Nuestro universo.
Pero los fulgores de las mañanas son crueles porque lo destruyen todo de un chasquido sin que uno alcance a darse cuenta y sin que digan “¡agua va!”. Quién podría imaginar que las cursis notas emanadas del diminuto par de pulmones de un jilguero pueden romper con el encanto de un momento perfecto. Que el trino inofensivo de un plumífero nos obligue a mirar allá afuera del cristal empañado que nos resguarda para recordarnos que el mundo sigue igual: en guerra, con hambre, lleno de pestes incurables y erosionándose mientras delfines convalecen afuera del agua sin sus aletas dorsales como rinocerontes cercenados del cuerno con sierras eléctricas. Pero lo peor de todo es que nos reafirman que el lapso donde se congela el tiempo y todo es bonito ya terminó, y hay que volver a la normalidad de la rutina. Las auroras son centellas violentas que borran el negro imborrable del firmamento extinguido y resplandecen como la hoja de la navaja de afeitar o un foco que prende violentamente a centímetros de los ojos de un topo.

Y te juro que traté de buscar un switch para volver a poner todo el mundo a media luz, cubrir las ventanas con tablones gruesos y clavos largos, esconder todos los relojes de la casa, quitarme el sueño a bofetadas, inventar una excusa para no ir a mis compromisos de ese día y robarte otro beso; pero todo fue inútil. Lo que me tranquiliza es saber que ya habrá tiempo para volver a entrelazar universos con sólo una mirada. Y si se puede, no sólo con la mirada…

sábado, marzo 24, 2007

Hijo de tu padre

Miraba a través de la ventana de mi cuarto a los niños jugar. Era el nuevo en el barrio y los camiones del municipio acababan de llegar a la colonia para hacer las zanjas donde irían las tuberías de gas. Todavía recibíamos gas en camiones que rellenaban unos tanques plateados con forma de supositorio. Los niños de la colonia jugaban fútbol y siempre se les iba el balón a una de las zanjas. Yo miraba el partido por ese cristal frío del cuarto, el mismo vidrio donde dibujaba en invierno con mi dedo índice sobre el vaho que soltaba para divertirme en mi soledad.

Pasaron los años y me hice amigo de los niños de la colonia y las zanjas de las tuberías del gas ya las habían tapado. Ahora el balón se perdía en algún monte baldío cuando alguno de nosotros lo pateaba de más o el portero salvaba un gol casi seguro. Nunca fui aficionado al fútbol pero era lo que se jugaba en el barrio –con porterías hechas a base de pedazos de blocks de las construcciones- a falta de bicicletas y Nintendos.

Y fue lo que me dijo ayer mi padre cuando me llamó después de no haber hablado con él en algunas semanas por sus cuestiones de trabajo: “Yo sé que no eres muy aficionado al fútbol como yo, mijo, pero me regalaron unos boletos en el palco de Cemex para el partido de la selección mexicana contra Paraguay… cómo ves, ¿vamos?... sirve que platicamos… ¿cómo ves?”.

Somos difíciles los dos. Él es un padre disciplinado hasta con lo que come, que se levanta siempre a las cinco de la mañana para salir en su bicicleta chingona a recorrer quién sabe cuántos kilómetros y no le gusta que en los hoteles no haya gimnasio porque a él le gusta levantarse a hacer ejercicio aunque esté de vacaciones y se duerme antes de las 10 de la noche aunque esté de vacaciones, no ve una película completa -porque se queda dormido- y apaga las luces de la casa a las site y oye la televisión bien bajito. Y yo, un hijo cabrón que llegaba a las cinco de la mañana bien pedo cuando vivía con ellos y me topaba con mi jefe cuando se iba a hacer ejercicio y me miraba con lástima y enojo, un hijo que le cagaba que su papá se levantara en vacaciones tan temprano para ir al gimnasio del hotel y –aparte- me levantara para que fuera con él y me dijera qué comer; un hijo que ahora se duerme después de las 3 de la madrugada por mi trabajo y mi estilo de vida que creo cool. Somos difíciles y muy diferentes.
Él es político y a mí me caga la política, pero nos respetamos, aunque siempre que platicamos acabamos enojados. Bueno, yo me enojo primero... Él es deportista y yo no. Él es muy optimista y yo soy fatalista, realista, pesimista o como me quieran llamar. Él es adicto al trabajo y yo tengo repulsión por los horarios, las instituciones y toda esa filosofía y políticas laborales. Podrían decir que no tenemos nada en común, salvo que él es fan de José Agustín, Luis Spota, Jorge Ibargüengoitia y Abel Quezada, al igual que yo (él me heredó esos libros de cuando andaba en su época de culturoso y hippie) y que su padre, mi abuelo, al que nunca conocí, nunca estudió y tenía un negocio de estopa… ¿un negocio de estopa?... Sigo sin entender cómo sobrevivían...
Pero pos es mi papá y la filosofía de vida es ser un mejor ser humano cada día; al menos esa es la mía.

Se va a poner bueno el juego el domingo porque a ninguno de los dos nos importa si gana o pierde Hugo Sánchez. Vamos a otra cosa... más nutritiva, tal vez, como le gusta a mi padre la comida y la plática: nutritiva

Váyanse volando a Big Blogger que hay candela y leerán lo mismo pero con una bonita foto.

miércoles, marzo 21, 2007

Otro aviso...

Lo malo de trabajar en empresas donde uno no tiene el control de lo que hacen los demás, donde uno no es el dueño ni puede mandar o hacer lo que le parezca que es correcto cuando ve que las cosas no funcionan, es que uno se tiene que atener a las políticas de esa corporación, a sus tiempos, sus ideas y de más. Y más si lo están apoyando a uno económicamente con el proyecto.

La editorial y la imprenta que maquilan mi libro me han quedado un poco mal en cuanto a los tiempos de entrega y los envíos y de más. Antes de que se alarmen: no, no es que no les vaya a llegar su libro y sus revistas, su libro ya está, cuenten con él los que ya lo pagaron y recibieron mi mail; el pedo son los tiempos. El problema fue que me dijeron una cosa y me salieron con otra. Me caga decir una cosa que me dicen con seguridad y dar mi palabra y a la mera hora salir con otra cosa por cuestiones ajenas a mí; porque el que quede mal soy yo y el que tiene que dar la cara soy yo. Pero como mi compromiso es con ustedes, los que me leen y disfrutan de lo que escribo y dibujo y se interesan en mi trabajo (lo cual siempre voy a estar agradecido, sinceramente se los digo), mi obligación es pedirles una honesta disculpa por la tardanza del envío, por decirles que empezaran a depositar y que se les haría el envío 15 días después. Pero pos las políticas de la empresa y quién sabe qué. No se preocupen: ni les voy a robar su dinero, ni me los estoy transando, ni soy un estafador ni nada; tampoco los de la editorial, ahí está mi mail, el de ellos, pueden pedirme mis teléfonos, mi dirección, etc, etc. Son simplemente cosas que pasan y de las que uno aprende y ya en próximos proyectos obviamente buscaré mejores condiciones en todos los aspectos. Los que me han leído y me conocen en persona o por lo que escribo, sabrán que soy una persona coherente y franca y que una de las cosas que más me molesta es la deshonestidad, la mierdencia de la gente, la hipocresía y de más vicios de la personalidad del ser humano. Por eso quería aclarar este punto y pedirles de nuevo perdón por la tardanza. Les repito, los que ya hicieron el depósito, tienen su paquete seguro, es nomás de esperar un poquito más de lo que ya les había dicho, snif. Paciencia, nomás tantita, jejeje. Espero comprendan y no crean que soy una persona que no soy; pero pues ya ven como es este mundo de instituciones y políticas y de más.

Muchísimas gracias al Sr. Manuel Iguiniz, Laura Cuevas, Carlos Escutia, Oscar Apaez, Nina, Kabeza, Rox, Kletova, Anaita, Vedette, Anilau, R-E-F, Samantha, Iceman, Héctor Manuel García, Correa, Bringas, Alejandro Rodríguez, Victor Trejo, Gaby, Deadpool y de más raza y etcéteras (que me alargaría un chorro si pongo a todos) que me ha pedido el libro y han depositado.

Saludos a todos. Estamos en contacto.

P.D. Mal rollo que este sea mi post número 500 y lo haya empleado para dar un aviso con noticias tristes, snif.

martes, marzo 20, 2007

Lo que aprendí el domingo...

Un chiste que no me sabía y escuché el domingo:

Llega una niña con su mamá y le pregunta:

-Mamá, ¿es cierto que yo soy de probeta?

-Sí mija -responde la mamá-, es que probetaaaaaaaanto pito que ya no sé quién es tu papá.

Plop!

Con un vasote de a litro con michelada sujeto entre mis piernas -enfriándome los huevos- y la tranquilidad de saber que al día siguiente no se trabajaba, el chiste daba más risa.

domingo, marzo 18, 2007

Sobre el camino

Compré los boletos de autobús saliendo del examen de Estadística. Hace algunos años, cuando terminé la preparatoria en aquel colegio marista, pensé que me libraría de las matemáticas si estudiaba la carrera de Ciencias de la Comunicación, pero no fue así. Bueno, en realidad estudié esa carrera porque quería ser periodista o crítico de cine, de esos que escriben en los periódicos y revistas más importantes del país, no porque me libraría de las operaciones numéricas. Era el último examen del último día de clases del noveno semestre de la universidad. Sólo regresaría a la facultad siete días después: para recoger las calificaciones finales y asegurarme de no haber reprobado ninguna materia. La fiesta de graduación, donde recibiríamos nuestro título profesional y nos emborracharíamos, sería el primer sábado del mes entrante en un conocido salón de fiestas del centro de la ciudad de Monterrey. Como fui el primero de mis amigos en terminar la prueba llena de numeritos, rayitas, variables, ejercicios de falso y verdadero y de más cosas que no volverían a servirme en la vida, corrí al gimnasio del colegio y tomé del casillero la maleta con ropa que un día antes había preparado para el viaje de una semana que realizaríamos por carretera el Chilango, Bortoni, Lacho y yo. Caminé con la mochila al hombro y el dinero de los pasajes en el bolsillo delantero derecho. Llegué a la caseta de vigilancia del alma mater que se encargó de exprimir la cartera de mi padre por casi cinco años y el guardia de seguridad me hizo favor de pedirme un taxi, el cual llegó en menos de tres minutos. El taxista no era de esos que les gusta platicar, era parco y malencarado, por lo que me limité a ver pasar el desfile de insípidos edificios modernos, anuncios panorámicos anunciando cigarros y coches de colores escupiendo humo a través del cristal trasero del Tsuru verde. Fueron 42 pesos del taxi: le di 45 al chofer y le dije que así lo dejara, a ver si con esos tres pesos que sobraban se compraba algo de qué platicar o una sonrisita de perdido. Saqué el resto del dinero de la bolsa del pantalón antes de llegar a la ventanilla de la línea de autobuses por la que viajaríamos y fue inevitable recordar los consejos de mi madre, los mismos que siempre me daba cuando viajaba: “Guárdate el dinero en los calcetines o métetelo en los calzones porque luego te lo roban o se te pierde”. De los tres boletos de autobús fueron 420 pesos. “Qué coincidencia: por un cero”, pensé al recordar la tarifa del taxi. El autobús salía esa misma noche, a las doce. El camión tenía asientos reclinables, aire acondicionado y pequeños televisores empotrados en donde pasaban películas piratas en dvd. El boleto era un poco más caro, pero valía la pena. Ya antes habíamos viajado en clase económica –incomódica, le decíamos- y no nos quedaron ganas de volverlo a hacer. Decidimos viajar a la media noche para dormir durante todo el camino y llegar a la huasteca potosina con las primeras luces del amanecer. Ya Lacho había quedado en recogernos a las siete de la mañana en el estacionamiento de la central de autobuses de Ciudad Valles, San Luis Potosí, a bordo de la camioneta que sus padres le dieron como regalo de graduación; vehículo en el que haríamos el viaje. Lacho se había ido dos días antes del fin de cursos a su tierra porque su abuelo falleció repentinamente, por eso presentó el examen de Estadística antes que nosotros. Con los boletos ya guardados en la mochila (esos no me los podía guardar en los calzones para que no se me perdieran porque se arrugaban), caminé al Sanborns que está a tres cuadras de la central de autobuses para hojear algunas revistas, el Sanborns en que quedé de verme con el Chilango y el Bortoni.

Nunca imaginé que ese sería el último viaje que haríamos juntos...

El Chilango se fue a vivir a su tierra y se casó: su mujer lo abandonó cuando mi amigo se hizo adicto a la cocaína debido a la carga de trabajo que tenía, Bortoni también se casó -con una chava de aquí de Monterrey- y tuvieron un hijo con síndrome down, Lacho se quedó en su tierra e hizo mucho dinero atendiendo los negocios de su padre; dinero que no le compraba tiempo libre para unas vacaciones, y yo sigo aquí: añorando aquel viaje que hicimos a los 21 años -del cual no daré detalles porque me alargaría demasiado-; viaje que nunca más volveremos a hacer.

Los sigo viendo de vez en cuando -una vez cada dos meses- (antes los veía todos los días) y nunca tocamos el tema de lo que siempre quisimos ser y ahora no somos... Simplemente nos limitamos a revivir aquel viaje.

viernes, marzo 16, 2007

Hola viernes

Ya tiene rato que esta madre del Blogger no me deja subir mis tiras cómicas ni mis fotos aquí al blog. Ignoro la razón. Mejor dense la vuelta a Big Blogger y avergüéncense de mí como yo lo hago.

miércoles, marzo 14, 2007

Otro día en la ciudad de la jodida

La primer llamada que recibió el Señor Gaxiola Taffich en su despacho al enterarse de su destape como candidato a gobernador del estado, fue la del Presidente de la República, quien le aseguró que él ganaría las elecciones próximas a celebrarse y le recordó a quiénes quería que pusiera en su gabinete. “Claro que si, Señor… es un trato… muchas gracias, Señor Presidente”, y colgó la bocina del teléfono blanco como marfil. La segunda llamada fue del Guamúchil, conocido capo de la droga a nivel internacional y líder de uno de los cárteles que operan en el país: el más poderoso, para ser más específico. El Guamúchil llamó al Lic. Gaxiola Taffich para negociar las plazas de distribución de estupefacientes en el estado que gobernaría, las vías de transporte, el arreglo en las frontera, la protección de la policía y el encubrimiento del ejército, y, sobre todo, de a cómo iba a ser el maletín con billetes para que el estado fuera plaza exclusiva de él y su gente y no de otros cárteles. “Pues unos 10 millones de pesos mensuales no me caerían nada mal”, dijo el futuro mandatario con mucha seguridad. “A mí háblame con respeto, pendejo; yo no soy el Presidente”, le contestó el Guamúchil a Gaxiola Taffich. “Te voy a dar 5 millones… y cuidadito donde la cagues porque te armo un desmadre en el estado…”, y antes de que colgara violentamente, el señor Gaxiola -con los huevos en la garganta por el miedo y la voz entrecortada- le dijo: “Claro que sí, Señor Gumersindo, lo que usted mande”. Pero el capo ya había colgado, dejando a Gaxiola Taffich con medio discurso de disculpas en el aire.

Camino a la oficina, en un semáforo en rojo, Gómez Flores vio cruzar a tres estudiantes de secundaria. Mujeres las tres, que caminaban y al mismo tiempo jugaban a no pisar las rayas amarillas. Culpó a las hormonas que le inyectan al pollo como la causa de que haya tanto pederasta. “Es que las chavitas de hoy están bien chichonas y bien nalgonas”, pensó, “y todo por culpa de las hormonas que le inyectan a los pollos y a la carne de res. ¿Cómo le hace uno para no voltear a verlas?”. La luz se puso en verde y Gómez Flores avanzó, pero ya no volteó a ver las piernas bien formadas de las chavitas bajo la falda a cuadros. Gómez Flores tenía una hija de esa edad. Un poco mayor, pero no tan chichona como las que habían cruzado frente a él.

Mary, la secre, fue al baño a limpiarse. Desde que toma pastillas anticonceptivas su jefe se viene adentro y teme manchar el pantalón al caminar, por eso, siempre que terminan de hacer el amor sobre el sillón de piel negra de la oficina que no tiene paredes de cristal, lo primero que hace es ir al baño para sacar todos los fluidos que le deja su jefe adentro. Mary piensa en cuántos acostones faltarán para que por fin su jefe, el Licenciado Loera Zambrano, se divorcie de su esposa y le dé a ella trato de reina y no de amante. Mary la secre se está enamorando. Y mucho. Sale del baño y vuelve a la oficina y su jefe le vuelve a dar trato de empleada, como si todos esos “mi amor”, “qué rico”, “chiquita preciosa” que le dijo encima de ella nunca hubieran existido. ¿Cuántos acostones faltaran para que se divorcie de su esposa y no la trate así?

Horacio fue a un antro en la noche y se dio cuenta que una chava se le quedaba viendo mucho. No era algo normal: casi siempre era él quien se les acercaba para platicar, invitarles un trago o sacarlas a bailar. A veces aceptaban, muchas otras veces no. La chava le sonrió y Horacio no dudó en acercarse. Platicaron con soltura: la joven era guapa y muy simpática. A Horacio le gustó mucho. Pensó que sí andaría con ella: "así son como me gustan las viejas físicamente". Aparte, era sumamente agradable, cualidad poco común en las mujeres hermosas que había conocido. Pensó que si las cosas se daban y si aceptaba volver a salir con él, le diría que si quería ser su novia. “Oye, y a todo esto: ¿traes caspa del diablo?”, le dijo la chava. Horacio, inocente, respondió: “¿Mande?”. La joven rió y le dijo: “Coca, cocaína; ¿que si no traes?”. Sí, era demasiado bello para ser verdad. Horacio deseó haber sido drogadicto en ese instante sólo para besarla. Dio la media vuelta y se fue.

Paula Abdul no me visitó en mis sueños anoche. Lo único que pensé al despertarme fue que una mejor definición de la palabra “desierto” sería: la arena que no cabe en la mano

Y este fue otro día más en la ciudad de la chingada…

lunes, marzo 12, 2007

Añoche soñé con Paula Abdul

AVISO (antes de platicarles mi sueño cachondo):

A todos los buenos samaritanos que hicieron el depósito y ya les respondí su mail, cuenten con su paquete del libro y revistas. Muchas gracias, espero les guste, lo disfruten, no les raspe después de ir al baño y espero les llegue en 2 o 3 semanas, que eso es lo que dicen los de Mexpost, pero son bien mentirosos, jejeje. Infinitamente agradecido. Y estén pendientes de futuros proyectos literarios, de monos, comics y de más que estamos cocinando una raza bien cabrona y yo, snif. A ver si en dos o tres meses salen como lo hemos planeado.

Con las personas que hablé personalmente, por mail o por msn de aquí de Monterrey para lo del libro, el fin de semana estaría chido verlos para entregárselos. Viernes en la tarde o sábado a medio día. Ahí mándenme un mail para que me digan cuándo nos vemos y en dónde.

Todavía hay muchos libros, para aquellos que lo quieran, y hay todavía algunas revistas de regalo que se pueden incluir. El tiraje fue de 500 libros, entonces pues todos alcanzan, jejeje.

Ora sí ahí les va el sueño que soñé anoche:

Tengo pedos bien graves. Anoche soñé con Paula Abdul, una vieja que nunca me ha gustado y ahora ya siento que la amo, snif. Soñé medio porno. No, bueno: soñé bien porno. No sé si sean consecuencias del tiempo que llevo de soltero -que no es mucho- pero para haber estado casi 6 años con una bella mujer, me parece mucho el tiempo que llevo sólo. En el sueño, Paula Abdul estaba bien enamorada de mí y me decía que me amaba, pero que estaba comprometida con otro hombre: un empresario inglés multimillonario. Lo más bizarro del sueño es que estábamos en la cama del cuarto de mis papás acostados en calzones platicando. Paula me decía que me metiera a concursar a American Idol y que ella movía sus palancas para que yo fuera el ganador y me llevara el millón de dólares del premio y así pudiera darle lo que ella quería (una mansión, un Ferrari, etc.) y pudiera dejar al empresario millonario con el que se iba a casar. Hacíamos el amor bien chido (tenía aaaños de no tener un sueño así) y estaba bien durita, bien fibrosa y se entregaba bien apasionada, dándome besitos en mis manos (no sé por qué eso me pareció demasiado romántico, snif) y acariciando mi espalda. Vaya que estaba enamorada de mí; lo sentía. Terminábamos de hacer el amor y yo le decía que la amaba, que quería estar con ella. Ella me insistía en que me metiera a American Idol, que si lo hacía, se casaba conmigo. Luego yo le preguntaba que cuántos años tenía y ella me decía que 73. Y me enamoraba más de ella; no porque estuviera ya bien vieja, sino por honesta, por no quitarse edad como lo hacen todas las mujeres. Además, admiraba que a esa edad estuviera tan firme, tan buena, tan hermosa y tan sin arrugas. Lo raro es que a mí nunca me ha gustado esa vieja y ahora nomás estoy esperando a que pasen American Idol pa´verla a la cabrona. Hizo estragos en mi cabeza el mentado sueño. Ah, y luego en el sueño Paulita se la pasaba abrazándome y mirándome fijamente a los ojos, bien interesada en mi plática pendeja y en mis intentos por cantar "Killing Me Softly" afinadamente para el concurso. Y luego ya: Paula me aplaudía por cantar rebonito, se vestía, se despedía con un beso bien largo, diciéndome: “I love you my baby” y salía del cuarto haciendo la señal con la mano de que la llamara más tarde y yo me paraba hecho madre para tender la cama antes de que llegaran mis papás y se dieran cuenta de que había cogido en su cama.

viernes, marzo 09, 2007

Me la para...bólica

Cansados de jugar bote pateado fuimos a casa del Pollito, el único que tenía parabólica (pornobólica) de la cuadra. Cuando su mamá –que estaba bien buenota- no estaba en su casa, nos poníamos a buscar canales porno en la tele. A veces la antena agarraba la señal del satélite, otras veces no. Cuando no se podía y se veía bien borroso, nos metíamos al cuarto de la jefa del Pollo a esculcar los cajones donde estaban los calzones. Ese día de verano, cuando apenas iniciaban las vacaciones largas, el cuarto de le mamá del Pollo estaba cerrado con llave: ya se había dado cuenta que le faltaban muchas tangas porque le dejábamos los cajones todos revueltos. Seguimos intentando pescar una señal de algún canal pornográfico mientras otros distraían al Pollito y trataban de abrir la puerta del cuarto con un desarmador. Pero fue inútil. Casi todos los canales estaban ya bloqueados y nadie se sabía la clave. La esperanza era el Satcom F4 canal 24, que casi siempre se veía rayadero gris en la pantalla pero, cuando agarraba la señal, pasaban unas cogidotas que les metían a unas güeras bien chichonas que gritaban y hacían un escándalo bien rico. Pero no: la mamá del Pollo también había bloqueado con clave ese canal. Yo creo que al darse cuenta de las tangas que le faltaban le dio asco imaginar que veíamos pornografía y después pasábamos a su cuarto a masturbarnos; ideas que tal vez le metió en la cabeza su novio en turno porque cada que íbamos a su casa nos ponía unas carotas bien gachas de “váyanse a la chingada de aquí, pinches chamacos”. Pero no, nunca hicimos eso: nos limitábamos a oler y a acariciar la suave lencería; sólo eso, nada de jalarle el cuello al cabeza de mantecada Tía Rosa. Pasaron dos horas y fue imposible adivinar la clave de los canales bloqueados. Tuvimos que conformarnos con ver la película de “Porky´s”, donde salía una que otra chichi y muchas, pero muchas nalgas. Después pasaron “La Revancha de los Nerds”, pero ahí sí salieron menos chichis y nalgas; casi nada de nada.

Hay post nuevo en Big Blogger, pa´que no digan que estoy amargado, snif

miércoles, marzo 07, 2007

Plata y Plomo

Es plata o plomo, dinero o sangre… o las dos cosas al mismo tiempo. A veces vienen junto con pegado, te guste o no. Aquí nos jodemos y poco cuenta lo que opinemos. Si haces las cosas bien, te va mal, si las haces mal, te va bien pero terminas mal; y eso es lo de menos, al cabo como quiera el Dios blandengue que tenemos termina perdonando a todos por más atrocidades que hayan cometido

¿Cuál es la recompensa del hombre recto, del justo, del honrado, del noble, del leal en un mundo de valores devaluados? Siempre me pregunto qué futuro puede tener un lugar donde recompensan al policía que no es corrupto, ponen una estrellita dorada en la frente del alumno que no copia, alaban al agente de tránsito que no pide mordida y premian al ciudadano que es bueno. Es un horror que esto suceda, eso no debería premiarse. Esas –por obligación- tendrían que ser virtudes fundamentales en la naturaleza de una persona sana, intrínsecas en cualquier ser humano para que una sociedad no convalezca, en lugar de verlos como valores en peligro de extinción que se tienen que gratificar cada que se encuentre el garbanzo de a libra.

Siempre me lo pregunto –el futuro del mundo- y la respuesta que vislumbro horrorizaría a cualquiera. Y uno no puede esperar ya nada de nadie: como el náufrago que pierde la razón y enloquece al no ver una isla a la deriva que lo salve de una muerte segura y mejor opta por tirarse en la borda de su lancha a morir deshidratado.

No hay expectativas si se vive en barrios donde es más fácil encontrar piedras de cocaína y churros de marihuana que balones de fútbol, canchas de básquet o tener una bicicleta. ¿Qué puede esperarse de una ciudad en donde ya no se ven las estrellas por las noches y esto imposibilita nuestro derecho a pedir deseos; de una urbe que amanece rugiendo en caos y desangrándose en cualquier arteria vial a plena luz del día; de una metrópoli enferma, competitiva, tramposa y de moral doble? Nada, creo que nada podemos esperar. Yo no espero nada desde hace mucho tiempo.

Y ¿cuál es la recompensa para aquellos que no se han dado por vencidos? Su recompensa es seguir trabajando en trabajos que no les gustan, arrastrados por la corriente que se niega a que la naden en contra, a seguir respirando aire con mierda y bebiendo agua cara y sucia; a seguir aguantando las embestidas de los aumentos a los precios y de los mismos engaños y malos servicios de hace cien años. La recompensa son dos horas en medio del tráfico y bajo el sol de las 9 de la mañana dentro de un ataúd de cuatro llantas Goodyear, la pastillita que quita el estrés de la cabeza al final del día como el hongo devastador de una bomba atómica, la cartera vacía: llena de deudas, tarjetas vencidas, pagarés y “no covers” en algún table dance para olvidar todo eso. La recompensa es llegar a casa molido y avanzar hasta donde alguien de un rango mayor nos lo permita. ¿Valdrá la pena tanto por tan poco?

Lo único que creo que vale la pena es soñar: invertirle a los sueños tiempo, dinero y energía, pues la vocación es lo único que no nos engaña. Lo de más no creo que cueste lo que el diamante más grande de la joyería más fina signifique en la mano de una mujer que no ama a su marido.

lunes, marzo 05, 2007

Post varios

Me presume un amigo la foto de la mujer con la que está practicando el mete-saca-mete-saca del amor (con la que está cogiendo, pues) y me dice orgulloso:

-¿Sí o no está bien chichona?

Yo no dije nada. Me quedé pesando -mientras miraba horrorizado la foto tamaño pasaporte en blanco y negro- que qué vieja no va a estar bien chichona si pesa casi 200 kilos.

Y ahora, un dato científico:

Esas investigaciones espaciales gringas y millonarias me parecen una grosería. Leo en los diarios que están buscando agua en Marte y que mandan robotitos y pendejaditas con tecnología de punta para que investiguen el planeta rojo y traigan información, y me parece eso: una mentada de madre a la humanidad. Andan buscando agua en un planeta más inóspito que los huevos de un elefante mientras aquí en la tierra el 90 por ciento de los mantos acuíferos dulces son imbebibles por tanta mierda que vierten en ellos. No sé si estos batos que se hacen llamar científicos sepan que el agua del mar no se bebe, porque como que el tema del agua les vale un pito. Prefieren saber si hay vida o hubo vida o puede haber vida en piedrotas flotantes (como del tamaño de las chichis de la vieja de mi amigo) imposibles de habitar mientras aquí, donde vivimos y vamos a morir, no podemos llevarnos bien entre nosotros ni con los recursos naturales. Por eso, si es usted un científico (sé que muchos de ellos leen mi blog antes de lanzar cohetes al espacio), déjese de andar mariguaneando en otros planetas y mejor póngase a hacer algo para salvar este.

Buen inicio de semana.

Gracias a todos los que han hecho su depósito bancario para adquirir el libro, ya les devolví el mail. Yo les aviso cuando manden los paquetes. Recuerden: la cuenta es de Banorte y el número es 0533973035. Si quieren la CLABE, mándenme un mail por favor. Gracias.

viernes, marzo 02, 2007

El año en que la nieve lo cubrió todo...

Salí de la universidad aquel diciembre en que nevó, muy poco, pero nevó después de diez años desde la última vez. Todos los diarios de la ciudad publicaron fotos en primera plana del frágil manto de hielo que cubrió durante pocas horas los tinacos de las azoteas, los techos de las fábricas, las bancas y la hierba de los parques antes de que el sol de medio día convirtiera todo en charcos. Recuerdo que los canales de televisión no paraban de transmitir imágenes de la incipiente nevada como si ésta hubiera sido el acontecimiento más importante del año: todo el día pasaron reportajes de niños que habían faltado a clases y jugaban eufóricos sobre la rocinante escarcha. Los medios de comunicación magnificaron el suceso climático pues así le daban a la gente su “milagro navideño” –como ellos mismos lo llamaron- y borraban de sus mentes el reciente aumento de precios a los productos de la canasta básica y de las tarifas de luz. Explotar al máximo la nota de la nevada era mejor que advertir sobre la devaluación que se veía venir -y llegó- días después: devaluación que obligó a cerrar varias empresas y dejó sin empleo a más de quince mil trabajadores. Tampoco mencionaron nada del robo de 120 urnas en las elecciones gubernamentales que fueron encontradas enterradas ese mismo día: cinco meses después de su desaparición, y minimizaron la muerte de dos personas a palazos que dejaron como saldo las manifestaciones públicas de maestros que exigían un mejor salario. Una de las víctimas había sido una mujer embarazada. La delgada capa de aguanieve que cayó ese día tuvo el suficiente grosor para cubrir oportunamente la situación crítica por la que atravesaba el país y, todo lo que estaba mal en el mundo, de pronto se tornó color blanco: el blanco intenso de una pañoleta que venda los ojos de la sociedad. La foto de mi generación –todos de toga y birrete- apareció discretamente en las páginas interiores de un suplemento de sociales en el periódico donde la universidad en que estudié se anunciaba y tenía acciones. Ya eres todo un Licenciado, mijo, exclamó mi padre con los ojos aguantando el llanto al ver la fotografía, mientras mi madre emocionada traía unas tijeras para recortarla.

P.D. Muchas gracias a todos los que han hecho sus depósitos bancarios para adquirir el libro de Chistes Alowey, snif. Yo les avisaré cuándo van a hacer los envíos, espero que a más tardar el viernes de la próxima semana.
Los que necesitan la CLABE interbancaria, o esa madre, mándenme un mail para pasarselas, por favor.
Gracias de nuevo y muchos saludos.